junio 09, 2012

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 10 de junio.


El domingo pasado celebrábamos una fiesta que yo llamaría, y no creo que antojadizamente, fuente de la Pascua: la Santísima Trinidad.

Este domingo celebramos otra fiesta que también se deriva de la Pascua: la del Cuerpo y Sangre de Cristo, que, en este ciclo B nos centra la atención en el significado de la Alianza y de Cristo Jesús como nuestra Alianza Nueva y Eterna en su Cuerpo y Sangre.

Los textos bíblicos que lo narran lo dicen así: "mi sangre de la Alianza, que se derrama por todos" (Mt. 26, 28; Mc. 14, 24) "Copa de la nueva Alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por Uds." (Lc. 22, 20; 1Cor. 11, 25).
Creo que podemos hacer notar que celebrar la Eucaristía es celebrar la Gracia de la nueva Alianza, es alimentarla, es comprometernos con ella a favor de toda la humanidad, y no solo de nosotros mismos, que somos los primeros beneficiados.

La Eucaristía es alimento y fuerza para que el Espíritu del Señor pueda hacer en nosotros, y con nosotros, todo lo que desea hacer.

Dios no obliga a nada, pero eso no quiere decir que descuidar los dones de Dios no traiga consecuencias... ¡y de verdad graves! Tampoco nadie nos puede obligar a respirar o a comer o a beber o a ejercitar nuestros músculos o nuestras habilidades, de uno u otro modo. Es muy cierto, pero eso no quiere decir que no hacerlo no traiga consecuencias, a la larga o a la corta, y todas graves, aunque al principio uno no lo perciba. ¿No es eso también muy cierto?

Creo que con demasiada facilidad descuidamos la celebración eucarística y no calibramos el daño que nos hacemos y hacemos a toda la Comunidad y al mundo al que hemos sido enviados por la Vida nueva que hemos recibido y que debemos compartir. Parece que problema ya se notaba desde los primeros siglos y, por eso, un autor de la primera época pide a la Comunidad que sus miembros no abandonen su participación en las asambleas... Imagino que también entre los primeros cristianos los habría los que 'tenían mucho que hacer' y 'no tenían tiempo' para reunirse en la asamblea litúrgica, eucarística, y, por eso, muy justificadamente, según ellos, la abandonaban, con las inevitables consecuencias de distancia e ignorancia crecientes y, poco a poco, vitales, hasta ser desconocidos en la asamblea y sentirse tales entre los propios hermanos de Fe y, con ello, viene el progresivo individualismo de la Fe: ¿nunca lo hemos escuchado: 'Yo soy cristiano a mi manera'? Como si la relación con Dios fuera cosa privada, individual. No lo es porque Dios es Comunión y Él se mueve sólo en este ámbito, lo contrario sería ir contra su naturaleza y contra la nuestra, pues "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn. 2, 18).

El hijo de Dios, si lo acepta ser, es, aunque, por lo que sea, viva solo, una persona comunitaria. Cierto, con su individualidad, pero persona en relación vital con una Comunidad, si no, jamás se desarrollará como verdadero hijo de Dios en Cristo Jesús, quien, no por deporte, fundó la Comunidad de sus discípulos y les mando que hicieran de todos los hombres discípulos suyos y los integraran en la Comunión Trinitaria e, inevitablemente, en la Comunidad-Comunión eclesial, que, sin duda, tiene muchos defectos, y no puede ser de otro modo, pues nos tiene a nosotros en ella.

Que María nos ayude a ser cada día más fieles a esta Alianza para nuestra salvación, que el Señor selló con su propia sangre y alimenta con su cuerpo eucarístico.

Dios nos bendiga a todos y nos acerque a su Amor entregado y derramado para que tengamos Vida y la tengamos en abundancia y eterna.

Unidos en oración con María, la Madre Eucarística que nos enseña a hacer, como Jesús, de nuestra vida una continua Eucaristía:

P. José Mª Domènech SDB
SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Marcos, al expresar las palabras de Cristo en la última cena, para decir ‘cuerpo’ usa la palabra griega “sôma”, que significa toda la persona íntegra en su manifestación física; y con la palabra ‘sangre’ (“haima”) se refiere a la vida del ser humano en cuanto pasible de muerte. La vida es de Dios, ¡sagrada!

