julio 10, 2011

«¡El que tenga oídos que oiga!»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 10 de julio.

Caminar al ritmo del Espíritu de Dios es caminar seguros hacia el éxito final y convencidos de ser los generadores más profundos de la recuperación de la salud de nuestra naturaleza a todos los niveles.

El Dios Creador-Redentor-Santificador no descuida ninguna de sus creaturas, pues todas ellas son buenas y cuidadas con amor. Le toca a la persona humana elevar la dignidad y sentido de ellas al asumirlas, también a la naturaleza no racional e inanimada, en su cuidado y respeto. Ése fue el primer mandato que recibió de su Padre, Dios.

Es evidente que la primera criatura que la persona debe cuidar es al otro ser humano, sobre todo al más débil e indefenso.

Para nuestro éxito el Señor jamás ha dejado de orientarnos, pero, al ser nosotros inteligentes y libres, toda propuesta, también las que nos dirige la Palabra de Dios, debe ser aceptada, asumida y hecha historia en las desisiones personales y sociales.

Sea como sea nuestra respuesta, cada propuesta nos da una responsabilidad y ante ninguna de las Palabras de Dios quedamos libres de ella, pues solo tenemos dos opciones: aceptar o no aceptar, tomarla en cuenta o no tomarla en cuenta; y cada una de ellas trae consigo unas consecuencias.

La Palabra de Dios siempre vuelve a Él con una respuesta: de Vida asumida, para los que la aceptan, o de Vida no asumida, para los que la desechan.

Los frutos de esta Vida que nos ofrece la Palabra se desarrollarán según la interioridad e integridad de la persona que la recibe y no hay ninguna excusa posible. La superficialidad, que tiene también en su interior el dejarse llevar por lo inmediato o lo que vemos como urgente o como 'vital para nosotros', es, en el fondo, idolatria hacia nosotros mismos, la propia comodidad o desidia; y la distracción, en el fondo, es poner a Dios en el lugar inferior de nuestra vida, como quien lo tiene en el depósito 'para cuando sea necesario a nuestros planes', por tanto lo importante son nuestros planes, es decir, nosotros mismos: "egolatría".

O Dios es Dios para nosotros o nos tratamos a nosotros mismos como si fuéramos dios, con todas las necesades que esto trae consigo.

Sin duda no somos perfectos, y Dios lo sabe muy bien, pues vive en nuestro interior, pero siempre podemos responder que sí a su Voluntad, aunque después, en el esfuerzo cotidiano, no todo, o casi nada, nos salga como el Señor nos pedía y nosotros así lo queríamos hacer. Entonces daremos fruto y tendremos paz, aunque tengamos también que reconocer nuestras debilidades y errores.

María con conceda estar cada día más atentos a la voz de Dios que resuena en todas partes, pero sobre todo en nuestra conciencia.

Pidámosle que agudice nuestros sentidos espirituales para escuchar, entender y decidir siempre a favor de la vida, que es la garantía de que vivimos en la Vida eterna, la de Dios, de la que el Espíritu desea enriquecernos cada día a todos nosotros.

Dios nos bendiga.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«¡El que tenga oídos que oiga!»

Todos podemos ofrecer pensamientos o propuestas a los demás; pero la respuesta de-pende de la apertura que tenga el oyente. Lo sabemos todos, pues todos lo hemos vivido. Con Dios a más sincera y comprometida atención y docilidad, mejor futuro y más vida.

Nuestra realidad nos enfrenta a múltiples crisis: culturales, políticas, económicas, educativas, ecológico-ambientales, religiosas, eclesiales, personales, conyugales, familiares, sociales, comunitarias… El problema es con qué criterios se afronta la crisis y eso, hoy en día, es lo que las hace más terribles, pues los valores están tergiversados y la destrucción, a todo nivel, nos acecha continuamente gracias al individualismo y la superficialidad imperante en todos los campos, incluso, a veces, y no pocas, también en la vida de Fe y en las relaciones eclesiales.

Con Dios no se juega. Cuando Dios propone, jamás queda sin respuesta: o se le acepta, y vienen los frutos, siempre buenos, o no se le toma en cuenta y llega la paulatina degradación.

Decir sí a Dios tiene consecuencias y todas ellas implican un costo de trabajo y, a veces, también una cuota de dolor, pero Pablo nos invita a tener una mirada amplia y profunda.

El Evangelio, como la segunda lectura y la primera, nos invita al optimismo: nada es inútil en el Reino de Dios. Todo lo recibido del Señor tiene resultado eterno y feliz. ¡No temamos!

La Palabra de Dios jamás es superflua, siempre despierta una consecuencia interior

El profeta llama al pueblo a la conversión, y también hoy día nos llama a nosotros; y, para que no nos desalentemos, ni lo tomemos superficialmente, nos narra esta pequeña parábola.

Cuando Dios interviene, nada queda igual: su presencia tiene siempre consecuencias, aunque no las ‘veamos’ ahora: Dios siempre salva a los que viven su propuesta… Los demás…

Dado que es Dios quien hace la primera propuesta, el resultado queda garantizado para todos

El pecado, tan presente en nuestra sociedad y vida, ha dejado su marca en la misma naturaleza con sus desgracias. Todos deseamos ser libres. De ello también la naturaleza se beneficiará. Dios la desea transformar en el ser humano, pero, para eso, el hombre debe decidirse.

Ante nuestra debilidad y desconcierto, no estamos solos: Dios nos ha dado su Espíritu, garantía Vida Nueva, pero debemos seguir sus mociones para caminar en la Vida de Dios, eterna.

Lo importante es cómo vivimos, pues de eso depende nuestra respuesta y de ella nuestro futuro

Los cerrados a la Palabra de Dios, los que carecen de ‘oídos’ espirituales, los soberbios que creen no necesitar que les enseñen, se quedan sin comprender los dones que Dios nos concede y desorientados en lo importante, aunque digan estar muy seguros y cerca de Dios.

Dios da sus dones a todos, pero aprovecharlos depende del interior de cada persona. No sirve echar la culpa a otro: yo puedo hacer caso a los demás o a Dios, eso depende sólo de mí.

Pidamos a María saber estar atentos y ser dóciles a la Palabra que Dios siempre nos da.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XV
Toda Palabra de Dios despierta una respuesta; si ésta es de vida, liberará a la persona y a su entorno, y la llevará a dar frutos fecundos

Is. 55, 10-11:
"Así habla el Señor: «Como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, haberla fecundado y hecho germinar para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que quiero y cumple la misión que yo le encomendé»."

Sal. 64: "La semilla cayó en buena fértil y dio mucho fruto".

Rm. 8, 18-23:
"Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria… que se revelará en nosotros… toda la creación espera con ansia la revelación de los hijos de Dios… también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios… nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la plena realización de nuestra filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo".

Mt. 13, 1-9-23: "Jesús… les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso… y brotaron enseguida porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas y, al crecer éstas, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!...»".



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