A continuación, la sugerencia homilética y el mensaje que nos envía nuestro querido padre José María.
En esta época uno tiene la impresión de que, en muchos ámbitos, incluidas algunas de nuestras comunidades cristianas, la opinión personal es casi sagrada y se considera "imposición" todo aquello que no se permite discutir y cambiar, si conviene, según yo lo pienso, más allá de lo que la autoridad competente pueda decir e incluso aunque me haya comprometido con previo conocimiento de causa y decisión explícita... ¡Claro! La razón es, según ellos, evidente: los tiempos han cambiado y esa decisión no tenía en cuenta lo que iba a pasar. Parecería que según estas personas no puedes creer en decisiones definitivas, pues la persona, parecería que se mueve no según principios y convicciones, sino según le digan las circunstancias. Parece que nuestro tiempo no es capaz de pensar en nada estable... Todo es manipulable y transitorio también el propio futuro, el destino de la propia persona. Lo que hoy es válido... ¡qué será mañana!
En nuestra época parece que muchísimos no aguantan que les "impongan" nada; claro que sí aceptan como normales los "mandatos" de la ciencia, de la técnica, de la moda o de la ideología de turno, sobre todo si va etiquetada de 'científica', 'moderna', 'actual'.
En esta época ya vivimos, en muchos ámbientes, lo que se ha dado por llamar "cristianismo a la carta" como si estuviéramos en un restaurante en el que se ofrece variedad de modos y elementos religiosos, de los que puedes escoger para contentar tu necesidad religiosa, según convenga.
Molestan los que hablan de la Verdad, del Bien, de lo Correcto... ¡Eso era antes!, se responde y con esto creemos que ya todo es lícito...
La verdad y el bien no dependen de la sociología o de la ciencia o de la técnica o de las conveniencias personales. Así como las células del cuerpo humano cambian cada siete años, así lo hacen nuestras sociedades y sus ciencias... No podemos hacer depender el futuro de nuestra vida de estos cambios.
No nos atemos a lo que cambia, pues nos convertiremos en marionetas de los comunicadores o propangandistas de turno. Caminaremos y nos alimentaremos para nada, para ser comidos por los gusanos.... ¡No vale la pena tanto esfuerezo para eso!
Basemos nuestra vida en algo más firme. La Sabiduría del Espíritu de Dios nos ofrece una base firme y estable.
Dar la vida y propia energía para conseguir preeminencia y poder es una inmensa necedad y el que lo hace merece compasión porque es despreciable...
Lo que vale la pena es vivir para ser grande como Dios, nada menos que como Él, que es el servidor de la Vida en la Verdad para que el Amor sea objetivo y válido para todos y para siempre. Servidor de la vida concreta y de todos y no hay vida que valga la pena de vivirse si no se hace en a Verdad de lo que uno es... Cosa que no está sujeta a lo que yo creo o se cree actualmente, sino a la naturaleza creada por Dios, que, aunque cambien los tiempos y culturas sigue siendo la misma, que se puede adaptar a todos, pero no se puede enajenar, pues se auto-destruye.
No tenemos derecho a la arbitrariedad, ni a serlo nosotros ni ha permitir que lo sean otros con nosotros, por muy poderosos que se crean... Al final también ellos acaban en la tumba, ¡sin excepción, todos! Tal vez hoy nosotros minusvaloramos lo que se nos ofrece... mañana nos minusvalorarán a nosotros y se despertará un gran dolor, pues descubrimos al Señor y vemos cómo se menosprecian su Palabra y sus dones y a los poprfetas que los proclaman..
Quitemos de nosotros todo lo que nos estorba para ser libres en el acoger y seguir la Voluntad liberadora del Señor de la Vida en el Amor, desde la Verdad que atraviesa todo tiempo, pues tiene su base en la Naturaleza de Dios, garantía de todas las promesas de Felicidad y Vida eternas.
Perdón, me ha salido largo.
