Empezamos el 2009 festejando a María nuestra Madre. Felices nosotros! Feliz Año Nuevo!
MARÍA, MADRE DE DIOS
El pueblo de Israel, y nosotros a través de él, ha conocido a Dios por las obras divinas experimentadas, siempre y cuando no manipulara ni pervirtiera ni su destino ni significado.
Sólo quien está atento a la real presencia de Dios podrá gozar de su acción, aun en lo más pequeño que le suceda. Así lo vivió María desde el principio. Dios es siempre bendición.
1. Estamos destinados a ser bendición.-
Ésta es la realidad a la que se refiere la bendición que el Señor pide se ofrezca al Pueblo de Dios: la claridad del rostro de Dios es la claridad de la conciencia que nos permite descubrir la constante presencia Providente y Benefactora del Dios de la Vida que, en su Amor, está presente en todos los pliegues de nuestra cotidianidad, eficiente, aun sin hacerse notar.
Padre de toda vida, es la fuente de toda maternidad. En Él aprendió María su maternidad humana ¡y divina!: en la meditación cotidiana de la Palabra hecha historia, acontecimiento diario, transmisión escrita y proclamación en la asamblea; en la oración constante, tanto personal, conyugal, familiar como comunitaria y sacramental. Así aprendemos a ser bendición viva.
2. Solo conocemos a Dios en la vida solidaria y comprometida.-
No hay otro modo de conocer la materno-paterna sensibilidad de Dios. A las personas, individual y/o comunitariamente, no se les conoce de otro modo que con la intimidad personal.
Así es la esencia de todo ser personal, humano, angélico y divino.
Ante la presencia de Dios los humanos nos sentimos, anonadados y sobrecogidos, también lo vivió María, los pastores y todos los que han tenido algún contacto real con Dios. Él da sentido a nuestra vida, la llena de la grandeza de su presencia, así la hace bendición.
Ante su presencia nadie, serio, objetivo y sensato, se siente bueno y justo.
Si nos invade la soberbia que nos lleva juzgar a las personas, como si estuviéramos por encima de ellas, estamos ante un signo explícito (diría “científico”) de que somos ignorantes del Dios verdadero y nos estamos creando nuestros propios dioses, efímeros, engañosos y destructores de toda paz, de la interior y, por consecuencia, también de la exterior.
3. La sencillez nos lleva a ser bendición, fruto de la sabiduría divina, que construye la historia.-
El salmo 66 nos invita a presentarnos ante Dios, pidiendo humildemente su bendición. Ella nos salva de todo pecado que confesemos y nos llena de sencilla alegría, bondad y alabanza.
La venida del hijo de María, fue larga y pacientemente preparada por Dios mismo desde que el hombre es hombre: destinado a vivir a Dios como a su “Abbá”, es decir, ser su hijo.
Pablo habla de la plenitud de los tiempos. ¿Qué significa esto? Primero que Dios siempre ha buscado hacernos entender su Amor, para que lo podamos aceptar y asumir sin temores. Poco a poco, los sencillos, fueron llegando a una creciente apertura, deseo, comprensión de los dones y promesas de su Señor. Así Dios se hizo uno de nosotros, en Jesús, su Hijo encarnado, sin subyugarnos y, llegado el momento, llenar nuestra vida con la presencia de su Espíritu estimulando nuestra libertad hacia una creciente santidad, con visibles obras maravillosas.
Sólo se necesita un corazón sencillo, como el de María, la madre atenta; como el de José, el padre creyente y justo, como el de los pastores, sencillos y dóciles oyentes. Las maravillas de Dios son para todos. ¡Nadie queda excluido! María, la Madre, nos espera a todos y a todos nos invita a gozar de la presencia de Jesús, generadora de bendición: ¡Abrámonos ya!
Sólo quien está atento a la real presencia de Dios podrá gozar de su acción, aun en lo más pequeño que le suceda. Así lo vivió María desde el principio. Dios es siempre bendición.
1. Estamos destinados a ser bendición.-
Ésta es la realidad a la que se refiere la bendición que el Señor pide se ofrezca al Pueblo de Dios: la claridad del rostro de Dios es la claridad de la conciencia que nos permite descubrir la constante presencia Providente y Benefactora del Dios de la Vida que, en su Amor, está presente en todos los pliegues de nuestra cotidianidad, eficiente, aun sin hacerse notar.
