abril 21, 2013

«Mis ovejas... nadie podrá arrebatarlas de mis manos»

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 21 de abril.

El cuarto domingo nos invita a fijar la mirada en el Buen Pastor, que nos conoce; pero ¿conocemos nosotros su Voz? ¿Le seguimos?

Este Pastor sigue hoy llamando a algunos de sus discípulos para que le estén a disposición para servir a quienes les envíe. Pero la pregunta es la misma: ¿Escuchamos su voz? ¿La reconocemos entre tantísimas voces que hoy nos reclaman atención y compromiso?

Pablo y Bernabé escucharon al Señor y le comprometieron su vida asumiendo todos los riesgos... ¿Cuántos riesgos estamos dispuestos a asumir nosotros?

Algunos podrán afirmar que por el Señor son capaces de asumir todos los riesgos, pero no por una institución como la Iglesia o como la Parroquia o la Comunidad o... digamos lo que queramos... Si rechazamos las mediaciones que Él mismo formó y aceptó con todos sus límites, ¿cómo sabremos que nos habla el Señor, y no la propia imaginación? Los apóstoles, como todos y cada uno de nosotros –sin ninguna distinción ni categoría– estaban llenos de límites. El Señor lo sabía por experiencia personal, pero aceptó la ‘carne’, el ‘barro’, con el que Dios, su Padre, que le envió, había formado el mundo y esta sociedad, en la que ahora es rechazado...

Si no aceptamos esto, estamos rechazando al mismo Señor, también Él formado de carne y hueso, en una cultura muy concreta y en una historia muy específica. Cierto que consagrado por el Espíritu, como todo bautizado, pero Éste no le quitó su concreta carne, no siempre muy colaboradora.

O creemos en la realidad concreta en la que Dios nos llama o todo es, en nuestra fe cristiana, carne no purificada en la sangre del Cordero y demasiado marcada por la soberbia con la que la envenenó el enemigo; esto nos distancia de Dios y de los que no piensen y vivan como nosotros.

El domingo quinto nos centra en lo más importante de la Fe cristiana: amar como Jesús: dando la vida para que los que nos rodean tengan la Vida nueva que Dios nos ofrece desde que nos creó: sólo eso hará que gocemos en la Nueva Jerusalén donde no existe ni dolor ni mal, pues éste ha sido destruido por el Amor –que es el mismo Dios–, que todo lo renueva dando su Vida.

Domingo del Amor, es decir, del don de la propia vida para que los que nos rodean, así como están, aprendan, paso a paso, como todos nosotros, a construir, con el don de la vida para el bien y la vida del otro. Así se renuevan familias, matrimonios, sociedades e instituciones en ellas. No hay revolución más profunda y fecunda que el Amor que Dios, en Cristo Jesús, nos enseña.

Es una decisión a favor de la vida que no puede ser sustituida con ninguna ley y, menos todavía, con ninguna revolución donde se señalan y condenan personas ‘culpables’, pues eso lleva a ampliar el reino de la muerte, del mal y del pecado –su raíz–. Este tipo de revoluciones viven del pecado, ciertamente disimulado de justicia, ciencia o religión, pero como todo pecado, engendran muerte y destrucción que después el Amor deberá superar. Así siempre ha sido en la historia.

Todos los apóstoles han acabado dando la propia vida superando los resultados, pues ésos dependen de la libertad de cada persona y no de lo que ellos hagan, aunque, sin duda, esto ayuda a ser escuchados y, de algún modo, aceptados por algunos.

Dios nos bendiga y nos enseñe a amar como el Buen Pastor, dando la propia vida.

María jamás vivió de otro modo y por eso es nuestra Maestra y Auxiliadora.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Domènech SDB

«Mis ovejas... nadie podrá arrebatarlas de mis manos»

Evangelizar es ofrecer la salvación de Jesús a los que nos rodean, comenzando por los cercanos.

Los apóstoles así lo viven y se arriesgan al rechazo con tal de llevar a cabo la misión recibida del Maestro. Los destinatarios son todos, empezando por los que creen estar ya cerca de Dios.

