Ya estamos en la mitad del tiempo de Cuaresma.
Tiempo de Gracia en el Eterno Tiempo de Amor de Dios, nuestro Padre.
Es importante que nos preguntemos cómo estamos aprovechando este momento de Gracia que el Señor nos regala. Su Amor nos sigue sin descanso, como el Buen Pastor.
Dejémonos encontrar por Él, no le tengamos miedo, lo único que desea es nuestra vida y que ésta sea feliz, como Él es feliz, pues hemos sido creados para ser como Él: ¡tan felices que caminemos por el mundo dando vida a derecha y a izquierda, arriba y abajo, delante y detrás!
¡¡Que nadie se quede sin nuestra expansión de vida feliz, es decir, sin sentir que le llega y beneficia el Amor de Dios hecho historia en nuestra historia cotidiana!!
Este domingo la Palabra nos invita a dar frutos de Vida eterna en nuestro cotidiano vivir; en este pequeño vivir que parece sin importancia, como la tierra que rodea al árbol. Todos miramos al árbol pero pisamos la tierra que el rodea... Sin embargo, es ésta la que le permite al árbol dar hojas, flores y frutos, crecer desarrollarse y ofrecernos su sombra, frescor, oxígeno...
No se trata de ser buenos con la tierra sino justos: ésta es la única bondad que se nos pide, tratarla como ella se merece y también necesita.
Nuestro cotidiano vivir es la tierra de nuestra vida. Allí el Señor nos pide que pongamos su "abono": Amor hecho presencia y Sacramento, Palabra y relación para despertar, mejorar y reconstruir la vida nuestra y de nuestros hermanos... Los frutos ya vendrán solos, es imposible que no lleguen a su tiempo. Si no llegan es que estamos haciendo inútil los dones de Dios, los estamos, por activa o por pasiva, haciendo inútiles.
Muchas veces no somos agradables a Dios no tanto porque no damos frutos, sino porque no abonamos nuestra vida con los dones de Dios, que son gratuitos y, no tenemos que trabajar para obtenerlos (su Amor Eterno nos los da porque quiere darlos al percibir que los necesitamos): solo debemos saber pedirlos, pues esto, por un lado, indica que nos damos cuenta de que los necesitamos y, por otro, esto nos prepara para saberlos aprovechar adecuadamente al recibirlos.
¡Cuántas cosas Dios nos regala y nosotros las dejamos pasar!
¡Cuántas invitaciones suyas (como la misa dominical o la reconciliación mesual o lo más frecuente posible) son dejadas de lado por nosotros ya sea por descuido, por desidia o por aprecio inadecuado, cuando no por desprecio!
Tentaciones nunca faltarán y Dios es siempre nuestra defensa; Él nunca deja de hablar, es nuestra Luz y Salvación. Es nuestra entera responsabilidad aprender a recibir y aprovechar todo lo recibido de Dios, quien nos lo confía con tanto amor gratuito.
Dios nos bendiga a todos con su Sabiduría y Caridad.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
Nuestro Dios es Dios compasivo y fiel y pide fidelidad a los miembros de su Familia.
Somos Familia de Dios porque Él nos eligió. Vino a liberarnos, lucha constantemente a favor nuestro, pues se comprometió con nosotros para siempre. No calla, no cede, no duerme, no está ensimismado en su grandeza: ¡Dios es Dios! Por tanto no existe para sí, sino para llenar de vida a los que Él ha creado, para que sean lo que son, y de su propia Vida a los que creó para ser como Él. No consiente que sean destruidos: los defiende con su propia existencia.
A nosotros nos invita a colaborar con su gloriosa obra de Vida Nueva a favor, sobre todo, de los que la muerte, con sus mil caras, amenaza con la destrucción moral, psicológica y, a la larga, hasta material, como personas y como pueblo. Es verdad: los que actúan como señores de la muerte están ya condenados por la misma muerte que generan con sus actitudes.
Dios les llama a la Vida, pero, como hace con todos, no se la impone. Nos toca a nosotros, hijos amados de Dios, su pueblo elegido, ser la presencia claramente propositiva de Dios, primero con nuestras explícitas actitudes de vida para con todos y después con nuestras palabras y argumentos, para que, abandonando sus actitudes engañosas, esclavizantes y destructivas, se abran la Vida y a la felicidad de construir la paz con el Amor en la Verdad y la Justicia.
Pablo nos advierte que todos vivimos continuamente la tentación de infidelidad creyendo que podemos ser cristianos sin dejarnos guiar por el Señor de la Vida. Nos recuerda que necesitamos convertirnos día a día, examinándonos, bajo la guía de su Espíritu de Santidad, desde el Amor eterno, verdadero, universal e infinito del Padre manifestado por el don de la vida del Hijo.
Dios, como Padre, cuida sin descanso a cada uno de sus hijos y nos llama a colaborar con Él
Moisés, en la sencillez del pastoreo, tiene una insólita experiencia; allí Dios le hace conocer su Voluntad salvadora y le invita a comprometer en ello su vida. El Amor de Dios es creativo, por eso tiene una infinita confianza en la persona humana, creada a su Imagen.
