abril 28, 2013

«Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros»

Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 28 de abril.


«Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros»

El amor ¿no es el profundo anhelo de toda persona? ¿No es natural amar? ¿Cómo se puede mandar amar a otro? Sí, es el sueño de todos: por ser hijos de Dios –que es Amor–, lo tenemos en nuestra naturaleza interior; pero también es verdad que el amor nos supera del todo, como el mismo Dios.

Amar implica muchos sentimientos; pero el verdadero amor: dar vida al otro ahora, así como estoy, eso, no es sentimiento –siempre pasajero– sino es una decisión personal que implica toda a la persona y su historia: la pasada –pues me forjó–, la presente –la vivo– y la futura –me compromete–.

El amor verdadero reclama presencia real, y lo más íntima posible, por eso Pablo y Bernabé por amor al Señor y a las Comunidades de sus hermanos en el Señor; las visitan y asumen todas las consecuencias, gratas e ingratas, de los viajes y de los encuentros. Es duro, pero enaltecedor.

Ningún amor es, ni será, fácil y gratuito, tiene su costo, como el nacimiento y el compromiso. El Amor busca la Comunión y ésta da felicidad aún en la lucha por una renovada Fidelidad creciente.

A Jesús le costó la vida: así nos dio la Nueva Vida, abierta y ofrecida a todos, aun sabiendo que muchos la rechazarían y otros dirían aceptarla, pero la manipularían con dudosos intereses.

Quien acepta amar como Jesús –ésta es la novedad más profunda de su mandamiento– purificará su vida y, en la eternidad, gozará la plenitud de la gloria del mismo Dios en Cristo.

La experiencia de su fidelidad al Señor en la Misión lleva a la exhortación al esfuerzo sacrificado

Pablo y Bernabé tienen que luchar para evangelizar y animar a la perseverancia. Lucha que todos tienen que vivir en su Comunidad de Fe. Sin ello no es posible ser fiel al Señor cada día.

Las persecuciones, internas y externas, son propias de toda vida comunitaria y más si el criterio de vida –amar como Dios– supera la mentalidad natural de cualquier persona o cultura.

El Amor de Dios por su pueblo, lo purifica y enaltece en la medida que éste se confía a sus manos

El Amor de Dios es envolvente de toda la persona: la llena y la transforma en la medida que ella se abre. Dios no tiene problemas con nuestros límites, sólo con nuestra decisión de aislarnos de Él.

La Nueva Jerusalén simboliza la renovación de toda la creación en la que, por el Amor de Dios vivido a plenitud, se supera todo dolor y muerte y no hay peligros para la vida, la paz y la dignidad.

Cristo nos manda amarnos, porque el verdadero amor es la decisión de dar la vida como Él la dio.

Jesús se despide y confiesa que su actitud da gloria al Padre y el Padre se la dará a Él, llegado el momento: una sola es la razón: los une el Amor que se entrega para dar la Vida nueva a todos.

Ya no tiene tiempo y entrega lo más precioso: el secreto de la Vida nueva: el Amor que se da.

Este Amor, que fue dado al hombre desde la creación, quedó pervertido y deslucido por el pecado.

Cristo lo sanea con su vida y nos lo confía como identidad de sus discípulos: Amar como Él.

Pedimos a María aprender del Señor Jesús a amar como Él para la vida de los que nos rodean.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO V

El verdadero amor es la decisión de comprometerse a que el otro logre ser mejor ahora. Ése es el Amor de Dios y el que nos manda a nosotros.

Hch. 14, 21b-27:
"Pablo y Bernabé volvieron... a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y les exhortaron a perseverar en la Fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada Comunidad establecieron presbíteros y, con oración y ayuno, los encomendaron al Señor... Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalia. Allí se embarcaron hacia Antioquía, donde habían sido confiados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir... y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la Fe a los paganos".

Sal. 1148-13a: "Bendeciré tu nombre eternamente, Dios mío, el único Rey".

Ap. 21, 1-5a:
"Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva... el mar ya no existe. Vi la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, engalanada como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la casa de Dios entre los hombres: Él habitará con ellos, ellos serán su pueblo... Él secará todas sus lágrimas, y ya no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó». Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas»."

Jn. 13, 31-33a.34-35: "Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con Uds. Les doy un mandamiento nuevo: ámense unos a otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes unos a otros. En esto todos reconocerán que Uds. son mis discípulos: en el amor que se tengan unos a otros»."



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