octubre 08, 2010

Gratitud: apertura al don de Dios

El querido padre José María nos envía su mensaje y sugerencia homilética para las lecturas de este domingo 10 de octubre.

Agradezcamos su paternal gesto teniéndolo constantemente presente en nuestra oración.


"La gratitud es propia de los corazones bien nacidos", dice un refrán castellano y Don Bosco decía: "Cualquier cosa buena se puede esperar de un corazón agradecido".

Hoy el Evangelio nos muestra que la gratitud nos abre a la Salvación.

Ésta es un regalo más grande de Dios, pero como todos los dones, también ella no exige atención a las condiciones que tiene en sí misma: a Naamán se le pide obediencia a una indicación que apela a su capacidad de humildad; debía abandonar su concepción de grandeza y asumir la pequeñez que se le pedía. A Timoteo se le pide fidelidad al ministerio y asumir el riesgo de seguir, con real intrepidez el camino de Pablo, el prisionero por Cristo; a los leprosos, antes de verse curados, se les pide que actúen como si estuvieran ya curados y, por esa razón, se les pide que se presenten a los sacredotes para que certifiquen su curación; sólo uno solo de ellos entiende de dónde viene la curación y que ésta es un don gratuito de Dios y vuelve al Mesías, a través del cual [su "pontífice"] les ha llegado este magnífico don. Así lo reconoce como el verdadero y único mediador de la Salvación; el único Sacerdote de la Nueva Alianza que puede certificar su real y concreta «curación» del pecado, verdadera lepra-cáncer humano.

¿A quién agradecemos nosotros los dones que recibimos? Antes preguntémonos con sinceridad ¿qué dones sentimos necesidad de agradecer?; ¿qué es lo que de verdad consideramos como un don en nuestra vida? ¿A quién consideremos como nuestro salvador de verdad? Es decir, ¿a quíen estamos dispuestos a seguir y adorar sinceramente, no solo con los labios o cierto culto que no nos cueste demasiado [porque si no, lo dejamos como 'no posible']?

Pablo es claro: Él siempre permanece fiel, pero resulta que ahora que el Señor ya lo ha hecho todo a favor nuestro, la decisión final sólo depende de nosotros. Ya todo está claro: el Amor de Dios es definitivo y decisivo, pero no impositivo, sino solo propositivo, aunque, repito, definitivo; por tanto es necesario, indispensable, que por parte nuestra ratifiquemos que deseamos y aceptamos esta Salvación. Esta ratificación no se hace con los labios, no, sino con la vida; así como la Salvación no se nos dio con palabras, sino con el don de la Vida del Hijo de Dios hecho hombre y sometido a una brutal pasión a consecuencia de nuestros concretos pecados, que no son palabras, sino de decisiones y de opciones muy históricas que perjudican a muchísimas personas. El mismo camino que hemos usado para depreciar los dones de Dios, necesitamos usarlo para asumirlos y hacerlos fecundos para los demás y, así, para nosotros mismos.

Dios es concreto en todos sus pasos: es creador de una realidad sumamente concreta; es salvador de unas personas e historias concretas y es santificador de personas y realidades concretas, a través de los concretos caminos marcados por las decisiones personales que valoran y permiten que sean fecundos los dondes de Vida Nueva que Dios nos ofrece en nuestra historia haciéndola nueva y renovando la de los que nos rodean, si lo aceptan.

Que María nos acompañe, fortalezca y auxilie en estas responsables decisiones de cada día.

Dios nos bendiga a todos y aceptemos su Bendición.

Unidos en oración con María, nuestro Auxilio:

P. José Mª Domènech SDB

Gratitud: apertura al don de Dios

¿Qué deberíamos agradecer a Dios? Todo, pues todo, comenzando por la vida, es un don que, por un lado, nos supera y, por el otro, nos ha sido confiado.

Lo único que sí depende de nosotros son las decisiones, por eso somos responsables de ellas. Pero, para que podamos ejercer la capacidad de decidir que el Señor nos concedió, Él mismo nos dio los maravillosos dones, en continuo desarrollo, de la inteligencia y la voluntad. Así es como vamos construyendo nuestra personalidad, nuestra sociedad y nuestra cultura.

