Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este Domingo de Ramos, 24 de marzo.
El Señor, en Jerusalén, anticipa su propio triunfo. Él nos pide le confiemos la vida para transformarla. Lo que no le damos no gozará su triunfo, se perderá... ¡Nacimos para darnos!
La vida, en las manos del Señor, adquiere mayor claridad, entusiasmo, mérito: se va forjando la juventud espiritual, optimismo, alegría y plenitud que el Señor nos da ya ahora.
Fácilmente podemos creer que alabamos al Señor haciendo cosas, pero sólo confiándoselo todo, somos honestos al cantar "Hosanna". Vivamos en Él con corazón pacífico y solidario.
La vida cristiana tiene exigencias de entrega real, si queremos ser significativos en la historia
El Señor, Rey pacífico y humilde, para que no nos engañemos ni nos engañen, se nos ofrece como nuestro Maestro y pone en nuestro corazón el ansia de vivir la Verdad de las cosas y de la vida. ¡Cuántas veces vivimos con insatisfacción, a pesar de tener de todo y hasta de más!
Jesús, que supo de privación y violencias, nos enseña a construir la paz en la vida de hoy.
Entregarse es difícil, pero posible: nos lleva a la grandeza de la madurez personal y social
Si le somos dóciles como el profeta, aprenderemos a leer la vida desde la Palabra; Dios nos enseñará a comprender su Voluntad, aun en problemas y dolor: no nos escaparemos; seremos fuertes ante los problemas que trae consigo el Amor de Dios vivido en esta sociedad de prepotencia generadora de muerte.
El Señor hace maravillas aun en la fragilidad, pero es indispensable ponerse en manos de Dios, como Jesús, Siervo siempre obediente, sobre todo, en su pasión.
No importa que en algún momento, o en muchos, de nuestra vida, como Jesús, tengamos que recitar el salmo 21, confiado reclamo cuando sentimos, dolidos, la ausencia de Dios. Esto no nos hace blasfemos, ni renegados, estamos expresando nuestra angustia y nuestro dolor desconcertado. Pero no le quitemos jamás la confianza: ¡Él es de fiar! Sólo así maduramos.
El Señor, a su tiempo, nos pacificará; confiemos, no dejemos de construir la vida, dándola.
Dar la vida para ayudar a todos a madurar: entregarse para desarrollarse y ayudar a ser más
Pablo nos muestra la imagen del verdadero Siervo de Dios, Hijo del Padre, abierto y obediente por el Santo Espíritu, alma del Amor que une al Padre y al Hijo. Son verdadero modelo “sobrenatural-natural” de toda la familia humana: ¡sólo así se construye y renueva la vida!
Figura del amorosísimo Hijo que, identificado plenamente con el Infinito cariño del Padre por su otro hijo, el hombre (de todo tiempo, lugar y condición, sea natural o cultural), se encarna para hacerle sentir-vivir el concreto Amor providente del Padre hacia él. Así el hermano menor podrá volver a casa, a la felicidad de la Vida del Padre, para la que le creó con tanta ilusión.
El Hijo-Hermano hace de todo para que se entienda y viva el amor del Padre. Es su difícil y gran misión. Le llena la misma Vida del Padre: su Espíritu da sentido a su vida.
Misión de Amor, loca pasión por la vida, deseo de ver, en la vida del hermano, fluir la alegría, la paz, la felicidad, la ilusión por la vida que Dios nos ha confiado a todos para todos.
La pasión del Señor pide, más que sentimientos, concreta gratitud, respuesta de amor y compromiso de hacer lo mismo con nuestros propios hermanos, familias y sociedad.
Pidamos a María, que lo vivió tan de cerca, nos lleve a vivirlo honestamente cada día.
Lc. 19, 28-40: "...«...encontrarán un asno... si... les pregunta... respondan: ‘El Señor lo necesita’»... Jesús se acercaba... los discípulos, llenos de alegría,... decían: «Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor... »... Jesús dijo: «...si ellos callan, gritarán las piedras»."
Is. 50, 4-7: "El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que con la palabra sepa sostener a los cansados... Él despierta mi oído... como discípulo... y yo no me he resistido... no me tapé el rostro ante los ultrajes... El Señor me ayuda... no quedaré defraudado."
Salmo 21: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Flp. 2, 6-11: "Jesucristo... no quiso guardar celosamente su igualdad con Dios: al contrario, se anonadó... apareciendo como hombre... y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios le ha exaltado y le dio el Nombre que está por encima de todo nombre..."
Lc. 22, 7.14-23, 56: "...la mano del que me entrega está en la mesa conmigo... Lo arrestaron... y lo metieron en la casa del sumo sacerdote... «Dinos si tú eres el Mesías»... «Yo soy»... «¿Qué falta hacen los testigos?... lo hemos oído de su boca»... y condujeron ante Pilato... lo remitió a Herodes... lo envió de vuelta a Pilato... quería dejar libre a Jesús... «¡Crucifícalo, crucifícalo!»... entregó a Jesús a capricho de ellos... Cuando llegaron al Gólgota... lo crucificaron... Jesús dijo: «Padre, perdónalos, no saben lo que hacen»... «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso»... «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Dicho esto, expiró... El centurión... dijo: «Realmente este hombre era inocente»..."
"Hosanna"
El Señor, en Jerusalén, anticipa su propio triunfo. Él nos pide le confiemos la vida para transformarla. Lo que no le damos no gozará su triunfo, se perderá... ¡Nacimos para darnos!
