Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 7 de abril.
Los regalos de Dios son grandes y constantes, pero el mayor de todos, el único que lo llena todo, es su Hijo resucitado de entre los muertos que nos confía su Misión de misericordia y perdón y para eso nos da su Espíritu, Espíritu de Misericordia y Perdón, Espíritu de Paz y Concordia, Espíritu de Sabiduría y Serenidad, Espíritu de Cercanía y Amor comprensivo que sabe acercarse al que se resiste y esperar el momento oportuno para darle la mano y pedirle su aceptación.
El Hijo de Dios es portador, por su propia persona, de la Paz de Dios, por eso es lo primero que nos da, como siempre fue lo primero que Dios dio a su Pueblo y lo que le mandó que diera a sus hermanos al encontrarlos, donde fuera.
Nacimos para dar la bendición de la Paz de Dios y ésta pasa por el Perdón y la ruptura de lo que nos hace esclavos... No puede haber paz si hay esclavitud; ni el que esclaviza ni el esclavizado viven en paz. Ambos necesitan el perdón que les devuelve la dignidad de personas.
El individualismo moderno y el relativismo son una esclavitud, pues al no aceptar en nuestra vida ninguna verdad que nos oriente por encima de nosotros mismos, nos vemos obligados a someternos a la simple opinión, ya sea personal o ajena, pero, al fin y al cabo, sólo una opinión a la que le damos categoría de verdad, pero sólo transitoria, de modo que en nuestra vida nada es firme y así es imposible vivir en paz ni con uno mismo ni con los demás.
¡Sólo acepto lo que veo y toco! Es decir, solo acepto lo que a mí me parece correcto; bien, pero sin criterios mayores... Eso es pobreza e inseguridad permanente... Por eso andamos a la deriva.
Nosotros creemos en el Señor resucitado. Tomás, como nosotros, debió hacer su propio camino de Fe y éste pasa necesariamente, le dijo Jesús, por aceptar fiarse de la Fe de la Comunidad.
La tuya individual no salva a nadie, ¡ni a ti!; pero la de la Comunidad que vive en y de Cristo, recibe de Él la Salvación por su Resurrección de entre los muertos: por eso ella recibió la misión de testificarla, con obras y palabras, a todos, para que todos llegaran a la Paz por el Perdón, dones ambos del Espíritu Santo que nos llena y nos guía, en la medida que le somos dóciles.
Dios siempre interviene cuando es necesario, pero no substituye jamás.
María nos ayude a ser cada día más profundamente creyentes que se alimentan sin fin de la Fe vivida y celebrada en y por la Comunidad.
Dios nos acompaña y bendice siempre con su Espíritu: es Padre que jamás abandona a nadie.
Unidos en oración con María, la Madre del Resucitado:
P. José Mª Domènech SDB
Quien se aleja de la Comunidad demuestra que solo cree en sí mismo; no se fía del Señor, que, de ordinario, hace pasar toda su Gracia por la medio de la Comunidad, por débil que sea.
Dios hace prodigios, pero a través de personas concretas que nos rodean y, sobre todo, de las Comunidades de Fe en las que nacimos a la Fe. Tomás tenía su visión y su camino, pero, lo malo fue que al compartir su experiencia la Comunidad, él exigió constatar por sí mismo, pues no se fiaba.
Desde el principio las Comunidades tuvieron problemas de separación, ausencia y falta de Fe.
Dios sabe bien de qué barro estamos hechos, por eso se encarnó y formó en una Comunidad, pues, solos, pedimos pruebas y, si no nos satisfacen, no creemos, tendemos al individualismo relativista y prepotente, que todo lo desea someter al propio criterio, tan pobre y limitado... ¡pero mío!
Dios hace maravillas, pero nos pide confianza fiel para aprender a vivir en y de la Comunidad
Los apóstoles, y la Comunidad, son testigos claros, explícitos y eficientes del Señor resucitado.
Su ardor y fidelidad al Maestro despierta unidad y fidelidad en los discípulos; esto llama mucho la atención a los conciudadanos, que, por un lado, no se atreven a mezclase con ellos, pero, por el otro, muchos de ellos quedan seducidos por su testimonio y se convierten al Señor.
La vida de la Comunidad cristiana nunca ha sido fácil, pero Dios siempre está cerca orientándola
Las primeras comunidades tuvieron sus dificultades; sus miembros eran personas normales y, tenían sus maravillas, fidelidades, heroísmos, pero también sus errores, debilidades y... traiciones.
Por eso Dios pide a san Juan, como sacerdote-profeta-pastor, que llame la atención y oriente.
