julio 16, 2009

El Señor es mi pastor, nada me falta!

El querido padre Josemaría nos envía su sugerencia homilética para este domingo, y un mensaje especial.

La liturgia nos habla de los Pastores del pueblo de Dios. Nos da así oportuna ocasión para agradecer por los Pastores que el Señor nos ha regalado. Cuántos sacerdotes santos existen aún en el mundo! En un mundo que se empeña cada vez más en denigrar la reputación de nuestros Pastores, incidiendo solamente en los errores y pecados de los caídos y sin mencionar siquiera la constancia y entrega de la mayoría.

Nosotros tenemos la enorme fortuna de contar con sacerdotes "a cabalidad". Pastores incansables, fieles a sus principios, que predican con el ejemplo de su propia vida y no con palabras inventadas o frases rebuscadas de la Biblia. Personas que viven en la sencillez extrema muchas veces, y aún así compartiendo lo poco que tienen con el prójimo a quien ven siempre como un hijo. Pastores humildes y dadivosos, generosos y austeros, que viven dando TODO para el prójimo y guardando NADA para ellos.

Estos hombres santos existen todavía en nuestro mundo. A estos hombres son los que llamamos Padres, porque nos hacen sentir tangiblemente la existencia de Dios y Su amorosa presencia en nuestras vidas.

Les pido a todos que por favor me acompañen en la oración por Don Antonio Doménech Corominas, hermano del padre José. Don Antonio tuvo el encargo de la Congregación de velar por la Pastoral Juvenil Salesiana y lo hizo muchos años hasta que debió dimitir por su salud. Hoy está muy enfermito puesto en las manos de Dios y unido más que nunca a nuestra dulce Auxiliadora.

El mejor gracias que podemos dar por tanta y generosa entrega es nuestra oración filial. Unámonos al Padre Josemaría en este momento. Gracias.


Ser cristiano es una gracia muy particular que el Señor nos regala y, con ella, nos confía la misión profética de anunciar su Amor, Paz y Vida Eterna para todos.

Lo haremos, primero y ante todo, siendo nosotros mismos testigos personales del Señor de la Vida. Cuando nuestra vida cristiana es sana, trae consigo la paz y la unidad en la comunidad.

La vida cristiana es sana cuando está centrada en Jesucristo y no en instituciones, que no deben despreciarse, pues fue Él quien la fundó en sus bases; y, menos todavía, en costumbres, que tanto nos distancian y hasta nos enemistan. El Señor es nuestra paz, porque es nuestra Vida, y Vida Eterna, más allá de todo lo que no sea Él y su Amor.

El Señor desea que no nos dejemos atrapar por nada que nos impida alimentarnos de Él, de su Vida de Amor incondicional.

Solo Él es el Maestro que nos lleva a la Vida y a ser dadores de vida.

Todo lo que nos aleje de Él acabará alejándonos de los hermanos y provocando que los usemos, en degradación creciente, para buscar, de un modo u otro, nuestro beneficio.

Vivamos en el Señor, pues solo Él nos une y nos llena de su Paz y Vida, de la que deberá vivir el mundo que amamos y deseamos ver cada día mejor y más digno.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

NB. Una oración especial por mi hermano Antonio que ya está caminando el final del camino de esta penúltima etapa de su vida. Gracias.


El Señor es mi pastor, nada me falta!

¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿Para qué sirvo, fuera de lo que se me pide hacer en el trabajo, en casa, en el barrio, con los amigos, en el grupo o iglesia?

¿No nos sentimos muchas veces como verdaderos anónimos en la masa? ¡Como si fuéramos ‘nadie’ en medio de tanta gente! ¡No siempre nos sentimos tomados en cuenta! Muchas veces vivimos como si nos usaran o nos pidieran más de lo que creemos poder… ¡Cuántas desorientaciones, angustias, violencias interiores y exteriores e inseguridades inconfesadas!