La vida, en las manos del Señor, adquiere mayor claridad, entusiasmo, mérito: se va forjando la juventud espiritual, optimismo, alegría y plenitud que el Señor nos da ya ahora.
Fácilmente podemos creer que alabamos al Señor haciendo cosas, pero sólo confiándoselo todo, somos honestos al cantar "Hosanna". Vivamos en Él con corazón pacífico y solidario.
La vida cristiana tiene exigencias de entrega real, si queremos ser significativos en la historia
El Señor, Rey pacífico y humilde, para que no nos engañemos ni nos engañen, se nos ofrece como nuestro Maestro y pone en nuestro corazón el ansia de vivir la Verdad de las cosas y de la vida. ¡Cuántas veces vivimos con insatisfacción, a pesar de tener de todo y hasta de más!
Jesús, que supo de privación y violencias, nos enseña a construir la paz en la vida de hoy.
Entregarse es difícil, pero posible: nos lleva a la grandeza de la madurez personal y social
Si le somos dóciles como el profeta, aprenderemos a leer la vida desde la Palabra; Dios nos enseñará a comprender su Voluntad, aun en problemas y dolor: no nos escaparemos; seremos fuertes ante los problemas que trae consigo el Amor de Dios vivido en esta sociedad de prepotencia generadora de muerte.
El Señor hace maravillas aun en la fragilidad, pero es indispensable ponerse en manos de Dios, como Jesús, Siervo siempre obediente, sobre todo, en su pasión.
No importa que en algún momento, o en muchos, de nuestra vida, como Jesús, tengamos que recitar el salmo 21, confiado reclamo cuando sentimos, dolidos, la ausencia de Dios. Esto no nos hace blasfemos, ni renegados, estamos expresando nuestra angustia y nuestro dolor desconcertado. Pero no le quitemos jamás la confianza: ¡Él es de fiar! Sólo así maduramos.
El Señor, a su tiempo, nos pacificará; confiemos, no dejemos de construir la vida, dándola.
Dar la vida para ayudar a todos a madurar: entregarse para desarrollarse y ayudar a ser más
Pablo nos muestra la imagen del verdadero Siervo de Dios, Hijo del Padre, abierto y obediente por el Santo Espíritu, alma del Amor que une al Padre y al Hijo. Son verdadero modelo “sobrenatural-natural” de toda la familia humana: ¡sólo así se construye y renueva la vida!
Figura del amorosísimo Hijo que, identificado plenamente con el Infinito cariño del Padre por su otro hijo, el hombre (de todo tiempo, lugar y condición, sea natural o cultural), se encarna para hacerle sentir-vivir el concreto Amor providente del Padre hacia él. Así el hermano menor podrá volver a casa, a la felicidad de la Vida del Padre, para la que le creó con tanta ilusión.
El Hijo-Hermano hace de todo para que se entienda y viva el amor del Padre. Es su difícil y gran misión. Le llena la misma Vida del Padre: su Espíritu da sentido a su vida.
Misión de Amor, loca pasión por la vida, deseo de ver, en la vida del hermano, fluir la alegría, la paz, la felicidad, la ilusión por la vida que Dios nos ha confiado a todos para todos.
La pasión del Señor pide, más que sentimientos, concreta gratitud, respuesta de amor y compromiso de hacer lo mismo con nuestros propios hermanos, familias y sociedad.
Pidamos a María, que lo vivió tan de cerca, nos lleve a vivirlo honestamente cada día.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO C - SEMANA SANTA - DOMINGO DE RAMOS
Dios no dudó hacerse hombre para que el hombre viva como hijo de Dios: fue el camino seguido por Jesús; es el nuestro si queremos el éxito
Dios no dudó hacerse hombre para que el hombre viva como hijo de Dios: fue el camino seguido por Jesús; es el nuestro si queremos el éxito
Lc. 19, 28-40: "...«...encontrarán un asno... si... les pregunta... respondan: ‘El Señor lo necesita’»... Jesús se acercaba... los discípulos, llenos de alegría,... decían: «Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor... »... Jesús dijo: «...si ellos callan, gritarán las piedras»."
Is. 50, 4-7: "El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que con la palabra sepa sostener a los cansados... Él despierta mi oído... como discípulo... y yo no me he resistido... no me tapé el rostro ante los ultrajes... El Señor me ayuda... no quedaré defraudado."
Salmo 21: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Flp. 2, 6-11: "Jesucristo... no quiso guardar celosamente su igualdad con Dios: al contrario, se anonadó... apareciendo como hombre... y obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios le ha exaltado y le dio el Nombre que está por encima de todo nombre..."
Lc. 22, 7.14-23, 56: "...la mano del que me entrega está en la mesa conmigo... Lo arrestaron... y lo metieron en la casa del sumo sacerdote... «Dinos si tú eres el Mesías»... «Yo soy»... «¿Qué falta hacen los testigos?... lo hemos oído de su boca»... y condujeron ante Pilato... lo remitió a Herodes... lo envió de vuelta a Pilato... quería dejar libre a Jesús... «¡Crucifícalo, crucifícalo!»... entregó a Jesús a capricho de ellos... Cuando llegaron al Gólgota... lo crucificaron... Jesús dijo: «Padre, perdónalos, no saben lo que hacen»... «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso»... «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Dicho esto, expiró... El centurión... dijo: «Realmente este hombre era inocente»..."
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