mayo 15, 2010

Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas

Entramos hoy en la última semana de Pascua. Ésta se cerrará con el domingo en el que celebraremos la fiesta de Pentecostés.

Con la fiesta de la Ascensión del Señor se cierra el ciclo de la Glorificación del Hijo de Dios encarnado y se abre el tiempo de los hijos de Dios que aprenden, con la Defensa-Consuelo-Magisterio del Espíritu Santo, a ser Comunidad de Discípulos de Jesús, hijos del Padre, testigos de la Resurrección y de la Esperanza que no defrauda porque ya tenemos las primicias de la Herencia divina en el Espíritu de Dios, que no solo nos fue prometida, sino que hemos sido creados, uno por uno, por el Padre para que pudiéramos gozar de ella ya en este periodo de nuestra vida, el segundo de aprendizaje, y así poder testificarla, como real y objetivamente posible y ofrecida, a toda la humanidad, por muy alejada que le parezca estar.

Nosotros podemos estar lejos de Dios, pues somos libres, muy limitados, y muchas veces vivimos engañados por el enemigo de nuestra vida, de toda vida, que nos lleva al mundo caótico del pecado que destruye todo lo bueno que encuentra; pero Dios jamás está lejos de nosotros, pues es nuestro Padre personal, por ser nuestro Creador de cada uno - Salvador por medio de su Hijo - Santificador por el Espíritu que nos ha entregado.

No se trata solo de admirar lo que Dios ha hecho con su Hijo, sino de profundizarlo, alimentarlo y vivirlo de tal forma que no solo incida en todo lo que vivimos y pensamos, sino que sea tan patente que impacte y cuestione nuestra vida y la de los que nos rodean.

Jesús, que este domingo se nos muestra plenamente como "El Señor", nos encarga que vayamos y sacudamos nuestro mundo con el testimonio de nuestra vida y de nuestras palabras, pero con la debida humildad del que sabe que todo lo ha recibido y debe continuamente alimentarlo y renovarlo en el Espíritu de Dios.

Éste le llama a una Vida Sacramental cada día más profunda y coherentemente vivida; a la escucha de la Palabra, que le lleva a la conversión continua y al compromiso de anunciarla donde viva y esté, primero y ante todo, con su forma de vivir en conversión continua; a un estilo de vida que refleje el Amor de Dios por todos, pero muy especialmente por los últimos y desconcertados, organizando toda su realidad desde la Voluntad de Dios y para glorificar su Nombre en todo tiempo, lugar, circunstancia y ante cualquier persona de cualquier nivel.

Aceptemos que el Señor es Nuestro Señor y estaremos seguros, aun en medio de la inseguridad que, sobre todo en nuestros días, vivimos.

María, la Madre Auxiliadora, nos acompaña en todo momento, no dejemos de imitarla y acudir a ella cuando las cosas se nos hacen muy difíciles y "cuesta arriba". Ella no nos quitará las sificultades, porque es de verdad Madre y Maestra, pero nos ayudará a superarlas, es decir, a hacernos más grandes y fuertes que ellas, como Jesús. Ella sabe hacerlo, tiene experiencia, se lo enseñó a Jesús, bien puede hacerlo con cada uno de nosotros que formamos parte del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

Dios les bendiga a todos copiosamente.

Saludos, me encomiendo a su oración fraterna.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio, en su mes, a las puertas de su novena:

P. José Mª Domènech SDB

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Jesús muestra abiertamente quién es “El Señor”: asciende soberano, superándolo todo. Nada se le escapa. Su camino ha sido solo uno: fidelidad a la Voluntad del Padre para cumplir Su Obra, la Salvación de sus hermanos, toda persona humana, en todo tiempo y espacio.

Pablo nos invita a profundizar cada día más la Obra de Dios en nosotros, la Iglesia, de la que Cristo ha sido constituido cabeza y a la que toda la humanidad es invitada a integrarse. Esto es tan importante que suplica por ello: ¡actitud de un buen evangelizador y catequista!

