enero 20, 2011

"El Señor es mi Luz y mi Salvación"

Como cada semana, el querido padre José María nos envía su mensaje y sugerencia homilética para las lecturas del domingo.

Después de haber meditado sobre la realidad del Bautismo y lo que implica para todos los discípulos de Jesús, así como lo implicó para el mismo Jesús, ahora se empiezan a sacar consecuencias.

No nos bautizamos para pertenecer a una religión determinada, aunque socialmente eso no deje también de ser real.

Es mucho más:

Bautizarnos implíca entrar en un personal camino de conversión para vivir en fidelidad a la Voluntad de Dios, al que hemos aceptado como nuestro Padre personal porque lo es, por habernos creado personalmente, y porque así nos lo ha mostrado el mismo Cristo Jesús, a quien aceptamos como nuestro Maestro y le seguimos, fiándonos y alimentándonos de Él. Él es el Hijo Unigénito de Dios, su Padre, y es Dios como Él, al igual que el Espíritu Santo que Ellos nos dan en el Bautismo.

Pero el Bautismo no solo implica esto: camino de conversión, que lo es. Sino que manifiesta que aceptamos unirnos e insertarnos en una Comunión muy superior a nosotros: la de la Santísima Trinidad que, por Cristo y en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, en la historia humana, convoca a una Comunidad de creyentes fieles a la Voluntad de Salvación de Dios, como Jesús, para que exprese, anuncie e invite a participar en esta Comunión-Salvación a toda la humanidad: la Iglesia Apostólica. Ésta, nacida en Jerusalén, por la acción del Espíritu, según la Voluntad del Padre y la Salvación permanente del Hijo, se va expandiendo por todo el mundo, a pesar de sus grandes defectos, debilidades, desconciertos y persecuciones porque le mueve el Amor de Dios y actúa en ella el Poder de Salvación de la Palabra que convoca y orienta, de los Sacramentos que salvan, sanan, alimentan, y consagran al servicio por y para el Amor, y de la Comunión Divina en la Comunidad cristiana que testifica y hace historia la Salvación del Señor y Dios de la Vida en la Verdad para el Amor que nos lleva a la Felicidad eterna, que toda persona humana desea desde el fondo de su ser, pues para eso fue creada.

Eso estaba en el fondo de los domingos que nos han precedido.

Este domingo se nos dice que nuestra misión es ser luz, como Jesús, a favor de todas las naciones, pero que, para eso, debemos tomar dos actitudes: convertirnos, pues si no lo vivimos destruiremos la Comunión de la Comunidad y no seremos la luz que debemos, y seguir a Jesús con decisión indivisa y perseverancia incansable; Él nos llevará por auténticos caminos de Fidelidad a la Voluntad del Padre, haciendo de nosotros verdaderos pescadores de hombres.

Siempre estamos en lo mismo: Dios salva, pero nosotros decidimos.

Nuestras divisiones no están causadas por otra cosa que por nuestras soberbias y constantes condenas interiores, y hasta exteriores, de los demás, sin que seamos igual de exigentes para con nosotros mismos en nuestro deber de fidelidad a la Voluntad de Dios. Si no hay obediencia en la Voluntad salvífica del Padre, no hay testimonio que valga y nuestras catequesis o prédicas se quedan en palabras sin la Savia de la Vida y del Amor Salvador que les da fecundidad.

El Bautizado o es un caminante tras las huellas de Jesús o es un necio soberbio convencido de que todos, o casi todos, deben parecerse a él, pues él rara vez se equivoca: los que se equivocan son los que no piensan como él... ¿No es el mismo problema que dividió la Comunidad cristiana de Corinto? No somos muy diferentes, si no nos convertimos al Señor Jesús ya ahora siguiéndole como los apóstoles, al costo que sea.

Pidamos a María, ser luz de las gentes, pues en nosotros dejamos brillar y alimentamos la Luz de su hijo Jesús, el único Maestro de todos.

Dios nos bendiga a todos todos los días de nuestra vida para que le seamos cada día más humildemente fieles.

Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:

P. José Mª Domènech SDB


"El Señor es mi Luz y mi Salvación"

La luz artificial, la electricidad, nos permite hacer gran parte de las cosas que hacemos. Hoy en día son pocos los que tienen experiencia cotidiana de la oscuridad en su vida. Los esfuerzos tecnológicos para lograrlo son inmensos y en desarrollo constante. Si nos faltara la electricidad casi necesitaríamos volver a aprender a responder a muchas necesidades ordinarias.

