enero 09, 2010

"Aquí tienen a mi siervo, Jesús, el Cristo, mi amado!"

El padre José María nos envió su mensaje y sugerencia homilética.

A fines de mes, el padre asumirá su nuevo encargo, como párroco en la localidad de Puerto Deseado, en Caleta Olivia, el "portal a los hielos eternos". Sin duda, el Señor lo ha enviado a poner el calor de su energía, de su prédica firme y animosa, de sus consejos paternales y de su amor a las familias, a los niños y los jóvenes.

Desde aquí, los invitamos a unirnos en oración con nuestro querido padre, para que encuentre colaboradores constantes y generosos, y para que sus nuevos hijos comprendan y valoren prontamente el gran regalo que reciben con la llegada de uno de los más fieles seguidores de Don Bosco a sus vidas.



Concluimos el tiempo de Navidad y entramos al del Tiempo Ordinario. Este es un domingo "gozne" Tiene lógica que sea el del Bautismos del Señor, pues el Bautismo es el sacramento por el que aceptamos vivir, como Jesús, según nuestra vocación primera: ser hijos de Dios, reconocemos a Dios como lo que es, nuestro Padre y Él como corresponde a los hijos nos regala el Espíritu de Amor y Vida, que es Dios en su flujo interior para el bien de todo lo existente.

Tener una vocación es una realidad natural. Todo en la naturaleza existe para algo, nada es inútil, claro que en las cosas no se le llama vación sino propósito o destino o función, pues no hay un llamado, dado que la realidad no consciente no puede percibirla y, por tanto, mucho menos responder, cosa esencial para que se dé una vocación: es necestio que alguien llame y alguien responda. La vocación es permanente, pues Dios llama constantemente y por eso es posible la conversión, pues después de cada "desprecio" a los dones o llamadas (que también son dones) de Dios, Éste no se cansa de volvernos a llamar. La Conversión a la que constantemente somos llamados, es una llamada incesante de Dios que nos creo para que fuéramos felices desde dentro, sin necesidad de cosas externas, aunque éstas no nos resulten indiferentes.

Jesús es llamado, como hombre, a ser de Dios y tuvo que aprenderlo. Su familia se lo enseñó al enseñarle a vivir en profundidad y disciplina interior, base de la exterior. Por eso aprendió a meditar; a orar; a trabajar; a servir a los últimos con veneración y respeto; a respetar a los demás; a obedecer, sin servilismos ni sumisiones degradantes, a la autoridad; a caminar en medio del mundo con los ojos abiertos para descubrir las huellas de Dios, su Padre, por todas partes... Solo una persona así podía tener autoridad propia al hablar y ser tan benéficamente y liberadoramente incisivo al relacionarse con las personas.

Pidamos al Señor nos enseñe a vivir también nosotros nuestro bautismo como Él: testigos de un Dios-Amor que nos supera y que nos encomienda tareas que van más allá de nuestras posibilidades aisladas, pero para eso Él se nos da como Padre, nos pone un modelo en su Hijo encarnado y nos llena de su Espíritu, para que seamos capaces de vivir en Comunión con nuestros hermanos, por muy diversos que sean, y formemos una Comunidad que sea en el mundo luz y propuesta no porque lo hace todo bien, sino porque está en conversión continua para ser cada día más solidaria y disponible para los dones de Dios que la renueva y envía cada día con infinita confianza.

Si Dios se fía de nosotros, y su Sabiduría es infalible, ¿por qué debemos nosotros desconfiar? Claro que si nos quedamos sin Dios, por haberlo abandanado, nada saldrá bien. Todo se irá perdiendo... No olvidemos las palabras de Juan Pablo II en Lima el año 85: «Es verdad, es posible construir una sociedad sin Dios, pero ¡¡siempre será contra el hombre!!»

Dios nos ha dado una inteligencia para que lo sepamos descubrir en todo, pues está: ¡¡Usémosla bien!! Es nuestra entera y exclusiva responsabilidad.
Dios nos bendiga a todos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB


BAUTISMO DEL SEÑOR

Aquí tienen a mi siervo, Jesús, el Cristo, mi amado, ¡don de Vida y Salvación para todas las gentes, sin discriminación ninguna!

