marzo 31, 2012

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 1° de abril, domingo de ramos.


Llegar a la Semana Santa, después de las cinco semanas de preparación, es una gracia y una tarea: no basta tener la oportunidad, en ninguna realidad de la vida, es necesario tener preparado el corazón para aprovecharla lo mejor posible y acudir a las citas con el Señor, unos en el templo o en otro lado, pequeño o grande, cómodo o no, con todo bien dispuesto o un tanto improvisado, con una Comunidad que vive u otra que... hace lo que puede desde su limitación de Fe...

El Señor me llama a mí, desea encontrarse conmigo y ofrecerme su Amor hecho carne, sí, carne limitada y débil, pero es su Amor el que se me acerca de ese modo... No siempre es fácil verlo, pero siempre está presente...

No creo que en la cruz muchos hayan visto lo que vio el centurión que acabo confesando: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Tal vez la suya fue una expresión sin demasiada conciencia cristiana, pero sí percibió una presencia extraordinaria que se le imponía sin avasallarlo, que exaltaba la verdadera naturaleza humana.

La Semana Santa es la semana de la grandeza de la persona humana: por un lado, el Dios encarnado nos demuestra hasta qué nivel de maravilla puede llegar un hombre que se pone abiertamente en las manos de Dios con una obediencia incuestionante y responsable con radical seriedad personal. Jesús nunca fue un sometido a nadie, ni siquiera al Padre, porque su movimiento de obediencia no fue dejarse aplastar por la grandeza del Padre, sino abrirse para comprender, asumir y llevar a término lo que el Padre le pedía por duro que le resultara... Y ¡vaya que si fue duro! Y, por el otro lado, la carne humana mostró que, en las manos de Dios, la exaltación es segura y esta carne dará signos de una fortaleza impensable y estará abierta a que Dios haga con ella las maravillas que desee: y ¡ahí tenemos la resurrección y la Eucaristía, que une en sí la pasión y la resurrección como signo, memorial y alimento a disposición de todos los que se acerquen para aprovecharlo!

¿Por qué nos mantenemos tan lejos de un Dios que está tan cerca? ¿Por qué defendemos con tanto ahínco una carne tan sometida al pecado y no asumimos, en Cristo, la que ya está glorificada? ¿Por qué la Eucaristía tantas veces ha quedado reducida a un rito, tantas veces 'usado', 'manipulado' y ¡ojalá que nunca condenatorio!, como nos advierte san Pablo en su carta a los corintios?

La Semana Santa es un momento para reflexionar a fondo.

En algunos lugares se tiene la costumbre de visitar siete templos para ver los monumentos... No está mal. Lo que sí está mal es que actuemos como turistas y dejemos de lado al que se quedó con nosotros físicamente presente para que pudiéramos encontrarnos con Él en cualquier momento, en un Tú a tú de Amor y Vida nueva.

Vayamos y meditemos en su Amor loco por nosotros, por cada uno de nosotros.

María, la Madre de amor fiel, doliente y lleno de esperanza, nos ayude a vivir estos misterios en creciente profundidad. Recemos unos por otros para así lograrlo.

Dios nos bendice. Atentos a Él, seamos bendición para todos.

Unidos en oración con María, la Madre de la Pascua viva y fecunda:

P. José Mª Domènech SDB

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

El Señor, en Jerusalén, anticipa su propio triunfo. Él nos pide le confiemos la vida para transformarla. Lo que no le damos no gozará su triunfo, se perderá... ¡Nacimos para darnos!

La vida, en las manos del Señor, adquiere mayor claridad, entusiasmo, mérito: se va forjando la juventud espiritual, optimismo, alegría y plenitud que el Señor nos da ya ahora.

Fácilmente podemos creer que alabamos al Señor haciendo cosas, pero sólo confiándoselo todo, somos honestos al cantar "Hosanna". Vivamos en Él con corazón pacífico y solidario.

La vida cristiana tiene exigencias de entrega real, si queremos ser significativos en la historia

El Señor, Rey pacífico y humilde, para que no nos engañemos ni nos engañen, se nos ofrece como nuestro Maestro y pone en nuestro corazón el ansia de vivir la Verdad de las cosas y de la vida. ¡Cuántas veces vivimos con insatisfacción, a pesar de tener de todo y hasta de más!