Jesús se presenta como el cordero pascual; en el don de su vida se sella la alianza definitiva: la Vida.

La liberación de Egipto se cerró con la Alianza; ésta se basaba en la Voluntad explícita de Dios. Alianza sellada, según la cultura de la época, en la sangre-garantía que une a Dios (altar) y al pueblo.

Dios no se resigna a ver cómo sus hijos quedan esclavizados por el pecado, y el mal que genera, por dar la espalda a su Amor hecho eterna voluntad de vida y felicidad a través de orientaciones y una comunión de vida. Viene y se entrega en su Hijo comprometiéndose a llenarnos de su Vida por su Espíritu. Su decisión es definitiva, nos toca explicitar qué decidimos ante esta concreta y eterna propuesta.

Cristo nos libera del imperio del pecado y de la muerte con el don de su Vida al Padre: acepta dar su vida a favor nuestro, para que nosotros entremos en Comunión, por Él, con su Padre y Vivamos, según su Espíritu, como hermanos con todos. Comulgar expresa esta voluntad, superando toda debilidad.

Jesús hecho Eucaristía, da su vida en el Espíritu: pan-sangre que alimenta y sangre-pan que fortalece.

Dios nos creó para que fuéramos su pueblo, el amado, pero para eso se necesita que nosotros aceptemos

Dios nos liberó de la esclavitud para que fuéramos su pueblo y nos indicó el camino para ser libres.

La alegría de gozar de Dios supone, libertad interior y sabiduría de Amor para servir y dar vida.

Jesús, al dar su vida por amor, nos abre el camino para vivir del mismo modo, ahora nos toca recorrerlo

La sangre es signo de la vida. Jesús la dio por nosotros para que fuéramos libres viviendo a plenitud.

En su sangre recibimos el perdón, pero somos nosotros los que debemos asumir esta nueva Vida.

La presencia de Jesús es concreta e histórica: se hace alimento-pan, Comunidad-vida e historia-servicio

Reunirse en nombre de Jesús, es hacerlo presente, servir a los últimos, es hacerlo presente, celebrarlo y adorarlo para vivirlo en el día a día, es confesar su presencia real y concreta, aunque velada.

Dios hace alianza con nosotros en Cristo, ¿vivimos en alianza con Él para servir a los hermanos como Él? La Eucaristía es compromiso de dar la vida como el Maestro: ¡hagan esto en Memoria mía!

Pidamos a María ser, con la vida de Jesús, servidores de la vida, superando toda debilidad y miedo.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO X

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Dios desea vivir con nosotros una alianza de Vida, Paz y Gozo, para eso Él ya lo dio todo en Jesucristo; nos toca a nosotros aceptarla, vivirla y cuidarla

Ex. 24, 3-8:
"Moisés comunicó al pueblo todas las... prescripciones del Señor, y el pueblo respondió...: «Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor». Moisés escribió las palabras del Señor y, a la mañana siguiente,... levantó un altar... y erigió doce piedras representando a las doce tribus de Israel. Designó a un grupo de jóvenes... y ellos ofrecieron holocaustos... en sacrificio de comunión. Moisés puso la mitad de la sangre en recipientes y la otra mitad la derramó sobre el altar... leyó el documento de la alianza delante del pueblo y éste exclamó: «Estamos resueltos a... obedecer todo lo que el Señor ha dicho». Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que el Señor hace con Uds., según... estas cláusulas»."

Salmo: 115: "Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor".

Hb. 9, 11-15:
"Cristo... ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. Él,... entró de una vez por todas en el Santuario... por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna... ¡...la sangre de Cristo, que, por obra del Espíritu eterno, se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por eso, Cristo es mediador de una nueva alianza entre Dios y los hombres, a fin de que... los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida".

Mc. 14, 12-16.-22-26: "El primer día de la fiesta..., cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?». Él envió a dos de sus discípulos... Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y ellos bebieron de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios»."



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