abril 11, 2013

«¡Es el Señor!»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 14 de abril.

La fidelidad se mide, sobre todo, en los momentos difíciles; los fáciles hasta nos pueden llevar, si no estamos muy unidos en el Señor, a engaño y a creer que es nuestra obra y que tenemos éxito...

Si supiéramos que todos nuestros ‘éxitos’ son cosecha de la obra que el Señor lleva adelante en los corazones sin nuestro permiso y, muchísimas veces, sin nuestro concurso: fueron otros, antes que nosotros, (padres, amigos, otros creyentes) los que entregaron la vida y la palabra y, sobre todo, los hechos y el testimonio silencioso –y no pocas veces no valorado en la justa medida, que Dios sí tiene–, depositando una semilla que ahora está produciendo parte de su fruto...

Solo la humildad da la adecuada perspectiva de la realidad al ser humano y sobre todo al creyente.

Se me acaba de ocurrir –perdón si es atrevimiento– que éste domingo lo podríamos llamar “de los enamorados” que todo lo dan por el Señor y lo gozan con gran plenitud cuando están con Él.

En la primera lectura tenemos a los ‘enamorados’ sufriendo con el Señor y a causa de Él, por hacer su Obra, la que Él mismo les pidió que hicieran, aunque los poderosos, de cualquier vertiente y nivel, se lo prohíban. ¿Cómo puede prohibirse a la vida que fluya y se exprese? Podrás aplastarla por un poco de tempo, pero al final ella ganará: nos lo demuestra la naturaleza, nos lo demuestra la sociedad y nos lo hace ver la Fe. Que no callen nuestros hechos, ni nuestras palabras.

No nos adecuemos a nuestro tiempo que desea aplastar todo lo que no le complace o no le parece bien... y el Señor siempre ha sido –y lo será– bandera discutida, también entre los que se dicen creyentes y hasta consagrados, pero muy mimetizados con las ‘exigencias’ de su tiempo, pero no siempre priorizando el Evangelio como lo hace Pedro y todo los mártires de la historia...

Los cristianos debemos aprender a vivir como los apóstoles ante el sanedrín: ante el Evangelio no hay nada que sea ‘primero o más, políticamente, prudente’... Primero es el Señor y su Salvación, su Reyno, (ése es el Evangelio) y lo demás vendrá por inevitable añadidura. ¿No lo creemos?

El gozo que se presenta en el segundo y tercer texto es fruto de la fidelidad previa, en la que nos percatamos de la inagotable y creativa fidelidad de Dios. ¡Y así es cómo comenzó nuestro gozo!

El Evangelio se nos muestra la unidad de la Comunidad, fruto de su experiencia con el Señor; en su obediencia aun ante el fracaso que acaban de vivir; en el resultado superabundante y universal de esta obediencia de todos al Señor; en la absoluta entrega de su líder al lanzarse, dejándolo todo, hacia el Señor que les guía; en el gozo de ver que el Señor les tiene ya preparado su alimento y en el amor renovado sin miramientos: reconociendo los propios límites y errores, pero también el sincero y total amor y entrega al Señor por encima de todo y a cualquier costo.

María nos lleve a vivir en Comunión de Fe la obediencia, decisión y confianza de los apóstoles.

Dios no nos dejará jamás, Jamás, JAMÁS.

Caminemos cada día más enamorados de Él y de lo que nos pida, aunque nos parezca muy loco.

Creo yo que una de las cosas más locas para nuestro mundo, despistado, es que uno se atreva a obedecer en el Señor (¿Obedecer hoy?, ¡Qué locura! ¡Sería rebajarse!), a ser fiel (¡Qué dice! ¡Qué tontería!) o a entregar la propia vida aceptando, como un valor maravilloso, y beneficioso para los demás también, el sufrir... (¡Sufrir es una desgracia! Hay que evitarlo lo más que se pueda para pasarlo lo mejor posible)

¡¡¡Atrevámonos y seremos felices de verdad, ahora y para siempre, como Don Bosco lo deseaba!!!

Unidos en oración con María, nuestra Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«¡Es el Señor!»

