junio 24, 2012

NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 24 de junio.


Todos somos llamados a ser precursores y testigos.

Juan lo fue; Isaías lo fue, Pablo lo fue y lo son todos los que se han ido sucediendo a lo largo de al historia: Profetas, Apóstoles y Testigos, en martirio o en la confesión de una vida en constante superación y renovación, aunque sea con caídas y levantadas, con esfuerzos renovados y con dolorosos desalientos que intentamos todos superar apoyados en el Señor, como todos ellos hicieron y siguen haciendo.

La mano del Señor está sobre todos nosotros: ¡ojalá nos demos cuenta para que cobremos ánimo!

Él nos envía al mundo de los que andan desorientados -a veces por voluntad propia- para que les comuniquemos el Amor de un Dios que no cede jamás ante el hundimiento o debilidad de sus hijos, todos los hombres...

¡Ojalá un día comprendamos que toda persona humana, sea quien sea y esté como esté o donde esté, es hija de Dios realmente, aunque ella, tal vez por no comprenderlo, no lo haya aceptado y expresado consciente y explícitamente!

Cuántos, que en el bautismo fuimos consagrados (cristos) en el Hijo de Dios, como testigos de su Amor, apóstoles de su Evangelio, sacerdotes de la Nueva Alianza, colaboradores en la construcción del Reino, y sacerdotes en el Sacerdote eterno para elevar el sacrificio de nuestra vida ofrecida a Dios en Cristo, logramos entender la maravilla de nuestra Fe.

Nuestra seguridad está en el Señor Jesús, nuestro único y absoluto Salvador, y en nada más.

Juan no lo expresó así, pero sí lo vivió así y nos dijo con claridad que entre nosotros había uno al que no conocemos y que es el más grande, el único grande, el absoluto de Vida y Salvación, por eso él no merecía ni desatarle la correa de las sandalias.

¿Vivimos así a Jesús? Porque si no nos esforzamos todos los días por hacerlo así, traicionamos nuestra vocación de ser luz para todas las naciones, hasta el confín de la tierra.

Zacarías, un sacerdote que aprendió en el silencio de la humildad y de la meditación a obedecer desde la Fe, la única obediencia que eleva y salva a la persona de su necia soberbia, grita, como una liberación, lo que el ángel le había comunicado y él, en un primer momento, no logró creer: "Juan es su nombre", es decir, El Señor es misericordioso con todos... También con nosotros, porque lo es con todos...
Confiemos y comprometámonos: ¡vale la pena! ¡¡¡DIOS ES DE FIAR!!!

Después de todo, ése fue el mensaje que la Palabra nos dio el domingo pasado.
¡Adelante con optimismo! No estamos solos y, por muy débiles que seamos, Dios está con nosotros como su Misericordia y Fortaleza: ¡TESTIFIQUEMOS SU AMOR SIN PARAR! ¡Él nos ha formado, y nos sigue formando, portentosamente!

Nuestro mundo necesita este testimonio vital de optimismo que nos impulsa a la solidaridad responsable y educativa.

María nos enseñe a ser tan valientes y decididos como Juan, yendo, cuando sea necesario, al desierto del silencio, de la disciplina, de la meditación, de la renuncia para salir de él fortalecidos y enfervorizados.

Dios nos bendiga a todos como Él sabe que cada una y cada uno necesita.
Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA
Desde los primero siglos, la Comunidad cristiana celebró dos nacimientos: el de Jesús y el de Juan.

Así como el nacimiento de Isaac, humanamente imposible, fue un don de Dios, así fue el de Juan.

Zacarías, sacerdote, dudó y quedó mudo. El silencio le ayudó a preparar la obediencia de la Fe según pide Jesús y Juan muestra con su vida. En el Plan de Dios, el Antiguo Testamento anuncia al Mesías.

Juan es el último profeta que lo anuncia y el primero que señala su presencia. Ahora nos toca responder para el bien de toda la humanidad, destinataria de los dones de la Salvación, que abarcan toda la persona.

El nacimiento de Juan es signo de que Dios está comprometido con su pueblo, aunque éste se ha ido alejando de Él y está cada día más atrapado en la codicia de los poderosos y la presión de la sumisión.

