diciembre 29, 2013

La Sagrada Familia


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.


Este domingo de navidad se nos presenta a la Sagrada Familia y después se nos pide profundizar en las bases de la paz con ocasión de celebrar la fiesta de Santa María, Madre de Dios.

La familia, institución natural que transmite la vida física, personal y social, es una realidad que Dios ama y defiende profundamente, pues es el signo de su Comunión trinitaria en nuestra historia. De esta Comunión –que nosotros llamamos Santísima Trinidad– nace toda vida humana y angélica y es la base de todo desarrollo indefinido de la persona humana. En ella los padres son presencia educadora del Padre-Hijo-Espíritu para que los hijos maduren como personas, hijas de Dios por creación e invitación personal del mismo Dios, que no obliga a nada, pero que nos hace notar, desde la primera página de la Biblia, que fuimos creados para ser como Dios, no menos. Por eso, porque esto es necesario aprenderlo, ha puesto a los padres para que nos enseñen a vivir en esta dinámica de constante maduración hacia la grandeza divina. Pero para eso necesitamos todos dos actitudes: amorosa y atenta humildad e industriosa y generosa obediencia, como la que vivieron José y María, de los que aprendió Jesús a ser hijo de Dios, como hombre que era.

María es la madre de la Paz; bendición viva de Dios para todos los que la rodeaban; siempre atenta a la Palabra, que, por eso, pudo encarnarse en ella y, hecha ser humano, pudo enseñarnos a ser hijos de Dios como Él. Lo que el Señor nos pide es vivir en dócil sencillez para una decisión, pronta en la bondad y el Amor, y desarrollar la capacidad de meditar la multiforme presencia de Dios en todos los acontecimientos que vivimos cada día. María y José son modelos en ello.

Dios está ya entre nosotros con su Salvación y desea afirmar nuestras familias para la Vida nueva. María, la madre siempre abierta a Dios, nos enseña a meditar con atención en la presencia de Dios en todo acontecimiento y José nos enseña lo importante que es vivir en la obediencia a Dios.

El Espíritu de Dios nos llene para vivir como ‘madres’ del Dios de la vida e hijos de su bendición.
Unidos en oración con María, José y Jesús:

P. José Mª Domènech SDB

LA SAGRADA FAMILIA

Dios está comprometido con la vida y ésta expresa su grandeza en el ser humano.

Pero la vida –como todas las realidades importantes– no se desarrolla sin costo personal y relación.

La persona humana no puede desarrollarse en la soledad y el abandono. Esto ya se dice en el Génesis.

Aquí se nos muestra a un Dios que ha unido a la familia un cúmulo de ventajas y promesas sin parangón. Sólo la fidelidad a Dios tiene mayores ventajas y ésta es la base para la grandeza de la familia.

La Familia, signo humano de la Comunión trinitaria, siempre ha estado en el centro de la Providencia Divina: Dios le ha otorgado promesas maravillosas, tiene necesariamente sus propias tareas, como toda realidad humana, pero goza del cuidado privilegiado del mismo Dios. ¡Felices los que se dejan guiar por lo que el Señor les indica, pues Él no falla ni abandona jamás, por esto el éxito les está asegurado!

El peligro de muerte siempre está amenazando a la familia. Viene desde dentro, que es el peor y más difícil de superar, y desde fuera. No hay mayor daño de la familia que su desintegración y el fracaso de sus miembros en su misión de darse vida creciente unos a otros.

La familia, en el plan de Dios, es garantía de éxito en la vida, tanto personal como social.

Para Dios los padres, expresión de su Amor Providente, son sagrados. Quienes los respetan y atienden debidamente, tienen resultados de paz, purificación y vida eterna, definitivo fin de nuestra vida.

El Señor nos ha concedido la vida para que ésta se desarrolle sin fin y en felicidad creciente. ¿De qué serviría vivir en serio y con honestidad si todo acabara en la negra angustia de una muerte sin futuro?

La vida misma nos pide que la tomemos en serio, pues se construye y desarrolla en el don de sí misma.

Se necesita esfuerzo para liberarse de todo lo que nos impide la generosidad de dar la propia vida a beneficio de los demás. El primer don de la vida es tratarnos unos a otros, nos recuerda san Pablo, con respeto y generosidad, paciencia y comprensión; tratando a los demás –nos dice Jesús– como deseamos que lo hagan con nosotros en circunstancias similares. La medida de nuestro “deber” es el bien que esperamos recibir. Así trata Dios a sus hijos: con Amor serio y sincero, sin componendas con nada ni nadie.

Lo más importante en la vida familiar es la comunicación y el perdón. Es signo de la presencia de Dios y de nuestra confianza en su Providencia. Por eso Jesús nos los da cada día.

Estas actitudes llevan a todos los miembros de la familia a construir una vida que favorece a cada uno de sus integrantes, superando toda la miopía y aislamiento del individualismo.

No hay futuro de paz si no se vive en la humilde disponibilidad, atenta escucha y responsable obediencia

José nos muestra que para que la familia se desarrolle es necesario que la actitud de sus miembros esté centrada en el bien de los otros y no en las propias opiniones o conveniencias.

La humildad y obediencia responsable de José y María llevó a esta familia concreta a mantenerse en creciente unidad, aún en la pobreza y, sobre todo, en la desgracia de la persecución, destierro y amenaza.

Pidamos a María formar cada día nuestras familias viviendo con esfuerzo los criterios de la Palabra.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO I – SAGRADA FAMILIA

La familia, signo del Amor de Dios, es dadora de Vida y humanidad; ella nos lleva a ser y madurar como personas aprendiendo a vivir en una sociedad.

Eclo. 3, 2-6.12-14:
En los hijos el Señor elogia al padre y sentencia a favor de la madre. Quien honra al padre expía sus pecados y quien honra a la madre gana un tesoro... Hijo mío, acoge a tu padre en la ancianidad... Dios no olvidará la piedad que tengas con tu padre, lo tendrán en cuenta para expiar tus pecados.

Salmo 1271-5: Felices los que temen al Señor y siguen sus caminos.

Col. 3, 12-21:
Como elegidos por Dios,... revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la bondad, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense unos a otros... El Señor les ha perdonado, hagan ustedes lo mismo... el amor todo lo une y perfecciona... Que la paz de Cristo reine en sus corazones... Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza... todo lo que hagan... háganlo en nombre de Jesús, dirigiendo, a través de Él, a Dios, el Padre, una acción de gracias digna... Esposas, respeten a sus maridos... Maridos, amen a su esposa y no le amarguen la vida. Hijos, obedezcan siempre a sus padres... Padres, no exasperen a sus hijos...

Mt. 2, 13-15.19-23: Después de la partida de los magos, el ángel del Señor se apareció a José en sueños y le dijo: «Levántate enseguida, toma al niño con su madre y huye a Egipto quedándote ahí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo»... “He llamado de Egipto a mi hijo”. Cuando murió Herodes... José se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel... se retiró a la región de Galilea y fue a vivir al pueblo de Nazaret... “Le llamarán nazareno”.








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