La persecución no sólo no desanima al enamorado, sino que lo refuerza. Eso les pasó a los apóstoles. ¿También a nosotros? La primavera de la Fe llegará si nos centramos de verdad en Jesús y su Evangelio. Cristo es el que lleva a los hermanos a la Fe, no son nuestros métodos o habilidades.

“Tiren la red a la derecha”. La indicación invita al optimismo, aunque las circunstancias sean malas y los fracasos claros. Tengamos confianza en las indicaciones del Señor, que nos llegan por su Palabra viva en la Comunidad. Dios siempre camina en y con la Comunidad y a ella nos lleva.

“Vamos también nosotros”. Criterio básico para ser de Cristo: unidad; como uno es Cristo con el Padre y el Espíritu. Somos miembros de un solo Cuerpo, de una sola ‘familia’ divina, aunque nosotros de divino solo tengamos su Espíritu, y todo lo demás parezca demasiado limitado y deficiente.

El amor por Jesús lleva a los apóstoles a una feliz fidelidad que no rehúye ningún sacrificio

Superado el miedo vivido ante la pasión del Señor, los apóstoles, fortalecidos por el Espíritu, arriesgan todo para no ser infieles a la Misión del Señor, pues Él les amó hasta darles su Vida.

La obediencia al Maestro no tiene límite; nadie la puede detener: ¡es la fuerza del Amor vivo!

La gloria de Dios solo es cantada por los que se le han mantenido fieles dándole la vida a plenitud

Después de llamar la atención a las siete Iglesias, todo concluye con la visión de la Gloria de Dios.

Todos participan de la Gloria de Dios gracias a la vida del Cordero que nos salva. ¿Y nosotros?

Cristo Jesús nos cuida y orienta para que nuestra vida no acabe en una noche de fracaso sin amor

La unidad de todos los creyentes en el Señor no es una de tantas opciones, sino la única opción que da credibilidad al Evangelio: o creemos en el Señor –y somos uno– o creemos más en nosotros mismos y en nuestras formas de vivir y sentir, visiones y modos de hacer y apartamos al Señor.

¡Jamás ‘creer’ en solitario!, pues se acaba viviendo centrado en uno mismo y dejando al Señor.

La Palabra de Jesús, escuchada en Comunidad y vivida en unidad, nos llena de entusiasmo y vida.

Pedro escucha al hermano y, descubierto el Señor, se lanza hacia Él abandonándolo y arriesgándolo todo. El Amor íntimo lo mueve, no volverá a ser infiel jamás: todo es del Señor que le Amó.

Pedimos a María vivir tan unidos a Cristo que para nosotros construir su Comunidad lo sea todo.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO III

Los apóstoles expresan su amor y fidelidad al Maestro con una obediencia que arriesga la vida con tal de no traicionar jamás lo recibido de Él.

Hch. 5, 27b-32.40b-41:
"Los apóstoles fueron llevados al Sanedrín; el sumo sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese nombre, y Uds. han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!» Pedro... respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. [Él] ha resucitado a Jesús... A Él Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo jefe y salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen». Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar... y los soltaron. [Ellos] salieron... dichosos de... padecer por el nombre de Jesús".

Salmo 292.4-6.11-12a.13b: "Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste".

Ap. 5, 11-14:
"Yo, Juan, oí la voz de una multitud de ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos... y exclamaban con voz potente: «El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza». También oí que todas las criaturas... decían: «Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos». Los cuatro seres vivientes decían: «Amén»..."

Jn. 21, 1-14: "...a orillas del mar de Tiberíades... estaban... Simón Pedro, Tomás..., Natanael..., los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». ...le respondieron: «Vamos también nosotros». Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla... les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?» Ellos respondieron: «No». Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y... no podían arrastrarla. El discípulo que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Cuando [éste lo] oyó, se ciño la túnica... y se tiró al agua. Los otros... fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, pues estaban sólo a unos cien metros... Al bajar..., vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». Simón Pedro... sacó la red a tierra, llena de peces grandes; eran 153, y..., la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer»... Ninguno... se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?» porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos".


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