julio 23, 2011

El Reino de los Cielos


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo.

Éste lo podríamos llamar el domingo de la Amorosa Sabiduría de Dios.

Somos invitados a confiar en Él como Salomón, que considera que Dios, de quien está convencido que le ama, no le puede dar nada mejor que su Sabiduría; por eso se la pide por encima de todo, porque está súper convencido de que la tarea paterno-política que ha recibido de su padre, David, y por él del mismo Dios, es muy superior a sus fuerzas.

¡Ojalá nuestros padres, superiores y gobernantes que se dicen cristianos o creyentes estuvieran también convencidos de lo mismo!

Pero lo que aparece en muchos de ellos no es precisamente eso, sino todo lo contrario; parecerían tener cierta convicción de que ellos pueden cambiar el país o la región o la ciudad o la familia o el grupo humano por su cuenta y no necesitan a Dios para casi nada (no sé si han constatado, no imagino cómo, que Dios no entiende nada de política, economía, administración, educación y que estas cosas son para gente hábil y experimentada en estos afanes). Lo que sí le piden a Dios es que debe estar listo para cuando llegan desgracias o desconciertos descomunales, algo así como que sea un buen y eficiente ‘bombero’, o que sea el secretario ejecutivo para las emergencias insalvables... Daría la impresión que algunos pensaran: “¡Para eso es ‘Todopoderoso’!, si no ¿para qué está, para qué sirve?”

Es sorprendente ver con cuánta superficialidad nos hemos acostumbrado a pensar y actuar… Y no pocas veces lo hacemos público, y hasta como quien da lecciones, como si tuviéramos razones suficientes para criticar a Dios. Desgraciadamente es así en demasiados campos. No tenemos absolutamente en cuenta que Dios todo lo tiene organizado para el bien de los que le aman, es decir, de los que se fían de Él, de los que le escuchan, de los que celebran su amor, de los que buscan su Vida, de los que le hacen caso, por muy débiles y pecadores que sean! ¡¡Eso no es, en absoluto, un problema para nuestro Padre Todopoderoso, que, con sumo respeto y delicadeza, nos guía y anima a madurar cada día y a cada momento!!

No deja a nadie sin la oportunidad, pero, como no puede, porque no quiere, impone nada. Los que no lo tienen en cuenta, ellos solos se auto-excluyen de los dones gratuitos y maravillosos de Dios. ¡¡¡Triste, muy triste, pero objetiva realidad… de la que, de paso, pagamos todos las consecuencias!!!

Para Dios, nuestro Padre-Salvador-Santificador, somos lo más importante, la perla más preciosa jamás encontrada, y por eso Él, personalmente Él, lo ha dado todo para ‘comprarnos’, a cada uno y a cada una de nosotras personalmente, al precio de su propia sangre. ¡¡¡Qué más queremos!!!

Una pregunta queda en el aire y en la conciencia: ¿qué valor tiene Dios para nosotros, es nuestro tesoro escondido, es decir, que requiere ser descubierto? ¿Estamos atentos a los nos lo señalan y nos indican cómo, dónde, cuándo y por qué vale la pena encontrarlo? ¿Sabemos aprovechar toda la riqueza que el Señor nos ofrece a lo largo de los tiempos?

Cuándo Dios eche la red, ¿seremos de los peces que van a los canastos o de los que son tirados como inservibles porque están vacíos y podridos por dentro? La pregunta no será si pertenecen a la Iglesia Católica o a una de las Iglesias Evangélicas, sino si pertenecen a Cristo, si aceptaron vivir como hijos de Dios al estilo de Jesucristo o decidieron hacerlo todo como a cada uno le parecía, porque, como muchos dicen: “¡No te metas, yo ya sé!” “Yo soy cristiano a mi manera”.

Que María nos ayude a vivir siempre atentos a la Palabra de Vida que el Señor nos da cada día en su Comunidad y, guiados por ella, convertirnos al Señor de la vida para que nuestra vida esté al servicio de la vida de todos los hermanos, sobre todo los últimos y los más marginados.

