septiembre 29, 2012

«Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen Fe, sería preferible... que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar.»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 30 de setiembre.


El único interés de Dios es nuestro bien y, sobre todo, la posibilidad de que los más débiles lleguen a conocer su Amor y a gozar de su Vida al mejor nivel posible, según el camino de cada uno, por eso condena todo escándalo, pues eso dificulta el camino de los que carecen de ciertos niveles de fortaleza y seguridad para defenderse de lo que les perjudica en su Fe.

Nosotros, los cristianos, por la Caridad de Cristo, debemos cuidar lo que vivimos, hacemos y decimos, teniendo en cuenta siempre qué repercusiones pueden tener nuestras decisiones, pues el interés no es quedar bien o no, sino hacer siempre el mayor bien posible y evitar, lo mejor que se pueda, el perjudicar a alguien. No debemos depender del qué dirán, pero si tener la delicadeza de cuidar el impacto de lo que somos y vivimos para no hacer daño, en lo posible, a nadie. Por eso Jesús como que nos grita: ¡Córtatela! Y en muchas partes gritan al que está haciendo un disparate o algo perjudicial: “¡Córtala!”, “¡acabemos con esto!”

Nuestra vida está llamada a ser una proclamación del Amor de Dios, por eso Él nos da su Espíritu como se lo dio a Moisés, a Jesús, a sus Apóstoles... Lo hemos recibido en el Bautismo, pero debemos alimentar nuestra docilidad a Él con la escucha atenta de su Palabra en cada Eucaristía, en la personal meditación de la misma, en la oración y en la continua revisión de nuestra conciencia para que sea cada día más recta, más profunda, más delicada y más libre de toda codicia o interés egoísta. Es el único modo de construir Comunión, aun con los diversos y con los que “no son de los nuestros”, pues nosotros ni somos los mejores, ni somos el modelo de nada, sólo caminantes que buscamos ser cada día más libres de toda atadura que nos impida dar vida dando la propia vida a los que más la necesiten, como lo aprendemos de Jesús.

Las riquezas no son malas, pero desearlas sí lo es o, al menos, es muy peligroso, pues se nos puede apegar el corazón y entonces nos degradamos, como dice Santiago, y nos auto-condenamos a la pequeñez de criterios y a ser gestores de muerte en vida perdiendo la propia.

María nos ayude a ser cada día más del Señor y testigos de su Amor y Comunión.

Dios nos bendiga para ser bendición y animadores de la Vida Nueva en y con todos nuestros hermanos a lo largo y ancho del mundo.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen Fe, sería preferible... que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar.»

“Sería preferible...”. Terrible expresión, y más que venga de Jesús, el Maestro de la Misericordia de Dios. Pero, precisamente por eso, porque es el Señor de la Misericordia, no soporta que se debilite la Fe de los ya débiles, que no se pueden defender de los malos ejemplos o de las teorías de los que ‘saben más’.

Santiago nos muestra un escándalo propio de nuestra época: el individualismo que hace crecer sin fin la brecha de la prepotente injusticia que hay entre los ricos y los que apenas pueden sobrevivir. Es duro, es claro, es contundente: se ceban a sí mismos para el día de la matanza, como se hace con los cerdos.

Los que creen en el Señor son testigos del Amor y constructores del Reino. Jesús rechaza el escándalo de discriminar y desautorizar –como si fuéramos mejores–, a los que no son ‘de los nuestros’.

Todos necesitamos vivir en el Espíritu del Señor. ¡Cuánto desea Él que todos ardamos en su fuego de Amor y en ansias de Vida Nueva para todos, no importa de qué grupo o Comunidad seamos!

Si vivimos en el Señor viviremos en su alegría y paz y éste testimonio atraerá a muchos hacia Él.

El desierto es el lugar de la prueba para crecer en intimidad con Dios: Él nos llena de su Espíritu

El deseo de Dios es que le conozcamos, le amemos y nos llenemos de Él, de modo que todos anunciemos su gloria y seamos testigos de su Amor y Misericordia. Eso es imposible sin apertura personal.

Santiago nos pone sobre aviso: el individualismo egoísta degrada y lleva a la muerte, sin futuro de paz

¿Buscamos tener más? ¿Para qué? ¿Somos libres? ¿Tenemos riquezas o ellas no tienen atrapados?

