noviembre 16, 2008

Nuestra fidelidad al Señor: garantía del éxito

El querido padre José María nos envía su sugerencia homilética para las lecturas de este domingo:

Nuestra fidelidad al Señor nos garantiza el éxito

La fidelidad al Señor no está señalada por el éxito en nuestras tareas, sino por el esfuerzo en el hacer la voluntad del Señor, sin mirar cuánto nos cueste.

Pablo nos recuerda que la presencia del Señor entre nosotros es sorpresiva, por decirlo de algún modo, pues la verdad es que es constante, por tanto en cualquier momento nos podemos percatar que el Señor está muy enterado de lo que estamos haciendo de nuestra vida, por eso lo mejor es no estar tan distraídos en nuestra vida, pues la consecuencia es la pérdida de muchas oportunidades, que no deben dejarse de lado, si queremos ser honestos con el Señor.

Dios no quiere grandezas, pero sí conciencia de que Él y solo Él es el Señor y el dueño de lo que somos y podemos, aunque no lo sea, pues somos libres, de lo que decidimos en cada momento de nuestro existir. La vida ya tiene el éxito seguro, pero no que nosotros lo gocemos.

La Sagrada Escritura exalta a la mujer hacendosa, fiel y prudente y nos hace notar que ésta es la mayor fortuna de una casa, de un matrimonio, de una empresa y de la humanidad.

Cada uno es responsable de su futuro y lo define en el hoy cotidiano

Hay un adagio que reza así: “A cada uno según sus necesidades y de cada uno según sus posibilidades”. No es justo pedir más de la cuenta, pero tampoco dar menos de lo posible.

Lo que entregamos obligados nos condena, todo lo que otorgamos de buena voluntad, por pequeño que sea, nos eleva y glorifica nuestra humanidad y la abre a un futuro de paz y vida.

A nadie podemos obligar a ser generoso, pero, si queremos madurar en dignidad personal y dar esperanza a nuestras culturas, todo lo que implica atender a las necesidades de los demás se convierte en una exigencia que nos llama a dar cada día lo que esté a nuestro alcance.

La vida, aunque pensada por Dios como maravillosa, es fruto de lo que decidimos

No tenemos derecho a dejar a los demás esperando nuestro apoyo: ¡el Señor lo pide!

Nuestras decisiones dicen el camino que toma nuestra vida e indican el nivel de nuestra cultura. La presencia de Dios en el mundo es real y su juicio concreto: ¡no juguemos!

Dios comprende toda limitación de posibilidades y más todavía la de los resultados, pero lo que sí condena sin paliativos es la flojera y la cobardía en la entrega, esfuerzo, sacrificio, rectificación, confianza, humildad, trabajo.

Solo la fidelidad a la voluntad del Señor nos garantiza el éxito, más allá de toda riqueza

Todos esperamos tener éxito en la vida. Es nuestro derecho, pues para esto el Señor nos ha creado: para ser como Él: justos en el amor, dadores de vida y de oportunidades de éxito.

Pero somos tan limitados que nos resulta muy difícil atinar en darle reconocimiento adecuado al esfuerzo de cada uno... felizmente en esto Dios es maestro infalible: lo mejor es fiarse de Él, ¡nosotros hagamos nuestro mejor esfuerzo de atención, apertura y gratitud constante!

La fidelidad al Señor se expresa en servicio sincero a los que nos rodean, según Dios.

Pablo nos invita a estar atentos a este esfuerzo, pues el Señor llega en cualquier momento.

Pidamos a María que nos enseñe a ser como ella: servidores hábiles y sencillos con todos.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXXIII

Pr. 31, 10-13.19-20.30-31: "¡Qué valor tiene una buena esposa! Vale más que las perlas. El corazón de su esposo confía en ella... trabaja con la destreza de sus manos... La esposa que confía en el Señor merece todos los elogios..."

Salmo 127: "Dichoso tú, que eres fiel al Señor"

1Ts. 5, 1-6:
"...Ustedes saben bien que el Señor llegará como un ladrón, de noche... nadie se escapará... Ustedes, hermanos no viven en la tiniebla... Que el día del Señor no os sorprenda... somos hijos de la luz... por eso... hemos de trabajar y vivir sobriamente."

Mt. 25, 14-30: "Un hombre que salía fuera del país confió sus bienes a sus administradores... Al cabo de mucho tiempo regresó y les pidió cuentas... «Muy bien... has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor... ¿Tú sabías que quiero recoger donde no he sembrado...? ¡...flojo...! Debías entonces haber entregado mi dinero al banco, y estaría recibiendo lo mío con sus intereses... ¡Arrójenlo afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes»"

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