Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 22 de abril.
Después del domingo de la octava de Pascua, centrado en la Comunidad cristiana que se construye en la solidaridad propia de la vivencia de la resurrección del Señor, este tercer domingo centramos la atención en el testimonio que esta Comunidad se siente llamada a dar ante el mundo. Necesita ser testigo del Resucitado que, con su entrega en la cruz, nos perdona los pecados y nos llama a la conversión, a volver los ojos al Señor de la Vida, del Amor y de la Misericordia.
Ante la experiencia de sentirse perdonado por el Señor resucitado, nos vemos llamados a confiar en la Voluntad del Padre que quiere perdonarnos y llenarnos de una Vida nueva, la de la misma Comunión Trinitaria.
Es verdad, al Señor ha resucitado, el mismo que murió en la cruz; el mismo que nos habló durante el tiempo que caminó por estos mismos caminos por los que camina cada uno de nosotros, pero con la mente y el corazón puestos en la Voluntad del Padre.
Testigos que aprendemos a mirar la historia con los ojos de Dios. Testigos, con los pies bien puestos en la tierra, de un Dios que no deja de presentársenos y nos 'pide de comer' porque no es una idea ni un fantasma: está presente en nuestras Comunidades, perdona los pecados, se entrega en cada Eucaristía y nos enseña, nos orienta en nuestros pastores, nos bendice y nos da la paz, nos alimenta y nos convoca...
Dios es concreto, pero nuestros ojos todavía no están suficientemente entrenados para verde y nuestro ser lo suficientemente sensible para sentirle vitalmente presente.
Pidamos al Señor que nos abra la mente, el corazón y nuestra sensibilidad espiritual para 'verle' presente...
Si no lo vemos vivo y presente entre nosotros ¿cómo vamos a testificar su resurrección?
Todo testimonio sonará a teoría, a religión o teología vacía, sin vida, sin experiencia, sin Fe, es decir, peligrosa y, cuanto menos, inútil, al menos para el que la profesa.
El Señor nos bendiga y nos conceda convertirnos todos los días en mejores creyentes e íntimos de un Dios que vive y camina entre nosotros y en nuestro interior, más allá, mucho más allá, de nuestros límites y errores.
María nos auxilie siempre en nuestro 'ver' al Señor, convertirnos a Él y conocerle personal e íntimamente.
Unidos en oración con María, la Madre y Maestra de los testigos del Señor resucitado:
P. José Mª Domènech SDB
«El Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos»
¿Alguna vez me he preguntado por qué el Señor dio su vida por mí? ¿Creo que concretamente fue por mí? ¿Me siento comprometido? Y, si me siento comprometido, ¿cómo es que su entrega no logra sacudir la modorra con la que, tal vez, llevo la vida cristiana? ¿Me siento cuestionado por Él?
El fundamento de la Vida nueva en Cristo, de nuestra Fe, es la resurrección de Jesucristo.
Éste es el testimonio que Él nos confió y nosotros debemos vivir, alimentar y transmitir a los otros.
Pedro se muestra pastor veraz, explícito y, al mismo tiempo, comprensivo; sabe mostrar con claridad al pueblo los caminos de salvación que Jesús, con su resurrección, ha dejado abiertos.
Los apóstoles, con la resurrección de Jesús reciben el don del Espíritu; pero, antes de eso, no entendiendo casi nada, estaban abiertos, por eso Jesús les puede hacer entender, poco a poco, y abrirlos a las maravillas que Dios les tiene reservadas, no solo a ellos, sino a todos, por medio de ellos.
Esto es lo que Juan desea que comprendamos: Dios no nos condena, aun cuando nuestra vida tenga momentos en los que nos sentimos condenados por nuestra propia conciencia: ¡Dios vino a salvarnos! Lo esencial e indispensable es que estemos abiertos a su Voluntad y valoremos todo el bien que Él nos ofrece, siempre dispuestos a la obediencia sincera y sencilla, sin hacernos problemas.
Lo vital es abrirnos al Dios que ha resucitado a su siervo fiel y en Él nos da el camino de salvación
La muerte de Jesús no fue el final, sino el camino elegido por Dios para salvarnos de la muerte.
El Señor ha resucitado a Jesús, dice Pedro, ¡conviértanse!, vuelvan a Él, ábranse a su Amor.
Creer en el Señor supone aceptarle de verdad en la propia vida y querer vivir su Voluntad; no importa tanto lo que haya pasado antes: debemos dejarlo en las manos del Señor. ¡No le conocíamos!
El signo de aceptación de la Salvación es vivir como salvados: obedecer los mandamientos de Dios
Creer, conocer y amar están unidos a vivir en los mandamientos gracias a Jesús, que se nos ha dado en sacrifico para que seamos perdonados y vivamos en este perdón, siempre disponible.
Juan hoy insiste que conocer es obedecer la Voluntad de Dios en sus mandamientos: ¡cuántos dicen ser cristianos, ¡y católicos!, pero no viven este criterio, no lo tienen presente, ni ven su valor.
Lo importante es la vida que fluye, a través nuestro, hacia los hermanos. ¿Qué damos al mundo?
La Fe en la resurrección es concreta: somos testigos de la de Cristo a través de la nuestra propia
Cristo, primero, convence a los apóstoles de que es Él mismo y, después, les abre a la Fe para que comprendan la Palabra dicha a lo largo de la historia de Israel sobre la acción de Dios en Él.
El Señor no pervive por el cariño y el recuerdo en nosotros: es real, concreto y actúa como tal.
Convertirme es el primer signo de la verdad y eficacia de la resurrección de Cristo en mí.
Nos supera: es Él quien nos da su Vida, y la Fe, para que la hagamos historia en nuestra vida
Pidamos a María creer, conocer y vivir a Jesús resucitado para testificarlo como nos ha pedido.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO III – CICLO – B
Somos testigos de la resurrección de Jesús, quien dio su vida para el perdón de los pecados y para que pudiéramos vivir como hijos de Dios.
Somos testigos de la resurrección de Jesús, quien dio su vida para el perdón de los pecados y para que pudiéramos vivir como hijos de Dios.
Hch. 3, 13-15.17-19: "Pedro dijo al pueblo: «El Dios de... nuestros padres, glorificó a su servidor, Jesús, a quien ustedes entregaron... renegaron del Santo y del Justo, y... mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. ...yo sé que ustedes obraron por ignorancia... Pero así Dios cumplió lo que había anunciado por medio de los profetas... Por tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados»".
Salmo 4: "Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro".
1Jn. 2, 1-5a: "Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es la víctima propiciatoria por nuestros pecados y... los del mundo entero. La señal de que lo conocemos es que cumplimos sus mandamientos... en aquel que cumple su palabra, el Amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud".
Lc. 24, 35-48: "...Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Atónitos y llenos de temor creían que era un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados...? Miren mis manos y mis pies; soy yo mismo... Un espíritu no tiene carne y huesos...» Y... les mostró sus manos y sus pies... los discípulos... se resistían a creer. Jesús les preguntó: «¿Tienen algo para comer?» Ellos le presentaron un trozo de pescado asado... Él lo comió... y les dijo: «...Yo les decía: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí...» Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «...el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos... y, comenzando por Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todos esto»".
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