Como cada semana, el padre José María nos envía su sugerencia homilética:
Pablo nos recuerda que somos consagrados al Espíritu por el don oblativo de Jesucristo. Él nos ha comprado a un muy alto precio. Nos llama a vivir como Él, como resucitados. Somos templos del Espíritu, llamados a la santidad de toda nuestra persona y a la docilidad ante toda llamada de Dios, sea directa, como a Samuel, o sea indirecta, como a los discípulos de Juan.
La Palabra nos invita a la obediencia personal y decidida y, si es necesario, a la renuncia de nuestras visiones y apetencias, para seguir al Señor en lo que quiera pedirnos.
Hombre de carne y hueso, pero todo de Dios
Samuel es el prototipo del hombre dócil desde muy joven porque sabe escuchar a Dios y referirse a su mediación, el sacerdote del templo, a su educador y representante de Dios. No basta escuchar, es necesario reaccionar inmediatamente en docilidad y obediencia.
Dios nos irá aclarando continuamente su voluntad, nunca se entiende todo desde el principio, pero Dios no falla. La docilidad exige Fe, confianza y aceptación del riesgo.
No dejarse llevar por el miedo que nos infunden los riesgos es norma vital de la vida.
La pronta docilidad es un aprendizaje necesario para ser Hijo como Jesús
Desinstalarse continuamente es exigencia de toda maduración. Lo que conseguimos es solo temporal y plataforma para seguir caminando, regalando lo recibido y haciéndolo, así, fructificar. Nada se nos da para usufructuarlo nosotros y menos para que nos quedemos ahí. El Apóstol nos recuerda que nuestro cuerpo no es de nuestra propiedad, sino que somos responsables de su administración, y daremos cuenta de si lo hemos usado, o no, para el Reino de Dios.
Sólo Dios es el Señor y, como Samuel o como Juan y Andrés, debemos ser capaces de caminar solo buscando la verdad de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Dónde vives? ¡Ven!
Todos somos responsables de nuestras decisiones y éstas irán madurando en la medida que percibamos lo que el Señor nos indica, directa o indirectamente, y lo secundemos.
Estamos llamados a vivir atentos a las invitaciones que Dios nos hace llegar continuamente.
El Señor nunca calla, pero debemos estar atentos y dispuestos a responder con generosidad. Cuanto más nuestra vida, sin fisuras, sea capaz de percibir la presencia y los llamados de Dios, tanto más seremos capaces de responder integrando todo lo que somos. Cumplir normas como esclavos o, peor todavía, para no ser castigados, nos somete a la cadena de la ley y nos degrada: quedamos atrapados en los tristes vericuetos del cumplimiento sin vida ni felicidad.
Dios nos ha creado para ser libres y cada invitación de Dios apunta a la libertad.
Es nuestra decisión. A más egoísmo, superficialidad y distracción, más fracaso y vacío.
María nos ayude a vivir, con honesta integridad, dóciles y atentos a lo que Dios nos pida.
Pablo nos recuerda que somos consagrados al Espíritu por el don oblativo de Jesucristo. Él nos ha comprado a un muy alto precio. Nos llama a vivir como Él, como resucitados. Somos templos del Espíritu, llamados a la santidad de toda nuestra persona y a la docilidad ante toda llamada de Dios, sea directa, como a Samuel, o sea indirecta, como a los discípulos de Juan.
La Palabra nos invita a la obediencia personal y decidida y, si es necesario, a la renuncia de nuestras visiones y apetencias, para seguir al Señor en lo que quiera pedirnos.
Hombre de carne y hueso, pero todo de Dios
Samuel es el prototipo del hombre dócil desde muy joven porque sabe escuchar a Dios y referirse a su mediación, el sacerdote del templo, a su educador y representante de Dios. No basta escuchar, es necesario reaccionar inmediatamente en docilidad y obediencia.
Dios nos irá aclarando continuamente su voluntad, nunca se entiende todo desde el principio, pero Dios no falla. La docilidad exige Fe, confianza y aceptación del riesgo.
