marzo 12, 2010

El Hijo Pródigo

Esta es la penúltima semana antes de la Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos.

Se nos van terminando las semanas de Cuaresma... Aprovechemos, con redoblado esfuerzo, este tiempo de Gracia que nos prepara al Tiempo en el que el Señor se nos ofrece con toda la fuerza del Resucitado. Desea llenar nuestra vida de su Vida Nueva y transformar nuestros deseos de paz, serenidad y felicidad hecha alegría profunda en realidades crecientes por la apertura dócil al don de Dios y conciencia creciente de su Amor personal a cada uno de nosotros, ellas y ellos, de todo nivel cultural y formativo...

Nadie está excluido del Amor Redentor y Santificador de Dios. Absolutamente nadie. Pero, para tomar conciencia de ello y poderlo vivir a profundidad, es necesario tener la mente y el corazón abiertos... ¡Y eso requiere voluntad y entrenamiento!

Los dones de Dios son gratuitos, pero saberlos recibir e integrarlos en nuestra vida no lo es, cuesta, pues tenemos en nosotros más de un elemento que les oponen resistencia por la presencia del pecado y de los hábitos que nos desvían de nuestra vocación primera y sustancial: ser como Dios.

Para eso es la Cuaresma, para abrirnos cada vez mejor y más profundamente a los dones de Dios... ¡Y después vendrá la Gracia del Tiempo de Pascua con sus propios dones! Pero si no nos hemos abierto en la Cuaresma, la Pascua nos será más difícil de entender e integrar en la vida y perderemos muchas oportunidades... ¿Una vez más? No. Digamos con toda el alma: ¡¡¡No!!! Este año no las vamos perder o, al menos, este año trataremos de aprovechar todos los dones que Dios nos ofrece a través de la Iglesia en su Palabra, en sus Sacramentos, en su Comunidad.

Este domingo se nos habla de la Misericordia de Dios que nos ofrece liberarnos de toda esclavitud, si nosotros se lo permitimos. Misericordia eterna que nos desea integrar en su Comunión Trinitaria, que, desde la Encarnación del Hijo Único, se hace Familia-Comunidad de Vida Nueva en la que también está la persona humana, con su físico (ciertamente resucitado) pero con su físico...

Desde la Pascua, se está realizando plenamente todo el Plan primero, y único, de Dios. Él desea que también cada uno de sus hijos, los seres humanos, esté en Él, por eso nos ha llamado a proclamar su Amor con nuestra vida y nos ha hecho testigos y embajadores de su Reconciliación en favor de toda la humanidad. Los cristianos no podemos dejar de vivir en Cristo sin dejar de convertirnos en traidores de todos nuestros hermanos, los hombres -varones y mujeres- de todo el mundo; pues todos anhelan, aunque no lo expresen ni tengan conciencia de ello, la Resurrección de Jesucristo en sus vidas, de modo que las vean en continua transformación hacia la Comunión Universal, la Paz fruto de la Justicia y la Verdad en el Amor, la Felicidad más radical y profunda, que nada sea capaz de perturbar.

Todo esto nos lo ha dado ya Jesucristo con su Pascua, pero lo debemos saber aceptar reconciliándonos con Dios, dado que Dios ya ha dado el primer paso que nos asegura que por su parte nos tiene ya en el centro de su Amor.

Oremos para que sepamos, como cristianos, cumplir nuestra Misión en el mundo. Tal vez muchos no nos entiendan y hasta nos maltinterpreten... Buscaremos mil formas para que no se desconcierten y puedan abrirse, pero lo que no podemos hacer es callarnos. Las palabras y signos son necesarios, pero lo que es más necesario es la vida, toda la vida integrada en Cristo, pues Él y sólo Él es el Salvador.

María, con su Maternidad Universal, nos Auxilie en tan maravillosa tarea.

Dios nos bendiga a todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB


El Hijo Pródigo
Al reconciliarnos consigo mismo, Dios nos libera recreándonos para que podamos vivir, cada vez mejor, en Cristo, como Hijos de Dios.

Dios es Padre y nos ama a todos personalmente como a hijos suyos que somos. Él no tiene preferencias porque jamás está centrado en sí mismo, sino sólo en el bien de los que le rodean. Es modelo acabado de Persona en Comunión. Por eso las tres Personas de la Santísima Trinidad son un solo Dios, no lo forman como algo externo a ellas. Él es garantía del triunfo de nuestra historia, pues estamos hechos a su imagen y, por eso, tenemos todo lo necesario para ser como Dios, comenzando por la libertad, que también podemos usar contra nosotros mismos.

