agosto 19, 2012

«El que coma de este pan vivirá eternamente»


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 19 de agosto.


Cuando Dios se entrega no lo hace por partes: se entrega todo entero.

Cuando Dios nos pide compromiso lo pide igual, pues cuanto más le retaceemos nuestra vida, más la devaluamos, como si fuéramos un pobre conglomerado de elementos (y no lo somos, pues nos sentimos una realidad única y llamada a ser respetada como tal).

Cuanto más nos negamos a vivir el compromiso de vida que la vida misma nos pide, más perdemos de vista el valor eterno que, en nuestra existencia, Dios ha puesto como marca de su presencia y de su llamada a ser como el mismo Dios.

No es algo teórico sino vital. ¿De dónde vienen si no los llamados "derechos humanos"? ¿De dónde sale nuestra rebeldía ante toda humillación o exigencia que entendemos degradante para nosotros o los demás? (Otra cosa es que no tengamos agallas suficientes para defendernos de todo esto o defender a los demás) Jesús se nos ofrece como Pan de Vida, de Vida plena, de Vida creciente, de Vida que nos enaltece con el don de su propia vida.

El Padre nos preparó la mesa de su Amor, para enriquecernos con su Sabiduría, al enviarnos a su Hijo, su Palabra Viva, nuestro Salvador, invitándonos a llenarnos de la sabiduría de aprovechar los dones que recibimos y más si los recibimos en un mundo que, por su situación de desconcierto y ofuscación recalcitrante, los necesita con real urgencia; aunque, aparentemente, nadie los valore, a pesar de que todos sienten la necesidad de ellos y de una real espiritualidad que llene la vida de verdad ¡y desde dentro!, no solo con fórmulas que nos den una aparente seguridad.

El domingo pasado, y éste, nos podíamos preguntar: ¿De qué tengo hombre? ¿Con qué busco llenar mi vida? La respuesta nos dice hacia dónde estamos dirigiendo nuestra existencia y qué es lo que valoraremos más o menos. Claro que la respuesta la podemos deducir también mirando lo que valoramos y aquello por lo que peleamos o que nos lleva a preocuparnos e interesarnos vitalmente...

La vida habla y tenemos que aprender a pedir la Sabiduría de saber escuchar lo que nos dice, pues ella es la que camina hacia el éxito o el fracaso.

Si Dios tiene tanto interés por cada uno de nosotros, ellas y ellos, por nuestra vida, la de cada uno y cada una, hasta el punto de hacerse Pan para nosotros, ¿no sería bueno que nos preguntáramos si lo estamos aprovechando de verdad, como Pablo nos invita?

María, cuya fiesta acabamos de celebrar alabando al Señor por glorificarla, nos acompaña y auxilia en cada uno de nuestros esfuerzos para ser más profundos y honestos en nuestra Fe. Caminemos con ella y aprendamos a obedecer la palabra cariñosa de tan buena Maestra: "Hagan lo que Él les diga".

Dios nos bendiga a todos en nuestro caminar tras las huellas de Jesús, el Pan de Vida eterna para todos, sobre todo los más necesitados de ánimo, cercanía y alimentación de vida.

Saludos y bendiciones para todos.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«El que coma de este pan vivirá eternamente»

La Eucaristía, en su realidad concreta, tiene dos formas complementarias, y ambas esenciales: la Palabra de Vida y el Pan de Vida. Las dos sacian en nosotros esa fuerte ansia de vivir a plenitud, más allá de nuestras limitaciones, esclavitudes, debilidades e historia de esfuerzos, logros y fracasos.

El Pan de la Palabra, sin el peligro de que nadie se sienta razonablemente escandalizado, es absolutamente asequible a cualquiera que desee acercarse a ella. El Pan de la persona de Jesucristo pide una explícita y pública voluntad de vivir con los criterios de Cristo Jesús, al servicio del bien de la Comunidad.