Para llorar… ¡Cuántos se equivocan porque les señalan, como buenos, caminos errados y después no encuentran salida digna, respetuosa y sanadora! Nadie los defiende, ni les orienta.

Muchas guerras, de todo tipo, son construidas artificialmente por intereses escondidos: pequeñas y grandes; personales, familiares, vecinales, nacionales, internacionales. ¡¡Y todos tienen razón!! El único no importante es el que debe pagar las consecuencias, sea quien sea. Ideologías descabelladas, teorías con pretensiones casi dogmáticas… y, en medio de todo, tantas personas desorientadas, perdidas, separadas, con enemistades creadas y mantenidas desde fuera.

No muchos tienen la experiencia de la presencia Providente y bondadosa del Dios que nos cuida, porque nos ama. Y, sin embargo, ésta es una gozosa y muy objetiva realidad.

El Señor Jesús es nuestro pastor y, como tal, da su vida por nuestra felicidad plena. Nunca se cansa de estar cerca e interesarse por nosotros, aunque no le prestemos mucha atención o le despreciemos. Dios no actúa según la respuesta sino según nuestras reales necesidades.

Ser cristiano incluye una grave responsabilidad, la propia de los pastores, pues lo somos

Los cristianos, con nuestro compromiso de vida, orientamos, o no, no solo nuestra vida hacia Dios sino también la de nuestro mundo. Cuando un cristiano está más preocupado de complacerse a sí mismo o a su mundo, y no tanto al Dios que le da cada día Su Vida, se convierte en un pastor traidor que desorienta o desvía a sus vecinos y conciudadanos señalando como verdaderos y válidos los criterios de la moda, que nadie asegura sean los salvíficos de Dios.

El profeta nos llama la atención: nuestra responsabilidad en el mundo es grave; debemos ser como Dios y en toda decisión debe buscar el bien profundo y eterno de los que nos rodean.

Los que construimos este mundo desde el Evangelio, construimos, como Dios, la unidad.

Un criterio de la presencia salvífica de Dios es la unidad más allá de lo ‘natural’.

Donde a Dios se le deja actuar con libertad y se le acoge con sencillez y docilidad, surge la unidad, incluso de los contrarios, y ésta siempre se basará en el Amor y Verdad de Dios.

Nuestro actuar debe seguir siempre este camino: construir en Cristo nuestras relaciones.

La vida cristiana madura si nos acercamos a Jesús, que se interesa por cada uno de nosotros

En nuestro mundo no es difícil cansarse y, si nos quedamos solos, desorientarse.

Cristo nos invita a seguirle y a reposar en Él, en su intimidad, para saber alimentarnos y alimentar. Lejos de Él, los ‘alimentos’ están contaminados de protagonismo y ansia de poder.

Cristo nos hace pastores que saben ofrecer el alimento saludable de las bienaventuranzas.

Pedimos a María saber fiarnos de su hijo Jesucristo y alimentarnos de Él en su intimidad.

Padre José María Domènech Corominas, sdb



CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XVI


Jr. 23, 1-6: "Ay de los pastores que pierden y dispersan las ovejas... Yo les pediré cuentas... de todo el mal que han hecho... Yo mismo recogeré a las ovejas dispersas... les daré pastores... haré germinar un brote legítimo del linaje de David... hará que reine en el país la justicia y el bien… Su nombre será: «El-Señor-es-nuestro-bien»."

Salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta"

Ef. 2, 13-18:
"Uds. antes estaban lejos de las promesas, pero la sangre de Cristo los ha acercado. Él es nuestra paz. Él ha destruido la barrera que los separaba y los mantenía enemigos... Así ha puesto paz... y ha creado una nueva humanidad centrada en Él... Por Él unos y otros tenemos entrada al Padre, guiados por un solo Espíritu."

Mc. 6, 30-34: "...Jesús les dice: «Vengan... a un lugar apartado para descansar»... no tenían tiempo ni para comer... Cuando Jesús desembarcó vio tanta gente que se compadeció porque eran como ovejas sin pastor. Se puso a instruirlos con calma."



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