El Israel esclavo es liberado, pero los hijos de la parábola, a pesar de estar en la casa de la libertad y del amor, no lo viven así y se rebelan contra el Padre, autoexcluyéndose de su familia: uno se va de casa, y se pierde, y el otro, aun quedándose en casa, vive perdido, encerrado en sí mismo, y por eso no participa de la vida del Padre y critica su Amor misericordioso.

A nosotros se nos ofrecen los beneficios del Amor y Vida Nueva en Cristo, con una reconciliación que, partiendo de Dios, nos lleva a gozar de su Amor en la libertad de los hijos.

Todos deseamos ser felices, es nuestro derecho y un fruto de nuestra vocación humana. Para poderlo lograr Pablo nos insta a reconciliarnos con nuestro Dios, Comunión Trinitaria.

Celebrar la Pascua es signo de haber recibido y estar viviendo la Salvación que nos libera

Josué introduce al pueblo en la tierra prometida y comienzan a realizarse las Promesas. Dependerá del pueblo el vivirlas, y gozarlas, a mayor o menor profundidad.
Celebrar la Pascua expresa una identidad interior: el Pueblo acepta vivir como Pueblo de Dios y vive recibiendo, de buen grado, todos los dones que Éste le ofrece, más allá de miedos y resistencias de todo tipo: internas, las más difíciles de superar, y externas, siempre presentes.

Dios, en su libertad y Amor, reconcilia a todos y nos envía a comunicarles su salvación

Pablo nos insta a no engañarnos: la reconciliación obrada por Dios en Cristo es un don para toda la humanidad. ¡Somos responsables de ofrecerlo con convicción personal! Ello es necesario para ser creíbles. Dios nos llama a vivir como su nueva creación. Si nos dejamos ganar por las tendencias degradantes de nuestras culturas, inducimos a engaño a nuestros hermanos.

Lo importante es regresar a casa, aunque la conversión sea incipiente; el Padre hará lo demás

La Misericordia de Dios es infinita: interesa no tanto nuestra capacidad actual de conversión, sino que nos acerquemos a Él con dócil confianza: lo demás, si le dejamos, lo pone Él.

Pidamos a María la valentía de aceptar la reconciliación de Dios con sencilla docilidad.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C - CUARESMA – DOMINGO IV
Al reconciliarnos consigo mismo, Dios nos libera recreándonos para que podamos vivir, cada vez mejor, en Cristo, como Hijos de Dios.


Js. 5, 9a.10-12:
"El Señor dijo a Josué: «Hoy les he liberado de la humillación de Egipto» Los israelitas… celebraron la fiesta de Pascua… Al día siguiente… comieron ya de los frutos del país… no cayó más el maná…"
Sal. 33: "Prueben y constaten: ¡qué bueno es el Señor!"

2Cor. 10, 1-6.10-12:
"Los que viven en Cristo son una nueva creación… ha comenzado un mundo nuevo. Todo es obra de Dios, que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación… Nosotros, por tanto, somos embajadores de Cristo… Se lo pedimos en nombre de Cristo: reconcíliense con Dios… para que en Él (Cristo) nosotros podamos ser justos según la justicia de Dios".

Lc. 15, 1-3.11-32: "Al ver que los cobradores de impuestos y otros pecadores se acercaban a Jesús para escucharle, los fariseos… decían: «Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos» Jesús les propuso esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su Padre: “Padre, dame la parte de herencia que me toca”… se fue a un país lejano… malbarató sus bienes en una vida degradante… vino una gran hambre… se arrendó… para cuidar chanchos… “Cuántos trabajadores, en la casa de mi padre, tienen pan de sobra y aquí yo me muero de hambre. Volveré a mi padre…” el Padre le vio de lejos y se conmovió; corrió, le abrazó y le besó… “¡De prisa traigan el mejor vestido… un anillo y calzado; maten el ternero cebado para celebrarlo porque éste, mi hijo… ha regresado vivo… lo hemos encontrado!” E hicieron fiesta. El hijo mayor… cuando se acercó a la casa escuchó la música y el baile… se indignó y no quería entrar. El Padre salió y le rogaba…»."

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