enero 02, 2011

Nadie hay más interesado en nuestro bien que Dios

CICLO A – TIEMPO DE NAVIDAD – DOMINGO II
Nadie hay más interesado en nuestro bien que Dios, nuestro Padre, quien, en su Hijo Jesucristo, nos ha dado el ser sus hijos y todo bien

Sir. 24, 1-2.8-12:
"La Sabiduría… abre la boca en la asamblea del Altísimo… «El Creador de todas las cosas me dio una orden…: “Planta tu carpa en Jacob…” Él me creó antes de los siglos, desde el principio y por todos los siglos no dejaré de existir… Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia".

Salmo 147: "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros".

Ef. 1, 3-6.15-18:
"Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales… y nos ha elegido en Él… para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el Amor. Él nos destinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo… el Padre de la gloria les conceda un espíritu de sabiduría… que les permita conocerlo verdaderamente… para que Uds. puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados…"

Jn. 1, 1-18: "Al principio existía la Palabra… y… era Dios… Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra… En ella estaba la vida y… era la luz de los hombres… Ella estaba en el mundo… y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y… no la recibieron. Pero a quienes la recibieron les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios… La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria… Jamás nadie ha visto a Dios. El Hijo Único, que vive en el seno del Padre, nos lo ha revelado".


Nadie hay más interesado en nuestro bien que Dios

Todos buscamos un modo de vida y de relaciones, una cultura, que nos permita ser personas que, de verdad, sepamos cuidar y dominar el mundo, interno y externo, con verdadero señorío, de modo que, sin perjudicar nada, llevemos cada realidad y, sobre todo, a persona a la maduración de su ser y de su obrar, es decir, a ser feliz ya aquí, con todos, y para siempre.

Los planes de Dios son maravillosos, ¡y todos están pensados a nuestro favor y beneficio! Pero ¿estamos atentos y dispuestos a secundarlos? o ¿sólo nos interesa lo que nos complace; lo que coincide con nuestros propios planes; lo que podemos asumir sin mucho costo; lo que nos trae algún beneficio controlable por nosotros? Así les sucede a muchas personas con buenas habilidades y cierto poder gracias al dominio que tienen de los conocimientos, de la política, de los negocios, de las relaciones sociales de alto nivel, o a su capacidad de manipular masas.

La Sabiduría no tiene nada que ver con el dominio, sino con el Amor en la Verdad. No la dan los conocimientos y menos los títulos ni los cargos o responsabilidades recibidas por una autoridad formal. La Sabiduría es un don de Dios que Él concede a todo el que se la pida de verdad y la sepa recibir con sencillez y humildad para servir al Bien Común y a la defensa y desarrollo de la vida, sobre todo de los últimos y marginados, de cualquier nivel o cultura.

Éste fue el modo de vida de Jesús y se nos pide que nosotros, sus discípulos y testigos-misioneros, lo asumamos como propio, aunque empleemos toda la vida para aprender a vivirlo.

La sabiduría es eterna, propia de la relación de Dios con toda la realidad, y Él la comparte

Dios comparte sus dones, y todos son eternos, para el bien de todo ser en su realidad, nadie está excluido: a cada ser le da lo que necesita para su fin y le corresponde. ¡Es sabio!

Su Sabiduría tiene un fin primero: el bien de la persona: para que conozca a su Creador, se conozca bien a sí misma, respete la realidad en la que se encuentra y sepa moverse en ella, sobre todo en los momentos difíciles. Así, madurando, gozará de los bienes a ella confiados.

Jesús es el camino de la Sabiduría de Dios: por Él y en Él recibimos siempre todos los dones

Todo nos llega por Cristo, Él es bendición, consuelo y salvación. En Él aprendemos a vivir y movernos en este mundo como lo que somos en realidad. Él es el perpetuo Maestro de Vida y de Gozo para todos. En Él somos la Comunidad que, fundada y apoyada en Él, glorifica al Padre y anuncia, con su vida, oración y obras, la Salvación Universal y definitiva.

Si nos abrimos a Él, siempre recibiremos su Sabiduría y llegaremos a la Plenitud.

El Salvador no es un personaje: es el mismo Hijo Eterno de Dios que nos comunica al Padre

Nadie podía pensar mayor cercanía de Dios. Pero ¡es nuestro Padre! Por eso actuó así. Dios vino a quedarse con nosotros para que aprendiéramos a vivir con Él, en Él y para Él.

Jesús es nuestro Salvador: el testigo más fiel y perfecto del Amor de Dios: su Hijo amado.

Pidamos a María ser creyentes honestos y generosos: vivos testigos de Jesús-Salvador.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


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