Zacarías no comprendió la cercanía y misericordia de Dios: necesitaba acercarse más, meditar, permitir que el silencio hiciera resonar en él las promesas reiteradamente aseguradas por los profetas.

Dios pide obediencia de Fe; sus palabras no son en vano, pues siempre está cerca: nos conoce bien.

Dios siempre nos manda los mensajeros necesarios para que nos ayuden a abrir el corazón a Él, que es el único Salvador en Cristo. Con los que le creen, forma la Comunidad que se apoya en Él y le sigue.

El Señor elige y forma a sus elegidos para que sean testigos de la Verdad para el Bien a favor de todos

El profeta es elegido desde el principio y para el bien definitivo de todos los pueblos. Nadie es de menor importancia, pero no todos respondemos igual. Juan lo dio todo, como Isaías, como tantos otros.

Nuestra vocación es ser luz al estilo de Cristo. Nacimos para ser profetas del Amor de Dios.

Dios lo dirige todo al Bien de toda persona, siempre amada de Dios; nada queda a las circunstancias

Juan es enviado como testigo de un Amor que no duerme ni reposa: ¡siempre llama a más!

Lo que se nos pide es honestidad y verdad, con Dios, con nosotros mismos y con todos.

La Verdad nos dará la Libertad para hablar, obrar y entregar la vida en lo que Dios nos pida cada día.

Los planes de Dios son salvación y los acontecimientos nos preparan para que los sepamos aprovechar

Juan era testigo, sólo testigo de la Luz que, ya presente, nadie percibía. Ese testimonio es el que le da la grandeza que tiene en la Iglesia. La Luz primero le llenó a él y así se hizo testigo claro y valiente.

Zacarías obedece: «¡Su nombre es Juan!», dirá. Es decir, «‘El Señor’ es misericordioso». Lo sabe por experiencia personal: él, sacerdote rural, considerado como de segunda por los poderosos sacerdotes de Jerusalén, ha sido escuchado por Dios que le ha concedido un hijo, a pesar de su pequeña y débil Fe.

Llamados a ser ‘juanes’, precursores, testigos y profetas, fuimos ungidos (‘cristos’) en el bautismo.

Pidamos a María la valentía de vivir nuestra vocación: ser testigos de la presencia viva de Jesús.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XII
NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA

Dios, en su Amor Providente, nos cuida y nos envía a los mensajeros más adecuados para que nos ayuden a vivir su Salvación, que es para todos

Is. 49, 1-6:
"¡Escúchenme... presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó...; desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano... Él me dijo: «Tú eres mi servidor, Israel, por ti yo me glorificaré»... yo dije: «En vano me fatigué...»... mi derecho está junto al Señor... Y ahora ha hablado el Señor...: «...Yo te destino a ser luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra»".

Salmo: 138: "Te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable"

Hch. 13, 22-26:
"Pablo decía: «...De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. Como preparación a su venida, Juan Bautista había predicado un bautismo de penitencia... Y al final de su carrera, Juan Bautista decía: “Yo no soy el que Uds. creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias”. Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a Uds.: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios»."

Lc. 1, 57-66.80: "Cuando llegó el tiempo... Isabel... dio a luz un hijo. ...sus vecinos y parientes... se alegraron con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño y querían llamarlo Zacarías..., pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan»... Entonces preguntaron... al padre... Éste pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos se quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios... Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano de Dios estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel".




junio 16, 2012


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 17 de junio.


Parecería que este domingo el Señor nos quisiera decir: "¡No teman: Yo estoy, aquí, con Uds., y su éxito está garantizado, si me dejan caminar con Uds. y están dispuestos a seguir mis caminos, pues son los mejores: Yo hago siempre, y con todos los que se me confían, maravillas!" Los santos son personas comunes, con las cualidades de todos nosotros, que se fiaron del Señor.
"Haz todo lo que puedas, que Yo haré todo lo que sé", nos invita el Señor de la Vida.
Sembramos, Él hace crecer y madurar; cosechamos, Él ofrece, a manos llenas, los frutos cosechados.

Ni nuestro es el fruto, ni nuestro es el mérito del crecimiento; nuestro es solo el esfuerzo y la confianza y esto es todo lo que podemos dar. Cada uno a lo suyo: Dios, lo profundo y vital y nosotros, lo efímero, pero necesario; y, uniendo las dos vertientes de la vida, la tenemos completa y las obras resultan maravillosas, por eso Pablo vive con plena confianza, pues el Señor no falla.