Jesús no rechaza a nadie que acuda honestamente a Él para aprender de Él a ser hijo del Padre, que es quien prepara la mesa para toda la humanidad, pues cada ser humano es su amado hijo, al que quiere crecientemente libre y feliz ahora y para siempre, sin sombras de ninguna clase.

Aprovechar los dones de Dios es vital para cualquier persona que desee ser, cada día más, lo que está llamada a ser desde que fue creada. Muchas realidades, sobre todo interiores, pero también exteriores, han sido desfiguradas por el pecado personal y por las estructuras que parten y se apoyan en ese pecado.

Jesús es muy concreto: entregará su cuerpo y sangre y lo hará nuestro alimento para la vida del mundo, de todos. El Padre se lo pide porque es lo mejor para nosotros y Él lo hace. Algunos se escandalizan, pero Él es definitivo: nuestra Vida eterna depende de nuestras actitudes ante lo que nos ofrece.

Lo que nos da la Vida del Padre, la que Cristo nos ofrece, no es sólo ‘comer y beber’, sino el entrar en intimidad vital con Él para hacer su Voluntad, que es la del Padre, por encima de todo:¡es la Pascua!

Dios, Sabiduría eterna, crea su Comunidad de sus hijos, les sirve la mesa para alimentarlos y los llama

Dios nos llama a todos, sin distinción ninguna, para que nos llenemos de los bienes que nos ha preparado, pues todos somos sus hijos, sin importar ni nuestras habilidades o actitudes, méritos o pecados: lo único básico es que nos acerquemos y aceptemos –esfuerzo tras esfuerzo– ser sus hijos como el Hijo.

Pablo aclara que no basta tener los dones de Dios, es necesario aprovecharlos y ¡más en nuestro tiempo!

El cristiano necesita profundizar en el misterio eucarístico para descubrir en él la sabiduría de cómo entregar, hoy día, su vida al Padre para el bien de los hermanos, como su Maestro, Jesús, el Cristo hizo.

Conocer la Voluntad de Dios, llenarse del Espíritu, aprender a ver la obra de Dios y agradecer, son todos elementos esenciales de la vida del discípulo de Jesús que busca, en Él, vivir la Voluntad del Padre.

Jesús, su íntegra persona, también su cuerpo físico, es el pan vivo que nos da la Vida del Padre, la suya.

Jesús es claro: nos ofrece, como Pan de Vida eterna, su cuerpo y sangre físicos, por eso escandaliza; pero Jesús no cede: es necesario comer su Pan de Vida, involucrarse en su entrega por la vida de todos.

La Vida que Él nos da es la suya, que es la del Padre y del Espíritu. Eso supone intimidad con Él, no rechazar unirse a su Cuerpo físico: el suyo personal, por la Comunión, y el eclesial, en la Comunidad.

Paso previo para poder Comulgar con fruto real e histórico, es haber llegado a recibir y aprovechar en la propia vida e historia la Palabra del Padre por el Espíritu, que para Jesús era su aliento principal.

Pidamos a María alimentarnos mejor cada día de Cristo, para ser mejor su Cuerpo en esta historia.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XX

Dios ha edificado su casa, la Comunidad cristiana, para alimentarnos de su Vida en Cristo Jesús, su Hijo, enviado para esto: ¡Ojalá sepamos vivirlo!


Prov. 19, 1-6:
"La Sabiduría edificó su casa... preparó su mesa... envió a sus servidores a proclamar...: «El que sea incauto, que venga aquí… Vengan y coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la iniquidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia»."

Salmo: 33 "Gusten y vean qué bueno es el Señor".

Ef. 5, 15-20:
"Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos... traten de saber cuál es la Voluntad del Señor... llénense del Espíritu Santo... Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo".

Jn. 6, 51-58: "Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?» Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en Uds.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo... vivo por el Padre,... el que me come vivirá por mí... El que coma de este pan vivirá eternamente». Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm".



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