Su tarea es transmitir, con fidelidad clara y a veces dolorosa, lo que Él le haga vivir y le diga.
La presencia de Jesús nos da su Paz y nos confía su Misión de Perdón; para eso nos da su Espíritu
Jesús da a los suyos la Paz, el Espíritu y el Perdón. La Comunidad recibe de Él su misma misión.
Tomás es creyente, pero independiente. Esto a veces lleva a la rebeldía e individualismo, dificultando la construcción comunitaria. La Comunidad comparte con él sus dones, pero no siempre le encuentra dispuesto a fiarse. Con paciencia educativa interviene Jesús: así nos llama a la fidelidad.
Pedimos a María recibir los dones de Jesús y vivir como Tomás, confesando nuestra Fe y Amor.
Hch. 5, 12-16: "Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un solo espíritu bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unírseles..., aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto varones como mujeres... La multitud acudía de las ciudades vecinas... trayendo enfermos o poseídos... y todos quedaban sanados".
Salmo 1172-4.22-27a: "¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su Amor!"
Ap. 1, 9-11: "Yo, Juan, hermano de Uds., con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús... oí detrás de mí una voz fuerte... que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver y mándalo a las siete iglesias que están en Asia» Me di vuelta... y vi... a alguien semejante a un Hijo de hombre... Al ver esto, caí a sus pies, como muerto; pero Él, tocándome..., me dijo: «No temas: Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto y ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y sucederá en el futuro»."
Jn. 20, 19-31: "Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con Uds.!»... les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría... Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con Uds.! Como el Padre me envió a Mí, yo también los envío a Uds.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que Uds. se los perdonen, y serán retenidos a los que Uds. se los retengan». Tomás, uno de los Doce,... no estaba con ellos... Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los calvos en sus manos, si no pongo mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no creeré». Ocho días más tarde... apareció Jesús... y les dijo: «¡La paz esté con Uds.!» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de Fe» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»...".
Los regalos de Dios son grandes y constantes, pero el mayor de todos, el único que lo llena todo, es su Hijo resucitado de entre los muertos que nos confía su Misión de misericordia y perdón y para eso nos da su Espíritu, Espíritu de Misericordia y Perdón, Espíritu de Paz y Concordia, Espíritu de Sabiduría y Serenidad, Espíritu de Cercanía y Amor comprensivo que sabe acercarse al que se resiste y esperar el momento oportuno para darle la mano y pedirle su aceptación.
El Hijo de Dios es portador, por su propia persona, de la Paz de Dios, por eso es lo primero que nos da, como siempre fue lo primero que Dios dio a su Pueblo y lo que le mandó que diera a sus hermanos al encontrarlos, donde fuera.
Nacimos para dar la bendición de la Paz de Dios y ésta pasa por el Perdón y la ruptura de lo que nos hace esclavos... No puede haber paz si hay esclavitud; ni el que esclaviza ni el esclavizado viven en paz. Ambos necesitan el perdón que les devuelve la dignidad de personas.
El individualismo moderno y el relativismo son una esclavitud, pues al no aceptar en nuestra vida ninguna verdad que nos oriente por encima de nosotros mismos, nos vemos obligados a someternos a la simple opinión, ya sea personal o ajena, pero, al fin y al cabo, sólo una opinión a la que le damos categoría de verdad, pero sólo transitoria, de modo que en nuestra vida nada es firme y así es imposible vivir en paz ni con uno mismo ni con los demás.
¡Sólo acepto lo que veo y toco! Es decir, solo acepto lo que a mí me parece correcto; bien, pero sin criterios mayores... Eso es pobreza e inseguridad permanente... Por eso andamos a la deriva.
Nosotros creemos en el Señor resucitado. Tomás, como nosotros, debió hacer su propio camino de Fe y éste pasa necesariamente, le dijo Jesús, por aceptar fiarse de la Fe de la Comunidad.
La tuya individual no salva a nadie, ¡ni a ti!; pero la de la Comunidad que vive en y de Cristo, recibe de Él la Salvación por su Resurrección de entre los muertos: por eso ella recibió la misión de testificarla, con obras y palabras, a todos, para que todos llegaran a la Paz por el Perdón, dones ambos del Espíritu Santo que nos llena y nos guía, en la medida que le somos dóciles.
Dios siempre interviene cuando es necesario, pero no substituye jamás.
María nos ayude a ser cada día más profundamente creyentes que se alimentan sin fin de la Fe vivida y celebrada en y por la Comunidad.
Dios nos acompaña y bendice siempre con su Espíritu: es Padre que jamás abandona a nadie.