Cuando Él llama y pide es porque sabe muy bien que podemos salir airosos del esfuerzo.

Lo que Dios nunca hará, para no humillarnos ni maltratarnos, es sustituirnos... Prefiere permitir que caminemos hacia el fracaso, que constantemente nos llamará a evitar y nos enviará a muchos que nos ayuden y enseñen a sortearlo, antes que sustituirnos en nuestras tareas personales y sociales, pues ésas nos gritan y hacen patente nuestra dignidad y la dignidad de toda persona humana, maravillosa obra de Dios.

Confiemos en el Señor, pero no dejemos de trabajar y orar para que siempre y en todo caminemos según la Voluntad del Señor de la Vida, para que todos tengan vida y la tengan en digna abundancia.

Dios nos acompaña siempre y nos pide colaboremos con Él para participar en la gozosa gloria de sus obras.

Dios nos bendiga a todos.

María nos enseñe a vivir según la Voluntad de Dios, lo más grande que el ser humano puede vivir.

Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

¡Cuántas veces la realidad parece decirnos que los esfuerzos que hacemos, sobre todo en el campo de la evangelización y formación de la Comunidad cristiana hoy en día, no sirven para nada o muy poco!

Rara vez los padres, y menos los educadores, logran constatar la grandeza que forman en aquellas personas que Dios les confió. Pero no olvidemos que todos los movimientos más valiosos en la persona se dan en el núcleo de ella y ahí solo habita uno que la conoce bien: Dios. Nosotros mismos no pocas veces nos desalentamos porque creemos no conseguir casi nada de lo que nos proponemos a profundidad.

Sólo la Fe nos permite avanzar con serenidad y es por la seguridad del Amor Providente de Dios.

Él jamás abandona a sus hijos, todo ser humano, pero trabaja por dentro y en el silencio del día a día.

El cuerpo –lo material– muchas veces engaña; lo bueno, como la maduración, no suele hacer ruido y avanzan en la sombra del pequeño paso, del gesto anónimo, del sencillo servicio diario, de la escucha.

Dios es tan poderoso que no impone ni su presencia ni su acción, para que su propuesta pueda ser aceptada en la libertad más plena posible. Se hará notar cuando Él así lo desee para nuestro bien especial.

La serenidad de una persona depende, sobre todo, de su vida interior, de su Fe, de su confianza en lo que está viviendo en la profundidad de su ser. Con esto firme, todo lo demás puede sacudirse o, incluso, derrumbarse, pero ella se mantiene en paz interior. Sabe que su vida tendrá buen resultado, pues tiene buenas bases, usa buen criterio y sigue un buen camino, que el mismísimo Dios acompaña.

Dios actúa engrandeciendo siempre todo lo que queda bajo su cuidado, por humillado que esté

El profeta-sacerdote vive el doble desastre de su pueblo: destrucción y destierro. Con todo, Dios le invita a proclamar que el Señor va a hacer la maravilla de exaltar a su Siervo, el más humillado por todos.

Está hablando del Cristo, de la dinastía de David, clavado en el Gólgota, pero exaltado al máximo.

Vale la pena confiar en quien se preocupa personalmente de nuestra grandeza y nos apoya para lograrla

Nos dice san Pablo que estamos siempre en tensión: vivimos en Cristo, en su Comunidad, pero no todavía definitivamente con Cristo, que es lo mejor. Muchas cosas nos limitan, pero Dios es fiel.

Lo que nos debe importar es serle fieles de palabra y de obra, pues Él es el criterio único de éxito.

Ser como Cristo: eso es ser cristiano. Él premiará, ya ahora, nuestra fidelidad con su Felicidad.

Los frutos de nuestra vida están en las manos de Dios, sí; pero Él cuenta con nuestro trabajo y esfuerzo

Nada le importa más a Dios que la salvación de cada uno de sus hijos, cada persona humana: se encarnó para que lo sintamos en nuestra propia carne y hueso: dio la vida por cada uno y se quedó como Comunidad que anima, sirve y celebra, como Palabra que orienta y como Pan de Vida que alimenta.

Aunque parezca que nada avanza: el Amor de Dios no se detiene jamás, hace que todo madure.

Nuestra labor es sembrar siempre, sin cesar; todo lo demás lo hace Él, en la persona y en la Comunidad.

La obra de Dios, infaliblemente, es engrandecedora de todo lo que se le confía, por pequeño que sea.

Pidamos a María vivir, como ella, confiados en el Señor y trabajando según su Voluntad de vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XI

El Señor, en su Amor incondicional, es el que hace madurar la vida en toda la realidad: Él nos pide que siempre trabajemos serenos y oremos confiados

Ez. 17, 22-24:
"Así dice el Señor: «Yo... tomaré... de un gran cedro... un brote de las más altas ramas y lo plantaré... en la montaña más alta de Israel. Él echará ramas y producirá frutos. Y se convertirá en un magnifico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él... Y todos... sabrán que yo, el Señor, humilló al árbol elevado y exalto al árbol humillado... Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré»".

Salmo: 91: "Es bueno dar gracias al Señor"

2Cor. 5, 6-10:
"...ahora caminamos en la Fe y todavía no vemos claramente... Sí, nos sentimos plenamente seguros, por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor: sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarle. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, según sus obras,... lo que mereció durante su vida mortal".

Mc. 4, 26-34: "Jesús decía a sus discípulos: «El Reino de Dios se parece a un hombre que echa su semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. La tierra, por sí misma produce... Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz porque ha llegado el tiempo de la cosecha... ¿Con qué podremos comparar el Reino de Dios?
Se parece a un grano de mostaza... es la más pequeña de las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más alta de las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra»... No les hablaba sino en parábolas, pero a sus discípulos, en privado, les explicaba todo".




junio 09, 2012

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 10 de junio.


El domingo pasado celebrábamos una fiesta que yo llamaría, y no creo que antojadizamente, fuente de la Pascua: la Santísima Trinidad.

Este domingo celebramos otra fiesta que también se deriva de la Pascua: la del Cuerpo y Sangre de Cristo, que, en este ciclo B nos centra la atención en el significado de la Alianza y de Cristo Jesús como nuestra Alianza Nueva y Eterna en su Cuerpo y Sangre.

Los textos bíblicos que lo narran lo dicen así: "mi sangre de la Alianza, que se derrama por todos" (Mt. 26, 28; Mc. 14, 24) "Copa de la nueva Alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por Uds." (Lc. 22, 20; 1Cor. 11, 25).
Creo que podemos hacer notar que celebrar la Eucaristía es celebrar la Gracia de la nueva Alianza, es alimentarla, es comprometernos con ella a favor de toda la humanidad, y no solo de nosotros mismos, que somos los primeros beneficiados.

La Eucaristía es alimento y fuerza para que el Espíritu del Señor pueda hacer en nosotros, y con nosotros, todo lo que desea hacer.

Dios no obliga a nada, pero eso no quiere decir que descuidar los dones de Dios no traiga consecuencias... ¡y de verdad graves! Tampoco nadie nos puede obligar a respirar o a comer o a beber o a ejercitar nuestros músculos o nuestras habilidades, de uno u otro modo. Es muy cierto, pero eso no quiere decir que no hacerlo no traiga consecuencias, a la larga o a la corta, y todas graves, aunque al principio uno no lo perciba. ¿No es eso también muy cierto?

Creo que con demasiada facilidad descuidamos la celebración eucarística y no calibramos el daño que nos hacemos y hacemos a toda la Comunidad y al mundo al que hemos sido enviados por la Vida nueva que hemos recibido y que debemos compartir. Parece que problema ya se notaba desde los primeros siglos y, por eso, un autor de la primera época pide a la Comunidad que sus miembros no abandonen su participación en las asambleas... Imagino que también entre los primeros cristianos los habría los que 'tenían mucho que hacer' y 'no tenían tiempo' para reunirse en la asamblea litúrgica, eucarística, y, por eso, muy justificadamente, según ellos, la abandonaban, con las inevitables consecuencias de distancia e ignorancia crecientes y, poco a poco, vitales, hasta ser desconocidos en la asamblea y sentirse tales entre los propios hermanos de Fe y, con ello, viene el progresivo individualismo de la Fe: ¿nunca lo hemos escuchado: 'Yo soy cristiano a mi manera'? Como si la relación con Dios fuera cosa privada, individual. No lo es porque Dios es Comunión y Él se mueve sólo en este ámbito, lo contrario sería ir contra su naturaleza y contra la nuestra, pues "No es bueno que el hombre esté solo" (Gn. 2, 18).