Dios les bendiga.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

El Reino de los Cielos

Todos, en nuestra vida, vendemos y compramos, pero ¿qué?, ¿a qué precio?, ¿por qué?, ¿hasta dónde vale la pena arriesgarse para comprar algo? ¿Qué hacemos con nuestra vida? ¿Qué es lo más sabio y prudente en nuestra vida? ¿Hacia dónde dirigimos nuestra vida? ¿A qué damos importancia nosotros y a qué da importancia Dios? Son todas preguntas vitales.

Según lo que valoremos, nos estamos valorando. Si Dios es lo más importante, nosotros estamos orientados hacia las maravillas que Él ha pensado para nosotros desde toda la eternidad. Si nuestras visiones del mundo y nuestros minúsculos proyectos e intereses, por grandes que pa-rezcan o nos parezcan, son lo más importante y queremos poner a Dios al servicio de ellos o lo dejamos a un lado para que no nos estorbe, estamos construyendo nuestro seguro e inevitable fracaso, ya que sólo Dios es garante de nuestra Grandeza, pues estamos hechos a su medida.

La realidad se nos impone: hemos progresado en tecnología, pero hemos disminuido en dignidad humana y en seguridad personal, sobre todo, se deprecia el valor de la vida y más la de los débiles, y, con todo, ésta es la medida última de la dignidad humana: la medida de Dios.

Una persona es más persona cuanto más y mejor defiende y construye la vida en sí y, sobre todo, junto a sí: en su ambiente normal de vida, ante la pequeñez y la debilidad.

La sabiduría de Dios es no sólo creadora de la vida, sino que la conserva y la hace crecer cada día mejor y más profundamente para que sea libre de toda esclavitud.

Para Dios nada es más importante que sus propios hijos: toda, cada persona humana.

Dios invita a todos a pedir lo que queramos: los dones de Dios dependen de nosotros

Como Buen Padre que es, Dios jamás concederá lo que pueda perjudicar a su hijo.

A Dios le alegra sobre manera ver a sus hijos aprender a orar con cordura. Así será su oración si busca el bien de los demás por encima del propio y, más todavía, si pide la Sabiduría del Espíritu para decidir, en todo momento, según la Voluntad de Dios, que nuestro sumo bien.

Todos hemos sido creados para la Gloria, y Dios todo lo organiza para que lo logremos.

Dios jamás fracasa, pero nosotros sí podemos fracasar. ¡Atención: es nuestra decisión!

Tengamos confianza: el dócil a Dios, no puede fracasar. Dios lo tiene todo pensado y organizado para nuestro bien. Quien de Él se fía, sin duda, consigue el éxito, como Cristo.

Dios es nuestro principal tesoro porque nosotros somos el suyo y ya lo dio todo para ganarnos

¡Ojalá para nosotros Dios sea nuestro tesoro!: vale la pena que lo demos todo por Él.

Para Dios nosotros somos la perla inestimable, por esto lo da todo para ‘comprarnos’

En la vida, al final, solo vale lo que es valorado por Dios como bueno y lleno de vida.

Sabio es quien valora todo y se queda con lo mejor y más profundamente lleno de vida.

Pidamos a María abrirnos a la Sabiduría del Espíritu para valorar los dones de Dios.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.



CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XVII
El Señor nos ofrece lo mejor y nos cuida con esmero, pero necesitamos valorar su oferta. Su alegría es grande si le pedimos su Sabiduría


1R. 3, 5.7-12:
"El Señor se apareció a Salomón… y le dijo: «Pídeme lo que quieras». Salomón respondió: «Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor…, a mí, que soy apenas un muchacho… Concede, entonces, a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo… De lo contrario, ¿quién sería, capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?» Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido y le dijo: «Porque tú has pedido… el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo… te doy un corazón sabio y prudente…»".

Sal. 118: "¡Cuánto amo tu ley, Señor!"

Rm. 8, 28-30:
"Sabemos que el Señor dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que Él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos… los llamó… los justificó y… los glorificó".

Mt. 13, 44-52: "Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo… a un negociante que…, al encontrar una perla de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que… recoge toda clase de peces. Los pescadores… la sacan a la orilla y recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos… ¿Comprenden todo esto?...»".




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