Unidos en oración con María, la Madre del Resucitado:
P. José Mª Domènech SDB
«¡Felices los que creen sin haber visto!»
En la vida de Fe la duda es normal. Pero no es bueno que, por estas dudas, nos alejemos de la Comunidad y rechacemos los dones que, a través de ella, el Señor nos ofrece y, si aceptamos, da.Quien se aleja de la Comunidad demuestra que solo cree en sí mismo; no se fía del Señor, que, de ordinario, hace pasar toda su Gracia por la medio de la Comunidad, por débil que sea.
Dios hace prodigios, pero a través de personas concretas que nos rodean y, sobre todo, de las Comunidades de Fe en las que nacimos a la Fe. Tomás tenía su visión y su camino, pero, lo malo fue que al compartir su experiencia la Comunidad, él exigió constatar por sí mismo, pues no se fiaba.
Desde el principio las Comunidades tuvieron problemas de separación, ausencia y falta de Fe.
Dios sabe bien de qué barro estamos hechos, por eso se encarnó y formó en una Comunidad, pues, solos, pedimos pruebas y, si no nos satisfacen, no creemos, tendemos al individualismo relativista y prepotente, que todo lo desea someter al propio criterio, tan pobre y limitado... ¡pero mío!
Dios hace maravillas, pero nos pide confianza fiel para aprender a vivir en y de la Comunidad
Los apóstoles, y la Comunidad, son testigos claros, explícitos y eficientes del Señor resucitado.
Su ardor y fidelidad al Maestro despierta unidad y fidelidad en los discípulos; esto llama mucho la atención a los conciudadanos, que, por un lado, no se atreven a mezclase con ellos, pero, por el otro, muchos de ellos quedan seducidos por su testimonio y se convierten al Señor.
La vida de la Comunidad cristiana nunca ha sido fácil, pero Dios siempre está cerca orientándola
Las primeras comunidades tuvieron sus dificultades; sus miembros eran personas normales y, tenían sus maravillas, fidelidades, heroísmos, pero también sus errores, debilidades y... traiciones.
Por eso Dios pide a san Juan, como sacerdote-profeta-pastor, que llame la atención y oriente.
Su tarea es transmitir, con fidelidad clara y a veces dolorosa, lo que Él le haga vivir y le diga.
La presencia de Jesús nos da su Paz y nos confía su Misión de Perdón; para eso nos da su Espíritu
Jesús da a los suyos la Paz, el Espíritu y el Perdón. La Comunidad recibe de Él su misma misión.
Tomás es creyente, pero independiente. Esto a veces lleva a la rebeldía e individualismo, dificultando la construcción comunitaria. La Comunidad comparte con él sus dones, pero no siempre le encuentra dispuesto a fiarse. Con paciencia educativa interviene Jesús: así nos llama a la fidelidad.
Pedimos a María recibir los dones de Jesús y vivir como Tomás, confesando nuestra Fe y Amor.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C – TIEMPO PASCUAL – DOMINGO II
Feliz el que se fía de Dios, le escucha y le es cada día más fiel haciéndole caso, sin dar la espalda a la Comunidad en la que Él lo ha integrado
Feliz el que se fía de Dios, le escucha y le es cada día más fiel haciéndole caso, sin dar la espalda a la Comunidad en la que Él lo ha integrado
Hch. 5, 12-16: "Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un solo espíritu bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unírseles..., aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos. Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto varones como mujeres... La multitud acudía de las ciudades vecinas... trayendo enfermos o poseídos... y todos quedaban sanados".
Salmo 1172-4.22-27a: "¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su Amor!"
Ap. 1, 9-11: "Yo, Juan, hermano de Uds., con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús... oí detrás de mí una voz fuerte... que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver y mándalo a las siete iglesias que están en Asia» Me di vuelta... y vi... a alguien semejante a un Hijo de hombre... Al ver esto, caí a sus pies, como muerto; pero Él, tocándome..., me dijo: «No temas: Yo soy el Primero y el Último, el Viviente. Estuve muerto y ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y sucederá en el futuro»."
Jn. 20, 19-31: "Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y, poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con Uds.!»... les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría... Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con Uds.! Como el Padre me envió a Mí, yo también los envío a Uds.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que Uds. se los perdonen, y serán retenidos a los que Uds. se los retengan». Tomás, uno de los Doce,... no estaba con ellos... Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» Él les respondió: «Si no veo la marca de los calvos en sus manos, si no pongo mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no creeré». Ocho días más tarde... apareció Jesús... y les dijo: «¡La paz esté con Uds.!» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de Fe» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»...".
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