febrero 03, 2008

Pobres de espíritu



Pobres de espíritu

Jesús nos ofrece un camino, para el mundo, desconcertante. Las bienaventuranzas no han estado nunca de moda. Pero son las únicas que nos ayudan a mantener o recuperar la paz.

Los cristianos las respetamos, aunque no siempre las asumimos con la sincera seriedad que desearíamos, pues los criterios que nos presionan son totalmente diferentes. Con todo, la historia nos muestra que, al final, es el amor y la humildad el que triunfa y construye el mundo: la prepotencia destruye muchos esfuerzos, pero el amor es capaz de reconstruir y mejorar.

1. Dios nos invita a madurar en nuestra relación con Él, pues Él tiene la última palabra:

La profecía de Sofonías nos presenta cuál es la Voluntad de Dios: la paz y la alegría. Ésta no será posible, sin una verdadera relación con Dios, la del que sabe fiarse de Él como los sencillos, convencidos de que solo Él es su salvación y, sin dejar de esforzarse por construir una vida mejor, no creen que todo dependa de ellos, sino del Amor que Dios no deja de darles.

Ése es el verdadero espíritu de pobre: trabajar sin desesperación; esforzarse sin angustia; superarse sin vanagloria; haciéndolo todo para glorificar a Dios y servir a los que le rodean.

La paz llena su vida, pues el juicio de Dios es objetivo y, si Él se fió de mí y me llamó a su Comunidad, todo es posible, aun para el débil y pequeño: el Señor es mi gloria, yo le sigo.

2. La felicidad es un derecho y es el mismo Dios quien nos la procura desde siempre:

La paz de Dios nos llega
con la presencia del Dios de la vida y ésta no se niega a nadie. Él nos ha creado para la felicidad, y esto es un derecho irrenunciable. No buscarla es generar en el propio interior la desesperación de perder de vista el futuro que ansiamos con toda el alma y necesitamos para vivir de verdad, más allá del vegetar o ‘vivir’ que degenera la vida.

El profeta, el Apóstol y el mismo Jesús nos invitan a vivir buscando al Señor que nos llenó con su vida, felicidad y paz. Los niños las viven con naturalidad, pero después deben aprender a acogerlas y compartirlas para que, en cada uno, se desarrollen y maduren al infinito.

3. El mundo no comprende los criterios de Dios y hasta los desprecia:

Ésta es una realidad que el ‘mundo’ nunca comprenderá a cabalidad. El ‘mundo’ vive la postura de rechazar a Dios porque ya se escogió a sí mismo, generando, con su actitud, su propia destrucción. No necesitamos probarlo, la historia lo hace desde siempre en todas partes.

No se trata de portarse bien, sino de ser buenos y humildes de verdad, no acomplejados ni cobardes, sino constructores de paz; fuertes y libres ante el dolor; pacientes ante la oposición; honestos y justos más allá de toda conveniencia o interés; puros en pensamiento, palabra y obra, según el corazón del Padre, pues eso es lo mejor para los hermanos; llenos de la Vida y Amor del Señor, aun en medio de la persecución.

El desprecio o menosprecio del mundo puede ser una dolorosa paga temporal en este periodo de definición de nuestra vida, pero al final, la definitiva paga es el éxito del mismo Dios.

Pidamos a María ser de verdad pobres para seguir a Jesús haciendo el bien con sencillez.

P. José María Doménech Corominas, sdb

CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO IV

Sof. 2, 3; 3, 12-13: "Busquen al Señor... busquen la bondad y la humildad. Puede ser que así queden protegidos el día riguroso del Señor. Dejaré en tu país un pueblo humilde y pobre. El resto de Israel buscará refugio en el nombre del Señor... Podrán... reposar sin que nadie les inquiete."

Salmo 145: "Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos."

1Cor. 1, 26-31:
"Fíjense quiénes han sido convocados: a los ojos de los hombres son pocos los instruidos o de familia noble. Dios, para confundir a los sabios, ha escogido a los que el mundo tiene por ignorantes... a los de clase baja... a los que no valen para nada; así nadie puede gloriarse delante de Dios.... «Si alguien se gloría que se gloríe en el Señor»."

Mt. 5, 1-12a: "Jesús... subió a la montaña, se sentó, se le acercaron los discípulos... y les instruía diciéndoles: «Bienaventurados los pobres... los que lloran... los pacientes... los que tienen hambre y sed de justicia... los compasivos... los de corazón limpio... los que trabajan por la paz... los perseguidos por causa del bien... Dichosos Ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos..."

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