La propuesta nos descubre nuestras limitaciones y miedos: Dios solo pide confianza en Él.
Ser fieles a Dios, nuestro Padre, pide un continuo esfuerzo de conversión a su Amor concreto
La misericordia de Dios abarca a todos, sin excepción. Pero no todos le reciben convenientemente. Solo la continua conversión personal, permite la libre acción salvífica de Dios.
Los dones no nos cuestan, pero sí el vivirlos y hacerlos madurar en nuestra historia.
Dar frutos de fidelidad supone aceptar alimentarnos siempre del Espíritu del Padre y del Hijo
Dios pide frutos; pues son ellos los que testifican ante el mundo su acción renovadora. Pero los frutos dependen solo de nosotros: Él nos confía la vida, cuida nuestro ambiente, nos ofrece su Palabra y Espíritu, verdadero abono de Vida Nueva, pero solo nosotros damos los frutos.
Pidamos a María atención dócil ante las propuestas de Dios para dar los frutos debidos.
Ex. 3, 8a.10.13-15: "Moisés apacentaba las ovejas… llegó a la montaña de Dios… «Voy a observar… ¿por qué será que la zarza no se consume?»… el Señor lo llamó desde la zarza…: «Aquí estoy», respondió Moisés… «…el suelo que estás pisando es tierra santa… Yo soy el Dios de tu padre… he visto la opresión de mi pueblo… he bajado a librarlo… y a hacerlo subir… a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, Yo te envío… Yo soy el que soy… Éste es mi nombre para siempre…»"
Sal. 102: "El Señor es compasivo y misericordioso"
1Cor. 10, 1-6.10-12: "…todos nuestros padres fueron guiados por la nube… atravesaron el mar… comieron de la misma comida y bebieron de la misma bebida… de una roca espiritual... y esa roca era Cristo… A pesar de eso, muy pocos fueron agradables a Dios… no nos dejemos arrastrar por los malos deseos… está escrito para que nos sirva de lección… el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!"
Lc. 13, 1-9: "…Jesús les respondió: «¿Creen que… eran más pecadores que los demás…? Les aseguro que no; y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera»… «Un hombre tenía una higuera… Fue a buscar frutos y no los encontró… ¡Córtala!, ¿para qué malgastar tierra?... “Señor, déjala todavía este año; yo… la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”»."
Tiempo de Gracia en el Eterno Tiempo de Amor de Dios, nuestro Padre.
Es importante que nos preguntemos cómo estamos aprovechando este momento de Gracia que el Señor nos regala. Su Amor nos sigue sin descanso, como el Buen Pastor.
Dejémonos encontrar por Él, no le tengamos miedo, lo único que desea es nuestra vida y que ésta sea feliz, como Él es feliz, pues hemos sido creados para ser como Él: ¡tan felices que caminemos por el mundo dando vida a derecha y a izquierda, arriba y abajo, delante y detrás!
¡¡Que nadie se quede sin nuestra expansión de vida feliz, es decir, sin sentir que le llega y beneficia el Amor de Dios hecho historia en nuestra historia cotidiana!!
Este domingo la Palabra nos invita a dar frutos de Vida eterna en nuestro cotidiano vivir; en este pequeño vivir que parece sin importancia, como la tierra que rodea al árbol. Todos miramos al árbol pero pisamos la tierra que el rodea... Sin embargo, es ésta la que le permite al árbol dar hojas, flores y frutos, crecer desarrollarse y ofrecernos su sombra, frescor, oxígeno...
No se trata de ser buenos con la tierra sino justos: ésta es la única bondad que se nos pide, tratarla como ella se merece y también necesita.
Nuestro cotidiano vivir es la tierra de nuestra vida. Allí el Señor nos pide que pongamos su "abono": Amor hecho presencia y Sacramento, Palabra y relación para despertar, mejorar y reconstruir la vida nuestra y de nuestros hermanos... Los frutos ya vendrán solos, es imposible que no lleguen a su tiempo. Si no llegan es que estamos haciendo inútil los dones de Dios, los estamos, por activa o por pasiva, haciendo inútiles.
Muchas veces no somos agradables a Dios no tanto porque no damos frutos, sino porque no abonamos nuestra vida con los dones de Dios, que son gratuitos y, no tenemos que trabajar para obtenerlos (su Amor Eterno nos los da porque quiere darlos al percibir que los necesitamos): solo debemos saber pedirlos, pues esto, por un lado, indica que nos damos cuenta de que los necesitamos y, por otro, esto nos prepara para saberlos aprovechar adecuadamente al recibirlos.
¡Cuántas cosas Dios nos regala y nosotros las dejamos pasar!
¡Cuántas invitaciones suyas (como la misa dominical o la reconciliación mesual o lo más frecuente posible) son dejadas de lado por nosotros ya sea por descuido, por desidia o por aprecio inadecuado, cuando no por desprecio!
Tentaciones nunca faltarán y Dios es siempre nuestra defensa; Él nunca deja de hablar, es nuestra Luz y Salvación. Es nuestra entera responsabilidad aprender a recibir y aprovechar todo lo recibido de Dios, quien nos lo confía con tanto amor gratuito.
