Como cada semana, tenemos el mensaje y la sugerencia homilética del padre José María para la liturgia de este domingo.
Ya entramos de lleno al tiempo ordinario de formación de nuestra Fe; a la monotonía cotidiana, la que nos cansa, pero también la que, si la tomamos en serio, nos forma en profundidad, a la fortaleza, a la perseverancia.
Este domingo podemos preguntarnos: ¿para qué nos hemos bautizado? ¿Que significa para nosotros el bautismo?
No preguntamos lo que sucedió cuando nos bautizaron, pues a la mayoría nos bautizaron, ya que para nosotros recibir el bautismo no fue una opción personal, sino que otros, de ordinario nuestros padres, la tomaron en lugar nuestro y se lo agradecemos, al menos yo. Decidieron por nosotros esto, tan importante, como decidieron la comida que íbamos a ingerir y a educación que nos daban y la lengua que aprenderíamos y el colegio en el que estudiaríamos. Fueron elecciones vitales y que marcarían nuestra vida y la han marcado de hecho, con el agrado o no de parte nuestra; pero no podíamos elegir, pues no teníamos desarrollada esta capacidad todavía, como no la tienen tampoco ahora los niños. Pero ellos, muchos de ellos, contaban con un ambiente que, de algún modo, les apoyaba...
Ahora lo vemos todo de un modo muy diferente. ¿Mejor? ¿peor?... ¡Digamos simplemente "diferente"!
Los padres hoy siguen eligiendo cosas vitales, pero lo religioso, y menos lo cristiano, no lo ven tan vital y viven en un ambiente les ayuda a no valorarlo o hasta a criticarlo, aunque no lo conozcan... ni les interese conocerlo, como sucede con gran parte de los críticos, que se atreven a hablar de lo que no saben y, peor todavía, de lo que no viven desde dentro y, si algo conocen, es solo desde lo negativo y desde algunas desfiguraciones, sin ningún interés de conocer nada más. Después de todo ésta es una actitud en algunos explicable por aquello del refrán ("gato escaldado [que se quemó con agua caliente] del agua fría huye") Muchos se guían casi por la única 'ciencia' la del "me dijeron que..." y en eso basan sus opiniones y sentencias. Y eso lo hacen cada únicamente con la religión y, sobre todo, con la católica.
Ahora que nosotros somos adultos debemos preguntarnos ¿qué nos trae el Bautismo? ¿Qué asumimos de él? ¿Qué conciencia tenemos de él? ¿Cómo lo vivimos de hecho, más allá de las palabras, de ordinario muy fáciles de decir? ¿Para qué creemos que fuimos bautizados?; ¿aceptamos vivir la gracia de actuar desde la experiencia íntima de que Dios es nuestro Padre personal, [ciertamente Padre del cielo, es decir que nos supera infinitamente y, por tanto, no es nuestro igual, o, como decimos en América, no es nuestro 'compadre', con quien nos lo podríamos permitir todo con suma "confianza" o frescura] y, por tanto, asumimos la responsabilidad de aprender, todos los días, a ser sus hijos en medio de nuestros hermanos, también los hombre que no siempre conocen o aceptan a Dios y menos como su Padre?
El domingo de hoy nos ayuda a comprender el valor y responsabilidad que comporta el bautismo que recibimos: fuimos bautizados para, con el Espíritu de hijos de Dios, ser enviados como misioneros del Amor del Padre ante todas las personas con las que vivimos. Fuimos bautizados para ser enviados; fuimos bautizados para ser testigos del Amor que da Vida y la hace madurar y desarrollarse y entregarse y libera de toda esclavitud, valorando toda belleza y armonía, interior y exterior, pero respetando su dignidad y misión.
"Luz de las naciones"; "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad"; "Llamado a ser apóstol", "Yo lo he visto y doy testimonio de Él". ¿Pueden ser más claros los textos bíblicos?
El Señor nos conceda no abdicar jamás de la confianza y misión que nuestro Padre, Dios, nos ha confiado para el bien de todos sus hijos, dispersos por todo el mundo. Cada uno lo hará, sin duda, según la vocación personal, pero todo y siempre para ayudar a nuestros hermanos a conocer el Amor que los creó y que los llama a una felicidad sin fin y sin fronteras de ningún tipo.