La realidad nos demuestra, con excesiva frecuencia, que el terreno del tener es muy resbaladizo para todos. El deseo de poseer es ámbito el maligno. Sólo Cristo nos libera de él: siendo servidores auténticos de los que nos rodean, para una Vida más plena, especialmente de los últimos, como Cristo Jesús.

Cristo nos lleva a la Comunión, a la libertad de acogida, al respeto y apoyo de la Vida de los más débiles

El individualismo degrada a la persona y a la sociedad humana, enfrentando a unos con otros. Jesús es Comunión de Vida, que viene del Padre y se comunica por su Espíritu. Ser de Cristo es ser comunicador Vida plena que construye comunión fraterna, cuidando y defendiendo la vida de los más débiles.

Dios condena la incoherencia, la división, el tramar el daño de otro, la injusticia: graves escándalos que destruyen la comunión con Cristo y los hermanos, pues ponen en peligro el futuro, sin duda, del débil.

Pidamos a María creer de verdad construyendo la Comunión para cuidar y ayudar a los débiles.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXVI
Es un gravísimo mal que el cristiano, con su mal ejemplo o mala orientación, impida o dificulte, al más débil que él, seguir madurando su Fe en Jesús

Nm. 11, 16-17a.24-29:
"El Señor dijo a Moisés: «Reúneme a setenta de los ancianos de Israel... llévalos a la Carpa del Encuentro, y que permanezcan allí junto contigo. Yo bajaré... te hablaré y tomaré algo del espíritu que tú posees, para comunicárselo a ellos»... apenas el espíritu se posó sobre ellos, comenzaron a hablar en éxtasis profético por una sola vez. Dos hombres... se habían quedado en el campamento; y, como figuraban entre los inscritos, el espíritu se posó sobre ellos... Y también ellos se pusieron a hablar en éxtasis. Un muchacho vino del campamento y comunicó la noticia a Moisés... Josué... intervino diciendo: «Moisés, señor mío, no se lo permitas» Pero Moisés respondió: «...¡Ojalá todos fueran profetas en el pueblo del Señor, porque Él les infunde su Espíritu!»."

Salmo 18: "Los preceptos del Señor alegran el corazón".

St. 5, 1-6:
"Ustedes, ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder... ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora, que es el tiempo final! Sepan que el salario que han robado a los que trabajaron... está clamando, y el clamor... ha llegado a los oídos del Señor... se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y han matado al Justo, sin que Él les opusiera resistencia".

Mc. 9, 38-43.45.47-48: "Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros». Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de Mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen Fe, sería preferible... que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala... si [lo es] tu pie, córtalo... Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo al Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga»."



septiembre 19, 2012

«El que recibe a uno de estos mis pequeños en mi nombre me recibe a mí»


Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de setiembre.



«El que recibe a uno de estos mis pequeños en mi nombre me recibe a mí»


¿Cuál es el centro de nuestra vida?: ¿El Señor Jesús, expandir su Reino, ser el primero, tener prestigio, ganar...? Preguntas importantes. ¡Cuántas veces ante ellas nos auto-defendemos! ¿Por qué?

Santiago nos hace notar, y el evangelio nos lo muestra, lo que pasa cuando andamos entre peleas, tantas veces generadoras de discordias y hasta de rupturas –a veces muy prolongadas– que degradan tantos ambientes y relaciones, aun en lo más sagrado de la vida como es la familia, el matrimonio o la amistad.

Jesús nos enseña el camino al Padre, por eso Marcos, con frecuencia, lo muestra uniendo dos verbos: ‘caminar’ y ‘enseñar’. De esta marcha nos separan nuestros afanes particulares que rebajan el divino valor de la persona humana. Queremos ser tan grandes –a nuestro modo– que nos empequeñecemos y acabamos siendo ridículos a los ojos de cualquier persona sensata, aunque no conozca los planes de Dios.

¿Por qué abrazó Jesús al niño? ¿Qué quiso decir a los apóstoles, tan sordamente ambiciosos de poder y grandeza? El abrazo de Dios es para los que son como niños, porque desear la ‘grandeza-poder’ aleja de Dios –si no llega a hacernos sus enemigos– por muy ‘santos-consagrados’ que creamos ser o seamos.