Los apóstoles son conscientes de que cumplen la misma Misión de Cristo y le quieren ser fieles.

La imagen del pastor, muy conocida en Israel, lo es menos entre nosotros. Pastor es el que gobierna, pero Jesús se presenta como el que cuida, con la propia vida, lo que el Padre le ha confiado.

Las verdaderas ovejas conocen al Pastor. Él las guía y escuchan su voz. La Fe lleva a escuchar.

El Pastor las conoce personalmente, les da lo que necesitan de verdad, porque las conoce bien y las defiende al punto que nadie se las puede quitar, pues su Padre se las ha confiado, ya que son hijas del Padre –que es el Señor– y a Él nadie le puede quitar nada. El Padre y el Hijo son uno solo.

Con Cristo estamos seguros, nos defiende de todo riesgo, pero debemos seguirle: ¡escucharle!

Hoy el Señor sigue llamando a discípulos suyos para que acepten ser como Él: “sus pastores”.

Evangelizar nunca fue sencillo; genera resistencias por parte del dominador, interno o externo

Pablo y Bernabé, con gran energía, mantienen la fidelidad al que les ha enviado, superando las constantes dificultades que encuentran. Lo importante es que los que les escuchen se den cuenta de que son amados y cuidados por Dios, quien ha enviado a su propio Hijo para salvarnos.

Todos son destinatarios del gozo de Dios, pero a nadie se le puede obligar, pues no sería feliz.

El gozo de la gloria de Dios supone un corazón siempre abierto a los dones de Dios en Cristo

La gloria de los que siguen al Cordero se logra sólo con la fidelidad a su persona y Misión. El sufrimiento por Amor-Comunión con Él le va purificando de sus inevitables debilidades y caídas.

El Cordero nos conoce como Dios y nos llena de su Amor-Vida para purificar-sanar la nuestra. Lo que no puede hacer el Cordero es que le escuchemos y sigamos: ésa es nuestra responsabilidad.

Cristo hoy nos sigue guiando y sigue llamando otros pastores para que actúen con Él y como Él

Ser pastor pide mucha energía interior, sobre todo amor al rebaño –y al Pastor que le ha llamado y se lo ha confiado–, y valor para superar dificultades. ¿Quién nos alimenta esta energía y amor?

Aquí, para Jesús, el Pastor mayor es su Padre. Para nosotros es su Hijo Jesús, que nos conoce, nos ha redimido y nos ha confiado la Misión recibida por Él: la de evangelizar a nuestros hermanos.

La clave de la Comunión entre pastor y oveja, es la comunicación: “oyen mi voz y me siguen”. ¿Escuchamos a Cristo Jesús, intimamos con Él, le seguimos? ¿Conocemos y vivimos su Voluntad?

Cristo compromete toda su vida para guiar al rebaño y darle lo mejor: ¡hasta sacrificar su propia vida para defenderlo y llenarlo de la única Vida que el hará feliz para siempre: la Eterna!

Pedimos a María escuchar la voz del único Pastor y comprometer nuestra vida para serle fieles.


Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO IV

Cristo es nuestro Buen Pastor. Él nos lleva, por el mejor camino, a los más sustanciosos alimentos y da su propia vida por cada uno de nosotros.

Hch. 13, 14.43-52:
"Pablo y Bernabé continuaron su viaje... a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga... muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y Bernabé. Éstos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y, con injurias, contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «Debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Señor a Uds., pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos lo ha ordenado el Señor: “Yo te he establecido para... llevar la salvación hasta los confines de la tierra”»... La Palabra del Señor se iba extendiendo... Pero los judíos instigaron... provocando una persecución contra Pablo y Bernabé... Éstos... se dirigieron a Iconio..."

Sal. 991b.3.5: "Somos su pueblo y ovejas de su rebaño".

Ap. 7, 9.14b-17:
"Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar,... de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas... de pie... vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano... «Éstos son los que vienen de la gran tribulación, ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero... nunca más padecerán ni hambre ni sed... porque el Cordero... será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos»."

Jn. 10, 27-30: "Jesús dijo: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie podrá arrebatarlas de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa»."



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