Saludos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
En esta época uno tiene la impresión de que, en muchos ámbitos, incluidas algunas de nuestras comunidades cristianas, la opinión personal es casi sagrada y se considera "imposición" todo aquello que no se permite discutir y cambiar, si conviene, según yo lo pienso, más allá de lo que la autoridad competente pueda decir e incluso aunque me haya comprometido con previo conocimiento de causa y decisión explícita... ¡Claro! La razón es, según ellos, evidente: los tiempos han cambiado y esa decisión no tenía en cuenta lo que iba a pasar. Parecería que según estas personas no puedes creer en decisiones definitivas, pues la persona, parecería que se mueve no según principios y convicciones, sino según le digan las circunstancias. Parece que nuestro tiempo no es capaz de pensar en nada estable... Todo es manipulable y transitorio también el propio futuro, el destino de la propia persona. Lo que hoy es válido... ¡qué será mañana!
En nuestra época parece que muchísimos no aguantan que les "impongan" nada; claro que sí aceptan como normales los "mandatos" de la ciencia, de la técnica, de la moda o de la ideología de turno, sobre todo si va etiquetada de 'científica', 'moderna', 'actual'.
En esta época ya vivimos, en muchos ámbientes, lo que se ha dado por llamar "cristianismo a la carta" como si estuviéramos en un restaurante en el que se ofrece variedad de modos y elementos religiosos, de los que puedes escoger para contentar tu necesidad religiosa, según convenga.
Molestan los que hablan de la Verdad, del Bien, de lo Correcto... ¡Eso era antes!, se responde y con esto creemos que ya todo es lícito...
La verdad y el bien no dependen de la sociología o de la ciencia o de la técnica o de las conveniencias personales. Así como las células del cuerpo humano cambian cada siete años, así lo hacen nuestras sociedades y sus ciencias... No podemos hacer depender el futuro de nuestra vida de estos cambios.
No nos atemos a lo que cambia, pues nos convertiremos en marionetas de los comunicadores o propangandistas de turno. Caminaremos y nos alimentaremos para nada, para ser comidos por los gusanos.... ¡No vale la pena tanto esfuerezo para eso!
Basemos nuestra vida en algo más firme. La Sabiduría del Espíritu de Dios nos ofrece una base firme y estable.
Dar la vida y propia energía para conseguir preeminencia y poder es una inmensa necedad y el que lo hace merece compasión porque es despreciable...
Lo que vale la pena es vivir para ser grande como Dios, nada menos que como Él, que es el servidor de la Vida en la Verdad para que el Amor sea objetivo y válido para todos y para siempre. Servidor de la vida concreta y de todos y no hay vida que valga la pena de vivirse si no se hace en a Verdad de lo que uno es... Cosa que no está sujeta a lo que yo creo o se cree actualmente, sino a la naturaleza creada por Dios, que, aunque cambien los tiempos y culturas sigue siendo la misma, que se puede adaptar a todos, pero no se puede enajenar, pues se auto-destruye.
No tenemos derecho a la arbitrariedad, ni a serlo nosotros ni ha permitir que lo sean otros con nosotros, por muy poderosos que se crean... Al final también ellos acaban en la tumba, ¡sin excepción, todos! Tal vez hoy nosotros minusvaloramos lo que se nos ofrece... mañana nos minusvalorarán a nosotros y se despertará un gran dolor, pues descubrimos al Señor y vemos cómo se menosprecian su Palabra y sus dones y a los poprfetas que los proclaman..
Quitemos de nosotros todo lo que nos estorba para ser libres en el acoger y seguir la Voluntad liberadora del Señor de la Vida en el Amor, desde la Verdad que atraviesa todo tiempo, pues tiene su base en la Naturaleza de Dios, garantía de todas las promesas de Felicidad y Vida eternas.
Perdón, me ha salido largo.
Saludos.
Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:
P. José Mª Domènech SDB
"Aquél que aleja de Mí a uno de estos pequeños que creen, valdría más que lo tiraran al mar"
Santiago nos invita a reflexionar sobre las ataduras de las riquezas y cómo nos llevan a la muerte. Moisés y Jesús nos piden liberarnos de toda soberbia y todo lo que nos separe de la Voluntad de Dios y nos encierre en nosotros mismos, sean dones divinos, intereses personales o gustos y apetencias, lícitas o no. Lo único importante es la Voluntad de Dios, que siempre es constructora de comunión y libérrima generadora de salvación, por los caminos que sean necesarios, sin restricciones y a favor de toda persona humana, sin discriminación alguna.