Quien sirve en el Señor, atrae conflictos, pero jamás vivirá abandonado, sino lleno de paz y vida.

La reflexión de Israel tiene en cuenta el conflicto que genera la fidelidad a Dios: estorba a los perversos

Fastidia que alguien, con su vida y palabras, demuestre que vivimos mal y que es posible vivir bien.

Muchos judíos sufrieron por eso y Jesús más. Siempre ha sido así y siempre lo será, pues la conciencia no duerme jamás. Ser fiel a Dios engendra furia en los que le son infieles, pues muestra su degradación y falta.

Santiago desea hacernos comprender que las actitudes muestran si nuestro corazón está en Dios o no

La naturaleza humana tiene una malsana inclinación, y una muy sana llamada a la vida. El Espíritu anima la segunda y la carne incita a la primera: lo que decidimos define nuestra vida y su futuro.

Los frutos de la vida cristiana están enraizados en el Espíritu Santo y se muestran en la vivencia de las bienaventuranzas: abandono en Dios, justicia y paz, perdón y comprensión, fortaleza y pureza de vida.

Vivir el Espíritu del Señor Jesús supone asimilar su criterio básico: sencillez en el servir dando la vida

Jesús hace una propuesta que va totalmente contra de la mentalidad reinante. ¿Quién desea servir y busca ser el último? Para eso se necesita vivir en la Sabiduría del Espíritu, realidad muy deseable para todo creyente, pero que no es común ni entre los bautizados.

Dios es el servidor de la Vida plena de toda persona y pide a sus fieles ser servidores como Jesús.

La visión de Dios sobre la vida, cada vida personal, es esencial para los bautizados. Si no nos abrimos a ella, no viviremos como niños ante el Dios que nos ama y nos sirve y no seremos cristianos.

Pidamos a María asumir el plan de Jesús: servir y amar como Dios a los últimos con sencillez.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXV

El ideal de todo cristiano sincero es servir como Jesús, aunque no le aplaudan o hasta le persigan los falsos que usan el poder para aprovecharse de él.


Sb. 2, 12.17-20:
"Dicen los impíos: «Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar;... Veamos si sus palabras son verdaderas... Porque si el justo es hijo de Dios, Él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará»."

Salmo 53: "El Señor es mi apoyo verdadero".

St. 3, 16-4, 3:
"Donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y, además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera... ¿De dónde provienen las luchas... que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones...? Ustedes
ambicionan y, si no consiguen lo que desean, matan;... combaten y se hacen la guerra. Uds. no tienen porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones".

Mc. 9, 30-37: "Jesús... no quería que nadie supiera [que Él con los discípulos atravesaba la Galilea] porque les enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, tres días después..., resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto... una vez
que estuvieron en casa, les preguntó: «¿Qué hablaban en el camino?» Ellos... habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce, y les dijo: «El que quiere ser el primero debe hacerse el último... y el servidor de todos». Después, tomando un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos mis pequeños en mi nombre me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquél que me ha enviado»."




septiembre 15, 2012

«El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 16 de setiembre.


Jesús se toma en serio, muy en serio, la preparación de los apóstoles. Desea saber cómo están asimilando su presencia y persona entre ellos y, si bien la respuesta de Pedro es satisfactoria no lo es su reacción... y era normal, todavía no vivía con la Sabiduría del Espíritu. El peso de su naturaleza y cultura reinante eran muy fuertes.

Seguir a Jesús, creer en Él, supone tomarlo muy en serio: sus palabras no son superfluas ni superficiales, sino que tienen un contenido vital y una intención clara de enseñar y orientar la vida.

Si la vida no se orienta por ahí, se diluye y nuestra Fe se convierte en una palabra vacía que no ayuda a nadie, pues acabamos siendo uno más, cuando no peores que los demás, ‘no-creyentes’.

Las palabras de Jesús necesitan ser escuchadas con atención, para captar lo que nos dicen; ser reflexionadas con seriedad, para desentrañar su contenido; y ser profundizadas con interés de conocer su raíz y sus consecuencias para nosotros o todos a los que van destinadas.