Solo la claridad nos permite tomar decisiones serenas. La comprensión de la realidad que nos atañe, verdadera luz, nos da capacidad de afrontar los problemas, sin desconciertos ni miedo a graves disparates; aunque siempre, con humildad, debemos tener presente la posibilidad de un error, pues ésta, sin la luz necesaria, se hace mucho más real y temible.

Nuestro mundo vive en el desconcierto y la angustia, ante una realidad cada vez más insegura porque los adoradores del dios poder-riqueza lo buscan y le obedecen sin piedad ni prudencia. Buscan soluciones, pero despreciando la Verdad e ignorando el pasado y el futuro.

Jesús nos llama a seguir su luz y a aprender a construir con Él la Comunión hoy y aquí.

Él nos da la paz y nos enseña a ser libres porque en Él encontramos la Verdad sobre nuestra realidad personal y social y Él sabe cuál es el futuro real. Él nos habla con hechos.

No hay ninguna realidad perdida, salvo la que se cierre a los dones de la salvación de Dios

En Galilea, el judaísmo se había corrompido por la mezcla con la mentalidad pagana y sus criterios de vida. El que Jesús predique el Evangelio primero en su tierra lleva a Mateo hacer notar que la profecía de Isaías, en su momento dirigida a los desterrados en Asiria, se estaba cumpliendo en ese momento y mucho mejor que cuando los desterrados supieron su liberación.

¡Cuántas de nuestras realidades de vida se enturbian al dejar de lado la constante formación y alimentación de nuestra Fe, que estamos llamados a vivir con creciente profundidad!

La presencia de Jesús entre nosotros es cierta y permanente. ¿Nos dejamos iluminar?

La tecnología no para porque quiere ofrecer cosas mejores. ¿Qué ofrecemos nosotros?

La Comunión en nuestras comunidades es un signo seguro de la Presencia de Dios-Salvador

Desde un principio, la Iglesia ha tenido problemas respecto a la Comunión en la Comunidad. Ésta es una realidad que muestra la profundidad de nuestra Fe y su fundamento.

Las divisiones vienen, básicamente, por centrar la atención, no en Cristo, sino en otras realidades a las que damos más importancia que a la meditación y obediencia a la Palabra.

El Apóstol muestra lo absurdo de la situación que creamos y lo contradictorio con lo que decimos creer, por eso llama a volver a la sencilla cordura de la Fe y, en ella, a la unidad.

En estos tiempos de obediencia tecnológica nos cuesta aceptar la obediencia de la Fe.

La predicación de Jesús llama a la decidida conversión para la Vida Nueva: seguirle es vital

Jesús comienza su misión en Galilea, región muy paganizada, y llama a la Conversión.

La llamada de Jesús es presentada como un imperativo vital. Quien le sigue se convierte. Seguirle es mucho más que admirarle o escucharle, es dejarlo todo para centrarse en Él.

Los discípulos, al seguirle y aprender a vivir su ministerio, inician el camino a la Iglesia.

Pidamos a María seguir la Luz de Jesús cada día en la atención, humildad y obediencia.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO III
La decisión de convertirse y seguir al Señor ahora,
ofrece la Luz de la Salvación y la Unidad
a los que aceptan la presencia de Dios

Is. 8, 23b-9, 3: "…en el futuro el Señor llenará de gloria la ruta del mar, al otro lado del Jordán… El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz… Tú has multiplicado la alegría… porque el yugo que pesaba sobre él… lo has destrozado…"

Sal. 26: "El Señor es mi Luz y mi Salvación".

1Cor. 1, 10-13.17:
"Yo les exhorto, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan de acuerdo… vivan en armonía… ¿Acaso Cristo está dividido?... Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia".

Mt. 4, 12-23: "Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea… en los confines de Zabulón y Neftalí… vieron una gran luz… comenzó a predicar así: «Conviértanse porque el Reino de los Cielos está cerca». Caminando a orillas del mar, vio a dos hermanos… les dijo: «Síganme, y los haré pescadores de hombres»… Inmediatamente ellos, dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron…"

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