octubre 02, 2010

Dios merece nuestra confianza incondicional

El querido padre José María nos envía su mensaje y sugerencia homilética para este domingo 3 de octubre.

Las maravillas de Dios son concretas y permanentes, pero tienen un proceso que no está sujeto a nuestros criterios, sino a los de Dios que ama a cada persona y trabaja por el bien de cada una en las circunstancias en las que ella se encuentra.

Los que hemos sido llamados a ser testigos del Amor del Padre, manfestado en el Señor Jesucristo y, por su Espíritu, constructores de la Comunidad de sus discípulos, estamos invitados a tener una mirada de Fe que nos permita ver la obra de Dios aun en las limitaciones de cada momento de la vida, de la persona, de la familia, de la Iglesia, de la sociedad y de la comunidad mundial...

Con frecuencia nosotros deseamos ver resultados rápidos, llamativos y brillantes. Todo llegará a su tiempo, ahora estamos en el proceso de construcción de personas y comunidades, y, muchísimas veces, gran parte del trabajo está en las bases, en las raíces, en la conciencia... y ¡esto no se ve! A veces logramos ver atisbos, reflejos, destellos, pero desearíamos ver más... Se nos pide confiar y tener paciencia... Correr mucho casi nunca es lo mejor: "No por mucho madrugar apanece más temprano", dice el refrán muy sabiamente.

Si todo tiene su proceso, las construcciones personales mucho más.
A nosotros nos toca ser perseverantes, confiar y secundar la obra de Dios y ser pacientes, sin creer que es nuestra obra: mucho respeto por las personas, por las instituciones. Vivir y trabajar en la Verdad y para el Bien sin descanso... Lo demás lo hace el Señor, nosotros sólo somos colaboradores, siervos... Si lo hacemos bien, veremos, sin dudarlo, el éxito a su tiempo; participaremos de él y veremos con claridad que lo nuestro fue un grano de arena, necesario, sí, pero pequeñito... La Obra es de Dios: Él es el Señor, nosotros sencillos siervos que hicimos lo que se nos pidió y nada más.

Glorifiquemos a Dios porque nos ha llamado, nos llama y confía en nosotros.

Saludos.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Sólo Dios merece nuestra confianza incondicional

Todo esfuerzo cansa, pero es mucho peor cuando no se ven resultados o cuando éstos son contradictorios y, donde podríamos esperar un éxito, aunque fuera pequeño, encontramos fracaso y hasta la destrucción de lo que creíamos que era lo mejor de todo lo logrado.

El Señor pide al profeta confianza. No se trata de vivir en función de los resultados, que de hecho son estimulantes, sino en función de la Fe en un Dios que puede transformar nuestra vida y hacerla nueva, si encuentra en nosotros la fidelidad necesaria para que su obra, profunda y silenciosa, produzca frutos de raíz sana, aun más allá de las circunstancias.

La santidad son estos frutos. La santidad casi siempre surgió en el silencio y hasta en las más duras y desconcertantes contradicciones, incluso en su propia casa. La misma Comunidad cristiana que reconoce ahora la santidad, cuando los santos vivieron en medio de ella, no siempre los entendió. Si los santos son santos es porque se fiaron de un Padre que los llamó y los sostuvo con su Espíritu, en una constante intimidad de amor, Fe y humilde servicio invitándoles a apoyarse en su Comunidad, a construirla y a crecer en una vida sacramental y apostólica que los llevaba a ser testigos de un Amor que supera, con mucho, las circunstancias adversas.

Este domingo se nos invita a esta confianza, a esta fidelidad, a esta Fe, a esta humildad.

Se puede reclamar a Dios, pero siempre en oración y abiertos a bien recibir su respuesta

El profeta siente lo duro de las desgracias que pesan sobre él y su pueblo. En su diálogo íntimo con Dios, reclama al Señor a quien sirve. Su oración es directa, clara y honesta.

Dios le pide confianza en su Providencia: le dice que el auxilio llegará, sin duda alguna, al tiempo oportuno. De hecho, el Espíritu del Señor no duerme nunca, porque ama.

Dios nos ha consagrado para que maduremos cada día en la Fe y así seamos sus testigos

Ser fieles en circunstancias adversas es muy difícil; pero la realidad nos demuestra que, sin voluntad explícita, es casi imposible serlo, incluso, en circunstancias favorables.

Hemos recibido de Dios el don de la Fe; pero para vivirla en el día a día necesitamos la firme decisión de hacerlo y de alimentarla constantemente. Es necesidad de toda vida y la Fe vive de la intimidad con el Dios que nos la concedió en su Comunidad. Fe cristiana madura y Comunidad cristiana viva son inseparables. Sin Fe la Comunidad se diluye, lo mismo al revés.

La Fe se expresa siendo testigos de Cristo en el día a día, pase lo que pase: lo demás puede ser folclore, dice poco aprecio por los dones de Dios. La vida real se ve en las opciones.

Los dones de Dios son gratuitos; vivámoslos en la Fe y el sencillo servicio, sin pretensiones

La Fe es un don de posibilidades infinitas, pero debe vivirse con sencilla sinceridad. Necesita profunda confianza en el amor de Dios que salva maravillosamente en el silencio.

Somos servidores de Dios; Él es quien hace su obra. A mayor intimidad, sencillez y disponibilidad en nuestra relación con Él, mejores colaboradores resultaremos ser.

Obedecer y servir desde el fondo del corazón: eso es creer. Sólo Dios glorifica su obra.

Pidamos a María asumir la Voluntad de Dios y secundarla cada día con toda el alma.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVII

Sólo Dios merece nuestra confianza incondicional. No manipulemos su obra: como creyentes vivamos centrados en la Voluntad de Dios

Ha. 1, 2-3; 2, 2-4:
"¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio y no me escucharás…? ¿Por qué permites que vea tantas calamidades…? El Señor me respondió: «Escribe… Es una visión… que… no fallará. Espérala, si tarda… no dejará de darse. El hombre orgulloso se sentirá inseguro, pero el justo vivirá por su Fe»."

Salmo 94: "¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!"

2Tm. 1, 6-8.13-14:
"Te recomiendo que reavives la llama del don de Dios que llevas por la gracia de la imposición de las manos. El Espíritu que Dios nos ha dado no es de cobardía, sino de firmeza, amor y sensatez. No te avergüences… soporta lo que debes sufrir… El tesoro que se te ha confiado es muy valioso. Consérvalo con la fuerza del Espíritu que vive en nosotros".

Lc. 17, 5-10: "Los apóstoles le dijeron al Señor: «Danos más Fe». Jesús les contestó: «Si tuvieran una Fe tan menuda como un grano de mostaza, le dirían a esta morera: “arráncate de raíz y plántate en el mar” y ella les obedecería… cuando Uds. hayan cumplido con todo lo que Dios les pida, digan: “Somos siervos sin mérito alguno: sólo hemos hecho lo que debíamos hacer”»."


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