Dios nos bediga a todos y nos dé la gracia de ser cada día más fieles a su confianza y Espíritu.
Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
Ya entramos de lleno al tiempo ordinario de formación de nuestra Fe; a la monotonía cotidiana, la que nos cansa, pero también la que, si la tomamos en serio, nos forma en profundidad, a la fortaleza, a la perseverancia.
Este domingo podemos preguntarnos: ¿para qué nos hemos bautizado? ¿Que significa para nosotros el bautismo?
No preguntamos lo que sucedió cuando nos bautizaron, pues a la mayoría nos bautizaron, ya que para nosotros recibir el bautismo no fue una opción personal, sino que otros, de ordinario nuestros padres, la tomaron en lugar nuestro y se lo agradecemos, al menos yo. Decidieron por nosotros esto, tan importante, como decidieron la comida que íbamos a ingerir y a educación que nos daban y la lengua que aprenderíamos y el colegio en el que estudiaríamos. Fueron elecciones vitales y que marcarían nuestra vida y la han marcado de hecho, con el agrado o no de parte nuestra; pero no podíamos elegir, pues no teníamos desarrollada esta capacidad todavía, como no la tienen tampoco ahora los niños. Pero ellos, muchos de ellos, contaban con un ambiente que, de algún modo, les apoyaba...
Ahora lo vemos todo de un modo muy diferente. ¿Mejor? ¿peor?... ¡Digamos simplemente "diferente"!
Los padres hoy siguen eligiendo cosas vitales, pero lo religioso, y menos lo cristiano, no lo ven tan vital y viven en un ambiente les ayuda a no valorarlo o hasta a criticarlo, aunque no lo conozcan... ni les interese conocerlo, como sucede con gran parte de los críticos, que se atreven a hablar de lo que no saben y, peor todavía, de lo que no viven desde dentro y, si algo conocen, es solo desde lo negativo y desde algunas desfiguraciones, sin ningún interés de conocer nada más. Después de todo ésta es una actitud en algunos explicable por aquello del refrán ("gato escaldado [que se quemó con agua caliente] del agua fría huye") Muchos se guían casi por la única 'ciencia' la del "me dijeron que..." y en eso basan sus opiniones y sentencias. Y eso lo hacen cada únicamente con la religión y, sobre todo, con la católica.
Ahora que nosotros somos adultos debemos preguntarnos ¿qué nos trae el Bautismo? ¿Qué asumimos de él? ¿Qué conciencia tenemos de él? ¿Cómo lo vivimos de hecho, más allá de las palabras, de ordinario muy fáciles de decir? ¿Para qué creemos que fuimos bautizados?; ¿aceptamos vivir la gracia de actuar desde la experiencia íntima de que Dios es nuestro Padre personal, [ciertamente Padre del cielo, es decir que nos supera infinitamente y, por tanto, no es nuestro igual, o, como decimos en América, no es nuestro 'compadre', con quien nos lo podríamos permitir todo con suma "confianza" o frescura] y, por tanto, asumimos la responsabilidad de aprender, todos los días, a ser sus hijos en medio de nuestros hermanos, también los hombre que no siempre conocen o aceptan a Dios y menos como su Padre?
El domingo de hoy nos ayuda a comprender el valor y responsabilidad que comporta el bautismo que recibimos: fuimos bautizados para, con el Espíritu de hijos de Dios, ser enviados como misioneros del Amor del Padre ante todas las personas con las que vivimos. Fuimos bautizados para ser enviados; fuimos bautizados para ser testigos del Amor que da Vida y la hace madurar y desarrollarse y entregarse y libera de toda esclavitud, valorando toda belleza y armonía, interior y exterior, pero respetando su dignidad y misión.
"Luz de las naciones"; "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad"; "Llamado a ser apóstol", "Yo lo he visto y doy testimonio de Él". ¿Pueden ser más claros los textos bíblicos?
El Señor nos conceda no abdicar jamás de la confianza y misión que nuestro Padre, Dios, nos ha confiado para el bien de todos sus hijos, dispersos por todo el mundo. Cada uno lo hará, sin duda, según la vocación personal, pero todo y siempre para ayudar a nuestros hermanos a conocer el Amor que los creó y que los llama a una felicidad sin fin y sin fronteras de ningún tipo.
