El miércoles 6, "de ceniza", empezamos el tiempo de Cuaresma. Es decir, se acerca el momento más importante de nuestra fe: la Pascua.
Guiados por el consejo paternal del P. José María, empecemos a preparar nuestro corazón para este tiempo de reflexión, pidiendo a nuestra Madre y Maestra que nos muestre el camino.
Guiados por el consejo paternal del P. José María, empecemos a preparar nuestro corazón para este tiempo de reflexión, pidiendo a nuestra Madre y Maestra que nos muestre el camino.
Cuaresma
Acabamos de comenzar la cuaresma.
Es tiempo de penitencia en preparación a la fiesta más grande de la vida cristiana: la Pascua. Se trata de sacar de nuestra vida todo lo que no nos ayude a buscar ser más dóciles al Señor de la Vida y más serviciales a favor del bien de nuestros hermanos, por los que el mismo Señor Jesús entregó su propia vida. No es cumplir sino vivir el amor de solidaridad cristiana.
El pecado no es una falta contra una ley o mandamiento sino el desprecio o desconfianza ante la palabra del Dios que nos da su vida y nos la cuida todos los días viviendo siempre atento a cada uno. Pecar es no creer a Dios y, por tanto, no hacerle caso. Eso es grave.
A Dios no le duele nuestro pecado por ser una ofensa a su amor, sino porque nos destroza la vida. Solo Él es capaz de devolvernos la pureza interior que nos posibilita reconstruir nuestra vida como debe ser, como hijos de Dios
1. Dios pensó cosas maravillosas para cada uno de nosotros:
La creación ha sido pensada para nuestra vida y felicidad y todas las normas se dieron para evitar la desgracia del engreimiento y del engaño.
No fiarse de Dios y escuchar nuestros gustos o caprichos trae consigo la degeneración de la confianza en nosotros mismos, llevándola por los caminos de la soberbia que nos impide la cordura de la obediencia inteligente y serena, más allá de los propios intereses de placer, éxito o poder, afanes necios que nos niegan toda felicidad y paz interior y hasta social.
2. El pecado destroza el interior y con ello lo pone todo en riesgo:
Fijarse en nosotros mismos es el mejor modo de empequeñecer la vida, pues la restringe descuidado la razón de nuestro existir: ser como Dios, de quien tenemos el aliento de vida, la fraternidad creciente y el señorío progresivo de nosotros mismos y de la naturaleza.
El pecado no solo nos pone en riesgo a nosotros mismos, sino a todos los que, de algún modo, dependen de nosotros. Cuando Dios, en Cristo Jesús, nos redime reconstruye el tejido de vida en el que Él mismo nos había creado: filiación, fraternidad y señorío.
Quien quiere jugar a ser Dios: conocedor y manipulador del bien y del mal, comete la necedad más grande que se puede cometer, pues corta con su origen, no reconoce sus reales límites y compromete, así, su futuro.
3. Jesús nos indica el camino de la reconstrucción a todo nivel:
El camino de reconstrucción solo es uno: escuchar con el corazón la Palabra, aprender de ella a vivir y gozar la vida, sin pretensiones de un señorío que no dominamos todavía, a no ser en la obediencia sencilla e inteligente y saber reconocer el señorío de Dios que nos cuida desde siempre y para ser felices siempre. Solo el humilde tiene la feliz paz de la bondad y sencillez.
Pedimos a María nos enseñe a vivir atentos y obedientes a la Palabra de Vida y Paz.
Es tiempo de penitencia en preparación a la fiesta más grande de la vida cristiana: la Pascua. Se trata de sacar de nuestra vida todo lo que no nos ayude a buscar ser más dóciles al Señor de la Vida y más serviciales a favor del bien de nuestros hermanos, por los que el mismo Señor Jesús entregó su propia vida. No es cumplir sino vivir el amor de solidaridad cristiana.
El pecado no es una falta contra una ley o mandamiento sino el desprecio o desconfianza ante la palabra del Dios que nos da su vida y nos la cuida todos los días viviendo siempre atento a cada uno. Pecar es no creer a Dios y, por tanto, no hacerle caso. Eso es grave.
