octubre 06, 2011

«Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 9 de octubre.

El Dios de la alegría nos llama a compartir su gozo por unión de su Hijo Unigénito con la Iglesia, la Humanidad, que celebramos en cada Eucaristía y en cada sacramentos, expresiones de amor y delicadeza de Cristo para con su Iglesia.

Es una alegría que ya fue prometida por Isaías y que se va realizando en la medida que nosotros, todas las personas, aceptamos al Señor de la Vida y de la Paz digna y enaltecedora de toda persona, y nos unimos al Reino de Dios, es decir, hacemos de Dios, y su Voluntad de Vida y Grandeza de toda persona, nuestro Dios, nuestro plan y nuestra personal voluntad.

Pablo nos invita a ello al felicitarnos, al felicitar a los cristianos de Filipos, por construir nuestra vida cercanos al dolor del hermano, pues esto nos hace próximos a Dios que es el único que está verdaderamente cercano al dolor de toda persona que sufre las consecuencias de todas las necedades que hacen las personas que se degradan al venderse al dinero o al poder egoísta, actitud idolátrica tan extendida en nuestro tiempo y que tanto daño hace a los más pobres y a todos los que no detentan ningún poder... Ya nos advirtieron los apóstoles en sus cartas.

Vemos la muerte y la degradación campear en nuestros parlamentos; la manipulación de los mercados y de la banca adueñarse de nuestras economías y a las multinacionales comprar inmensos territorios sea económica, política o legalmente para la megaminería o extracción de las riquezas que a ellos les interesan y como les interesa a ellos aunque así dejen a los pueblos del lugar con la tierra empobrecida, las aguas contaminadas y sin futuro mayor para los que vienen detrás. Todos ellos son expertos en mentir, o los contratan, y en presentar como bueno lo que es malo para la persona, los pueblos y la Humanidad, pero parece que ésta se nos está volviendo necia desde las esferas más altas de orientación del mundo como la ONU...

Como Juan, el evangelista, dice en su primera carta, "este mundo está en manos del Maligno", pero ahora resulta que los primeros que no creen en la real existencia del Maligno son muchos "cristianos", de modo que no pueden ni defenderse ellos ni alertar a sus Comundades. Si todos los absurdos que se dan en el mundo se entienden sin recurrir al pecado y al poder pervertidor de Satán, ¿qué significa la Pascua de Jesús? ¿Por qué Cristo creó los Sacramentos como Amor de Dios que actúa en nosotros con su presencia viva y santificadora en la Iglesia? ¿Qué necesidad tenemos de la Iglesia, con todas sus momumentales debilidades y pecados, dado que estamos nosotros, los seres humanos, en ella? La vida es una batalla, dice la Escritura en Job y Pablo utiliza la misma imagen. ¿Contra quién, contra qué? ¿Todo es imaginación nuestra? ¿Hasta dónde llega o ha llegado nuestra imaginación?

Si no ponemos nuestra confianza en el Señor, no tendremos salvación posible, pues no sabremos escuchar bien su Palabra y acabaremos, como ya sucede y sucedió, manipulándola para que no nos muestre nuestro error... No alcanzaremos a percibir el profundo valor de la Eucaristía dominical y, por tanto, no sabremos enseñárselo a los que nos rdean, y la importancia de una adecuada celebración de los sacramentos y de la escucha y oración de la Palabra y de la construcción de la Comunidad, sí, aceptando todos sus defectos y sabiendo ofrecer como Jesús en la cruz. ¡Ojalá un día entendamos la profundidad de la fecundidad del dolor ofrecido en Cristo cada día!

Sólo el Señor es el Señor y Él nos llama a la confianza. A más confianza y disponibilidad a sus criterios y planes, más paz y alegría, pues el "banquete de bodas" ya está servido, sólo hace falta que entremos y nos revistamos del Señor Jesús, dejando todo otro modo de existencia que hubiéramos tenido antes, aunque nos complaciera, al menos superficialmente.

Atrevámonos a fiarnos de Dios y de su Plan de Vida Nueva y Feliz para todos. El futuro está asegurado, aunque ahora nos cueste un poco y tengamos que sufrir, tal vez, más que los demás. Ofrezcámoslo por ellos.