Padre de toda vida, es la fuente de toda maternidad. En Él aprendió María su maternidad humana ¡y divina!: en la meditación cotidiana de la Palabra hecha historia, acontecimiento diario, transmisión escrita y proclamación en la asamblea; en la oración constante, tanto personal, conyugal, familiar como comunitaria y sacramental. Así aprendemos a ser bendición viva.
2. Solo conocemos a Dios en la vida solidaria y comprometida.-
No hay otro modo de conocer la materno-paterna sensibilidad de Dios. A las personas, individual y/o comunitariamente, no se les conoce de otro modo que con la intimidad personal.
Así es la esencia de todo ser personal, humano, angélico y divino.
Ante la presencia de Dios los humanos nos sentimos, anonadados y sobrecogidos, también lo vivió María, los pastores y todos los que han tenido algún contacto real con Dios. Él da sentido a nuestra vida, la llena de la grandeza de su presencia, así la hace bendición.
Ante su presencia nadie, serio, objetivo y sensato, se siente bueno y justo.
Si nos invade la soberbia que nos lleva juzgar a las personas, como si estuviéramos por encima de ellas, estamos ante un signo explícito (diría “científico”) de que somos ignorantes del Dios verdadero y nos estamos creando nuestros propios dioses, efímeros, engañosos y destructores de toda paz, de la interior y, por consecuencia, también de la exterior.
3. La sencillez nos lleva a ser bendición, fruto de la sabiduría divina, que construye la historia.-
El salmo 66 nos invita a presentarnos ante Dios, pidiendo humildemente su bendición. Ella nos salva de todo pecado que confesemos y nos llena de sencilla alegría, bondad y alabanza.
La venida del hijo de María, fue larga y pacientemente preparada por Dios mismo desde que el hombre es hombre: destinado a vivir a Dios como a su “Abbá”, es decir, ser su hijo.
Pablo habla de la plenitud de los tiempos. ¿Qué significa esto? Primero que Dios siempre ha buscado hacernos entender su Amor, para que lo podamos aceptar y asumir sin temores. Poco a poco, los sencillos, fueron llegando a una creciente apertura, deseo, comprensión de los dones y promesas de su Señor. Así Dios se hizo uno de nosotros, en Jesús, su Hijo encarnado, sin subyugarnos y, llegado el momento, llenar nuestra vida con la presencia de su Espíritu estimulando nuestra libertad hacia una creciente santidad, con visibles obras maravillosas.
Sólo se necesita un corazón sencillo, como el de María, la madre atenta; como el de José, el padre creyente y justo, como el de los pastores, sencillos y dóciles oyentes. Las maravillas de Dios son para todos. ¡Nadie queda excluido! María, la Madre, nos espera a todos y a todos nos invita a gozar de la presencia de Jesús, generadora de bendición: ¡Abrámonos ya!
P. José María Doménech Corominas, sdb
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Nm. 6, 22-27: "Bendigan al pueblo de Israel con estas palabras: «Que el Señor te bendiga y te guarde, que te permita ver la claridad de su mirada, se apiade de ti... y te dé la paz»..."
Salmo 66: "Que Dios se apiade de nosotros y nos bendiga."
Gal. 4, 4-7: "Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo... para que obtuviéramos ya la condición de hijos... el Espíritu de su Hijo, que Él nos ha enviado, grita en nuestros corazones: «¡Abbá, Padre!» ...ya no eres esclavo, sino hijo y si eres hijo, también eres heredero..."
Lc. 2, 16-21: "Los pastores fueron a Belén y encontraron a María y a José con el niño en el pesebre... María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón... los pastores se regresaron glorificando a Dios... A los ocho días, al circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús..."
Imagen tomada del sitio
Taringa! apuntes y monografías: María Madre de Jesús
Salmo 66: "Que Dios se apiade de nosotros y nos bendiga."
Gal. 4, 4-7: "Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo... para que obtuviéramos ya la condición de hijos... el Espíritu de su Hijo, que Él nos ha enviado, grita en nuestros corazones: «¡Abbá, Padre!» ...ya no eres esclavo, sino hijo y si eres hijo, también eres heredero..."
Lc. 2, 16-21: "Los pastores fueron a Belén y encontraron a María y a José con el niño en el pesebre... María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón... los pastores se regresaron glorificando a Dios... A los ocho días, al circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús..."
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