El hijo de Dios, si lo acepta ser, es, aunque, por lo que sea, viva solo, una persona comunitaria. Cierto, con su individualidad, pero persona en relación vital con una Comunidad, si no, jamás se desarrollará como verdadero hijo de Dios en Cristo Jesús, quien, no por deporte, fundó la Comunidad de sus discípulos y les mando que hicieran de todos los hombres discípulos suyos y los integraran en la Comunión Trinitaria e, inevitablemente, en la Comunidad-Comunión eclesial, que, sin duda, tiene muchos defectos, y no puede ser de otro modo, pues nos tiene a nosotros en ella.

Que María nos ayude a ser cada día más fieles a esta Alianza para nuestra salvación, que el Señor selló con su propia sangre y alimenta con su cuerpo eucarístico.

Dios nos bendiga a todos y nos acerque a su Amor entregado y derramado para que tengamos Vida y la tengamos en abundancia y eterna.

Unidos en oración con María, la Madre Eucarística que nos enseña a hacer, como Jesús, de nuestra vida una continua Eucaristía:

P. José Mª Domènech SDB
SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Marcos, al expresar las palabras de Cristo en la última cena, para decir ‘cuerpo’ usa la palabra griega “sôma”, que significa toda la persona íntegra en su manifestación física; y con la palabra ‘sangre’ (“haima”) se refiere a la vida del ser humano en cuanto pasible de muerte. La vida es de Dios, ¡sagrada!

Jesús se presenta como el cordero pascual; en el don de su vida se sella la alianza definitiva: la Vida.

La liberación de Egipto se cerró con la Alianza; ésta se basaba en la Voluntad explícita de Dios. Alianza sellada, según la cultura de la época, en la sangre-garantía que une a Dios (altar) y al pueblo.

Dios no se resigna a ver cómo sus hijos quedan esclavizados por el pecado, y el mal que genera, por dar la espalda a su Amor hecho eterna voluntad de vida y felicidad a través de orientaciones y una comunión de vida. Viene y se entrega en su Hijo comprometiéndose a llenarnos de su Vida por su Espíritu. Su decisión es definitiva, nos toca explicitar qué decidimos ante esta concreta y eterna propuesta.

Cristo nos libera del imperio del pecado y de la muerte con el don de su Vida al Padre: acepta dar su vida a favor nuestro, para que nosotros entremos en Comunión, por Él, con su Padre y Vivamos, según su Espíritu, como hermanos con todos. Comulgar expresa esta voluntad, superando toda debilidad.

Jesús hecho Eucaristía, da su vida en el Espíritu: pan-sangre que alimenta y sangre-pan que fortalece.

Dios nos creó para que fuéramos su pueblo, el amado, pero para eso se necesita que nosotros aceptemos

Dios nos liberó de la esclavitud para que fuéramos su pueblo y nos indicó el camino para ser libres.

La alegría de gozar de Dios supone, libertad interior y sabiduría de Amor para servir y dar vida.

Jesús, al dar su vida por amor, nos abre el camino para vivir del mismo modo, ahora nos toca recorrerlo

La sangre es signo de la vida. Jesús la dio por nosotros para que fuéramos libres viviendo a plenitud.

En su sangre recibimos el perdón, pero somos nosotros los que debemos asumir esta nueva Vida.

La presencia de Jesús es concreta e histórica: se hace alimento-pan, Comunidad-vida e historia-servicio

Reunirse en nombre de Jesús, es hacerlo presente, servir a los últimos, es hacerlo presente, celebrarlo y adorarlo para vivirlo en el día a día, es confesar su presencia real y concreta, aunque velada.

Dios hace alianza con nosotros en Cristo, ¿vivimos en alianza con Él para servir a los hermanos como Él? La Eucaristía es compromiso de dar la vida como el Maestro: ¡hagan esto en Memoria mía!

