Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 5 de junio.
Me permito pedirles una oración porque tenemos las elecciones presidenciales de mi país en un ambiente muy tenso. Que Dios ayude a mi patria. Muchas gracias.
Hemos llegado al penúltimo domingo de este tiempo de Pascua.
El caminar físico del Señor entre nosotros va llegando a su fin.
Después de la resurrección ha dedicado todo su tiempo a fortalecer e instruir a sus discípulos con diversas experiencias de profundidad única que marcaron a cada uno de ellos y les aseguraron respecto a la realidad de su Resurrección, de la que depende toda nuestra Fe y la Salvación del mundo.
Es el momento de que se manifieste, en signos patentes, la Gloria del Padre comunicada al Cristo, el Hijo encarnado.
Los discípulos son citados y ellos van. Lo ven y lo adoran, a pesar de las dudas que todavía algunos tienen, y Él les habla con toda su autoridad de Señor de todo lo creado. Les da una tarea que atravesará los siglos; es una tarea para todos los discípulos que digan creer en Él: deberán seguir su Misión, la que el Padre le confió a Él, pues ellos son su real presencia que queda en la tierra para el bien de toda persona humana.
Para ellos, Él se ha quedado en su Palabra, como Eucaristía y en sus intervenciones de Gracia para la Santidad de cada uno a los largo del tiempo y para vivificar todas sus circunstancia vitales, para que cada una de ellas sea orientada por ellos como momento particular de ofrenda al Padre y de apertura a cumplir su Voluntad: es lo que llamamos “los Sacramentos”.
No sólo les ha prometido el Don del Espíritu Santo, su Espíritu, el Espíritu de la Verdad, el Defensor o Paráclito, sino que les pide que no inicien su labor, en el cumplimiento de la Misión que les ha confiado, hasta que no sean fortalecidos por el Espíritu Santo, pues será Él quien les permitirá comprender y profundizar la maravilla que se les ha puesto en las manos para que la vivan y para que la transmitan. Es decir, Cristo les llama a la humildad, es decir, a reconocer que lo que se les pide les supera infinitamente, y a la prudencia, es decir, que no se lancen a proclamar-testificar nada sin el apoyo seguro del Espíritu de Dios, que debe ser pedido, pues somos libres.
Creo que es muy importante tener muy presente toda la riqueza del mensaje que el Señor nos regala en este domingo: confianza viva, apertura sincera, responsabilidad profunda, profundidad creciente, humilde prudencia y oración constante.
Pidamos a María, que siempre ha estado al lado de Jesús y ahora al lado de la Iglesia, que nos ayude a vivir sus profundas actitudes de docilidad a la Salvífica Voluntad del Padre, realizada por el Hijo y constantemente profundizada en cada persona por el Espíritu Santo.
Dios nos bendiga a todos y nos dé su Paz y Amor paterno que salva y santifica a sus hijos en toda circunstancia llenándolos de su gozo.
Unidos en oración con María en el corazón amoroso de Cristo:
P. José Mª Domènech SDB
«Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»
Si no hay cierta plenitud y grandeza en su horizonte, sin esperanza de algo mejor, sin el deseo de lograrlo y sin empeño en el esfuerzo, nada crece. Nada es automático. Ni siquiera el crecimiento físico: mientras el organismo tiene opciones de crecimiento y maduración, lo hace; cuando se le acaba esta perspectiva, empieza la declinación, sea física, psíquica, moral o espiritual y lo que le sigue es la muerte.
Mientras hay ideales, hay esperanza, se lucha y se gana.
El poder de Dios es poder salvador. Él se fía tanto en nosotros que nos lo confía para que esta experiencia vital llegue a todos los hombres sin excepción ni restricción alguna, aun a los que dicen no creer en Él. Les tocará a ellos aceptar o resistirse: será su entera responsabilidad.
¿Vale la pena esforzarse, si lo que nos espera es la muerte? Evidentemente las ganas caen. Pero no estamos solos: el Señor nos acompaña. Se fue al Padre para estar cerca de todos: Es vital que lo entendamos, valoremos y aceptemos en toda su riqueza y en su real dimensión para no desalentarnos cuando lleguen, porque llegan, las dificultades y la fuerza de la muerte.
Sólo si así vivimos su poder enaltecedor de toda persona, podremos anunciárselo a todos. Cristo, en su humanidad, fue glorificado por su libre y total docilidad al Padre. ¡No dudemos!
La obra de Cristo es puesta por Éste en manos de sus apóstoles con la presencia del Espíritu
Jesús es enaltecido a la Gloria del Padre con toda su humanidad, porque, con toda ella, supo aceptar su Voluntad de Salvación y Vida Eterna para sus hermanos, la humanidad.
Cristo no se va del todo: se queda con su Espíritu, fecundo en Santidad, y volverá con toda su Gloria para glorificar a los que fijen en Él su mirada para vivir como Él en el cotidiano.
Deberán asumir lo que el Amor de Dios ofrece al discípulo para vivirlo y poderlo compartir
El Señor se sienta a la diestra de Dios Padre, para interceder por nosotros. Pablo desea que entendamos lo que esto significa a favor nuestro y todos los beneficios que nos ofrece.
Cristo es nuestra cabeza: Él nos forma como Su Comunidad de discípulos. Como Él piensa y vive, así deberíamos actuar nosotros en medio y a favor de nuestros hermanos.
Jesús, con todo su poder, nos envía al mundo entero para que todos le conozcan, amen y sigan
El Señor nos promete que siempre estará con nosotros. Él cumple; nos toca a nosotros no fallarle a Él. Tal vez no nos sea fácil creer, pero, para lograrlo, seamos dóciles a su Espíritu.
En su absoluto Poder Redentor, desea que su Gracia de Salvación llegue a todos, fuertes y débiles, sin rechazar a nadie, nos llama a todos a formar Su Comunidad de Vida Nueva.
Pidamos a María aceptar la Voluntad del Señor Glorificado para anunciar su Salvación.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
DOMINGO DE PASCUA VII
Asunción del Señor
El Señor siempre está con nosotros. Él nos envía a anunciar su Salvación, pero, para eso, debemos vivir su Amor y según su Voluntad.
Asunción del Señor
El Señor siempre está con nosotros. Él nos envía a anunciar su Salvación, pero, para eso, debemos vivir su Amor y según su Voluntad.
Hch. 1, 1-11: "…Después de su pasión, Jesús se manifestó a [los apóstoles] dándoles numerosas pruebas de que vivía y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios… les recomendó que no se alejarán de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre. Les dijo: «…Juan bautizó con agua, pero Uds. serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días… [Él] descenderá sobre Uds. y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra»… Dicho esto lo vieron elevarse y una nube lo ocultó de su vista. …dos hombres, vestidos de blanco, les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo. Este Jesús que… fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir»"
Salmo: 46 "El Señor asciende entre aclamaciones, al son de trompetas".
Ef. 1, 17-23: "Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria… ilumine sus corazones para que puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia… y la extraordinaria grandeza del poder con que Él obra en nosotros… poder que Dios manifestó en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo… Él puso todas sus cosas bajo sus pies y lo constituyó… cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo…".
Mt. 28, 16-20: "Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús les había citado. Al verlo se postraron delante de Él… Acercándose Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo los que Yo les he mandado. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»."
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