Dios nos bendiga a todos con su Sabiduría y Caridad.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
"El Señor es compasivo y misericordioso"
Nuestro Dios es Dios compasivo y fiel y pide fidelidad a los miembros de su Familia.
Somos Familia de Dios porque Él nos eligió. Vino a liberarnos, lucha constantemente a favor nuestro, pues se comprometió con nosotros para siempre. No calla, no cede, no duerme, no está ensimismado en su grandeza: ¡Dios es Dios! Por tanto no existe para sí, sino para llenar de vida a los que Él ha creado, para que sean lo que son, y de su propia Vida a los que creó para ser como Él. No consiente que sean destruidos: los defiende con su propia existencia.
A nosotros nos invita a colaborar con su gloriosa obra de Vida Nueva a favor, sobre todo, de los que la muerte, con sus mil caras, amenaza con la destrucción moral, psicológica y, a la larga, hasta material, como personas y como pueblo. Es verdad: los que actúan como señores de la muerte están ya condenados por la misma muerte que generan con sus actitudes.
Dios les llama a la Vida, pero, como hace con todos, no se la impone. Nos toca a nosotros, hijos amados de Dios, su pueblo elegido, ser la presencia claramente propositiva de Dios, primero con nuestras explícitas actitudes de vida para con todos y después con nuestras palabras y argumentos, para que, abandonando sus actitudes engañosas, esclavizantes y destructivas, se abran la Vida y a la felicidad de construir la paz con el Amor en la Verdad y la Justicia.
Pablo nos advierte que todos vivimos continuamente la tentación de infidelidad creyendo que podemos ser cristianos sin dejarnos guiar por el Señor de la Vida. Nos recuerda que necesitamos convertirnos día a día, examinándonos, bajo la guía de su Espíritu de Santidad, desde el Amor eterno, verdadero, universal e infinito del Padre manifestado por el don de la vida del Hijo.
Dios, como Padre, cuida sin descanso a cada uno de sus hijos y nos llama a colaborar con Él
Moisés, en la sencillez del pastoreo, tiene una insólita experiencia; allí Dios le hace conocer su Voluntad salvadora y le invita a comprometer en ello su vida. El Amor de Dios es creativo, por eso tiene una infinita confianza en la persona humana, creada a su Imagen.
La propuesta nos descubre nuestras limitaciones y miedos: Dios solo pide confianza en Él.
Ser fieles a Dios, nuestro Padre, pide un continuo esfuerzo de conversión a su Amor concreto
La misericordia de Dios abarca a todos, sin excepción. Pero no todos le reciben convenientemente. Solo la continua conversión personal, permite la libre acción salvífica de Dios.
Los dones no nos cuestan, pero sí el vivirlos y hacerlos madurar en nuestra historia.
Dar frutos de fidelidad supone aceptar alimentarnos siempre del Espíritu del Padre y del Hijo
Dios pide frutos; pues son ellos los que testifican ante el mundo su acción renovadora. Pero los frutos dependen solo de nosotros: Él nos confía la vida, cuida nuestro ambiente, nos ofrece su Palabra y Espíritu, verdadero abono de Vida Nueva, pero solo nosotros damos los frutos.
Pidamos a María atención dócil ante las propuestas de Dios para dar los frutos debidos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C - CUARESMA – DOMINGO III
Nuestro Dios, cuyo amor no duerme, siempre está atento a lo que nos pasa y nos pide íntima y fiel colaboración para hacer su obra en todos.
Nuestro Dios, cuyo amor no duerme, siempre está atento a lo que nos pasa y nos pide íntima y fiel colaboración para hacer su obra en todos.
Ex. 3, 8a.10.13-15: "Moisés apacentaba las ovejas… llegó a la montaña de Dios… «Voy a observar… ¿por qué será que la zarza no se consume?»… el Señor lo llamó desde la zarza…: «Aquí estoy», respondió Moisés… «…el suelo que estás pisando es tierra santa… Yo soy el Dios de tu padre… he visto la opresión de mi pueblo… he bajado a librarlo… y a hacerlo subir… a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, Yo te envío… Yo soy el que soy… Éste es mi nombre para siempre…»"
Sal. 102: "El Señor es compasivo y misericordioso"
1Cor. 10, 1-6.10-12: "…todos nuestros padres fueron guiados por la nube… atravesaron el mar… comieron de la misma comida y bebieron de la misma bebida… de una roca espiritual... y esa roca era Cristo… A pesar de eso, muy pocos fueron agradables a Dios… no nos dejemos arrastrar por los malos deseos… está escrito para que nos sirva de lección… el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!"
Lc. 13, 1-9: "…Jesús les respondió: «¿Creen que… eran más pecadores que los demás…? Les aseguro que no; y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera»… «Un hombre tenía una higuera… Fue a buscar frutos y no los encontró… ¡Córtala!, ¿para qué malgastar tierra?... “Señor, déjala todavía este año; yo… la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”»."
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