¿Tarea de la Iglesia? Ser testigos de la Obra de Dios en Cristo y en toda persona. La peor traición no es el pecado, cosa ya grave, sino la indiferencia, la vida superficial en el Señor.

Jesús nos envía su Espíritu, nos lo ofrece a todos en el Bautismo y la Confirmación, para que nos lleve a comprender y vivir en el Amor de Dios y nos defienda de toda desviación de la vida. Dios ofrece; quedamos gravemente responsabilizados, pues no es solo para nosotros.

Los dones de Dios son permanentes y piden coherencia de vida
No se trata de admirar la gloria del Señor Jesús, sino actuar como Él: vida centrada en la Voluntad del Padre, atentos a su Palabra, vivir al servicio de los hermanos, siempre humildes y dóciles ante el don del Espíritu. Dios nunca deja de ofrecer sus dones, aceptémoslos.

Se pide a los Apóstoles que no se precipiten, sino que, humildemente, en oración, esperen al Espíritu. Él les llevará a vivir en el inverosímil riesgo de la docilidad al Plan de Dios.

Mantenerse en sencilla escucha y sincera voluntad de secundar responsablemente los Planes del Padre de Jesús es la única forma coherente de ser creyente.

La Salvación de Dios nos compromete a profundizar su obra para testificarla con la vida

La coherencia nos pide, dado que no son nuestros Planes, ni somos nosotros los salva-dores, vivir en intimidad con el Salvador, dejarnos llenar por su Gracia en la vida sacramental frecuente y revisar nuestras actitudes para no traicionen al que debemos testificar.

En la vida cristiana nada es cómodo, pero, con la Gracia del Resucitado, sí es posible.

Somos, en la Iglesia, cuerpo de Cristo, testifiquemos su Vida Nueva viviendo en Él.

El camino de Jesús es el de la Iglesia para el bien de todos los pueblos: así serán sus testigos

La Iglesia tiene la misma Misión de Jesús: Comunión de Misión que pide Comunión de Vida, esto es, obediencia a la Voluntad del Padre, aunque sea dolorosa, para ofrecer la Salvación.

Para que sea posible nos enviará su Espíritu. Aprendamos a recibirlo: humilde atención.

Testificar a Jesús es garantía de vivir en la Salvación, pues solo así somos testigos.

Pidamos a María mantenernos en oración con ella para ser fieles a Jesús y su Espíritu.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO DE PASCUA - DOMINGO VII
ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Cristo glorioso se va y nos enviará al Espíritu, por Él seremos testigos fieles y profundos, ante todos los pueblos, de la Salvación de Dios


Hch. 1, 1-11:
"…estando reunidos les pidió que no se alejaran de Jerusalén y les dijo: «Esperen… serán bautizados con el Espíritu Santo»… Cuando dijo esto se elevó delante de ellos... y lo perdieron de vista… dos hombres vestidos de blanco les dijeron: «Hombres de Galilea ¿por qué se han quedado mirando al cielo?... volverá de la misma manera como lo han visto irse»."

Salmo 46: "Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas”

Ef. 1, 17-23:
"Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la Gloria, que les conceda los dones espirituales de una comprensión profunda y de su revelación… también que ilumine su mirada interior… Que conozcan también la grandeza inmensa del poder que actúa en ustedes, los creyentes,…que obró cuando resucitó a Cristo… lo hizo sentar a su derecha… Todo lo ha puesto bajo sus pies…haciéndolo cabeza de todo, lo ha dado a la Iglesia, que es su cuerpo..."

Lc. 24, 46-53: "…«Así dicen las Escrituras: El Mesías tenía que padecer y resucitar al tercer día y era necesario que se predicase en su nombre a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les enviaré el Don que el Padre les ha prometido…»… alzó las manos y los bendecía… se alejó de ellos a lo alto, hacia el cielo. Ellos se postraron adorándolo. Volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Continuamente iban al templo para dar gracias a Dios".


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