marzo 19, 2011

"Señor, que descienda tu Amor sobre nosotros"

Tenemos el mensaje y sugerencia homilética que nuestro querido padre José María nos envía para este segundo domingo de Cuaresma.

¿Hacia dónde camina la persona humana, y con ella la humanidad?

¡Hacia la gloria, nos dice la Palabra este domingo! Sí, la Gloria de Dios, la eterna e infalible.

Creámoslo o no, es la verdad... ¡Ésta es la vocación de todo ser humano y Dios no fracasará! Que alguno de nosotros no queramos participar, es nuestra prerrogativa. Depende de cada uno. También esto es parte de la Gloria de Dios: somos libres y Él respeta escrupulosamente nuestras decisiones, aunque nos perjudiquen: Él puede recomponer todo lo que nos atrevamos a reponer en sus maravillosas y renovadoras manos... ¡¡¡¡¡No por nada es Dios soberano!!!!!

La vocación es diálogo de toda la vida.

En el diálogo hay alguien que transmite algo y alguien que recepciona el mensaje y responde a él.

De la respuesta que se dé surge el futuro del diálogo.

Entre nosotros éste puede cortarse, pero eso nunca con Dios, pues Dios es fiel y no se cansa jamás de proponer y de esperar una respuesta positiva, por muchas negativas que pueda recibir, una y otra vez, por parte nuestra.

Abrám, recibió la propuesta y aceptó el reto: ¡¡¡Se fió de Dios, que le pedía dejar atrás una gran civilización, con todas sus seguridades!!!

Timoteo recibe la propuesta, nada halagüeña, de afrontar los sufirmientos que trae consigo el atreverse a entregar la vida a la presentación del Evangelio y a la animación de la Comunidad de los creyentes. ¡Y Timoteo acepta la propuesta teniendo delante el ejemplo del real, concreto y duro sufrimiento de su maestro: Pablo!

Nosotros, en los apóstoles, recibimos la invitación de asumir nuestra Fe en la oscuridad del presente, en medio de las dificultades e incomprensión personal y ambiental. Se nos dan atisbos de la maravilla que es Dios para nosotros y del futuro de nuestra vocación, pero son solo atisbos

Nunca ser cristiano fue cómodo y, si ahora lo es en algo, es porque no somos suficientemente fieles a la propuesta del Señor o no asumismos los riesgos en serio como la Sa y la Luz que se nos dice que debemos ser.

Lo que sucede en otros países no es, ni fue, extraño a la Fe cristiana; siempre sucedió a los creyentes que se atrevieron a ser fieles a profundidad. A veces las persecuciones vienen de la propia Comunidad, pues la fidelidad, por fuerza, trae confrontaciones con nosotros mismos y con los que nos rodean, si no desea ser incomodados o no están de cuerdo con nuestra forma de responder al reto de Dios; y las trae más todavía con los que no comparten nuestra Fe ni están dispuestos a ser "fastidiados" por ella.

Nos toca decidir.

Por eso en el salmo 32 pedimos al Señor que descienda su Amor sobre nosotros para que, animados por Él, tengamos la fortaleza de afrontar lo que sea necesario para mantenernos fieles a la fidelidad eterna de Dios, superando todas las tentaciones que se presentan y se presentarán sin fin ni cansancio, incesantemente.

Dios nos ayude a ser lo que espera que seamos cada día.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

"Señor, que descienda tu Amor sobre nosotros"

¿Es posible ser felices? ¡Para eso hemos sido creados! Si es así, tiene que ser posible, de lo contrario, sería una crueldad de Dios habernos creado con una dinámica interior -deseo y búsqueda de felicidad- sin una meta objetiva, concreta y transcendente, que nos supere y eleve.

Yo no creo en un Dios cruel, es decir, en un no-dios. La historia nos dice que no somos locos: todas las personas sanas han creído y creen que las ansias humanas tienen una meta real y concreta, aunque muchas veces no la constatemos como desearíamos, pero tenemos atisbos.

Abram se atreve a secundar la desestabilizante indicación de Dios. ¡Y la historia muestra que no era un loco! Pablo igual, y eso le pide a Timoteo, a quien ama y valora profundamente.

Jesús nos da la clave para vivir en esta dinámica de responsable y sensato abandono: escucharle y obedecerle. Vale la pena hacerlo ya que en Él tenemos el éxito seguro. Además, está en medio de nosotros como Maestro y Alimento de Vida Nueva. ¿Qué más queremos?

Pero, inevitablemente, necesitamos fiarnos y abandonarnos como Pedro, pero superando toda ilusión centrada en nosotros mismos y obedeciendo sus indicaciones, muchas veces no bien comprendidas por nuestra muy limitada capacidad.

Es indispensable una responsable y humilde confianza, para seguir de verdad a Jesús y llegar a gozar su éxito, al que estamos llamados por nuestra vocación universal a la santidad.

Lo primero que Dios nos pide es que salgamos de nuestras seguridades y nos confiemos a Él

Abram será después Abraham, pero al inicio se le pide obediencia en la Fe y Esperanza.

La obediencia de Abram se apoya en un Dios de Palabra fiel y segura. Le conocerá en la medida que se abra y camine bajo sus indicaciones. Eso es creer: Abram cree a Dios.

El primer paso será asumir la propia responsabilidad de fiarse y abandonar seguridades en vistas a un bien prometido por el creador del universo y, por tanto, previsiblemente mayor.

Lo segundo necesario es que aceptemos el costo de nuestra confianza en quien nos ama

La pasión, el sufrimiento, no es una desgracia, sino la condición de la maduración humana y del desarrollo de la Fe en el Dios que se nos entrega sin condiciones.

Cristo lo tuvo que pagar y vivir esta condición. Lo mismo deberá hacer su discípulo.

Pablo, desde su ejemplo, nos pide que nos atrevamos a dar el paso. ¡Vale la pena!

Por fin, llegar al éxito de Cristo nos pide que le escuchemos, le aceptemos y le obedezcamos

El Padre, una vez más, presenta, y muestra en su gloria, a Jesús, como el Hijo Amado, fuente de sus complacencias. Ratifica su vocación [santidad] y misión [redención], preanunciadas en la Ley [Moisés] y en los profetas [Elías].

El Padre nos pide lo único lógico: que le escuchemos, pues es su Palabra y su Voz, y que le sigamos hasta pasar la Pascua, pues sólo después gozaremos la gloria de Dios en nuestra vida.

Pidamos a María escuchar atentamente a Jesús y seguirle con fortaleza y perseverancia.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA - DOMINGO II
Llamados a ser como Dios, se nos ofrece el camino y la condición: escuchar atentamente a Jesús y seguirle con fortaleza y perseverancia

Gn. 12, 1-4a:
"El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que Yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré… y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra» Abram partió como el Señor le había ordenado".

Sal. 32: "Señor, que descienda tu Amor sobre nosotros".

2Tm. 1, 8b-10:
"Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio… con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado… por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad… Porque Él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible…"

Mt. 17, 1-9: "Jesús… los llevó aparte, a un lugar elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos… se aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús… una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz desde la nube que decía: «Éste es mi Hijo muy querido… escúchelo»… Jesús se acercó… y les dijo: «Levántense, no tengan miedo»… no vieron a nadie más que a Jesús solo… «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos»".

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