julio 11, 2008

Semilla que da fruto

El Padre José María nos dice:

"Dios lo pensó todo para el bien de sus hijos, lástima que nosotros, pobres pecadores, trastocamos tantas relaciones que malogramos muchas realidades personales y naturales.

La Gracia, la Presencia Salvífica de Dios, sigue actuando desde su Providencia en cada una de nuestras vidas. Seamos dóciles, dejemos que la semilla de Amor que continuamente recibimos de Dios por medio de tantísimas mediaciones, produzca en nosotros los mejores frutos, pues todos nos beneficiamos de ello: personas y naturaleza.

Estamos integrados para lo bueno y, desgraciadamente también, para lo malo. Prime el bien de la Vida de Dios y nuestra vida será un bien para toda la realidad. Protestar no sirve si no es en el ámbito del propio don de la vida, como Jesús y María. Don Bosco, y todos los santos nos lo muestran. Dios nos bendiga."

Semilla que da fruto

Dios tiene planes de vida para sus hijos, los hombres, sin distinción.

La misma creación está estructurada toda ella para una vida en creciente plenitud y lo único que necesita que alguien la estructure y oriente a su plenificación en la persona humana, en parte fruto de la creación y también muy superior a ella por la conciencia personal de su origen y de fin como llamada a vivir como Dios la creó: su hija en el Hijo Unigénito y con el mismo Espíritu.

Es verdad que para que esto se dé es necesario que acojamos los dones de Dios y damos los frutos de vida eterna a los que estos dones están destinados.

Dios no impone nada
, pero tampoco minimiza nuestras responsabilidades personales: lo que decidimos y mantenemos, define, paso a paso, nuestro futuro; lo que rectificamos, lo modifica en su profundidad, aunque hayan elementos que ya no se pueden modificar y los tendremos que soportar durante todo el periodo de tiempo que éstos tengan de vigencia.

1. Cada uno, en toda circunstancia, es responsable de sus decisiones.-

La vida humana no es un juego con segundas oportunidades
. La naturaleza no tiene dos oportunidades: lo que es, lo es ahora y deberá definirse bien corrigiendo lo que se pueda hasta llegar a ser lo que debe o perderse en el error.

Somos responsables del modo como definimos nuestra existencia. No ganamos nada que-jándonos o echando la culpa a otros, más bien perdemos muchas oportunidades. Se trata de saber qué podemos hacer para superar esta situación desfavorable. Es la sabiduría de saber acoger la Palabra de Vida Nueva que el Señor siempre nos hace llegar en toda circunstancia.

Jamás encontraremos una realidad sin errores y ¡hasta graves!, pero la realidad no se agota ni se define ahí, sino en el corazón de cada persona, es sus decisiones, en sus actitudes: éstas son gloria y bendición, admiración y estímulo o decepción, condena y pérdida de opciones.

2. Nuestra esperanza no está en nosotros sino en los planes salvíficos del Amor de Dios.-

El Dios de la vida conoce bien nuestras posibilidades. Se fía
de nosotros, pero no nos deja solos jamás, pues sabe también de nuestras debilidades y desconciertos.

El mundo goza, o sufre, las decisiones de la persona que lo organiza, pues ésta se estructurará según sus personales criterios, sensatos o insensatos, respetuosos o caprichosos.

La Salvación de Dios es fruto de su Amor y a todos se nos confía hacerla historia en cada uno de nuestros ambientes. Somos responsables de esta Salvación, no de lo que ella es sino de cómo la hacemos concreta en nuestra historia personal, que implica también a nuestro mundo, físico y social, circundante.

3. Ser felices en el Señor supone ser del Señor, acogiendo y haciendo fructificar su palabra.-

Dios pone en nosotros su semilla de vida y felicidad con su Palabra de Salvación
. Nos toca hacerla historia; marcar con Ella, lo más profundamente posible, nuestro ambiente y relaciones. Esto es dar fruto. Luchemos para no dejarnos ganar por las distracciones o por los intereses superficiales y efímeros. No permitamos que se nos atrofie la vocación de hijos de Dios.

La más preciosa tarea que a todos se nos dio con la vida es dar fecundos frutos de vida.

María nos ayude a estar atentos a la Palabra para que Ésta dé los debidos frutos de paz.
P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XV

Is. 55, 10-11: "Así como la lluvia y la nieve caen del cielo y no vuelven a él sin haber... hecho germinar la tierra... así será mi palabra... no volverá a Mí infecunda..."

Salmo 144: "La semilla cayó en buena tierra y dio fruto."

Rm. 8, 18-23:
"Los sufrimientos de la vida presente no son nada comparados con la felicidad de la gloria que se revelará en nosotros... La creación entera, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Ahora se encuentra sometida a una situación absurda, no porque ella lo haya querido, sino por quien la sometió, pero con la esperanza de que un día será liberada... También nosotros... gemimos en nuestro interior esperando..."

Mt. 13, 1-23: "Salió el sembrador a sembrar...una parte cayó en el camino... otra entre rocas... otra entre zarzas... y otra en tierra buena... El que tenga oídos para oír que escuche... "

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