No dejarse llevar por el miedo que nos infunden los riesgos es norma vital de la vida.
La pronta docilidad es un aprendizaje necesario para ser Hijo como Jesús
Desinstalarse continuamente es exigencia de toda maduración. Lo que conseguimos es solo temporal y plataforma para seguir caminando, regalando lo recibido y haciéndolo, así, fructificar. Nada se nos da para usufructuarlo nosotros y menos para que nos quedemos ahí. El Apóstol nos recuerda que nuestro cuerpo no es de nuestra propiedad, sino que somos responsables de su administración, y daremos cuenta de si lo hemos usado, o no, para el Reino de Dios.
Sólo Dios es el Señor y, como Samuel o como Juan y Andrés, debemos ser capaces de caminar solo buscando la verdad de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Dónde vives? ¡Ven!
Todos somos responsables de nuestras decisiones y éstas irán madurando en la medida que percibamos lo que el Señor nos indica, directa o indirectamente, y lo secundemos.
Estamos llamados a vivir atentos a las invitaciones que Dios nos hace llegar continuamente.
El Señor nunca calla, pero debemos estar atentos y dispuestos a responder con generosidad. Cuanto más nuestra vida, sin fisuras, sea capaz de percibir la presencia y los llamados de Dios, tanto más seremos capaces de responder integrando todo lo que somos. Cumplir normas como esclavos o, peor todavía, para no ser castigados, nos somete a la cadena de la ley y nos degrada: quedamos atrapados en los tristes vericuetos del cumplimiento sin vida ni felicidad.
Dios nos ha creado para ser libres y cada invitación de Dios apunta a la libertad.
Es nuestra decisión. A más egoísmo, superficialidad y distracción, más fracaso y vacío.
María nos ayude a vivir, con honesta integridad, dóciles y atentos a lo que Dios nos pida.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO II
1Sam. 3, 3b-10.19:"Samuel, todavía muchacho, dormía en el Santuario del Señor... El Señor le llamó y él respondió: «Aquí estoy.» Y corrió donde Elí... Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y le dijo...: «Vete a dormir, y si te vuelve a llamar, dile: ‘Habla, Señor, que tu siervo escucha’»... "
Salmo 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad"
1Cor. 6, 13c-15a.17-20: "El cuerpo no es para la concupiscencia, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. Dios... resucitará nuestros cuerpos con su poder. ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo?...¿No saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo...? ¿No saben que no se pertenecen?... glorifiquen a Dios en su cuerpo."
Jn. 1, 35-42: "Juan estaba con dos de sus discípulos y, al ver pasar a Jesús, dijo: «Miren, éste es el Cordero de Dios». Al escucharlo, siguieron a Jesús. Éste se giró y... les preguntó: «¿Qué desean?» Ellos le dijeron: «Rabí... ¿dónde vives?». Les respondió: «Vengan y lo verán.» Ellos fueron y vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día... Uno de los dos... era Andrés, hermano de Simón Pedro... Le dijo: «Hemos encontrado al Mesías...» Y lo llevó donde Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Quefas, que quiere decir Piedra»"
Salmo 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad"
1Cor. 6, 13c-15a.17-20: "El cuerpo no es para la concupiscencia, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. Dios... resucitará nuestros cuerpos con su poder. ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo?...¿No saben que sus cuerpos son templo del Espíritu Santo...? ¿No saben que no se pertenecen?... glorifiquen a Dios en su cuerpo."
Jn. 1, 35-42: "Juan estaba con dos de sus discípulos y, al ver pasar a Jesús, dijo: «Miren, éste es el Cordero de Dios». Al escucharlo, siguieron a Jesús. Éste se giró y... les preguntó: «¿Qué desean?» Ellos le dijeron: «Rabí... ¿dónde vives?». Les respondió: «Vengan y lo verán.» Ellos fueron y vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día... Uno de los dos... era Andrés, hermano de Simón Pedro... Le dijo: «Hemos encontrado al Mesías...» Y lo llevó donde Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Quefas, que quiere decir Piedra»"
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