A Dios no le duele nuestro pecado por ser una ofensa a su amor, sino porque nos destroza la vida. Solo Él es capaz de devolvernos la pureza interior que nos posibilita reconstruir nuestra vida como debe ser, como hijos de Dios
1. Dios pensó cosas maravillosas para cada uno de nosotros:
La creación ha sido pensada para nuestra vida y felicidad y todas las normas se dieron para evitar la desgracia del engreimiento y del engaño.
No fiarse de Dios y escuchar nuestros gustos o caprichos trae consigo la degeneración de la confianza en nosotros mismos, llevándola por los caminos de la soberbia que nos impide la cordura de la obediencia inteligente y serena, más allá de los propios intereses de placer, éxito o poder, afanes necios que nos niegan toda felicidad y paz interior y hasta social.
2. El pecado destroza el interior y con ello lo pone todo en riesgo:
Fijarse en nosotros mismos es el mejor modo de empequeñecer la vida, pues la restringe descuidado la razón de nuestro existir: ser como Dios, de quien tenemos el aliento de vida, la fraternidad creciente y el señorío progresivo de nosotros mismos y de la naturaleza.
El pecado no solo nos pone en riesgo a nosotros mismos, sino a todos los que, de algún modo, dependen de nosotros. Cuando Dios, en Cristo Jesús, nos redime reconstruye el tejido de vida en el que Él mismo nos había creado: filiación, fraternidad y señorío.
Quien quiere jugar a ser Dios: conocedor y manipulador del bien y del mal, comete la necedad más grande que se puede cometer, pues corta con su origen, no reconoce sus reales límites y compromete, así, su futuro.
3. Jesús nos indica el camino de la reconstrucción a todo nivel:
El camino de reconstrucción solo es uno: escuchar con el corazón la Palabra, aprender de ella a vivir y gozar la vida, sin pretensiones de un señorío que no dominamos todavía, a no ser en la obediencia sencilla e inteligente y saber reconocer el señorío de Dios que nos cuida desde siempre y para ser felices siempre. Solo el humilde tiene la feliz paz de la bondad y sencillez.
Pedimos a María nos enseñe a vivir atentos y obedientes a la Palabra de Vida y Paz.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO I
Gn. 2, 7-9; 3, 1-7a: "El Señor-Dios modeló al hombre... le sopló en la cara... aliento de vida... plantó un jardín... variedad de árboles... En medio del Jardín estaba el árbol de la vida y del conocimiento del bien y del mal. La serpiente era el más astuto de todos los animales... «Dios les ha prohibido comer de los frutos de los árboles del jardín?» La mujer le contestó: «No... tan solo del árbol que está en medio del jardín... porque moriremos». «No morirán... conocerán el bien y el mal». La mujer... lo cogió y comió de él... también le dio a su marido... y se les abrieron los ojos a los dos..."
Salmo 50: "Compadécete de nosotros, Señor, porque hemos pecado"
Rm. 5, 12-19: "Por obra de un solo hombre entró el pecado en el mundo... con mucho más motivo quienes reciben esta sobreabundancia de gracia... vivirán y reinarán gracias a uno solo que es Jesucristo... todos los hombres son absueltos y obtienen la vida..."
Mt. 4, 1-11: "El Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo le tentara... «El hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»... «También dice la Escritura: ‘No tientes al Señor tu Dios’»... «¡Vete de aquí, Satanás! La Escritura dice: ‘Adora al Señor, tu Dios, dale culto únicamente a Él’»..."
Salmo 50: "Compadécete de nosotros, Señor, porque hemos pecado"
Rm. 5, 12-19: "Por obra de un solo hombre entró el pecado en el mundo... con mucho más motivo quienes reciben esta sobreabundancia de gracia... vivirán y reinarán gracias a uno solo que es Jesucristo... todos los hombres son absueltos y obtienen la vida..."
Mt. 4, 1-11: "El Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo le tentara... «El hombre no vive solo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»... «También dice la Escritura: ‘No tientes al Señor tu Dios’»... «¡Vete de aquí, Satanás! La Escritura dice: ‘Adora al Señor, tu Dios, dale culto únicamente a Él’»..."
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