abril 27, 2012

«Yo soy el buen pastor!»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 29 de abril.


Dios nos cuida con cariño paterno y en el Antiguo Testamento con gusto se la llama a Dios "el Pastor de Israel", sobre todo en los salmos.

Jesús asume para sí esta denominación y demuestra que lo es, indicándonos cómo serlo nosotros, no solo los sacerdotes, sino todo cristiano, que debe ayudar al hermano a llegar a gustar y vivir el Amor de Dios hacia sus hijos. Juan nos lo recuerda con claridad meridiana: somos sus hijos y no tenemos ni idea -como nos dice Pablo- lo que será cuando le veamos tal cual Él es.

Jesús es el único Salvador y es de justicia que le demos gracias, pues su Amor es eterno y jamás se cansará de construir en nuestro interior, por la fuerza de su Espíritu, su Reino de Vida nueva y de Paz verdadera y eterna, la suya.

Nadie nos cuida mejor que el Señor, nadie nos conoce mejor que Él, nadie con salva y hace madurar como hijos de Dios mejor que Él.

Pidamos al Señor que nos dejemos guiar siempre mejor por Él y que nos envíe pastores según su corazón. Consagrados que nos animen, con su vida y con su palabra y acción a escuchar a Dios y vivir como Jesús.

Que María, nuestra Madre y Auxiliadora, en cuyo mes estamos, nos dé un corazón como el suyo: siempre abierto y disponible a la Voluntad salvífica del Señor de la vida.

Dios nos bendiga a todos y nos ayude a serle cada día más dóciles y a escucharle con mayor atención y humildad.

Les pido a todos una oración para que el Señor conceda a nuestra diócesis un obispo según su corazón, pues al que hasta ahora nos guiaba, el Papa le aceptó su renuncia por enfermedad y tenemos un administrador apostólico. Él mismo es el que nos insiste para que pidamos al Señor un pastor según su Voluntad, de corazón paterno-materno.

Unidos en oración con María, la Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«Yo soy el buen pastor!»

La Biblia llama a Dios ‘Pastor de Israel’. ¿Es de agradecer que uno muera para dar vida y libertad? Eso es heroísmo. Y no es raro en la vida diaria. Ninguna persona se construye a profundidad si no regala su vida sinceramente. No se trata sólo de cumplir lo debido, sino regalar la propia vida: ¡eso construye!

Dios, porque ama, vivifica en silencio del corazón. El crecimiento natural, de ordinario, es silencioso.

El mayor heroísmo suelen darse en el silencio de lo cotidiano. Así es en la mayor parte de las familias y Comunidades humanas. Así es el de la mayor parte de los santos. Así el heroísmo de María: sin milagros, ni nada llamativo a los ojos curiosos. Así es el de Jesús. Nuestra vocación es ésa: dar la vida como Él.

Nuestro mundo ha crecido en propaganda, en ruido y en ‘músicas’ perturbadoras; pero ha perdido, ¡y mucho!, en profundidad y en madurez, al menos nuestra cultura occidental ‘pudiente’ ¡tan deseada!

El lobo, que dispersa y mata, siempre amenaza. Estamos llamados a ser buenos pastores en Cristo.

Sólo Jesús es la Salvación y sólo en Él encontramos el sentido último de nuestra vida: ser hijos de Dios

Al decir Pedro que el Nombre de Jesús salva, está afirmando, en la sensibilidad judía, su divinidad.

Pedro proclama que la Salvación de Jesús, que ha curado al paralítico por la dócil fe de éste, está a disposición de cualquiera que la reciba con sinceridad. Nadie está excluido, salvo que él se auto-excluya.

La resurrección es el principio en el que se basa nuestra Fe. Dios, por su Amor y Misericordia, es capaz de generar un bien mayor del mal que nosotros provoquemos. ¡Y lo hace! ¡Somos testigos de ello!

Somos hijos y, como tales, necesitamos, por dignidad, hacer honor al Padre, aunque otros no lo acepten

Somos, todos, hijos de Dios, aunque muchos lo ignoren porque nadie se lo hace comprender y, menos todavía, vivir. La primera es una realidad que nos infunde esperanza y confianza, pues el Padre nos cuida y nos garantiza un futuro lleno de su vida y felicidad inimaginables. Esto supone aceptar a Dios como nuestro Padre y vivir en consecuencia, de lo contrario, se da la segunda realidad que rompe la paz y la vida.

Juan nos anima a vivir nuestra filiación divina y a ser, como Jesús, evangelios vivientes: testigos del Amor y Misericordia del Padre. Ésta es nuestra primera vocación: de ésta viene la sacerdotal y religiosa.

El mundo necesita testigos del Amor de Dios, personas que encarnen el evangelio para testificarlo.

La vida de Cristo, toda centrada en su Padre, estuvo siempre disponible al bien de los que Él le confió

Jesús toma el título de Buen Pastor, de Dios, su Padre, a quien conoce y por quien es conocido.

Su misión será cuidar, buscar, curar, salvar a los que el Padre le confía, hasta dar su propia vida.

El mundo sigue necesitando a Cristo, que está en nosotros y por nosotros actúa. Por eso Él necesita amigos que le colaboren y acepten ser consagrados para hacer lo mismo, aun reconociendo que son débiles.

Muchos cristianos, a lo largo de la historia, han dicho que sí a Dios, que les llamaba, apoyándose sólo en Él, a superar el miedo de entregarse como pastores al estilo de Cristo. Sacerdotes, religiosas y religiosos y laicos que lo dan todo para ser como Jesús, aun en situaciones muy difíciles, conflictivas y de grave riesgo.

Dios, también hoy, llama de muchos modos y espera la colaboración de familias generosas en Cristo.

Dios, el Padre que llama a sus hijos, goza al encontrar corazones generosos que entregan su vida para que la Vida nueva de Cristo se haga realidad en tantas personas que lo necesitan con urgencia.

Pidamos a María dar la vida con Jesús para que Él haga fluir en nosotros la Vida nueva para todos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO DE PASCUA – DOMINGO IV

El Señor ha entregado su vida libremente para que podamos
ser libres de verdad y gocemos su Vida nueva a plenitud
como lo que somos: hijos de Dios


Hch. 4, 8-12:
"Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, ya que se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan Uds. y todo el pueblo de Israel,: este hombre está aquí sano... por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos... Porque en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro nombre... por el cual podamos salvarnos»."

Salmo 117: "Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su Amor".

1Jn. 3, 1-2:
"Miren cómo nos amó el Padre: quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y lo somos realmente. Si el mundo no nos conoce es porque no lo ha conocido a Él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es".

Jn. 10, 11-18: "Jesús dijo: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado... cuando ve venir al lobo, las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí... y doy mi vida por mis ovejas. Tengo... otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y, así, habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo...: éste es el mandato que recibí de mi Padre»."





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