julio 01, 2011

«Vengan a Mí los que están cansados y agobiados»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 3 de julio.

Todo Puerto Deseado está vestido de blanco. Desde las 12 hasta las 14,30 hrs. hemos tenido una soberana nevada, primero con viento y después sereno: todo se llenó, claro que sin exagerar. Donde más se transita desaparecerá con cierta rapidez, tal vez en uno o dos dìas. El problema vendrá cuando esta noche hiele o escarche, como dicen aquí.

Todo es bendición

Domingo éste de mensaje maravilloso el que se nos avecina.

Dios está tan cerca que, no solo se nos quedó como pan, sino que nos invita a que nos acerquemos con confianza: ¡no importa cuán heridos estemos, cuán desorientados, cuán desalentados, cuán cansados ni de cuántas cosas tenemos ganas de quejarnos, y, a nuestra opinión, con sobrada razón!

Dios nos invita a confiar en Él, que es manso y humilde de corazón, a pesar de ser, probablemente, la persona más despreciada de este mundo, teniendo en cuanta que Él es el único que tiene relación con todos los sres humanos, pues a todos nos habla al corazón, pues en él vive.

Él no se ofende por nuestros descuidos o nuestros olvidos o nuestros desplantes o nuestras exigencias casi mandándole que nos sirva sin ni siquiera tener la delicadeza de escuchar lo que nos tiene que decir para que entendamos lo que nos propone. Parecería que con total autoridad le dijéramos: "Tú, calla y haz lo que te digo y como te lo digo; después veremos si tengo tiempo para escucharte, pues tengo muchas cosas importantes que hacer y Tú no es estás en ninguna de ellas"... ¿Imaginación exagerada? ¡¡¡Ojalá!!! Pero ¡en cuántos momentos y personas no es demasiado exagerada!

Él hoy nos dice con toda calma: "Vengan, confíen, Yo estoy cerca; siempre cerca, muy cerca, mucho más de lo que creen".

A Dios no le interesa tener ningún poder sobre nosotros, porque ya lo tiene sin competencia y no necesita más, pues aun aquellos que lo desprecian, dependen de Él para existir y, si pueden despreciarlo, o vivir como si Él no existiera, es porque es precisamente Él quien les mantiene en la existencia. Su único interés es el que nos dijo Jesús: "He venido [enviado por su Padre, nuestro Dios] para que tengan Vida y la tengan en la máxima plenitud".

No hay servidor más humilde de la vida del hombre que su Padre, Dios.

Pero es necesario que, para que esta Vida se desarrolle en cada persona, que ella acepte recibirla, secundarla, aprovecharla y hacerla madurar en uno mismo con la atención, apertura, docilidad, sencillez y obediencia.

No basta la sencillez de Dios, es necesario que también la nuestra y que secundemos sus invitaciones, que jamás se nos imponen, pues la filiación no se impone: lo único que se impone es la esclavitud y no estamos llemados a ser esclavos, sino hijos en el Hijo y lo que se nos ha dado es el Espíritu de hijos para que seamos libres; y, en la libertad del Espíritu, demos la vida dando vida como el Hijo de Dios.

¡Bendito sea Dios por su amor concreto y paciente!

María nos ayude a vivir cada día más cercanos al cariño materno de Dios, nuestro Padre-Madre.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB

«Vengan a Mí los que están cansados y agobiados»


La base de la alegría y paz del cristiano está, no en que todo le vaya bien, cosa buena, sino en vivir Dios siempre cerca como Padre, Señor, Hermano y Amigo, que comprende y sabe acudir en nuestro auxilio con sencillez y eficacia, sin juzgar ni condenar, aunque sabe, mucho mejor de lo que nosotros podamos saber en nuestra conciencia, qué es lo que merecemos.

El Espíritu de Dios es de Misericordia real y concreta ¡y para todos!, sin jamás marginar. Si en algún momento juzga, es para aquilatar hasta dónde necesitamos su Misericordia, la que su Amor Creador-Salvador-Redentor tiene reservada para cada persona.

Jesús vivió unido a este mismo Espíritu del Padre y nos ha dado para que vivamos con y como Él nos indique, en medio de nuestro mundo tan enfermo de soberbia, prepotencia, manipulación, degradación de lo más sagrado, idolatría y violencia a todo nivel y de todo género.

Podemos tener confianza y serenidad en toda circunstancia. Nada puede perdernos, salvo el que nos alejemos de Dios, seamos indóciles a su Espíritu y desconfiemos de su Bondad.

Sólo hay un modo de bendecir al Señor: meditar su Palabra y su Amor; conocer su Voluntad para vivirla; reconocer su Providencia y Misericordia en los distintos momentos de nuestra vida; dejarnos llevar por su Espíritu y proclamar su bondad ante nuestros hermanos, cuando se dé la ocasión.

El que gobierna lo debe hacer en nombre de Dios y debe hacerlo como un humilde servicio

Los primeros reyes de Israel montaban asnos, no soberbios caballos, pues Dios era el verdadero rey de Israel. Éste es el Dios de la Paz y la Vida y su Mesías será así y así su Reino.

La victoria real, la permanente, es la da Dios y Éste se la hace gozar a quien se le acerca con humildad para aprender y recibir de Él la gracia para buscar en todo el Bien Común.

El único que nos permite vivir al estilo de la grandeza de Cristo es su Espíritu, que nos supera

Jamás debemos olvidar que, cerrados en nosotros mismos, acabaremos engañados y dominados por el pecado y no podremos vivir la grandeza y libertad del Amor de Dios, que su Espíritu nos da. Recibimos todo bien del Espíritu y sólo con Él deberíamos comprometernos.

El Espíritu de Dios, como a Cristo, nos hace servidores de la vida de los hermanos al liberarnos del engaño y necedad propia de la soberbia y de la búsqueda del poder como tal.

El Señor nos conoce bien y siempre está dispuesto a pacificarnos, si nos abrimos a Él

Dios abre su Vida a todos, pero sólo los humildes y sencillos perciben su Amor y bondad. Esto se lo niegan quienes se creen sabios y grandes, pues viven cerrados en su necedad.

El Espíritu nos revela al Padre en el Hijo y nos pide buscar la verdad y bien para todos. Vivir en el Señor no es cómodo, pero es sereno y pacífico, si se vive en su intimidad de Amor.

Pidamos a María nos enseñe la humildad y mansedumbre de Jesús, para vivir en su paz.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XIV
Alegrémonos, pues tenemos un Dios bueno y pacífico, que no juzga ni condena, pero pide sencillez, cercanía y docilidad para ayudarnos


Zac. 9, 9-10:
"…¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno… cría de una asna… el arco de guerra será suprimido y proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar al otro… hasta el confín de la tierra."

Sal. 144: "Bendeciré tu Nombre eternamente".

Rm. 8, 9.11-13:
"Ustedes no están animados por la carne, sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en Uds. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en Uds…. también dará vida a sus cuerpos mortales por el mismo Espíritu que habita en ustedes. Nosotros no somos deudores de la carne para vivir carnalmente… Si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán".

Mt. 11, 25-30: "Jesús dijo: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelados a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo de lo quiera revelar. Vengan a Mí los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré. Acepten mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".



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