Deberíamos actuar como si fuéramos invitados a vivir según esta consigna: ¡Libérate, corta con lo que sea, pero sé siempre dócil al Espíritu de Jesús, el Cristo; allí donde estés vive en la Voluntad del Padre y sirve a las personas como Él, construyendo hoy comunión!
No se trata de ser bueno ni de portarse bien, sino de ser lo que somos: hijos de Dios y, por tanto, ser como Dios, acogedores y servidores de toda persona.
La ley de Dios, más, las actitudes de Jesús, verdadera ley del cristiano, son nuestra luz y guía de Vida Nueva, de Sabiduría y de Salvación en cualquier tiempo y lugar.
Debemos cuidar nuestra fidelidad a Dios, que ama a todos y a todos ha creado como hijos
Muchas veces pensamos en Dios como si Él fuera como nosotros, claro que más grande y mejor. Pues no. Dios no es, en absoluto, como nosotros. Somos nosotros los que hemos sido creados, por Él, para llegar a ser su imagen; sí ser, ni más ni menos, como Dios, como Jesús.
La más importante de nuestras tareas es mantener nuestra fidelidad a Dios, así garantizamos potenciar al máximo nuestra vida sin anularla en inutilidades que, pareciendo ‘útiles’, cada día nos vacían y enajenan más. ¡Habrá aprender a amar como Dios y así ser como Él!
Lo que nos separa de un hermano, nos separa de Dios, que ama personalmente a cada uno
Jesús es claro, nítido: todo lo que te impida la comunión con el hermano, perjudicando a los dos, sácalo de tu vida, aunque sea parte de ti. Nada es peor que destruir la propia vida.
Vivir en comunión con el hermano, nos pide y exige vivir ahora en intimidad con Dios.
Dios nos enseña a amar sin discriminación porque Él ama a todos personalmente, sin fijarse en nada más que en que nos ha creado como hijos muy amados. Para nosotros envió a su Hijo muy amado desde toda la eternidad. Él nos lleva, cada día, por vías de vida, gozo y paz.
La Iglesia es la Comunidad de los que, abiertos a todos, les dan la vida siempre, como Jesús
Dios, en Cristo, ha creado una Comunidad universal, católica, para todos y en la que todos son bienvenidos así como son y están. El camino por el que hay que avanzar lo señala el Espíritu a través de esta misma Comunidad con el apoyo la sana conciencia personal.
El Espíritu nos pide liberarnos de toda soberbia y de toda codicia, idolatrías suicidas.
Pidamos a María intimar cada día mejor con Dios para poder dar la vida como Jesús.
Nm. 11, 25-29: "El Señor... tomó del Espíritu que Moisés temía y lo dio a los setenta ancianos... En el campamento había dos… que no se habían presentado... El Espíritu también se posó sobre ellos... y profetizaban... Josué,... ayudante de Moisés, dijo: «Moisés, mi Señor, prohíbeselo» Pero Moisés dijo: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá... el Señor diera a todos su Espíritu!"
Salmo 18: "Los preceptos del Señor llenan de gozo el corazón"
St. 5, 1-6: "Ricos, lloren... por las desgracias que les caerán. Sus riquezas se han podrido... serán sus acusadores y les roerán las carnes. El jornal escatimado... clama contra ustedes... han engordado como los animales, ahora, que es el día de la matanza. Han condenado al justo, lo han asesinado y no se ha resistido"
Mc. 9, 38-43.45.47-48: "Juan dijo a Jesús: «Maestro,... uno sacaba demonios en tu nombre...» Jesús respondió: «¡Déjenlo! Nadie que en mi nombre haga milagros, podrá después hablar contra Mí. Quien no está contra nosotros, está con nosotros... Pero aquel que aleja de Mí a uno de estos pequeños que creen, valdría más que lo tiraran al mar con una rueda de molino al cuello. Si tu mano... pie... ojo... te hace pecar, ¡córtatelo! Vale más entrar en el Reino de los cielos... que ser lanzado... al infierno, donde el gusano no muere, ni el fuego se apaga»."
