octubre 31, 2014

Conmemoración de los Fieles Difuntos

Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 2 de noviembre.

“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha resucitado!” ¿Se necesita más claridad? Jesús es garante del éxito de todo esfuerzo por hacer madurar el respeto que merecen todo ser humano y los derechos de los últimos y marginados, entre los que está el derecho de ser responsable del bien del otro. Él es garantía de todo camino de maduración. El buscar ‘ser mejor en todo sentido’ –aunque no se logre ‘estar’ mejor– tendrá un final súper exitoso. Ser más y mejor es más importante que estar mejor, pues todo “estar” es transitorio, efímero: ¡la muerte lo consume!, pero ser mejor es avanzar hacia Dios: Él nos pensó así cuando nos creó a su imagen.

No lo dudemos: la felicidad eterna es un bien real –es Dios mismo– y nadie nos lo podrá quitar jamás, si nosotros no solo lo defendemos, sino que nos esforzamos por alimentarlo con Cristo en nosotros, y también en los que nos rodean acercándolos a Cristo, la Resurrección y la Vida.

Jesús nos pide que comuniquemos a todos que Él vive y salva. Él nos llama cada día y nos espera.

María nos auxilia para que digamos a todos que la Vida de Dios es para todos: Vida eterna y feliz.

Unidos en oración con María, la feliz resucitada de entre los muertos:

P. José Mª Domènech SDB


Conmemoración de los Fieles Difuntos


Los proyectos y los sueños humanos o cuentan con la muerte, realidad ineludible, o serán rotos por ella y las múltiples limitaciones que se muestra en nuestra compleja naturaleza, y que acaban con la muerte.

Si una cosa es cierta, siendo mínimamente realistas, es que vamos a morir, pero vivimos, muchas veces, sin tenerlo ni realmente ni sanamente en cuenta: vivimos sin calcular nuestra al final de este periodo y sin planificar lo único que vamos a necesitar en nuestra partida. Por eso tanta desazón cuando se toca este tema.

¿Qué nos sucede? ¿Por qué vivimos en tanta inseguridad y miedo ante lo que pueda pasar? ¿Por qué las cosas no se van como las personas de buena voluntad lo desean? Muchas preguntas, mucho desconcierto.

Y llegamos preguntas injustas como ésta: ¿por qué Dios permite la muerte y no hace nada ante el dolor?

También las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús no creían posible la resurrección de Jesús, a pesar de que Él lo había anticipado con claridad. Solo la resurrección de Cristo nos da un horizonte digno de la vida recibida del Amor de Dios. Él no nos creó para la muerte, aunque nuestra materia la haga inevitable.

Deseamos que Dios se muestre poderoso y a veces acudimos a Él suponiendo eso, pero en la vida cotidiana actuamos con poca confianza en Él. ¿Creemos en su interés por nuestro bien actual?; ¿no será por eso que poco le escuchamos y a veces mal, es decir, sin mucho interés por aprender a vivir como Él nos pide?

Sin embargo la Palabra es clara y nos hace notar que Él no tiene todo listo para nuestra grandeza y que el final ya está asegurado: solo necesitamos confianza, dócil obediencia y entrega total, como las de Jesús.


El futuro reservado por Dios para nosotros es fantástico, pero necesitamos luchar con amor y esperanza.

Los profetas anticiparon el anuncio de un mundo nuevo preparado por Dios para nosotros. ¿Aceptamos?

El Apocalipsis lo presenta ya real en la Jerusalén celestial, caminante ahora en la Iglesia, con sus luchas.

Solo el amor, la cercanía y la docilidad al Maestro nos permitirán heredar lo ya listo para nosotros.


Entristecerse por la muerte es normal; los creyentes lo superamos porque seguimos Cristo, el Resucitado.

Recordar a los que murieron manteniendo la tristeza es mostrar que no creemos en el Señor resucitado.

Cristo es garantía de la resurrección de los que han vivido, con más o menos éxito, buscando ser como Él.

El pecado primero nos marcó y esto hace difícil este periodo de nuestra vida; pero Cristo nos ha salvado.

La resurrección es un hecho que a todos se ofrece, pero no se impone a nadie: somos libres. ¡Decidamos!


La vida cristiana tiene un final glorioso como el de Cristo, pero es necesario que estemos centrados en Él.

Las mujeres y los discípulos estaban centrados en el Maestro, pero todavía no creían en la resurrección.

No creer los tenía atemorizados, encerrados, tristes, sin capacidad de fiarse y comprometerse: ¡sin vida!

Las mujeres se acercan y reciben la gran noticia: ¡está vivo! Recuerdan el pasado, ¡sí!, pero superado.

El amor nos pide acercarnos, pero superando todo lo que nos aleje del presente que Dios construye.

Pidamos a María escuchar la buena noticia de la resurrección percibiendo la llamada personal de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXI
CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
Dolor y muerte no tienen la última palabra: Dios es Vida y resucitó a Cristo, su Hijo fiel. Si lo seguimos, también nosotros viviremos y gozaremos con Él.

Ap. 21, 1-5a.6b-7:
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que... venía de Dios... como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios entre los hombres... Él secará todas las lágrimas y ya no habrá más muerte..., porque todo lo de antes pasó.» Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, Yo le daré de beber gratuita mente de la fuente... de la Vida. El vencedor heredará todas estas cosas y Yo seré su Dios y él será mi hijo.»

Sal. 261.4.7.8b-9a.13-14: Contemplaré la bondad del Señor.

1Cor. 15, 20-23:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así todos revivirán en Cristo...: Cristo, el primero de todos, luego los que están unidos a Él en el momento de su venida.

Lc. 24, 1-8: El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado... encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas... se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes... [que] les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les decía cuando estaba en Galilea...» Y las mujeres recordaron sus palabras.












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