Pidamos a María ser, con la vida de Jesús, servidores de la vida, superando toda debilidad y miedo.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO X

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Dios desea vivir con nosotros una alianza de Vida, Paz y Gozo, para eso Él ya lo dio todo en Jesucristo; nos toca a nosotros aceptarla, vivirla y cuidarla

Ex. 24, 3-8:
"Moisés comunicó al pueblo todas las... prescripciones del Señor, y el pueblo respondió...: «Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor». Moisés escribió las palabras del Señor y, a la mañana siguiente,... levantó un altar... y erigió doce piedras representando a las doce tribus de Israel. Designó a un grupo de jóvenes... y ellos ofrecieron holocaustos... en sacrificio de comunión. Moisés puso la mitad de la sangre en recipientes y la otra mitad la derramó sobre el altar... leyó el documento de la alianza delante del pueblo y éste exclamó: «Estamos resueltos a... obedecer todo lo que el Señor ha dicho». Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que el Señor hace con Uds., según... estas cláusulas»."

Salmo: 115: "Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor".

Hb. 9, 11-15:
"Cristo... ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. Él,... entró de una vez por todas en el Santuario... por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna... ¡...la sangre de Cristo, que, por obra del Espíritu eterno, se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por eso, Cristo es mediador de una nueva alianza entre Dios y los hombres, a fin de que... los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida".

Mc. 14, 12-16.-22-26: "El primer día de la fiesta..., cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?». Él envió a dos de sus discípulos... Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y ellos bebieron de ella. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios»."



junio 01, 2012


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 3 de junio.


No hay nadie que se interese más por cada uno de nosotros que nuestro Dios, el Padre de nuestros Señor Jesucristo, quien por Él a través del Espíritu Santo nos ha llenado de todos sus dones y tiene reservados todo su Amor y su Bondad para seguirnos llenando en la medida que nos abramos a Él con mayor y mayor libertad para hacer su Voluntad por encima de todos y a pesar de todo.

Él es el Padre que nos creó con infinito cariño materno y maravillosos planes paternos; Él el Hijo, que, siguiendo minuciosamente los planes del Padre, nos redimió con el don de su propia vida, que fue glorificada por el Padre en el Espíritu como signo de la aceptación del sacrificio y de la concreción de nuestra redención definitiva; Él es el Espíritu Santo, que, enviado por el Padre y por el Hijo, de los que es su Vida de Comunión en el Amor eterno, nos anima y guía para que, viviendo como el Hijo y alimentados por Él en su Palabra y Sacramentos, nos abramos a los planes del Padre siendo como Hijos en el Hijo y, así, seamos luz y sal en medio del mundo para que éste se vaya construyendo como Reino de Dios que siempre estuvo destinado a ser.

Así cada persona podrá conocer, iluminada por el Espíritu Santo, cuánto Dios la ama y a qué maravillas Dios la llama desde toda la eternidad.

Sólo así todos, comenzando por los más marginados, ya sea por su necedad espiritual, ya sea por la injusticia social que marca sus vidas, ya sea por su pobre forma de afrontar su existencia en todas sus dimensiones, podremos hacer de nuestro mundo un lugar digno para vivir y un camino que nos conduce a la Casa del Padre, enriqueciéndonos con la Vida nueva en Cristo que damos a cada uno de los que nos rodean en toda circunstancia.

Pido al Señor por cada uno de nosotros para que seamos verdaderos hijos de Dios, en Cristo por el Espíritu Santo; que nos esforzamos por vivir, siempre y por encima de todo, según su Voluntad, pues es el único modo digno de vivir como personas humanas, pues a ello nos lleva el Espíritu a todos, cristianos o no-cristianos, pues Él no hace acepción de personas. Es verdad que los cristianos lo sabemos, pues Cristo nos lo reveló, pero tenemos la responsabilidad de comunicárselo a los demás del mejor modo que podamos. Es por eso tenemos la grave responsabilidad de aprovechar los medios espaciales, que el Amor de Dios hecho Sacramentos ha creado para nosotros para alentarnos y alimentarnos en todos los momentos de nuestra vida, para, así, alentar y 'alimentar' nosotros, del mejor modo posible, a todos los demás.

