Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 23 de marzo, III del período de Cuaresma.
Dios nos invita a profundizar en la Vida nueva que el Señor nos mereció con el don amoroso de su propia vida en la cruz. La cruz fue, en sí misma, una cruel injusticia que el Amor de Dios transformó en gracia de Salvación para todos. Cuando el hombre se centra en sí mismo y se cierra a Dios, quien lo paga siempre son los demás, y al final, él mismo.
Hoy se nos llama, una vez más, a la libertad de fiarnos del Señor, como nos muestra Abraham.
Este domingo, con el diálogo con la samaritana, se nos pide una escucha atenta y dócil al Señor que nos viene a encontrar; Él es el único que puede saciar nuestra sed de vida, de amor, de verdad, de honestidad, de paz, de cordura profunda, de justicia, de acogida. Hoy en día todos estos valores están tan manipulados y degradados, que a veces hasta da miedo usar las palabras, pues no se sabe qué es lo que se despierta en el oyente, pues se han destruido los criterios estables y fiables que nos fueron confiados para la salud social y personal, realidades sustancialmente entrelazadas.
O nos fiamos de Dios o estamos en manos de supuestos ‘expertos’, que realmente son ignorantes en estas realidades y, de ordinario, hasta insensatos y cobardes, pues no solo emponzoñan con sus ideologías las verdades más elevadas y firmes –cuando no las niegan–, sino que tergiversan los valores más vitales y sustanciales para la vida y la relación sana de las personas y sociedades.
Tenemos sed de verdad, no tanto de información; sed de cordura y honestidad, no tanto de obras y tecnología; sed de paz, no tanto de diplomacia y tratados; sed de ‘agua limpia’, usando metáfora, en nuestras relaciones, no tanto de posturas o promesas; sed amor real y oblativo donde el centro sea el bien profundo y estable de la otra persona, bien que le lleve a ser cada día más y mejor, aunque nos cueste la vida, como le costó a Jesús, es decir, de amor paterno-materno, sin palabras vacías, ritos bonitos, juramentos ampulosos y firmas muy fotografiadas, pero vacías de verdad profunda y segura en los corazones, aunque éstos estén muy llenos de lindos sentimientos que el tiempo se encarga de mostrar cómo se esfuman, siendo sustituidos por dolorosas frustraciones.
Sólo la Fe atenta, que escucha al Señor, y lo que nos propone, llena de esperanza nuestra vida.
Dios nos ama entrañablemente y, por eso, nos pide dialogar con Jesús, como la samaritana, para llegar a una creciente vida de Fe, cada día más profunda y estable por su apertura a Dios en la Palabra y el don de la Vida de Cristo Jesús que se nos ofrece en la Comunidad y los sacramentos.
Unidos en oración con María, Madre creyente y dócil al Espíritu, Agua viva de Amor y Esperanza:
P. José Mª Domènech SDB
«Señor, dame de esta Agua!»
El agua, elemento esencial para toda vida, pueblos y personas, siempre fue muy ansiada y defendida.
Dios, en un Amor que supera todo pedido o esperanza, nos ha dado en Cristo Jesús todo. Él es nuestra Salvación. Pero para recibirlo necesitamos ‘adorarle’: reconocerle infinitamente superior a nosotros, pecadores, ignorantes de lo que, de verdad, nos conviene y necesitamos. Él nos da su Espíritu: Agua viva.
Sólo a una persona que aceptó escuchar al Señor, una samaritana –mujer y pecadora, es decir, socialmente lo último– Jesús le confesó ser el Mesías. La sencillez y honestidad sedujeron siempre a Dios.
La samaritana cuestiona a Jesús, Él, paciente, le lleva por el camino de la verdad y ella se deja llevar.
Si queremos someter a Dios a nuestro servicio y no somos dóciles, nos quedaremos perdidos y sin nada.
La Comunidad judía desea un dios que no le incomode, pero Dios los educa para que se fíen de Él
El desierto –momentos de dificultad– siempre es una prueba para la Fe personal, también para Israel.
Dios se muestra fuente segura de Vida y Salvación. También para nosotros, ¿le creemos de verdad?
Dios nos da su Gracia en Jesucristo, quien –de ordinario y con toda seguridad– actúa en la Comunidad
Cristo Jesús siempre derrama sobre nuestro corazón y Comunidad el Agua viva de su Espíritu.
Este Espíritu –el que resucitó a Cristo– es fuente segura de Vida nueva y Salvación permanente.
Así la Esperanza, que no defrauda –pues el Amor la anima–, nos lleva a no claudicar en las pruebas.
El diálogo con el Señor salvó a la Samaritana de su pasado y de sus confusiones, lo mismo con nosotros
La samaritana llegó a la Fe gracias a su diálogo sincero con Jesús. Siempre será Jesús quien tome la iniciativa y siempre lo hará través de la Comunidad cristiana, pero es indispensable que cada uno se abra.
Jesús despierta en la samaritana la ‘sed’ creciente del Agua de Jesús, profeta, Mesías y Salvador.
Dios pide de nosotros no cumplimientos, sino una relación que sea en espíritu y en verdad, como Él es.
Pidamos a María abrirnos de verdad al Cristo Jesús, superando toda resistencia, para vivir en la Fe.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO III
El agua es vital para todos. En la vida cristiana es signo de la Vida en el Espíritu y sólo la Fe nos abre a la fuerza sanadora y regeneradora del Espíritu
El agua es vital para todos. En la vida cristiana es signo de la Vida en el Espíritu y sólo la Fe nos abre a la fuerza sanadora y regeneradora del Espíritu
Ex. 17, 1-7: Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin... conforme a la orden del Señor... acamparon en Rafidim, el pueblo no tenía agua para beber. Acusaron a Moisés y le dijeron: «Danos agua para que podemos beber.» Moisés les respondió:«...¿Por qué provocan al Señor?» El pueblo,... protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed...?» Moisés pidió auxilio al Señor... El Señor respondió...: «Pasa delante del pueblo, acompañado por algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con el que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá, sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca y de ella brotará agua para que beba el pueblo.» Así lo hizo Moisés...
Sal. 941-2.6-9: Cuando escuchen la voz del Señor, no endurezcan el corazón.
Rm. 8, 1-2.5-8: Justificados por la Fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos alcanzado, mediante la Fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por Él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores... La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Jn. 4, 5-42: Jesús llegó a la ciudad de Samaría llamada Sicar... Jesús, fatigado..., se había sentado junto al pozo. Era... mediodía. Una mujer... fue a sacar agua y Jesús le dijo: «Dame de beber.»... La samaritana le respondió: «¡Cómo! Tú, que eres judío, ¿me pides de beber a mí, que son samaritana?»... Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado Agua viva.» «Señor, –dijo ella–... ¿De dónde sacas esa ‘agua viva’? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob...?» Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá de nuevo sed, pero el que beba del Agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El Agua que Yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.» «Señor, –dijo la mujer– dame de esta Agua para que no tenga más sed...»... Después agregó: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se deba adorar.» Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre... llega la hora, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque ésos son los adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu y los que le adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.» La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga nos anunciará todo.» Jesús le respondió: «Yo soy, el que habla contigo.»... cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y permaneció allí dos días. Y decían...: «...sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo.»
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