Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 30 de marzo, IV del período de Cuaresma.
La escucha poco atenta de la Palabra de Dios –por debilidad de nuestra Fe– nos lleva a no saber hacer frente al ambiente de pecado que nos rodea y ataca, y así vamos colaborando pasivamente en la destrucción y degradación de la creación que Dios nos confió para que la ordenáramos, no para que la desequilibráramos. No vemos claro hacia dónde debemos ir, y, sin embargo, Cristo es la Luz del mundo. Nos urge un corazón nuevo y ojos nuevos; llenarnos de Agua viva, Vida nueva.
Ante todo, para eso, debemos vivir más abiertos, como el ciego de nacimiento, al Señor Jesús que pasa y recibiremos –como él– de Cristo ojos nuevos, recreados, con la Luz del Enviado en ellos.
Los fariseos demuestran estar en una terca ceguera moral, que les lleva a no percibir la presencia de la Salvación en sus vidas y ambiente: ven los dones de Dios, que son para todos, pero no los reconocen, sino que los niegan reiteradamente, malinterpretándolos.
El domingo primero se nos dijo que con la Palabra de Dios podíamos afrontar y superar cualquier tentación. En el segundo domingo el Padre, Dios, nos pidió que escucháramos a Jesús para vivir, ya ahora, en su gloria a pesar los sufrimientos y dificultades de la vida. Al pasar al tercer domingo se nos invitó a reconocer nuestro pecado y a recibir de Jesús el Agua viva: eso nos permitiría ver y aceptar al Mesías-Salvador de todos. Hoy se nos dice que no nos quedemos en la ceguera, sino que el Señor Jesús, que es la Luz del mundo, nos invita a dejarle actuar en nuestra vida: Él recreará nuestra mirada –es el simbolismo de hacer barro y ponerlo en los ojos– y así podremos ver claro la presencia del Señor en nuestra vida y sus circunstancias, superando el engaño de las apariencias físicas, culturales, económicas, políticas, sociales y hasta religiosas, que nos desvían de la Fe.
Pidamos a Dios voluntad de estar abiertos al Señor, Él nos lleva por caminos de diaria conversión, nos libra de toda resistencia y nos enseña a construir una sola Comunidad de Fe en Él, siempre más atentos a su Palabra y acción sacramental sobre todo en la Eucaristía y Reconciliación.
Unidos en oración con María, Madre ojos siempre abiertos al Espíritu presente en la vida:
P. José Mª Domènech SDB
«¿Crees en el Hijo del hombre?»
Ser cristiano significa pasar permanentemente de las tinieblas a la Luz, de la sed a la intimidad con la fuente de Vida eterna, siempre atentos para escuchar al Señor Jesús y, así, vencedores de toda tentación.
Dios concede caminar en la Luz al ciego de nacimiento, para llamarnos a vivir cada día más próximos la Salvador del mundo, para no ser engañados por las maravillosas apariencias de nuestro mundo viejo.
Samuel reconoce al elegido de Dios si Dios le ilumina. Jesús se nos acerca y nos pregunta si creemos en Él, el Hijo del hombre, para eso es vital que lo veamos, que le aceptemos, pues es Él quien se aproxima.
En la nueva creación, la Luz eterna se ve en la apertura humilde y disponible a Dios, no en las leyes; pero nuestro mundo pseudo-científico y con líneas políticas y económicas atadas a la codicia y a todo tipo de tráfico y de droga, niega a Jesús y su obra, busca manipular la vida y, de paso, la degrada y la destruye.
Nuestro mundo está tan atado a las tinieblas y la muerte, que pervierte los valores más sagrados y centrales de la vida como la familia, la educación, la religión, el amor, el respeto a la vida y dignidad humana.
El hombre necesita humildad, pues su mirada no llega a percibir lo que Dios ve y menos cómo lo ve.
La lectura profética nos dice que es Dios quien elige a David y lo hace según sus planes de Salvación.
No es posible para el hombre ver lo que Dios ve, pues éste no llega al corazón, pero Dios sí lo penetra.
Aceptar con docilidad a Dios en la propia vida nos hace partícipes de su Luz y de su mirar el mundo.
Cristo, con su salvación, ha formado de los dos pueblos uno solo de salvados en el Amor de Dios.
Nos toca a nosotros aprender a vivir, en la Fe, como hijos de la Luz, que es Cristo, haciendo sus obras.
Esto nos supone vivir con la mirada de Dios, sin dejarnos atontar por las apariencias de mundo viejo.
El ciego de nacimiento, por su obediencia, llega a la visión y, por su fidelidad, llega a la Fe y adora.
La misericordia de Dios viene a nosotros, el beneficio depende de nuestra docilidad en la obediencia.
El ciego curado por Jesús, hace todo un camino de apertura y reconocimiento de Jesús, primero como profeta, después como hombre de Dios y, guiado por la Palabra de Jesús, al fin como ‘Mesías’, y le adora.
Los fariseos, verdaderos y culpables ciegos, se cierran al Mesías y su nueva creación en la Luz y Paz.
Pidamos a María vivir cada día abiertos a los dones de Dios que buscan llenarnos de su Luz y Vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO III
La mirada de Dios es limpia y profunda, no contaminada. Él es el único que, no solo nos da su Luz, sino que nos hace partícipes de ella, si creemos en Él
La mirada de Dios es limpia y profunda, no contaminada. Él es el único que, no solo nos da su Luz, sino que nos hace partícipes de ella, si creemos en Él
1Sm. 16, 1b.5b-7.10-13a: El Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey.» Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio... vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante Él a su ungido.» Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto... lo he descartado. Dios no mira como... el hombre... Dios ve el corazón.» ...Jesé hizo pasar ante Samuel a sus siete hijos, pero Samuel dijo...: «¿Están aquí todos los muchachos?» Él respondió: «Queda el más joven...» Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlo...» Jesé lo hizo venir... Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, es éste»... desde aquel día, el Espíritu del Señor descendió sobre David.
Sal. 221-6: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Ef. 5, 8-14: Antes ustedes eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz... el fruto de la luz en la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor y no participen de las obras de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia... resulta vergonzoso aun mencionar lo que esa gente hace ocultamente. Pero, cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará.”.
Jn. 9, 1-41: Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento... Escupió en tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé, que significa “Enviado”.» El ciego, fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: «¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?»... Él decía: «Soy realmente yo.»... fue llevado ante los fariseos. Era sábado... Los fariseos le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.» Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Se produjo una gran discusión entre ellos... dijeron... al ciego: «¿Tú qué dices del que te abrió los ojos?» El hombre respondió: «Es un profeta.»... «...venido de Dios.» Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?» Y lo echaron... Jesús..., al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?» Él respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en Él? Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando.» Entonces él exclamó: «Creo, Señor,» y se postró ente Él.
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