febrero 24, 2008

Sed de agua

El lunes pasado fue el paro agrario en todo el Perú.

Me encontraba en la ciudad de Huaraz, y precisamente en la Plaza de Armas, pude acercarme a escuchar lo que muchos agricultores proclamaban en una manifestación absolutamente pacífica. La mayoría de los congregados eran señoras de las comunidades vecinas, quienes al principio nos miraban con desconfianza, pero al notar que simpatizábamos con la línea "el agua es del pueblo", nos relataron sus temores y preocupaciones.

Como hace 2000 años, en otro escenario, todos tenemos necesidad de agua. Tenemos derecho a un acceso igualitario a este recurso cada vez más precioso. Los temores de los pequeños productores son fundados, pues el precio del agua tendría que pasar a su producto, con las consecuencias de rigor. Y las instancias responsables de velar por los intereses del pueblo pudieron haber puesto mayor atención a sus necesidades, a través de un enfoque profesional de respeto, diálogo y prevención. Sin embargo, esto no exime a ninguno de las responsabilidades por lo ocurrido. Qué idóneas las palabras del Padre José María: "Necesitamos aprender a ser dueños de nosotros mismos, si no acabamos como títeres de las circunstancias."

Oremos porque nuestros hermanos agricultores no permitan que los manipulen terceros con intenciones de causar caos.

Agua viva

Dios busca nuestra vida y una vida plenamente feliz. Eso nos salva de nuestros pecados y nos da lo necesario para vivir en paz. El problema del pueblo no es el agua, sino la vida interior que lleva a considerar a Dios como fiable o no. La mujer de Sicar no se fía del judío que le pide de beber, hasta que descubre que, de verdad, Dios está con él, es un profeta veraz.

Si fuéramos capaces de fiarnos de Dios con la sencillez de los niños, también gozaríamos con sinceridad de todos los dones que nos concede cada día, aun cuando nosotros, por el pecado, no siempre lo tratemos con la decencia y dignidad del que vive en su gracia y en su amor.

1. Dios cuida cada paso de nuestra vida, pero pide confianza:

La carencia de lo básico nos vuelve irritables y perdemos respeto, prudencia y sensatez.

Dios nos conoce bien. Necesitamos aprender a ser dueños de nosotros mismos, si no acabamos como títeres de las circunstancias.

El pecado más común y que más descuadra las relaciones, es el de la desconfianza. No confiamos ni en nosotros mismos ni en los que nos rodean y, menos todavía, en Dios. Como si Dios debiera probarnos cada día que es de fiar. Sus cuidados son tan ‘naturales’ y ‘ordinarios’ que ni nos percatamos de ello. Los hilos de nuestra vida están en su mano, pero también en la nuestra. Él respeta nuestra libertad y no reconocemos que, por ella perdemos muchas oportunidades. Todo por falta de confianza. Dios no quiere sustituirnos, pues sería denigrarnos.

2. La vida tiene muchas perplejidades, pero la mayor es percibir el interés de Dios por nosotros:

Dios siempre está atento a cada persona y nos respeta
. Fijarse en los propios intereses es perder la opciones de vivir en paz y, además, crear multitud de limites y errores.

Dios, en nuestros límites y errores, encuentra caminos y oportunidades de superación. Él nos señala las opciones precisamente cuando recibe nuestro rechazo. Esto nos puede dejar perplejos, pero es el modo ordinario de hacer de Dios. Si esperara o hiciera caso a nuestras peticiones la salvación no llegaría, pues el pecado nos cierra y no percibimos su necesidad.

3. Jesús nos ofrece un Agua Viva que nos permite superar pobrezas y debilidades:

El agua de Jesús
es el agua de la vida interior, fruto de la confianza depositada en el Padre. Adorar es depositar la propia vida en las manos del Padre: eso significa ‘en Espíritu y en Verdad’; no es cumplir, sino vivir en serio como Él nos lo sugiere. ¡Ésa es nuestra fortaleza!

Dios no impone nada, pues es Amor y nos educa para que vivamos en él, eso es el cielo.

Pidamos a María nos enseñe a poner nuestra confianza en el Dios del Amor, Vida y Paz.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO DE CUARESMA – DOMINGO III

Ex. 17, 3-7: "...pasaban tanta sed que decían... contra Moisés: «¡Por qué nos has sacado de Egipto!...» Moisés se desahogó con el Señor: «¿Qué puedo hacer con este pueblo?...» El Señor le respondió: «Adelántate al Pueblo... Yo estaré delante de ti, sobre la roca del Horeb. Da un golpe a la roca y saldrá agua y todo el pueblo podrá beber.» Puso a ese lugar los nombres de Massá y Meribá porque los israelitas... pusieron a prueba al Señor cuando decían: ¿Está o no con nosotros el Señor?"

Salmo 94: "Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «¡No endurezcan el corazón!»"

Rm. 5, 1-2.5-8:
"...estamos en paz con Dios, gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor. Es por Él que la Fe nos ha permitido entrar en esta gracia que tan firmemente poseemos... después que Dios, dándonos el Espíritu Santo, ha derramado en nuestros corazones su amor... Dios nos da prueba del amor que nos tiene cuando Cristo murió por nosotros que éramos pecadores."

Jn. 4, 5-42: "Jesús llegó a una población que se llama Sicar... Era al mediodía... Jesús... se sentó al borde del pozo... Llega una mujer samaritana a sacar agua... Jesús le dice: «Dame de beber... Si supieras quién es el que te pide de beber, tú le pedirías agua viva... quien bebe de la que yo le daré nunca más tendrá sed...» Ella le dice: «Señor, veo que eres un profeta...» Jesús le dice: «Créeme, mujer... Se acerca la hora, mejor, es ahora mismo, que los buenos adoradores adorarás al Padre en espíritu y en verdad... Dios es espíritu por eso los que le adoren deben hacerlo en espíritu y en verdad... El Mesías soy yo, que hablo contigo.»..."

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