Dios nos bendiga a todos y todos nos abramos cada día más a su Bendición de Vida y Paz.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos»


La Vida de Dios es una fiesta compartida ¡y es para todos, buenos y malos! Todos están invitados, sólo se la pierden los que no aceptan entrar o los que entran pero siguen igual que antes. El Rey pide que se respete una norma: convertirse, revestirse de Él; ¡no destruir la fiesta!

También hoy nosotros, todos, somos invitados. No despreciemos los dones de Dios.
La imagen del banquete y de la fiesta, como relación de Dios con nosotros, es común en la Biblia, pero Dios quiere una fiesta que dignifique a todos, y no cualquier fiesta que degrade.

El deseo de Dios es que todos vivamos su fiesta del triunfo de la vida, que la disfrutemos en serio; pero es imposible disfrutar los dones de Dios con actitud egoísta o descuidada, como si nadie mereciera respeto, ni quien nos invita. Dios es generoso en todo ¿y nosotros?

Prepararnos bien a la fiesta es respetarla y adelantar ya la emoción gozosa de la misma.

La Eucaristía es la gran fiesta de la boda del Hijo de Dios con su Iglesia, con la humanidad. ¿Nos preparamos? o ¿vamos de cualquier manera o ni siquiera vamos o creemos que no tiene ninguna consecuencia, ni antes ni durante ni después? ¿Valoramos los dones de Dios?

El poder de Dios es misericordia, salvación y alegría para todos, también para nosotros

El profeta habla de cosas humanamente imposibles a un pueblo aplastado, pero les anuncia que la mano poderosa del Señor hace maravillas. La montaña es Sión, los pueblos son la humanidad, Dios nos llama a la fiesta de la Vida Nueva, dolor y muerte desaparecerán.

Hoy la mano de Dios se posa sobre toda persona y ofreciendo Salvación. ¡Respondamos!

Cuanto más abiertos estemos a los hermanos, más dispuestos viviremos a los dones de Dios.

La apertura disponible al Evangelio prepara a Pablo para todo: lo agradable y lo desagradable. No necesita más que lo que Dios le ofrece: Él le cuida bien y lo hace apto para todo y para todos. Los dones de Dios son para nuestra libertad, no respuesta a nuestra bondad.

Pablo se alegra por lo recibido en prisión e invita a la apertura generosa, a compartir el dolor y necesidades del hermano: esto nos abre a la oferta inmensamente generosa de Dios.

No necesitamos ser justos para intimar con Dios, pero sí aceptar revestirnos de su Vida y Paz

Jesús nos dice que Dios nunca deja de llamarnos, gratuitamente, a su fiesta. Nuestra respuesta nos define: expresa quiénes somos frente a Él. Él nos llama, ¿le elegimos nosotros?

Todos estamos invitados al banquete, pero con una condición para participar. ¿Cuál?

Llevar el vestido de fiesta: asumir como propia la vida de Cristo; no hacerlo es despreciarlo.

Pidamos a María aceptar y vivir la Vida que Cristo nos ofrece, en cada Misa, para todos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVIII
Dios nos invita a todos para ofrecernos lo mejor: participar en su propia vida y gozar de sus bienes; pero nosotros debemos confiar en Él


Is. 25, 6-10:
"El Señor… ofrecerá a todos los pueblos, sobre esta montaña, un banquete de manjares suculentos… de vinos añejados… Él arrancará, sobre esta montaña, el velo que cubre a todos los pueblos… Destruirá la muerte para siempre… Y se dirá aquel día: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación… ¡Alegrémonos y regocijémonos de su salvación!»…"

Sal. 22: "El Señor nos prepara una mesa de alegría".

Flp. 4, 12-14.19-20:
"Yo… estoy plenamente acostumbrado a todo... a tener de sobra y a no tener nada. Todo lo puedo en aquel que me da su fuerza. Con todo hicieron bien al interesarse por mí. Dios los colmará generosamente en todas sus necesidades, conforme a su riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, sea la gloria por siempre. Amén".

Mt. 22, 1-14: "Jesús habló… a los fariseos diciendo: «El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Envió a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores… Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación y se fueron… y los demás maltrataron a los servidores o los mataron… El rey se indignó y envió sus tropas… Luego dijo a sus servidores: “…los invitados no eran dignos… Salgan a los… caminos e inviten a todos…” La sala nupcial se llenó… Cuando el rey entró… encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro calló. El rey dijo a los guardias: “Átenlo… y arrójenlo fuera… Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”»."




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