Por eso Jesús nos pide que, para seguirle, nos centremos en Él y tan sólo en Él; nos centremos en Él tal como estamos y con nuestra vida concreta, interior y exterior, pues no podemos evitarla: ¡sin auto-defensas!; nos centremos en Él tal como somos para poder caminar con Él sin hacernos trampa ni distraernos en lo que nos gusta o molesta. No hacerlo es perdernos en batallas ya perdidas, inútiles, pues el verdadero enemigo de nuestra vida es más fuerte que nosotros y sólo en Cristo tenemos defensa.

Al domingo siguiente Jesús, la Palabra de Dios, sigue en el mismo tema y nos aclara que esta actitud no nos será grata y menos cómoda, pues nos traerá dificultades, pero no se puede ser cristiano sin aceptar el dolor que implica seguir a Jesús contra-corriente y superando todas las inclinaciones que nos van auto-destruyendo, como persona y como Comunidades.

El martirio es elemento esencial de la vida del creyente, y esto desde el Antiguo Testamento. Nadie se escapa, o es rápido y violento, o es lento y con mucha exigencia de perseverancia.

Jesús vivió los dos martirios; nosotros, de ordinario, el segundo.

Lo más importante es no tener pretensiones que se salgan del modelo que nos da la propia vida de Jesús. Sólo podremos vivirlo así si tenemos un corazón dócil, como el de los niños amantes de sus padres, y una actitud que sepa acoger a los últimos y más necesitados desde la mirada de Dios, padre bueno y madre amante, que siempre prefiere a los más necesitados de cuidado y apoyo.

Nuestro afán y privilegio debería ser poder, y tratar de lograrlo, servir como Jesús a todos y con su libertad y criterios.

María sabe cómo hacerlo, pues siempre lo vivió así y se lo enseñó a Jesús: pidámosle que sea nuestra Maestra y comprometámonos a ser sus mejores alumnos.

Dios nos bendiga a todos para que siempre nos encuentre disponibles a lo que Él quiera, cuando Él quiera, como Él quiera y donde Él quiera, pues siempre será lo mejor.

Saludos y bendiciones a todos.

Unidos en oración con María, nuestra Madre y Maestra:

P. José Mª Domènech SDB

«El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo»


Jesús es el Mesías, pero ¿lo es para cada uno de los que lo seguimos?, ¿para ti, para mí? Él seguirá la Voluntad de salvación de su Padre, aunque las circunstancias no le sean muy agradables, ¿estamos dispuestos a seguirla también nosotros? o, más bien, tenemos otros planes, a nuestro entender, más lógicos.

Jesús desea conocer qué han entendido los discípulos sobre quién es Él. Pregunta en Cesarea, ciudad del norte de Galilea, donde nace el Jordán, tierra de bosques y praderas, ambiente de paz y serenidad.

Pedro responde, aunque, después, los hechos hablarán de otro modo. ¿Qué responden nuestras actitudes?

Creer y obrar, de hecho, se corresponden; si no es así, lo primero es, al menos, inconsistente. Lo que marca la vida son las actitudes –ni las palabras ni los sentimientos– pues éstas son las que nos llevan a decidir. Las obras no salvan de por sí, pero dicen, de ordinario, cuál es la dirección o raíz de nuestra vida.

¿Qué dirección tiene mi vida? ¿Cuál es el criterio que la dirige? ¿Qué modelos sigue? Son preguntas importantes y la respuesta la dan los hechos no las palabras ni las apariencias de pertenencia a...

Isaías muestra al Siervo de Dios en sus actitudes profundas: obediencia sufriente, pero en paz segura

¿A quién, con estructura interior sana, le gusta sufrir? ¿No nacimos para ser felices? Cierto, pero el ser humano, al optar con sus propios criterios –o antojos– tan miopes, equivocó el camino y generó para sí, y los que le rodean, un mundo de sufrimientos en continuo y lamentable progreso, contra el que hay que bregar y luchar. No fue Dios quien lo pensó, Él creó otra realidad, pero somos libres y decidimos.

Dios viene a nosotros asumiendo toda nuestra realidad para elevarla. ¡Real modelo de vida plena!

Santiago nos reclama ser objetivos, nada de decir que tenemos Fe, pero vivir ajenos a lo que Dios pide

O vivimos lo que decimos creer o, seamos honestos, no digamos que tenemos esa Fe que reclamamos. ¿Vida de Fe en camino y con errores? Eso es normal, por eso está la invitación constante a convertirnos, pero ¡sin conversión sincera no hay Fe real!: ¡¡Ésas son las obras de las que habla Santiago!!

