septiembre 22, 2011

«Los publicanos y las prostitutas llegarán antes al Reino de Dios»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 25 de setiembre.

El pasado tiene su peso en la historia de cada persona y éste depende en parte de la misma persona que lo ha vivido y lo tiene en su interior... , ¡peor todavía si lo retiene! Cuanto menos la persona lo acepta y asume, más peso tiene y más peligroso se vuelve.

El pecado es una realidad que difícilmente superamos, por eso nuestra psicología intenta olvidarlo o restarle importancia, pero es peor, pues a los enemigos es mejor tenerlos delante para darnos cuenta de sus movimientos y podernos defender. Es necio poner a la espalda nuestro pasado incómodo, pues así nos atacará sin previo aviso y, sin que nos demos cuenta, nos quitará serenidad, con todas sus consecuencias.

Dios no quiere que vivamos en ninguna clase de falsedad, pues solo la verdad no hace libres. Dios no quiere que sus hijos vivan en angustia, por eso nos dejó el Sacramento de la Reconciliación. Sólo que no basta la materialidad del Sacramento, es indispensable vivirlo en serio, es decir, confiándoselo todo al Señor de la Vida y de la Paz, sin quedarse nada y renunciando al dominio de lo que nos molesta, pues no podremos dominarlo. Nuestro interior no es en todo sentido de nuestro dominio, somos un misterio y éste nos supera, pues la gradeza de lo que somos (hijos de Dios) y de lo que estamos llamados a ser (como Dios) es de todos y no se 'calla' nunca ni se esfuma... Siempre está ahí. San Agustín lo dijo con claridad y desde su propia experiencia: «Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti». Y esto más allá de la religión que cada no profese, formal o no formal, sacral o laica. Los cristianos tenemos ventaja, pues escuchamos hablar a nuestro mismo Creador en la persona de su Hijo Unigénito y estamos llenos (con más o menos docilidad) de su Espíritu de Amor y Vida. Por eso no podemos callar y nuestro Padre nos ha dado una misión como Comunidad de Fe y a cada uno en particular, dentro de la anterior.

Él nos aclara que las decisiones personales siempre estarán ahí como elementos que construyeron nuestra realidad personal, para bien o para perjuicio, pero ahí están y mejor es aceptarlas, aunque no podamos alegrarnos de ellas, pero, después de un buen esfuerzo de respeto y control, podremos reconciliarnos con ellas y, abandonándolas a la Bondad de Dios, superarlas, para no repetir nada similar.

La conversión lleva a la madurez de la persona, donde se integra todo con paz, aunque no todo dé gusto, y apoyados en un centro que el Padre nos regala: su Persona, su Vida, su Amor.

Por eso Pablo nos invita a vivir los senitimientos de Cristo, pues con sus actitudes toda nuesta vida es constructiva en el don de la propia vida para la vida de los demás y esto, siguiedo los pasos del Señor es dar trascendencia a la propia vida y aceptar que la Vida Eterna de Dios se haga el centro de nuestra vida personal renovándola y trascendiéndola, hasta que, por la resurrección hasta haga transfigurado nuestro mismo cuerpo material y ahora mortal.

Fiémosnos de Dios... ¡¡¡No nos arrepentiremos jamás!!! No importa cuántas veces hayámosle dicho 'no'. Arrepintámonos y digamos ahora sí, pues la vida se hace en el ahora: en la Casa del Padre no hay 'bancos de memoria' sino sólo presente eterno. Dios es "ahora te amo a ti, personalmente, no temas y abandónate, que no tienes nada que perder: soy fuego que purifica y crea transparencia y pureza sin igual".

Él nos espera ahora, por eso nos habla ahora y ahora nos da su gracia, ofreciéndonos transformarnos en el Amor.

Pidamos a María no ayuda a vivir en perpetua conversión.

Dios nos bendiga a todos y nos dé ser tan agradecidos a los dones de Dios que los aprovechamos lo mejor que podemos en cada momento.