Dios nos bediga a todos y nos dé la gracia de ser cada día más fieles a su confianza y Espíritu.
Unidos en oración con María, nuestra Madre Auxiliadora:
P. José Mª Domènech SDB
Los planes de Dios son maravillosos
No hay nada que enaltezca más a un padre que su hijo, siguiendo las saludables orientaciones del Padre, logre la grandeza. No hay nada que glorifique más a un maestro que ver cómo el discípulo le supera siguiendo todo lo positivo que ha recibido de él.
Estamos llamados a ser la gloria de Dios: ser como Él en medio del mundo, aunque éste no le entienda, no le reciba y no esté demasiado dispuesto a secundar sus planes, sino, más bien, casi siempre, trate de someter a Dios y le juzgue, exigiendo que sea Él quien le haga caso.
No se trata de construir, nosotros, un mundo nuevo; cosa para nosotros imposible, sino de secundar la Voluntad de Dios, que es quien lo ha creado para que viva y, cada realidad, según su naturaleza, se desarrolle sin límite ni fin, también en los elementos más transitorios.
Nadie queda excluido de este plan, sino quien se autoexcluye al cerrarse al Espíritu Santo. Él todo lo transforma y purifica. Nos es dado por Jesús, el Cordero de Dios presentado por Juan, el Bautista, quien lo precede y nos invita a recibirle con generoso y disponible corazón.
Dios nos crea para ser como Él: dadores de vida y sus colaboradores en el mundo que forma
Las obras de Dios son seguras; ¡nos toca a nosotros decidir nuestro compromiso! Nos hizo libres y con capacidad de amar, es decir, de decidir nuestra vida en favor de la de los demás, más allá de nuestros intereses, al estilo del mismo Dios… pero podemos ir por otro camino.
En la medida que nos parecemos a Dios, Él recibe su gloria en nosotros y se construye la novedad que deseamos y buscamos. La grandeza del mundo nuevo no depende básicamente de nosotros, pero nuestras decisiones son indispensables y vitales para participar en ella.
Las miras de Dios son universales, nos superan infinitamente, pero jamás quedamos fuera de ellas, sino que Dios desea, espera y nos pide nuestra colaboración honesta y seria.
Pablo, consciente de lo vital de esta elección universal; la asumió y desea que todos la acepten
El Evangelio nos abre un camino inédito de relación con Dios, que va más allá de toda religión y nos libera de toda norma, menos de la de vivir como lo que somos, hijos de Dios: amando a todos, sin límite, sobre todo a los que parecen no merecer el Amor de Dios, que es universal y llega a los ínfimos niveles de la humanidad: el individualismo indiferente, el odio, la enemistad, con sus consecuencias de depravación, destrucción y muerte.
Pablo nos hace notar que hemos sido santificados por el mismo Hijo de Dios, Jesucristo, y por Él somos llamados, como el mismo Apóstol, a ser testigos universales del Evangelio viviendo su mensaje: el Amor redentor del Padre en el Hijo con la fuerza del Espíritu Santo.
Juan Bautista no calla lo que ha visto y sabe, pues es vital: nos toca a nosotros definirnos.
El Bautismo de Jesús no ha dejado la realidad como antes: el Espíritu Santo ha bajado para transformar la realidad en la medida que le seamos dóciles. Jesús lo recibe a plenitud total; nosotros, ¿hasta qué punto comprometemos nuestra vida? ¿Qué puede esperar nuestro mundo de nosotros, los que nos llamamos tan fácilmente cristianos? ¿De qué somos testigos?
Jesús es Hijo de Dios animado por el Espíritu Santo. Nosotros, en el bautismo, recibimos el mismo Espíritu, ¡tenemos iguales oportunidades!: todo depende de nuestra docilidad actual.
Pidamos a María ser dóciles como Jesús para comprometer nuestra vida en su Misión.
Estamos llamados a ser la gloria de Dios: ser como Él en medio del mundo, aunque éste no le entienda, no le reciba y no esté demasiado dispuesto a secundar sus planes, sino, más bien, casi siempre, trate de someter a Dios y le juzgue, exigiendo que sea Él quien le haga caso.
