mayo 21, 2010

"Envía tu Espíritu, Señor"

Ante todo, feliz fiesta de María Auxiliadora para todos ustedes.

Ella, la Madre de Jesús, y nuestra Madre y Auxilio, es verdadera maestra de docilidad al Espíritu Santo, que ella recibió de Dios como Madre, primero, y, después, como discípula con todos los apóstoles en Pentecostés.

Este domingo, precisamente, estamos celebrando esta fiesta y, con ella, llegamos al final de la celebración de la Pascua.

Es verdad que cada domingo celebramos la Pascua, como cada día deberíamos mostrarnos como lo que estamos llamados a ser y hemos prometido ser, en la vida de cada día el día, del Bautismo: resucitados.

Pero durante cincuenta días en la Comunidad cristiana hemos meditado sobre el sentido y alcance de la Resurrección del Señor Jesús, que nos ha enviado, con el Padre y desde Él, al Espíritu Santo, su Espíritu, el que le guió y vivificó a Él de modo que también en nosotros, resucitados sacramentalmente, puede hacer maravillas.

Pidámosle la Sabidiría para comprender el Plan Eterno de Vida Nueva que Dios tiene a favor nuestro; el don del Entendimiento para que nos entendamos a nosotros mismos en este maravilloso plan; el don de Ciencia para que comprendamos y ubiquemos cada una de las cosas que nos rodean y usamos dentro del plan de Dios en el que nosotros somos el centro de atención; y nos abramos al don del Consejo para que seamos capaces de escucharle en todo lo que nos sugiere y pide y nos haga prudentes por el amor para saberlo transmitir a nuestros hermanos, sobre todo a los más necesitados de ello; pero también pidámosles el don de la Fortaleza para resistir al enemigo de nuestra vida, poderoso en mentira y desaliento, a fin de que no nos desanimemos de seguir en el esfuerzo de ser cada día más fieles a la Voluntad del Padre, que es la Vida y el Bien de nuestros hermanos, y nuestro. Ante la inmensa Bondad de Dios pidamos al Espíritu que nos dé el don de Piedad, es decir, la delicadeza creciente de tratar a Dios con todo el cariño y dedicación con el que Él nos trata a nosotros. Pidamos cada día al Señor esta expresión de amor: el don del Temor de Dios, por el que cada uno de nosotros deseamos vivir y comportarnos como los profundamente enemorados: que jamás Dios se entristezca por algo que hicimos a sabiendas y a Él no le gustó porque no era bueno o para nosotros o para nuestros hermanos. ¡Ojalá que no lo hiciéramos hasta sin querer! Hacer solo lo que a Dios les complazca.

El Espíritu desea que toda persona se llene de Él para que sea libre y feliz como Cristo Jesús.

Dios es Comunión Trinitaria y conduce, por el Espíritu, a la humanidad hacia la Comunión, se la hace ansiar y buscar y esto es más fuerte que todo el trabajo incansable del enemigo de nuestra vida.

Celebramos el Amor y Omnipotencia respetuosa del Señor.

Confiémosle nuestra vida: la dejamos en buenas manos.

Dios nos bendice a todos, bendigámosle a Él con nuestra existencia dócil a su Espíritu.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio, en su novena:

P. José Mª Domènech SDB

PENTECOSTÉS

Dios llamó al Pueblo elegido para que todos los pueblos conocieran a Dios de verdad. Lo ha hecho también con nosotros. El soplo de Dios nos recrea para llenarnos de sus dones a fin que el mundo conozca las maravillas de Dios. Éstas transforman a las personas desde dentro.

El don del Espíritu es esencial para asumir el Amor Salvador de Dios. No basta conocerlo con la inteligencia. El don del Espíritu supone apertura del corazón, disponibilidad interior, voluntad de conversión desde el fondo del propio ser, porque Dios jamás impone nada.

La unidad, tanto del propio interior, como la de pueblo, es una real conquista garantizada por la docilidad interior de los interesados a la constante obra de Dios. Quien quisiera imponerla la alejaría cada día más. Las personas son como Dios y merecen respeto y veneración.

El Espíritu de Dios es fuente de unidad, porque es la sustancia de la Comunión Trinitaria. Nos ha sido dado para hacer de la Iglesia la fuerza vital, luz y sal de la Humanidad, ansiosa de vida, paz y justicia para la dignidad de personas y pueblos, como Dios quiere.

Todos los pueblos son destinatarios de la Salvación, sellada y hecha patente por el Espíritu

Nadie queda excluido de la Salvación. Cristo, según el Plan del Padre, la consiguió y el Espíritu, enviado por el Padre y el Hijo, la selló con su aliento renovador y su fuego purificador a favor de todos los pueblos, por eso todos entendían el mensaje de Vida y Salvación.

La presencia del Espíritu todo lo llena. Quien de verdad lo desea y lo espera, ciertamente lo recibe. Él nos lleva a la unidad según estemos abiertos y dispuestos a construirla con Él.

El símbolo de las lenguas, que corrige Babel, habla de la humildad ante el don de Dios.

Para eso Él nos da sus dones, a cada uno lo suyo, para el bien de toda la Comunidad

Los dones del Espíritu: Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo, Fortaleza, Piedad y Temor de Dios, nos hablan de la apertura necesaria al que todo lo da para la unidad de todos. Con la Resurrección estamos todos llamados a ser Cuerpo de Cristo con la vida de su Espíritu.

El Espíritu es uno solo para que todos lo vivamos todo ante todo para el bien de todos.

La diversidad es riqueza a beneficio de la Comunidad. Somos y vivimos para los demás.

Cuando el Espíritu viene y nos recrea, deja su marca y ésta se muestra en la Paz y el Perdón

La Resurrección nos llama a vivir como resucitados, para eso Jesús nos da su Espíritu.

El Espíritu nos da su Paz, fruto de la ciencia y entendimiento de la Sabiduría de Dios que nos permite escuchar y comunicar su Palabra como Consejo de vida para la vida en Dios.

Por el Espíritu vivimos el Perdón, expresión de Amor del Dios que salva y renueva.

Pidamos a María vivir con fortaleza la delicadeza de tratar de no ofender jamás a Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C - TIEMPO DE PASCUA - DOMINGO VIII
PENTECOSTÉS

Cristo nos envía del Padre su Espíritu para que el Amor de Dios renueve a todo hombre y ellos formen la Comunión de salvados en al Fe


Hch. 2, 1-11:
"…el día de Pentecostés, estando todos juntos en el mismo lugar, de repente se sintió venir del cielo como un fuerte viento que llenó toda la casa… Entonces se aparecieron como unas lenguas de fuego que se distribuyeron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo… Residían en Jerusalén judíos piadosos de todas las nacionalidades…: «¿No son galileos todos estos que hablan?..., pero les escuchamos proclamar las grandezas de Dios en nuestras propias lenguas natales.»"

Salmo 103: "Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra"

1Cor. 12, 3b-7.12-13:
"Nadie puede confesar que Jesús es el Señor si no es por un don del Espíritu Santo. Los dones que recibimos son diversos, pero uno solo es el Espíritu que los distribuye… Las manifestaciones del Espíritu distribuidas a cada uno son un bien para todos… Todos nosotros, judíos o griegos, esclavos o libres hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo…"

Jn. 20, 19-23: "…los discípulos estaban en casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró, se puso en medio de ellos y les dijo: «La Paz sea con ustedes…. Como el Padre me ha enviado, yo los envío» Entonces sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes no perdonen, quedarán sin perdón»".

No hay comentarios.:

Publicar un comentario