Unidos en oración con María:

P. José Mª Doménech SDB

«Los publicanos y las prostitutas llegarán antes al Reino de Dios»


¿Cuánta fuerza tiene el pasado en nuestra vida? La que le demos. No estamos determinados, sino sólo condicionados. Pero hay dos condicionamientos: las actitudes ‘enviciantes’, de las que sí somos responsables; y los límites impuestos, por lo que sea, que son una realidad que no logramos suprimir, aunque luchemos por superarla: de ellos no somos responsables.

Sólo cuando nos atrevemos a mantener una honesta y sana relación con Dios, es decir, sin pretender que Él acepte nuestros criterios; y sin sujetarnos sólo materialmente a sus normas, -porque creemos que así nos irá mejor- sino tratando de comprender con toda nuestra persona lo que Él piensa, espera y desea de nosotros y asumiéndolo como lo mejor para nuestra vida, aunque más de una vez nos duela o disguste, entonces nuestra libertad estará garantizada.

Esto es convertirse: asumir a Dios como nuestro Padre personal: ¡absolutamente fiable!

El segundo hijo se rebeló contra el padre, pero después comprendió y aceptó, no se sometió, sino que asumió como suya la Voluntad del Padre; entendía que si lo pedía era lo mejor para él. Ésta fue la actitud vital de Jesús, el Cristo… Y el resultado es claro: su absoluto Señor-ío.

Dios no mira los resultados, sino las profundas actitudes actuales que definen la vida personal

Lo que salva o condena a una persona no es la ley, cumplida o no, sino su viva voluntad.

La vida no se define por cumplir o no, sino por amar, abrirse, servir, dar vida a la persona.

Lo que Dios nos pide es que seamos como Él, es decir, nosotros mismos a total profundad.

Pablo nos invita a construir la Comunidad desde lo profundo del corazón, como Cristo Jesús

Los defectos y límites de cada uno, reales, pueden superarse si Cristo es el único modelo.

La entrega personal, como Cristo, a la Comunidad es lo que forma su real Comunión.

Lo importante es definir la propia vida y actuar desde lo más profundo de la propia libertad

Cristo, al aceptarnos sinceramente como sus discípulos, nos libera de nuestros pecados, esto pide que nosotros lo aceptemos a Él, pues Él no impone nada, pero nos conoce bien.

Las actitudes de nuestra vida, que nos llevan a decisiones muy concretas, son las que expresan quiénes somos y quiénes y qué son para nosotros las personas nos rodean.

El Señor nos pide honestidad profunda: esto, cuando es necesario, lleva a la conversión.

Pidamos a María ser honestos en nuestro seguir a Cristo, más allá de lo que ‘es correcto’.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVI
Todos estamos llamados a madurar hacia la Vida Nueva, pero, para eso, debemos ser humildes y dóciles a la verdad para ver la novedad

Ez. 18, 24-28:
"Si el justo se aparta de su justicia y comete el mal… ¿acaso vivirá?... a causa de la infidelidad y del pecado cometido, morirá. Ustedes dirán: “El proceder del Señor no es correcto”. Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de Uds., y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se desvía…, comete el mal… y muere por el mal cometido. Cuando el malvado se convierte… él mismo preserva su vida… seguramente vivirá y no morirá".

Sal. 24: "Acuérdate, Señor de tu compasión".

Flp. 2, 1-11:
"…les ruego que hagan perfecta mi alegría... Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por interés ni por vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a Uds. mismos… Vivan con los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él, que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó… para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame “Jesucristo es el Señor”, para gloria de Dios Padre".

Mt. 21, 28-32: "Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña”. Él le respondió: “No quiero”, pero después, se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?” “El primero”, respondieron. Jesús les dijo: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que ustedes al Reino de Dios. Juan vino a ustedes por el camino de la justicia, y no creyeron en él; en cambio los publicanos y las prostitutas sí creyeron en él. Pero ustedes ni siquiera… se han arrepentido ni han creído en él»."




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