La vocación personal no es fácil de descubrir, pero es posible, en la medida que desarrollemos nuestra capacidad de atención interior a la Voz de Dios, que se agudiza al aprender a orar como Jesús lo hizo, primerio, en su familia y, después, una vez asumida su autonomía-responsabilidad personal, en su creciente apertura a la oración-meditación-silencio interior.

La realidad de la vida, en la que Dios siempre habla, nos va descubriendo su Voluntad, pero no es mágico, necesitamos entrenar nuestra capacidad de ‘ver’ su presencia, ‘escuchar’ sus susurros, ‘comprender’ sus indicaciones, ‘dialogar’ con Él... Jesús, el Hijo del Hombre, ayudado por sus padres, hizo todo este camino... ¡Por eso pudo enseñarnos a orar!

Jesús fue llamado a ser Salvación de su Pueblo, su Consuelo, su Maestro, su Pastor. Y lo es para siempre y para todos ¡en absoluto! Aceptarlo es nuestra tarea, responsabilidad y mérito.

Es justo reconocer la grandeza de Dios y bendecirle por ello con toda nuestra vida.

El Amor de Dios es eficiente, pues envía todos los auxilios necesarios para el bien de su Pueblo

El profeta Isaías nos invita a mirar a Dios como lo que es, nuestro consuelo. Él llena nuestra vida con la suya, que es Vida Nueva, Salvación, Paz, Victoria. Él nos envía a su Elegido como nuestro Pastor. Éste nos lleva a superar todo mal, apacentándonos con la Vida Nueva en el Amor desde la Verdad para poder, con Él, construir una Comunidad en la Justicia y la Paz.

Desea convencernos de que la propuesta de Dios es segura y de futuro feliz, pero es necesario que le dejemos entrar e incidir realmente en nuestra realidad, pues la tenemos condenada.

Todos estamos llamados a ser ‘Pueblo de Dios’ por eso Cristo son salvó: somos testigos de ello

Toda discriminación es signo de la inmadurez de la persona humana. No está en los planes de Dios, ni en la naturaleza, donde todo está integrado para el bien común. Seamos honestos.

El Amor de Dios nos libera de todo envilecimiento enviando a su Hijo Unigénito para que nos salve del universo degradante del pecado. Él, con su redención, nos llama a todos, como Iglesia suya, a vivir en Comunión con su Padre enviándonos al Espíritu de Amor y Comunión.

Cristo Jesús es el Amado de Dios, su Padre, nuestro Padre, por su íntima docilidad a su Misión.

Cristo es el Hijo predilecto del Padre no tanto por ser el Unigénito, sino por ser hombre de corazón abierto y disponible a la Voluntad de su Padre. Actitud alimentada en la íntima y constante comunicación con Él, cuya Palabra acoge con humildad y con sencillez medita.

María nos ayude a vivir el bautismo como dócil respuesta al Padre que nos llama y envía.

Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO C – TIEMPO DE NAVIDAD (T.O.-D-I)
BAUTISMO DEL SEÑOR

Aquí tienen a mi siervo, Jesús, el Cristo, mi amado, ¡don de Vida y Salvación para todas las gentes, sin discriminación ninguna!

Is. 40, 1-5.9-11: "Consuelen, consuelen a mi pueblo… Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto un camino para el Señor… un sendero para nuestro Dios… Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán… Sube a la montaña elevada… le-vanta con fuerza tu voz… Levántala sin temor, di… «Aquí está el Dios de Uds.»… El premio de su victoria le acompaña… Como un pastor Él apacienta su rebaño…"

Sal. 28: "Bendice, alma mía, al Señor: ¡Qué grande eres!"

Tt. 2, 11-14. 3, 4-7:
"La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado... nos enseña a rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad... se entregó por nosotros, para librarnos de toda iniquidad..., Él nos salvó haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo... por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que… seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna".

Lc. 3, 15-16.21-22: "La gente se preguntaba si Juan no sería el Mesías. Él respondió a todos: «Yo les bautizo solo con agua... Él les bautizará con el Espíritu Santo y el fuego»... También Jesús fue a bautizarse. Mientras oraba se abrió el cielo y bajó a Él el Espíritu Santo, como una paloma, y una voz dijo desde el cielo: «Eres mi Hijo, mi amado, en ti he encontrado mi complacencia»".

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