Encendamos hoy la tercera velita de nuestra Corona de Adviento, mientras rezamos con la familia la siguiente oración:
En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia:
"¡El Señor llega!
Preparen sus caminos
porque ya se acerca.
Adornen sus almas
como una novia se engalana
el día de su boda".
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz.
Al encender estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, ven a salvarnos,
envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!
en el desierto clamó una voz.
Se anuncia la buena noticia:
"¡El Señor llega!
Preparen sus caminos
porque ya se acerca.
Adornen sus almas
como una novia se engalana
el día de su boda".
Ya llega el mensajero.
Juan Bautista no es la luz,
sino el que nos anuncia la luz.
Al encender estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.
¡Ven, Señor, ven a salvarnos,
envuélvenos en tu luz,
caliéntanos en tu amor!
Tomado de El Pan del Alma
Adviento - Domingo III
El tiempo de Adviento, es el tiempo de la atención a la salvación que llega, a la luz que se nos manifiesta, a la gracia que se nos ofrece para que la vivamos y seamos sus testigos.
La grandeza de Juan está en su honestidad, de la que participará en un grado mucho mayor el mismo Jesús, el consagrado por Dios para salvar a los marginados por toda esclavitud, sobre todo interior. Viviremos en la paz del Amor de Dios si vivimos en su verdad, como Juan.
La felicidad y la alegría a la que nos invita Pablo no nace de que las cosas nos vayan a nuestra entera satisfacción. No. ¡El hombre, varón o mujer, vale mucho más que esto! Su valor está en sí mismo, en su verdad, que Dios conoce y respeta perfectamente: ¿mis perspectivas y decisiones coinciden con lo que soy y valgo según la presencia de Dios? ¿Sé escoger?
Dios nos envía como mensajeros de la libertad iluminada por la verdad
El Bautista es testigo de la Luz que llega; él no se la apropia, solo la señala entre nosotros.
Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura de Juan, el Bautista: un hombre, a secas. Nada se nos dice de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es “importante”: no es el Mesías, ni Elías, ni siquiera es el Profeta que todos esperan.
Se muestra como “voz que grita en el desierto: allanen el camino al Señor”. Se nos dice que Dios lo envía como “testigo de la luz” capaz de despertar la Fe y contagiar luz y vida.
Nosotros seremos testigos solo desde la serena alegría de vivir el cotidiano en la paz de Dios
Dios no nos pide prestigio sino confianza en su fidelidad, como lo vivieron Juan, Jesús y tantos santos en la historia del mundo. Se nos pide mantenernos en la paz y alegría del Señor, a través de la oración y continua acción de gracias, para saber discernir lo bueno y dejar en las manos del Señor el éxito de nuestra vida... ¡Nos podemos fiar de Él, nos remarca el Apóstol!
El testigo de la Luz no habla mucho, pero es fuerte voz viva. Vive algo en forma inconfundible. Con su vivir comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia al Dios que vive. No enseña una doctrina, pero cuestiona, en el diario vivir, el propio creer.
La vida del testigo atrae y despierta interés: es un canto de alabanza gozosa y de esperanza comprometida. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos.
Abre siempre caminos nuevos sin darse de innovador. Es como el Bautista: allana el camino al Señor de la Vida.
Él no nos llama a buscar el éxito, sino a llenar el mundo de una Vida Nueva, sin cadenas
El mundo actual se va convirtiendo en un desierto. El testigo revela que algo sabe de Dios y de su amor, algo sabe de la fuente del gozo y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en los desiertos de cada ser humano. La vida está llena de testigos, creyentes sencillos, humildes y de conocida solidaridad; personas entrañablemente buenas que viven en la verdad y el amor. Ellos nos abren el camino hacia Dios, silencioso grito de Fe, Esperanza, Caridad y confianza.
Pidamos a María nos enseñe a ser testigos de la Luz para la vida y la alegría de todos.
La grandeza de Juan está en su honestidad, de la que participará en un grado mucho mayor el mismo Jesús, el consagrado por Dios para salvar a los marginados por toda esclavitud, sobre todo interior. Viviremos en la paz del Amor de Dios si vivimos en su verdad, como Juan.