No se trata de construir, nosotros, un mundo nuevo; cosa para nosotros imposible, sino de secundar la Voluntad de Dios, que es quien lo ha creado para que viva y, cada realidad, según su naturaleza, se desarrolle sin límite ni fin, también en los elementos más transitorios.
Nadie queda excluido de este plan, sino quien se autoexcluye al cerrarse al Espíritu Santo. Él todo lo transforma y purifica. Nos es dado por Jesús, el Cordero de Dios presentado por Juan, el Bautista, quien lo precede y nos invita a recibirle con generoso y disponible corazón.
Dios nos crea para ser como Él: dadores de vida y sus colaboradores en el mundo que forma
Las obras de Dios son seguras; ¡nos toca a nosotros decidir nuestro compromiso! Nos hizo libres y con capacidad de amar, es decir, de decidir nuestra vida en favor de la de los demás, más allá de nuestros intereses, al estilo del mismo Dios… pero podemos ir por otro camino.
En la medida que nos parecemos a Dios, Él recibe su gloria en nosotros y se construye la novedad que deseamos y buscamos. La grandeza del mundo nuevo no depende básicamente de nosotros, pero nuestras decisiones son indispensables y vitales para participar en ella.
Las miras de Dios son universales, nos superan infinitamente, pero jamás quedamos fuera de ellas, sino que Dios desea, espera y nos pide nuestra colaboración honesta y seria.
Pablo, consciente de lo vital de esta elección universal; la asumió y desea que todos la acepten
El Evangelio nos abre un camino inédito de relación con Dios, que va más allá de toda religión y nos libera de toda norma, menos de la de vivir como lo que somos, hijos de Dios: amando a todos, sin límite, sobre todo a los que parecen no merecer el Amor de Dios, que es universal y llega a los ínfimos niveles de la humanidad: el individualismo indiferente, el odio, la enemistad, con sus consecuencias de depravación, destrucción y muerte.
Pablo nos hace notar que hemos sido santificados por el mismo Hijo de Dios, Jesucristo, y por Él somos llamados, como el mismo Apóstol, a ser testigos universales del Evangelio viviendo su mensaje: el Amor redentor del Padre en el Hijo con la fuerza del Espíritu Santo.
Juan Bautista no calla lo que ha visto y sabe, pues es vital: nos toca a nosotros definirnos.
El Bautismo de Jesús no ha dejado la realidad como antes: el Espíritu Santo ha bajado para transformar la realidad en la medida que le seamos dóciles. Jesús lo recibe a plenitud total; nosotros, ¿hasta qué punto comprometemos nuestra vida? ¿Qué puede esperar nuestro mundo de nosotros, los que nos llamamos tan fácilmente cristianos? ¿De qué somos testigos?
Jesús es Hijo de Dios animado por el Espíritu Santo. Nosotros, en el bautismo, recibimos el mismo Espíritu, ¡tenemos iguales oportunidades!: todo depende de nuestra docilidad actual.
Pidamos a María ser dóciles como Jesús para comprometer nuestra vida en su Misión.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.
CICLO A – TIEMPO ORDINARIO - DOMINGO II
Los planes de Dios, siempre seguros, son maravillosos y nosotros hemos sido elegidos para participar de su Gloria: depende de nosotros
Los planes de Dios, siempre seguros, son maravillosos y nosotros hemos sido elegidos para participar de su Gloria: depende de nosotros
Is. 49, 3-6: "El Señor me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré». Yo dije: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza». Mi derecho está junto al Señor… Ahora habla el Señor, el que me formó desde el seno materno… mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: «…yo te destino para ser luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra»."
Sal. 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad".
1Cor. 1, 1-3: "Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la Voluntad de Dios… a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto a los que, en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo… Señor de ellos y nuestro…"
Jn. 1, 29-34: "Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él… Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios»."
Sal. 39: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad".
1Cor. 1, 1-3: "Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la Voluntad de Dios… a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto a los que, en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo… Señor de ellos y nuestro…"
Jn. 1, 29-34: "Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él… Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios»."
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