Dios nos toma muy en serio: nos pensó para que seamos como Él. Nosotros decidimos.

En la vida humana, todo es orientado hacia el bien por el Amor de Dios, por eso nada vital puede ser obligado. Que no lo entendamos, ése es uno de nuestros principales problemas.

Nuestra vida tendrá la dignidad que expresen nuestras decisiones: ¿más centradas en nosotros mismos?: menos dignidad; ¿más centradas en el bien y el desarrollo de los que nos rodean?: más libertad, dignidad, grandeza, felicidad en la Fe y fecundidad de vida para la Vida.

Es nuestra vocación, así Pablo se lo recuerda a Tito y lo viven Naamán y el leproso.

La purificación y la libertad para la Verdad y el Bien son siempre frutos de la obediencia

La Salvación de Dios requiere un espíritu humilde. Quien exige a Dios se queda solo.

La verdadera gratitud parte de una humildad coherente; lleva a la adoración de quien me salvó, al que reconozco el único Dios, y se muestra en la obediencia total a su Voluntad.

Si la vida personal está centrada en Jesucristo, el Evangelio se propaga por su propia fuerza

Puesto que Dios quiere salvar a todos, Pablo insiste a Timoteo que se consagre al anuncio de Cristo Resucitado aceptando, como él, todos los sufrimientos que esto traiga consigo.

Nada quedará inútil ni perdido en las manos de Dios. Nada puede detener la fuerza del Amor de Dios que se expresa en el Evangelio de Jesús. Nada acallará ni apagará el resplandor de la vida en Cristo, presente en su Comunidad.

Nuestras decisiones son nuestra responsabilidad y sus consecuencias nuestro juicio.

La gratitud es un signo de la presencia de la Salvación de Dios actuando en nuestra vida

Los leprosos piden la curación. Dios tiene misericordia, pero les pide Fe en su palabra dando el signo de estar ya curados: presentarse a los sacerdotes. Sólo en el camino de obedecer al Señor y respetando a las normas, expresión del orden y la prudencia, obtendrán la curación.

Sólo un extranjero, al sentirse curado como los demás, vuelve a Jesús, como Sacerdote de la Nueva Alianza, para agradecer el don de Salvación recibido. Agradecer es creer y esto ratifica el don de la Salvación, don que compromete toda la vida y sus relaciones.

Todos están llamados a la salvación. Un extranjero reconoce la presencia del Señor. Estamos invitados a darnos cuenta de que el Señor nos ha salvado de la lepra del pecado. Sólo la gratitud libre, expresada en la celebración y la obediencia, nos permitirá vivir en esta libertad.

Pidamos a María saber agradecer la Fe con la adoración obediente de nuestra vida.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.

CICLO C - TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO XXVIII
La gratitud expresa la sencilla apertura al don de Dios y esto nos abre a la obediencia que hace fecunda en nosotros la Salvación de Dios

2R. 5, 14-17: "El profeta Eliseo envió un mensajero a Naamán… [éste] bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así… quedó limpio. Luego volvió… a donde estaba el hombre de Dios y le dijo: «Ahora reconozco que nos hay Dios en toda la tierra más que el de Israel… tu servidor no ofrecerá sacrificios y holocaustos a otros dioses, fuera del Señor»."

Salmo 97: "El Señor manifestó su victoria".

2Tm. 2, 8-13:
"Querido hijo: acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos… Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro… encadenado como un delincuente. Pero la Palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas cadenas por amor a los elegidos, a fin de que también ellos alcancen esta Salvación que está en Cristo Jesús… Si le somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede renegar de sí mismo".

Lc. 17, 11-19: "…salieron a su encuentro diez leprosos… y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes»… Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios… Jesús dijo: «¡Cómo!, ¿no quedaron sanos los diez? Los otros nueve ¿dónde están?... Levántate y vete, tu Fe te ha salvado»."

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