María, nuestra Madre Auxiliadora, nos acompaña y nos ayuda en nuestra responsabilidad; ella nos enseña a orar para que nuestra docilidad al Espíritu sea, al menos, como la suya.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

SANTÍSIMA TRINIDAD

¡Amor eterno y sin medida, éste es Dios: todo Él para cada persona y en cada instante de su vida!
En Jesucristo, Dios se nos ha revelado como Amor cercano y profundamente interesado en cada uno de sus hijos: a los que ama entrañablemente y ha creado desde este Amor y para que lo gocen.

Todo el Antiguo Testamento es prueba de este Amor cercano e interesado de Dios a favor nuestro y también es testigo de nuestra respuesta: desde la más delicada, respetuosa y fiel, hasta la más irreverente, despectiva y necia que una persona humana pueda dar. Dios no se cansa de amar porque es Padre de corazón materno. Sus maravillas son sin medida y a nuestra medida, siempre buscan salvarnos.

Pero también se muestra un Dios sumamente respetuoso de nuestra libertad. Siempre nosotros tenemos la última palabra en nuestra vida personal; aunque, en la historia global, esta última palabra siempre la pronuncia, como la primera, Dios, Comunión de Vida y Amor restaurador y enaltecedor.

Israel lo ha vivido en su historia, la Iglesia es fruto de esta restauración y cada uno de nosotros, si toma conciencia, desde el Espíritu, de su historia, lo verá plasmado en el sucederse de las experiencias.

El Padre nos pensó para compartir su grandeza con Él; el Hijo se encarnó para identificarse, como humano, con el Padre por el Espíritu Santo y el Espíritu Santo nos llena, como al Hijo, para que podamos, y queramos, ser hijos del Padre en el Hijo, en Comunión con Él y el Padre, como Cuerpo Místico de Cristo, al servicio de la Vida, del Perdón y de la Paz del mundo para la Justicia en la Verdad.

El nuestro es el Dios de las maravillas para que seamos libres de todo y para toda obra buena

A Dios le interesamos personalmente y nada lo va a detener en su afán de rescatarnos de la perdición. Pero no basta que Él lo quiera: nos ha hecho libres y lo tenemos que querer también nosotros.

En Israel se muestra el interés de Dios y la ‘debilidad’ del hombre, siempre auxiliado por su Dios.

El Amor de nuestro Dios nos ha dado el Espíritu de su Hijo para que vivamos como sus hijos en el Hijo

Somos pecadores perdonados por el Padre gracias al don de la vida de Cristo, el Hijo, quien nos ha dado su Espíritu, y el del Padre, para que seamos, de verdad, hijos de Dios en el Hijo.

Estamos llamados a vivir como hijos del Padre, invocándolo como Jesús, por la fuerza del Espíritu, y, como Él, dando la propia vida en el ordinario vivir para la Vida nueva de los que nos rodean.

El Resucitado, gloria del Amor triunfante de Dios, nos envía para que todos participen del Amor de Dios

Celebrar al Dios uno y trino es confesar la esencia de nuestra Identidad: somos Cuerpo de Cristo en el seno de la Trinidad, donde ha sido glorificado el Hijo encarnado y a donde nosotros estamos llamados.

La Iglesia, hija de Dios en el Hijo, Maestro y Salvador, lucha por ser fiel al mandato recibido de Él: vivir, aun en su debilidad, dócil al Espíritu para que todos los pueblos participen de la Salvación del Padre.

Pidamos a María mantenernos en amoroso diálogo con Dios, como Él siempre lo está con nosotros.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO IX
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Dios es Amor, uno solo, Comunión vital del Padre, Hijo y Espíritu: Él, Comunión de vida, nos ha creado para la comunión con Él y entre nosotros.

Dt. 4, 32-34.39-40:
"Pregúntenle al pasado... desde que el Señor creó al hombre... si... sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que le hablaba desde el fuego, como tú la oíste, y pudo sobrevivir? ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra... realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto...? Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios... y no hay otro. Observa los preceptos... que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti...".

Salmo: 32: "Feliz el pueblo que el Señor se eligió como heredad".

Rm. 8, 14-17:
"Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Y Uds. no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “¡Abbá!”, es decir, “Papá”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios... herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con Él para ser glorificados con Él".

Mt. 28, 16-20: "Los once discípulos fueron a Galilea a... donde Jesús los había citado. Al verlo se postraron delante de Él... Acercándose Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»."