julio 06, 2008

Vivir según el Corazón de Cristo

El Padre José María nos dice:

"El gran beneficio de esta presencia del Espíritu es que, en Jesús, empezamos a conocer al Padre y este conocimiento nos lleva a un más profundo conocimiento de nosotros mismos y de nuestros hermanos atemperando todas nuestras reacciones ante las distintas circunstancias, desabridas o gratificantes, de la vida cotidiana.

La alegría y la paz del Señor es fruto de esta presencia activa y liberadora del Espíritu de Jesús. Vivir según sus inspiraciones nos lleva por caminos de Vida Nueva, renovadora de todas las relaciones sociales que de nosotros dependen. Ésta es una realidad de la que tienen conciencia tan solo los que, con sencillez, le dejan actuar al Espíritu en su corazón y se dejan moldear según sus criterios.

Dios les bendiga."

Vivir según el Corazón de Cristo

Cristo nos invita a vivir en la libertad que lleva a la docilidad a las mociones del Espíritu. Él nos lleva a la paz, alegría, serenidad y coherencia. Hace de nuestra vida una verdadera bendición para todos, comenzando por nosotros mismos, los primeros beneficiados.

La Misión del Señor es Salvar dando el Espíritu de la alegría y de la paz a todos los pueblos de la tierra, y a cada persona humana en particular.

Ciertamente es necesario aprender a luchar para ser fieles al Señor y vivir en el Espíritu. Pero no estamos solos. Cuando la lucha se torna agobiante y agotadora, tenemos al Señor de la Vida que nos ilumina con su Palabra y nos reconforta con el don de su paz y de su Vida.

1. Cada día el Señor nos llama a vivir en la libertad de su Espíritu.-


La vida de cada uno tiene sus momentos agradables y sus momentos problemáticos y de angustia. Cuando las cosas nos van bien, sobre todo en nuestra conciencia, nos encontramos con un momento bueno; cuando nuestro corazón está acongojado y aturdido, nos encontramos en un momento malo. Tenemos que ser realistas y asumir bien cada momento para que no nos aplaste.

En solitario no es posible asimilar bien ni los momentos buenos ni los malos. No hemos nacido para vivir en soledad; por eso el Señor nos invita a fiarnos de Él, de su Espíritu, de su palabra, de su Padre, de su presencia santificadora: siempre nos ofrece su bendición.

Jamás nos arrepentiremos de la decisión de fiarnos del Señor y de vivir según su Espíritu.

2. Nuestra existencia, si dejamos que la llene el Señor, será una bendición.-

El Espíritu de Dios
, cuando encuentra en nosotros docilidad y un corazón sin orgullo ni rencor ni prejuicios, hace de nuestra existencia una real bendición, para nosotros mismos y para los que nos rodean. Esta bendición es fruto de una vida coherente con su sentido y finalidad, llena de equilibrio y paz, la paz de quien vive en el camino del amor que llena de alegría y bien a quienes viven a su alrededor. Por eso esta vida da real gloria a Dios.

El Señor quiere para toda persona y para todos los pueblos paz, alegría, felicidad. Por eso nos dice que en los momentos de crisis acudamos a Él y encontraremos alivio para nuestras angustias, pero debemos acudir sin exigencias, con sencilla docilidad.

La violencia del poder y de la prepotencia alejan cada día más la paz y la concordia de la sociedad humana y más todavía del corazón. Cada día debemos suplicar la mansedumbre y humildad del corazón de Cristo en nuestra vida y en el corazón de nuestras comunidades.

3. Pase lo que pase conoceremos la paz de Dios en la medida que vivamos en su Palabra.-

El don de Dios es Él mismo y su paz
y todos la deseamos en nuestras vidas y ambientes. La vida se nos dio para que conozcamos a Dios, lo demos a conocer y nos esforcemos para llenar de paz y vida a los demás, aunque debamos hacernos violencia a nosotros mismos.

Ésta es la única violencia legítima y nos asegura la benevolencia de Dios. Es la que Él empleó en su vida para nuestro bien. La Palabra de Dios nos enseña a vivir según el corazón del que, por amor, se entregó a sí mismo y nos llenó de su Espíritu para que le conozcamos y vivamos según este Espíritu y no según los engañosos halagos de las apetencias carnales.

María nos enseñe a vivir atentos a la Palabra y dóciles a los dones y gracias del Espíritu.
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P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XIV

Za. 9, 9-10: "Alégrate, ciudad de Sión. Aclama, ciudad de Jerusalén. Tu rey, bueno y salvador, hace su entrada montado humildemente en un pollino... Dirigirá a todos los pueblos palabras de paz y su dominio se extenderá de un mar al otro..."

Salmo 144: "Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey."

Rm. 8, 9.11-13:
"Ustedes no viven según los criterios de la carne sino según las del Espíritu de Dios que habita en Uds., si alguno no tuviera el Espíritu de Cristo no sería de Cristo... tenemos, por tanto una deuda, pero no con la carne... si por el Espíritu morimos a las obras de la carne, viviremos."

Mt. 11, 25-30: "Yo te alabo, Padre... porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla... El Señor lo ha puesto todo en mis manos; fuera del Padre, nadie conoce de verdad al Hijo e, igualmente, nadie conoce verdaderamente al Padre si no es el Hijo y aquel a quien Él quiera revelárselo. Vengan a Mí los que están cansados y agobiados... Acepten mi yugo... es suave y mi carga ligera."

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