Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 3 de junio.
No hay nadie que se interese más por cada uno de nosotros que nuestro Dios, el Padre de nuestros Señor Jesucristo, quien por Él a través del Espíritu Santo nos ha llenado de todos sus dones y tiene reservados todo su Amor y su Bondad para seguirnos llenando en la medida que nos abramos a Él con mayor y mayor libertad para hacer su Voluntad por encima de todos y a pesar de todo.
Él es el Padre que nos creó con infinito cariño materno y maravillosos planes paternos; Él el Hijo, que, siguiendo minuciosamente los planes del Padre, nos redimió con el don de su propia vida, que fue glorificada por el Padre en el Espíritu como signo de la aceptación del sacrificio y de la concreción de nuestra redención definitiva; Él es el Espíritu Santo, que, enviado por el Padre y por el Hijo, de los que es su Vida de Comunión en el Amor eterno, nos anima y guía para que, viviendo como el Hijo y alimentados por Él en su Palabra y Sacramentos, nos abramos a los planes del Padre siendo como Hijos en el Hijo y, así, seamos luz y sal en medio del mundo para que éste se vaya construyendo como Reino de Dios que siempre estuvo destinado a ser.
Así cada persona podrá conocer, iluminada por el Espíritu Santo, cuánto Dios la ama y a qué maravillas Dios la llama desde toda la eternidad.
Sólo así todos, comenzando por los más marginados, ya sea por su necedad espiritual, ya sea por la injusticia social que marca sus vidas, ya sea por su pobre forma de afrontar su existencia en todas sus dimensiones, podremos hacer de nuestro mundo un lugar digno para vivir y un camino que nos conduce a la Casa del Padre, enriqueciéndonos con la Vida nueva en Cristo que damos a cada uno de los que nos rodean en toda circunstancia.
Pido al Señor por cada uno de nosotros para que seamos verdaderos hijos de Dios, en Cristo por el Espíritu Santo; que nos esforzamos por vivir, siempre y por encima de todo, según su Voluntad, pues es el único modo digno de vivir como personas humanas, pues a ello nos lleva el Espíritu a todos, cristianos o no-cristianos, pues Él no hace acepción de personas. Es verdad que los cristianos lo sabemos, pues Cristo nos lo reveló, pero tenemos la responsabilidad de comunicárselo a los demás del mejor modo que podamos. Es por eso tenemos la grave responsabilidad de aprovechar los medios espaciales, que el Amor de Dios hecho Sacramentos ha creado para nosotros para alentarnos y alimentarnos en todos los momentos de nuestra vida, para, así, alentar y 'alimentar' nosotros, del mejor modo posible, a todos los demás.
María, nuestra Madre Auxiliadora, nos acompaña y nos ayuda en nuestra responsabilidad; ella nos enseña a orar para que nuestra docilidad al Espíritu sea, al menos, como la suya.
Unidos en oración con María:
P. José Mª Domènech SDB
SANTÍSIMA TRINIDAD
¡Amor eterno y sin medida, éste es Dios: todo Él para cada persona y en cada instante de su vida!
En Jesucristo, Dios se nos ha revelado como Amor cercano y profundamente interesado en cada uno de sus hijos: a los que ama entrañablemente y ha creado desde este Amor y para que lo gocen.
Todo el Antiguo Testamento es prueba de este Amor cercano e interesado de Dios a favor nuestro y también es testigo de nuestra respuesta: desde la más delicada, respetuosa y fiel, hasta la más irreverente, despectiva y necia que una persona humana pueda dar. Dios no se cansa de amar porque es Padre de corazón materno. Sus maravillas son sin medida y a nuestra medida, siempre buscan salvarnos.
Pero también se muestra un Dios sumamente respetuoso de nuestra libertad. Siempre nosotros tenemos la última palabra en nuestra vida personal; aunque, en la historia global, esta última palabra siempre la pronuncia, como la primera, Dios, Comunión de Vida y Amor restaurador y enaltecedor.
Israel lo ha vivido en su historia, la Iglesia es fruto de esta restauración y cada uno de nosotros, si toma conciencia, desde el Espíritu, de su historia, lo verá plasmado en el sucederse de las experiencias.
El Padre nos pensó para compartir su grandeza con Él; el Hijo se encarnó para identificarse, como humano, con el Padre por el Espíritu Santo y el Espíritu Santo nos llena, como al Hijo, para que podamos, y queramos, ser hijos del Padre en el Hijo, en Comunión con Él y el Padre, como Cuerpo Místico de Cristo, al servicio de la Vida, del Perdón y de la Paz del mundo para la Justicia en la Verdad.
El nuestro es el Dios de las maravillas para que seamos libres de todo y para toda obra buena
A Dios le interesamos personalmente y nada lo va a detener en su afán de rescatarnos de la perdición. Pero no basta que Él lo quiera: nos ha hecho libres y lo tenemos que querer también nosotros.
En Israel se muestra el interés de Dios y la ‘debilidad’ del hombre, siempre auxiliado por su Dios.
El Amor de nuestro Dios nos ha dado el Espíritu de su Hijo para que vivamos como sus hijos en el Hijo
Somos pecadores perdonados por el Padre gracias al don de la vida de Cristo, el Hijo, quien nos ha dado su Espíritu, y el del Padre, para que seamos, de verdad, hijos de Dios en el Hijo.
Estamos llamados a vivir como hijos del Padre, invocándolo como Jesús, por la fuerza del Espíritu, y, como Él, dando la propia vida en el ordinario vivir para la Vida nueva de los que nos rodean.
El Resucitado, gloria del Amor triunfante de Dios, nos envía para que todos participen del Amor de Dios
Celebrar al Dios uno y trino es confesar la esencia de nuestra Identidad: somos Cuerpo de Cristo en el seno de la Trinidad, donde ha sido glorificado el Hijo encarnado y a donde nosotros estamos llamados.
La Iglesia, hija de Dios en el Hijo, Maestro y Salvador, lucha por ser fiel al mandato recibido de Él: vivir, aun en su debilidad, dócil al Espíritu para que todos los pueblos participen de la Salvación del Padre.
Pidamos a María mantenernos en amoroso diálogo con Dios, como Él siempre lo está con nosotros.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO IX
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Dios es Amor, uno solo, Comunión vital del Padre, Hijo y Espíritu: Él, Comunión de vida, nos ha creado para la comunión con Él y entre nosotros.
Dt. 4, 32-34.39-40: "Pregúntenle al pasado... desde que el Señor creó al hombre... si... sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que le hablaba desde el fuego, como tú la oíste, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra... realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto...? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios... y no hay otro. Observa los preceptos... que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti...".
Salmo: 32: "Feliz el pueblo que el Señor se eligió como heredad".
Rm. 8, 14-17: "Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y Uds. no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “¡Abbá!”, es decir, “Papá”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios... herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con Él para ser glorificados con Él".
Mt. 28, 16-20: "Los once discípulos fueron a Galilea a... donde Jesús los había citado. Al verlo se postraron delante de Él... Acercándose Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»."
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