Siempre habrá dificultades, pero contamos con la fuerza de la Gracia: si creemos, aprovechemos.

El Señor es claro y tajante: seguirle no será ni cómodo ni placentero, pero el triunfo está asegurado.

Seguir a Jesús, a su Gloria real, pide renunciar, asumir y obedecer; otras propuestas son engañosas.

La respuesta de Pedro fue correcta. Pero no bastaba decirlo, debía pensar y actuar en consecuencia.

Quien quiera seguir sus propias opiniones, puede hacerlo –es libre–, pero el final es la autodestrucción.

La palabra de Jesús es diáfana, no admite discusión, por eso hace callar a Pedro: “No piensas como Dios” ¡y eso es mortal! Es tajante, pues nos va la fidelidad al Padre y la Vida permanente de toda persona.

Jesús es claro: el sufrimiento, antes de llegar a su Gloria, es inevitable, también para quien le siga.

Pidamos a María abrir el corazón con decisión para seguir a Jesús sin discutir lo que nos pide, sino viviéndolo con honestidad, aun teniendo en cuenta nuestra debilidad y la necesidad de conversión diaria.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIV

Jesús es muy claro en su palabra, no engaña jamás: o aprendemos a escuchar y vivir las exigencias planteadas por Él para salvarnos o fracasamos.


Is. 50, 5-9a:
"El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volvía atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda... sé muy bien que no quedaré defraudado… Sí, el Señor viene en mi ayuda, ¿quién me va a condenar?"

Salmo 114: "Cantaré en la presencia del Señor".

St. 2, 14-18:
"¿De qué le sirve a uno, hermanos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?… la Fe, si no va acompañada de obras, está totalmente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: “Uno tiene fe y el otro obras”. A éste habría que responderle: “Muéstrame, si puedes, tu fe sin obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi Fe”."

Mc. 8, 27-35: "Jesús salió con sus discípulos... en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». «Y ¿quién dicen Uds. que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada... Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a contradecirlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a los discípulos, lo reprendió diciendo: «¡Retírate, ..., Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Entonces Jesús, llamando a la multitud junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y la Buena Noticia, la salvará»."





septiembre 02, 2012

«Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es lo que sale de él»





Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 2 de setiembre.


Se nos invita a vivir seriamente nuestra vida religiosa. No nos contentemos tontamente con cumplir, aunque no debemos dejar de hacerlo, pero sin creer que el cumplir es suficiente, porque no lo es.

Dios está cerca, pero no basta, es necesario que nosotros estemos interiormente cerca de Él.

Lo mejor de nosotros y del mundo viene de Él, pero no basta, es necesario que nosotros lo aprovechemos con los criterios de su Amor y con don de Vida. Es necesario vivir su Palabra para que ésta se haga historia también a través nuestro.

Cuidar las cosas externas es bueno, pero lo mejor es cuidar las de dentro, pues en ellas define cada persona su propia dignidad y su verdadera relación con Dios y con cada uno de sus hermanos.

Lo que necesitamos para vivir en el Señor no es cumplir, sino amar como Él, aunque no todo nos salga como desearíamos, pero, como lo deseamos vivir desde su Amor, no dejaremos jamás de esforzarnos y corregir lo que sea necesario para parecernos a Él y para que nuestra forma de vivir no estorbe el brillo de su presencia en nuestra vida, relaciones y obras.

Creo que el modelo acabado de esta actitud de vida de Fe es María, la Madre atenta, dócil y disponible que siempre está en guardia para que la obra de Dios en ella la encuentre lista para lo que Él quiera.

No temamos los dones de Dios, pues sólo traerán bien a nuestra vida y a la de los que nos rodean.

No busquemos ningún éxito, sino sólo que Dios brille más y más en lo que vivimos y hacemos; lo demás es lo de menos, pues nosotros no podemos cambiar nada ni en nosotros ni, menos, en los demás: todo es obra del Espíritu y, si somos dóciles como María, todos los resultados, a la larga, que es lo que vale, serán maravillosos y ¡nosotros estaremos en ellos y los gozaremos!