Deberíamos actuar como si fuéramos invitados a vivir según esta consigna: ¡Libérate, corta con lo que sea, pero sé siempre dócil al Espíritu de Jesús, el Cristo; allí donde estés vive en la Voluntad del Padre y sirve a las personas como Él, construyendo hoy comunión!
No se trata de ser bueno ni de portarse bien, sino de ser lo que somos: hijos de Dios y, por tanto, ser como Dios, acogedores y servidores de toda persona.
La ley de Dios, más, las actitudes de Jesús, verdadera ley del cristiano, son nuestra luz y guía de Vida Nueva, de Sabiduría y de Salvación en cualquier tiempo y lugar.
Debemos cuidar nuestra fidelidad a Dios, que ama a todos y a todos ha creado como hijos
Muchas veces pensamos en Dios como si Él fuera como nosotros, claro que más grande y mejor. Pues no. Dios no es, en absoluto, como nosotros. Somos nosotros los que hemos sido creados, por Él, para llegar a ser su imagen; sí ser, ni más ni menos, como Dios, como Jesús.
La más importante de nuestras tareas es mantener nuestra fidelidad a Dios, así garantizamos potenciar al máximo nuestra vida sin anularla en inutilidades que, pareciendo ‘útiles’, cada día nos vacían y enajenan más. ¡Habrá aprender a amar como Dios y así ser como Él!
Lo que nos separa de un hermano, nos separa de Dios, que ama personalmente a cada uno
Jesús es claro, nítido: todo lo que te impida la comunión con el hermano, perjudicando a los dos, sácalo de tu vida, aunque sea parte de ti. Nada es peor que destruir la propia vida.
Vivir en comunión con el hermano, nos pide y exige vivir ahora en intimidad con Dios.
Dios nos enseña a amar sin discriminación porque Él ama a todos personalmente, sin fijarse en nada más que en que nos ha creado como hijos muy amados. Para nosotros envió a su Hijo muy amado desde toda la eternidad. Él nos lleva, cada día, por vías de vida, gozo y paz.
La Iglesia es la Comunidad de los que, abiertos a todos, les dan la vida siempre, como Jesús
Dios, en Cristo, ha creado una Comunidad universal, católica, para todos y en la que todos son bienvenidos así como son y están. El camino por el que hay que avanzar lo señala el Espíritu a través de esta misma Comunidad con el apoyo la sana conciencia personal.
El Espíritu nos pide liberarnos de toda soberbia y de toda codicia, idolatrías suicidas.
Pidamos a María intimar cada día mejor con Dios para poder dar la vida como Jesús.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXVI
Nm. 11, 25-29: "El Señor... tomó del Espíritu que Moisés temía y lo dio a los setenta ancianos... En el campamento había dos… que no se habían presentado... El Espíritu también se posó sobre ellos... y profetizaban... Josué,... ayudante de Moisés, dijo: «Moisés, mi Señor, prohíbeselo» Pero Moisés dijo: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá... el Señor diera a todos su Espíritu!"
Salmo 18: "Los preceptos del Señor llenan de gozo el corazón"
St. 5, 1-6: "Ricos, lloren... por las desgracias que les caerán. Sus riquezas se han podrido... serán sus acusadores y les roerán las carnes. El jornal escatimado... clama contra ustedes... han engordado como los animales, ahora, que es el día de la matanza. Han condenado al justo, lo han asesinado y no se ha resistido"
Mc. 9, 38-43.45.47-48: "Juan dijo a Jesús: «Maestro,... uno sacaba demonios en tu nombre...» Jesús respondió: «¡Déjenlo! Nadie que en mi nombre haga milagros, podrá después hablar contra Mí. Quien no está contra nosotros, está con nosotros... Pero aquel que aleja de Mí a uno de estos pequeños que creen, valdría más que lo tiraran al mar con una rueda de molino al cuello. Si tu mano... pie... ojo... te hace pecar, ¡córtatelo! Vale más entrar en el Reino de los cielos... que ser lanzado... al infierno, donde el gusano no muere, ni el fuego se apaga»."
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