Jesús, que supo de privación y violencias, nos enseña a construir la paz en la vida de hoy.

Entregarse es difícil, pero posible: nos lleva a la grandeza de la madurez personal y social

Si le somos dóciles como el profeta, aprenderemos a leer la vida desde la Palabra; Dios nos enseñará a comprender su Voluntad, aun en problemas y dolor: no nos escaparemos; seremos fuertes ante los problemas que trae consigo el Amor de Dios vivido en esta sociedad de prepotencia generadora de muerte. El Señor hace maravillas aun en la fragilidad, pero es indispensable ponerse en manos de Dios, como Jesús, Siervo siempre obediente, sobre todo, en su pasión.

No importa que en algún momento, o en muchos, de nuestra vida, como Jesús, tengamos que recitar el salmo 21, confiado reclamo cuando sentimos, dolidos, la ausencia de Dios. Esto no nos hace blasfemos, ni renegados, estamos expresando nuestra angustia y nuestro dolor desconcertado. Pero no le quitemos jamás la confianza: ¡Él es de fiar! Sólo así maduramos.

El Señor, a su tiempo, nos pacificará; confiemos, no dejemos de construir la vida, dándola.

Dar la vida para ayudar a todos a madurar: entregarse para desarrollarse y ayudar a ser más

Pablo nos muestra la imagen del verdadero Siervo de Dios, Hijo del Padre, abierto y obediente por el Santo Espíritu, alma del Amor que une al Padre y al Hijo. Son verdadero modelo “sobrenatural-natural” de toda la familia humana: ¡sólo así se construye y renueva la vida!

Figura del amorosísimo Hijo que, identificado plenamente con el Infinito cariño del Padre por su otro hijo, el hombre (de todo tiempo, lugar y condición, sea natural o cultural), se encarna para hacerle sentir-vivir el concreto Amor providente del Padre hacia él. Así el hermano menor podrá volver a casa, a la felicidad de la Vida del Padre, para la que le creó con tanta ilusión.

El Hijo-Hermano hace de todo para que se entienda y viva el amor del Padre. Es su difícil y gran misión. Le llena la misma Vida del Padre: su Espíritu da sentido a su vida.

Misión de Amor, loca pasión por la vida, deseo de ver, en la vida del hermano, fluir la alegría, la paz, la felicidad, la ilusión por la vida que Dios nos ha confiado a todos para todos.

La pasión del Señor pide, más que sentimientos, concreta gratitud, respuesta de amor y compromiso de hacer lo mismo con nuestros propios hermanos, familias y sociedad.

Pidamos a María, que lo vivió tan de cerca, nos lleve a vivirlo honestamente cada día.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


SEMANA SANTA - DOMINGO DE RAMOS - CICLO B

Dios se hizo hombre para que el hombre pueda vivir como hijo de Dios: fue el camino de Jesús y es el que estamos llamados a recorrer

Mc. 11, 1-10:
"...«...el Señor lo necesita y enseguida lo devolverá»... «Hosanna. Bendito el que viene en el nombre del Señor... Hosanna en lo alto del cielo»."

Is. 50, 4-7: "El Señor me ha dado una lengua de maestro para que con la palabra sepa sostener a los cansados... y yo no me he resistido... no me tapé el rostro ante los ultrajes... El Señor me ayuda... no quedaré defraudado."

Salmo 21: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Flp. 2, 6-11:
"...no quiso mantener celosamente su igualdad con Dios... se rebajó... y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz... Dios le ha exaltado y le ha concedido el nombre que está por encima de todo nombre..."

Mc. 14, 1-15.47 "...el sanedrín hizo sesión... y llevaron a Jesús, encadenado ante Pilato, éste le interrogó... «¿Qué haré con Jesús, al que llaman rey de los judíos?»... «¡Crucifícalo!»... Lo hizo azotar... Lo llevaron para crucificarlo... Llevaron a Jesús al Gólgota... lo crucificaron... Jesús dando un fuerte grito, expiró... El centurión... dijo: «Es verdad, este hombre era el Hijo de Dios»..."




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