Dios nos ayude a ser abiertos a Él y disponibles a su Amor y vida.

Somos evangelizadores, no renovadores del mundo, pues ésa es, desde que éste comenzó, obra de Dios, está muy interesado en ella y nos ha pedido colaboración...

¿Queremos más bondad, privilegio y futuro de grandeza podemos desear?

María, nuestro Auxilio, nos enseñe a ser honestamente dóciles, sencillamente dóciles, humildemente dóciles, disponiblemente dóciles cada día.

Oremos todos, unos por otros, para no dejar de esforzarnos en ello.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB


«Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es lo que sale de él»


La nuestra no es una religión de normas, aunque, como toda realidad humana, las tenga, las necesite y deban ser respetadas. La nuestra es una Fe que nos lleva a poner la Voluntad de Dios, y su Palabra –que expresa esa Voluntad de Vida– por encima de todo y buscar hacerla nuestra y traducirla, concretarla, en nuestra historia aceptando la orientación de los pastores que el Señor ha consagrado para esta misión.

Es tener un corazón anclado en el Bien y la Verdad, es decir, buscar el bien y la verdad con honestidad, aunque, en muchas veces, esto nos traiga incomodidades o incluso problemas, pequeños o grandes.

Para vivir como Dios lo desea, es decir, como felices y pacíficos servidores de la vida de nuestros hermanos, especialmente de los más indefensos, necesitados de apoyo y orientación y de los marginados, es indispensable querer escuchar la Palabra con sinceridad como lo que es: Palabra del Dios de la Vida.

Escuchar con sinceridad la Palabra de Dios significa tener la honesta, sincera, firme y decidida voluntad e interés de ponerla en práctica, aunque, muchas veces, no sea fácil y en más de una ocasión nos sea riesgoso, pues nos lleve a vivir contra corriente y hasta denunciando la inhumanidad de los que no la escuchan porque se sienten acusados por ella y, precisamente por eso, o tratan de desacreditarla o de deslegitimar a los que la anuncian, sirviéndose para ello de los defectos que tengan o los errores que cometen.

Moisés nos hace notar la preciosa riqueza que tenemos; pero no debemos manipularla, sino valorarla

Los mandamientos son un verdadero don de Amor. Vivirlos de verdad nos da libertad y sabiduría.

Pero el vivir los mandamientos, verdadero don de Amor, debe ser algo honesto y concreto en el ahora

Dios, Padre Bueno, es el Dios de la vida para todos los pueblos, por eso nos habla. Nosotros lo sabemos y nos toca proclamarlo y explicitarlo con las actitudes de nuestra vida y las palabras que lo explican.

Desde lo profundo del corazón se define la vida de Fe; las normas sólo valen si llevan a vivir la Palabra

Jesús nos habla del verdadero sentido de la Ley y de nuestra responsabilidad ante las malas actitudes. Cumplir normas no redime un corazón desviado de Dios, pues es éste el que define a la persona.

Se nos llama a la fidelidad a la Palabra que nos habla de conversión y honestidad de vida.

La pureza de nuestra vida se define en la forma de vivir lo que Dios nos pide más allá de las normas.

Pidamos a María vivir más honestos, atentos, dóciles a la Voluntad de Dios, presente en la Palabra.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXII
La verdadera Fe y religión supera el cumplir normas, aunque sea importante: es ser sincero y dócil ante la Palabra de Dios y respetar a toda persona.


Dt. 4, 1-2.6-8:
"Moisés habló al pueblo, diciendo: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo te enseño... No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios... porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos... ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga a sus dioses tan cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos... como esta ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?»"

Salmo 14: "Señor, ¿quién habitará en tu casa?"

St. 1, 17-18.21b-22.27:
"Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre..., en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad... Pongan en práctica la Palabra, no se contenten solo con oírla, de manera que se engañen a Uds. mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando estén necesitados, y no contaminarse con el mundo".

Mc. 7, 1-8a.14-15.21-23: "...Los fariseos y escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden según la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?» Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías en el mensaje de la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no sino preceptos humanos” Uds. dejan de lado el mandamiento de Dios, para seguir la tradición de los hombres». Y Jesús, llamando otra vez a la gente, le dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es lo que sale de él. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, la soberbia, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre»."