Tenemos la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para esta Nochebuena.
De muchos modos el Señor se ha dado –y se da– a conocer a lo largo de la historia para que reconozcamos su eterna Voluntad de Amor, Grandeza y Vida de felicidad eterna a vivir ya desde aquí.
Él nos pide serena valentía: su plan es de Salvación, pero es normal que a veces tengamos miedo.
Si recibimos la Voluntad de Dios con corazón abierto, nuestras tinieblas, poco a poco, se aclararán.
Dios no abandona jamás, pero es básico fiarse de Él. Convertirse pide tiempo y esfuerzo constante.
La fiesta de Navidad es la fiesta del cariño de Dios y de la confianza del hombre. Él se lo merece, pues nos lo da todo. No estamos ante promesas todavía vacías, sin garantía, sino ante realidades concretas, eficientes por la Fe. Éstas, en nuestra historia, son una oportunidad llena de Vida.
Dios se hace niño para que nuestro amor sea libre y sin temores. Nos pide que lo recibamos con su misma sincera sencillez. Si lo hacemos así, entraremos en el Reino de los Cielos, viviremos en su Paz, serenos animados por su Espíritu, y serán nuestras, día a día, su Alegría, su Vida y su Paz.
En las tinieblas llega el Salvador: nos da su Luz y su Vida; Vida Nueva para nosotros, ¡la de Dios!
¿Qué haremos con la oportunidad de Vida Nueva que Dios nos ofrece? Él es nuestra Luz, nuestra Paz, nuestro Consejero, ¡el Mesías!, ¡el Señor! Se nos pide una respuesta y esto, como cuando el ángel se lo planteó a los pastores anunciándoles el nacimiento del niño-Salvador, ¡nos sorprende!: ¡¿cómo puede ser El Salvador un pobre bebe envuelto en pañales en un establo para animales?!
Dios viene a nosotros en el hermano que está junto a mí, como Jesús en Belén. Nos toca decidir.
Los pastores escucharon, creyeron, fueron, vieron, compartieron, gozaron y glorificaron a Dios.
¿Qué actitud asumimos nosotros? No hacerlo es declarar que es demasiado riesgo y no vale la pena.
El Niño nacido en Belén nos pide dejar todo lo que nos distancia y aceptar ser apasionados del bien
Novedad sustancial: el Amor de Dios –eterna juventud– da Vida Nueva a todo: abre horizontes de Verdad, de Justicia y de Paz Interior, más allá de tratados. Su Luz nos aclara la vida. Nos pide a todos asumir la vida con tal plenitud y libertad que seamos capaces de entregarla por el bien de los que les rodean, aun cuando dar la vida traiga consigo, como de hecho sucede, esfuerzo y dolor.
Navidad, en la gran familia humana, es fiesta de vida y libertad. Es para todos de cualquier sexo, tiempo, lugar, situación social o económica y realidad cultural o religiosa. Fiesta de alegría eterna.
Jesús entrega su vida, sin restricciones, durante toda la historia y para el bien de todos
En cada Eucaristía y Reconciliación, en cada sacramento, Cristo es don de Vida Eterna.
La navidad es una fiesta que beneficia a toda la humanidad, aunque, sin duda, los cristianos tenemos la gran responsabilidad de manifestar la profundidad de su realidad y de sus alcances.
La navidad nos pide aprender a vivir y ofrecer, con la más dócil humildad, la presencia de Dios en la historia. Él no quiere imponerse, pero tampoco se esconde ni desea quedar en el anonimato.
La hemos preparado con la escucha de la Palabra, como María; abrámonos para que Jesús nazca en nuestra vida y en la de nuestra familia y ambiente. Que nadie quede afuera de nuestra atención.
Conocerlo, valorarlo y amarlo es un derecho de toda persona. Por esto es un grave deber de todos los cristianos. El testimonio de la propia vida –personal, familiar y social– beneficiará a todos.
María, es Maestra de acogida sincera y compromiso responsablemente solidario, y así, con nuestro testimonio y oportuno apoyo solidario, todos podrán conocer y recibir la Salvación de Dios.
Pidamos a María que nos ayude a vivir abiertos y siempre disponibles al Señor y a los hermanos.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
NATIVIDAD DEL SEÑOR
(Misa de la noche)
El Señor, en la humilde pequeñez de un niño necesitado de todo, llega con la Salvación; solo nos pide recibirle con sincera y abierta docilidad
(Misa de la noche)
El Señor, en la humilde pequeñez de un niño necesitado de todo, llega con la Salvación; solo nos pide recibirle con sincera y abierta docilidad
Is. 9, 1-6: El pueblo que avanzaba entre tinieblas ha visto una gran luz... Tú has multiplicado la alegría... Porque el yugo que pesaba sobre él... lo has destrozado... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado... y se le ha dado por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”. Su soberanía será grande y habrá una paz sin fin... El celo del Señor... hará todo esto.
Sal. 95: ¡Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor!
Tt. 2, 11-14: Se ha revelado el Amor de Dios que quiere salvar a todos los hombres y nos enseña que abandonemos la impiedad y los deseos mundanos para que vivamos en este mundo una vida de sobriedad, justicia y piedad mientras esperamos... que se manifieste la gloria de Jesucristo... Él se entregó por nosotros para rescatarnos... y hacernos su pueblo, apasionados por el bien.
Lc. 2, 1-14: Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre... unos pastores vigilaban por turno a sus rebaños... el ángel les dijo: «No teman porque les anuncio una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor...»... «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario