julio 15, 2011

La buena semilla


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado con anticipación para este domingo 17 de julio.

El padre se encuentra en sus ejercicios espirituales y cuenta con nuestras oraciones oraciones por él. Ciertamente, no lo defraudaremos!

Me adelanto a enviarles esta sugerencia homilética porque durante esta semana, del 11 al 16 de julio, estaré de Ejercicios Espirituales y no podré mandarles nada. Confío y les agradezco desde ahora sus oraciones, pues necesito convertirme cada día más profundamente al Señor de la Vida que me trata con toda su misericordia y paciencia, como nos dice este domingo XVI.

Sí. Él es paciencia infinita, misericordia sin fin y atención materna a las necesidades profundas que cada uno de nosotros tenemos.

¡Ése es al verdadero poder de Dios: su Misericordia y capacidad infinita de perdón, mientras se lo pidamos!

Sólo los verdaderamente soberanos, poderosos, omnipotentes, señores y grandes son misericordiosos, comprensivos, atentos al débil y al menesteroso.

Dios jamás nos ha dejado ni nos dejará solos, pues, primero, somos sus hijos y nos ama entrañablemente y, por otro lado, nos conoce perfectamente y sabe que si quedamos solos estamos perdidos, pues ni entendemos lo suficiente sus planes de Vida, ni precibimos todo el abismo de mal que asedia a cada persona, abierta o solapadamente, y no podemos afrontar el poder histórico que el mal ha ido acumulando por todos los que lo han apoyado, entre los que nosotros no quedamos fuera ya que también nosotros, tantas veces, tal vez en cosas aparentemente pequeñas, hemos cedido y/o apoyado lo no bueno o lo abiertamente malo, aunque después nos hayamos arrepentido. Todo pecado ayuda a que el Maligno esparza su veneno en el alma humana y los incautos y soberbios se lo beben y se envenenan, pero no mueren, sino que, en su vivir la Fe en forma superficial o en su negarse a vivirla o en su no secundar su buena conciencia, esparcen el mal, tal vez con apariencia de pequeño, pero mal que perturba a los buenos, desalienta a los débiles y hace caer a los ya inclinados, descorazonados o desconcertados.

Ante esta realidad solo el poder absoluto de Dios, siempre respetuoso de cada decisión, puede actuar con realismo y adecuada prudencia, sin condenar a ningún pecador, sino ofreciéndole su misericordia para que se arrepienta y tenga Vida Nueva y Eterna, pero sin justificar ningún pecado, pues éste siempre es muerte para alguno o muchos de sus hijos y no hay padre verdadero que pueda soportar impasible tal destrucción del amor de su vida.

Al pecado se le condena, al pecador se le busca salvar.

Por eso hemos recibido el Espíritu Santo. Confiemos en Él y seámosle dóciles. Lo único que nos puede pasar es que cada día nos parezcamos más a Dios y esto es, precisamente, aquello a lo que somos todos los días llamados: ésa es nuestra Vocación, la Santidad.

María nos ayude a vivir atentos a tanto amor y dóciles a sus invitaciones de grandeza y libertad.

Dios les bendiga.

Tengan la caridad de rezar por mí todos los días. Un sacerdote santo, son más opciones para los fieles que le encomendó el Padre Dios. Recemos por todos los sacerdotes, tengan el ministerio que tengan en la Comunidad.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

La buena semilla

¿Cuándo se acabará el mal en el mundo? Cuando el Señor sea aceptado plenamente.

Él nos ofrece la Salvación; nos toca a nosotros profundizarla constantemente, todos los días, pues muchos no la aceptan y no pocos trabajan fuerte para hacerla lo más inútil posible.

La tentación de destruir a los que hacen daño o se portan realmente mal siempre está presente, y a veces con violencia. Tal vez nos preguntemos ¿por qué Dios los soporta?

La misma pregunta, si somos honestos, nos ayuda a reflexionar sobre nosotros mismos. Preguntémonos: si Dios permitiera que se destruyera todo el mal del mundo, ¿dónde quedaría nuestra vida? ¿A caso no hacemos, aun sabiéndolo, tantas cosas que están mal? ¿Por qué le pedimos a Dios que tenga paciencia con nosotros, pero deseamos que sea duro con los demás: los creemos peores que nosotros? ¿Somos nosotros buenos? ¿Cuántos nos tienen que aguantar?

Si Dios nos obligara a ser buenos con amenazas, imponiendo su poder absoluto o despertando miedo, ¿dónde quedaría nuestra libertad?, ¿cómo podríamos sentirlo Padre bueno?

¿Dónde hay más poder: en la prepotencia o en la misericordia educativa y regeneradora?

Dios tiene la fuerza del Amor que crea, salva y santifica, por eso, para hacerlo, respeta a todos

Podemos estar serenos y en paz: nuestro Dios no necesita imponer, pues es el Señor de todo y el Padre de todos: a todos busca salvar y por esto comprende con paciencia y bondad.

Éste es su verdadero poder y nos enseña que debemos ser tolerantes con todos para que brille la verdad y se extienda el bien, al menos de parte nuestra y de nuestra Comunidad de Fe.

Esto nos impide mostrar como bueno o verdadero lo que no lo es, puesto que haría daño a todos, sobre todo a los más débiles, ya que pueden desorientarse y llegar a vivir en el error.

Dando su Espíritu nos posibilita el secundar sus planes de Vida y Grandeza feliz y eterna

Ante la gran limitación de la persona humana para comprender los infinitos planes de Dios, sólo el mismo Espíritu de Dios puede ayudarnos con su luz, plegaria y gracia.
Dios siempre escucha la voz del Espíritu que resuena en cada texto bíblico y en cada oración litúrgica; lo que tenemos que hacer es unirnos a Él, hacerlo nuestro y dejarnos guiar.

La paciencia de Dios tiene un fin: la verdad para la Vida plena de todos, sin discriminación

Dios es el Dios de la Vida y ésta es la razón de toda su intervención en nuestra historia.

Él planta vida en nuestra persona y en nuestra sociedad, con la presencia viva de Cristo.

Es necesario secundar los planes de Dios pues el mal que nos asedia y nos rodea: atención, docilidad, paciencia y reacción son actitudes vitales para no dejarnos seducir por el mal.

Pidamos a María vivir atentos a la presencia de Dios y fuertes ante las insidias del mal.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XVI
Sólo Dios tiene la Gracia y poder de Salvarnos y nos la ofrece en Cristo con el Don del Espíritu Santo: nos toca ser fieles y perseverantes

Sb. 12, 13.16-19:
"Fuera de Ti, Señor, no hay otro dios que cuide de todos… tu fuerza es el principio de tu justicia y… te hace indulgente con todos… Como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, pues con solo quererlo puedes ejercer tu poder. Al obrar así, Tú enseñaste… que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque después del pecado, das lugar al arrepentimiento".

Sal. 85: "Tú, Señor, eres bueno e indulgente".

Rm. 8, 26-27:
"El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor del pueblo santo está de acuerdo a la Voluntad de Dios".

Mt. 13, 24-/30/-43: "Jesús propuso esta parábola: «El Reino de los cielos se parece al un hombre que sembró buena semilla en su campo. Cuando creció… apareció también la cizaña. Los peones… le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en el campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?” Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo” Los peones le replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” “No, les dijo el dueño,… porque corren peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla; luego recojan en trigo en mi granero”»…"



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