Cuando pasaste en ese bus de turismo, sentadito adelante, de copiloto, y a través de la luna, nos sonreías, nos bendecías, nos mirabas contento de que hayamos salido a mirarte a lo largo de toda la Av. La Marina.
Cuando te esperamos desde la madrugada, con un montón de gente que salía de sus casas, para verte de nuevo, rapidito, y tener unos segundos más de tu sonrisa y tu mirada.
Cuando pasaste frente a mi cole, en tu papamóvil, y las monjitas te arrojaron pétalos de flores y te detuviste un poco, y todos enloquecimos de cariño y alegría pensando que a lo mejor te bajabas!
Cuando te vimos en la tele diciendo en el hipódromo "no tengáis miedo!", en Iquitos "el Papa es charapa", y en Cusco hablando quechua!
Cuando te seguía viendo en la tele, en tantos sitios, tantas veces, tantos años!
Cuando te caíste y te rompiste la cadera, y te enfermaste de parkinson, y no podías hablar bien, y en tus ojitos podíamos leer cómo te desesperaba no tener más tiempo.
Cuando empezaron las vigilias de los papaboys en San Pedro, a tu regreso de la clínica. Tú ya estabas por partir, pero hasta tu último suspiro, lo dedicaste a nosotros.
Esos días fueron muy difíciles, verdad? Pero tú fuiste la roca fuerte que soportó tanto dolor de tu cuerpito maltratado por la enfermedad. Porque todo lo habías ofrecido a Cristo por nosotros. Y tus hijos lo entendimos bien.
Te recuerdo, papa Lolek, con el nombre que te dieron tus papitos, tu foto de bebito, de muchacho guapetón, de sacerdote, de cardenal. Me enseñaron a conocerte y quererte desde niña, pero yo decidí, tiempo después, leerte, admirarte y quererte mucho más.
Como decían las banderitas que nos repartían para recibirte: AMO TE!
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