La felicidad y la alegría a la que nos invita Pablo no nace de que las cosas nos vayan a nuestra entera satisfacción. No. ¡El hombre, varón o mujer, vale mucho más que esto! Su valor está en sí mismo, en su verdad, que Dios conoce y respeta perfectamente: ¿mis perspectivas y decisiones coinciden con lo que soy y valgo según la presencia de Dios? ¿Sé escoger?
Dios nos envía como mensajeros de la libertad iluminada por la verdad
El Bautista es testigo de la Luz que llega; él no se la apropia, solo la señala entre nosotros.
Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura de Juan, el Bautista: un hombre, a secas. Nada se nos dice de su origen o condición social. Él mismo sabe que no es “importante”: no es el Mesías, ni Elías, ni siquiera es el Profeta que todos esperan.
Se muestra como “voz que grita en el desierto: allanen el camino al Señor”. Se nos dice que Dios lo envía como “testigo de la luz” capaz de despertar la Fe y contagiar luz y vida.
Nosotros seremos testigos solo desde la serena alegría de vivir el cotidiano en la paz de Dios
Dios no nos pide prestigio sino confianza en su fidelidad, como lo vivieron Juan, Jesús y tantos santos en la historia del mundo. Se nos pide mantenernos en la paz y alegría del Señor, a través de la oración y continua acción de gracias, para saber discernir lo bueno y dejar en las manos del Señor el éxito de nuestra vida... ¡Nos podemos fiar de Él, nos remarca el Apóstol!
El testigo de la Luz no habla mucho, pero es fuerte voz viva. Vive algo en forma inconfundible. Con su vivir comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia al Dios que vive. No enseña una doctrina, pero cuestiona, en el diario vivir, el propio creer.
La vida del testigo atrae y despierta interés: es un canto de alabanza gozosa y de esperanza comprometida. No condena. Contagia confianza en Dios, libera de miedos.
Abre siempre caminos nuevos sin darse de innovador. Es como el Bautista: allana el camino al Señor de la Vida.
Él no nos llama a buscar el éxito, sino a llenar el mundo de una Vida Nueva, sin cadenas
El mundo actual se va convirtiendo en un desierto. El testigo revela que algo sabe de Dios y de su amor, algo sabe de la fuente del gozo y de cómo se calma la sed de felicidad que hay en los desiertos de cada ser humano. La vida está llena de testigos, creyentes sencillos, humildes y de conocida solidaridad; personas entrañablemente buenas que viven en la verdad y el amor. Ellos nos abren el camino hacia Dios, silencioso grito de Fe, Esperanza, Caridad y confianza.
Pidamos a María nos enseñe a ser testigos de la Luz para la vida y la alegría de todos.
P. José María Doménech Corominas, sdb
CICLO B – TIEMPO DE ADVIENTO – DOMINGO III
Is. 61, 1-2a.10-11: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido, me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los marginados... a proclamar a los cautivos la libertad ... a proclamar el año de gracia del Señor... El Señor hará germinar el bienestar y la gloria delante de todos los pueblos "
Salmo 46: "Mi alma glorifica al Señor, mi Dios"
1Ts. 5,16-24: "Hermanos, vivan siempre contentos, no se cansen de rezar, den gracias en toda ocasión. Eso es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús. No apaguen el Espíritu... Examínenlo todo y quédense con lo que encuentren que es bueno... Que el mismo Dios, el Dios de la paz les haga santos en todo y a todos les guarde irreprensibles... Dios que les llama, es digno de toda confianza..."
Jn. 1, 6-8.19-28: "Dios envió a un hombre que se llamaba Juan... vino a dar testimonio de la Luz... Le preguntaron: «¿Quién eres tú?»... «Yo no soy el Mesías»... «¿Quién eres, entonces?»... «Soy la voz del que grita en el desierto...»... «¿Por qué bautizas...?»... «Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien, al que ustedes no conocen, que viene detrás de mí y yo no soy digno de desatarle la correa del calzado»..."
Imagen tomada de
http://www.parroquiasannicolas.com.ar/images/adviento/corona3.jpg
No hay comentarios.:
Publicar un comentario