septiembre 27, 2008

Aceptarnos y convertirnos para poder construir

El Padre José María nos envía su sugerencia homilética para este domingo.

Aceptarnos y convertirnos para poder construir

El hombre, varón o mujer, tiene un pasado que, se desee o no, incide en el hoy. Por otro lado, de algún modo, en algunos momentos de la vida, la mente del hombre se proyecta al futuro, con todas las ilusiones, esperanzas, entusiasmos, angustias o depresiones que esto trae consigo.

Los hechos tienen sus consecuencias y es imposible soñar que estamos libres de lo que hemos vivido: es nuestra riqueza y nuestra pobreza, es nuestro aliento y nuestro lastre. La fuerza de su influencia en nuestra vida depende de la vida e importancia que le demos en el hoy. Apoyarse en el Señor y confiar a Él la vida, convirtiéndose cada día, libera y llena de paz.

Lo más inteligente es reconocer la verdad de nuestra vida, es decir, aceptarnos y pedir la misericordia de Dios para que su Paz llene nuestro interior, más allá de heridas y fracasos.

No siempre la obediencia íntima y responsable ha sido la constructora de nuestra historia y de nuestras relaciones filiales o fraternas. Dios ofrece sus dones a todos, y estamos invitados a reaccionar con libre generosidad para que podamos ser felices constructores de paz.

La obediencia nos libera de los caprichos que llevan a la muerte

La muerte nos acecha siempre, aunque hayamos sido creados para la vida inmortal. La mentira que representa nuestro supuesto derecho a una pretendida libertad absoluta nos lleva a ideologías y riesgos desatinados que nos traen siempre muy tristes consecuencias a largo plazo.

El enemigo de nuestra vida nos convence de que la obediencia es una humillación a la dignidad humana, cuando es el mismo Dios quien vive en constante atención obediente, movido por el amor, para no hacer nada que no responda a nuestras reales necesidades de vida y paz.

La construcción de la comunidad depende del don de la propia vida

Somos seres para la vida, para dar vida y de esto depende nuestra felicidad real, la profunda. El don de sí es el camino para que una comunidad se desarrolle y para que podamos construir relaciones enaltecedoras y generadoras de vida a todo nivel: personal, social, familiar o eclesial.

Necesitamos pedir constantemente que nos tengan real comprensión y misericordia y solo Dios sabe hacerlo adecuadamente, sin paternalismos ni exigencias o juicios desmedidos: le mueve el amor a la vida.

Dios nos da su vida y nos pide que nos fiemos un poco más de Él. Se trata, no de ser buenos, sino de Ser como nuestro Padre, el único Bueno: Comunión Trinitaria a nuestro servicio. Lo más inteligente es servirle en obediencia al estilo de Jesús. A eso nos invita Pablo.

La misericordia de Dios nos indica el camino de su justicia

Dios nos señala que lo justo es promover la vida de todos y respetar las decisiones de cada uno, respondiendo a sus reales necesidades, lo cual obliga a una constante atención a los pequeños signos que nos indican cuáles son sus más profundos anhelos y angustias, muchas veces disfrazadas en caprichos y pretensiones, rebeldías y negaciones, mentiras y abusos.

Debemos suplicar a Dios su misericordia y conversión para nosotros mismos, si no jamás podremos ser bendición de Dios para nuestros hermanos, y menos para los más necesitados.

Pidamos a María ser obedientes como Jesús para llevar a la Vida a los marginados.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXVI

Ez. 18, 25-28: "Ustedes piensan: «No actúa bien el Señor». Pueblo de Israel, escucha bien lo que te digo: ¿No es la manera de pensar de ustedes, y no la mía, la que no está bien? Si el justo deja de obrar el bien... morirá por su culpa. Pero si el pecador se convierte... salvará su vida..."

Salmo 24: "Acuérdate, Señor, de tu misericordia"

Flp. 2, 1-11:
"Por la fortaleza, el amor, los dones del Espíritu, afecto y compasión que encuentran en Cristo Jesús, les suplico me den la alegría de verlos unidos por los mismos sentimientos... Que ninguno se guíe por los propios intereses... Tengan los mismos sentimientos que han visto en Jesucristo..."

Mt. 21, 28-32: "El Reino de los cielos se parece a un padre que tenía dos hijos. Dijo al primero: «Vete a trabajar a mi viña». Éste le dijo: «No quiero ir», pero se arrepintió y fue. Dijo lo mismo al segundo, quien respondió: «Voy de inmediato», pero no fue. ¿Quién de los dos obedeció a su padre? Le respondieron: «El primero»... los publicanos y las prostitutas les llevarán la delantera en el Reino de Dios..."

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