octubre 19, 2012

«El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes»


Tenemos el mensaje y la sugerencia homilética que el querido padre José María nos ha enviado para este domingo 21 de octubre.



“Amar hasta que duela”, decía la beata Teresa de Calcuta. Cierto, pues Jesús con su ejemplo y palabra nos invita a amar-servir hasta dar la vida... ¡y eso duele!
Sólo tiene real autoridad el que sabe servir para llenar de vida a los que le rodean. No basta la autoridad formal, pues la real autoridad, el poder objetivo, que incide en el interior de las personas llenándolas de ganas de ser más y hacer mejor las cosas, ése solo lo da la vida.

Ser los ‘primeros’, le piden a Jesús. Y Él, con su vida, nos dice: sirvan dando la vida. Sean los primeros buscando el bien de las personas... Lo demás vendrá por añadidura a su tiempo.

Nacimos para ser grandes como Dios. Dios se define como ‘Amor’ y el Amor real, no el sentimental –que no pasa de apariencia y se esfuma en las pruebas graves y dificultades profundas–, es, por su naturaleza, fiel, permanente, generador de vida, despertador de esperanza y estimulador de la maduración, educador de la fe y del futuro y sanador de heridas. Pero esto supone estar dispuestos a dar vida dando la nuestra propia. La planta no nacerá si la semilla no muere. Debemos entenderlo si deseamos ser más y gozar la felicidad a la que estamos llamados.

En la primera lectura se nos muestra al siervo de Dios que acepta dar la vida, como la semilla, para llenarnos de vida en libertad y verdad para la construcción de un Reino eterno, el de Dios. En la segunda se nos muestra a Jesucristo, este siervo, que da su vida y con esto nos rescata y nos invita a un nivel infinitamente superior de vida para la vida de los que nos rodean. El evangelio se nos hace notar que soñar con la grandeza es ilusorio, y conflictivo, si no estamos dispuestos a dar la vida sirviendo y sacrificando lo que sea necesario para la vida de los que nos rodean.
Nuestro mundo no va mal porque haya dificultades –siempre las hubo–, sino porque los que nos llamamos cristianos hemos perdido el horizonte de Cristo y ya no buscamos ser como Él. No basta cumplir con...

Somos tan despistados que creemos que con el bautismo ya somos cristianos y eso no es cierto. El bautismo nos abre una real y maravillosa posibilidad, pero ésta se hará historia en nosotros, si vivimos muriendo a todo lo que no sea vida en Cristo para vivir, en creciente plenitud, como Cristo, al servicio de aquellos a los que somos enviados.

Eso no viene de la naturaleza física, no se crece con el pasar de los días. Es Vida de Dios y sólo Dios puede alimentarla, y ese alimento es Cristo Eucarístico, alimento poco valorado por la mayor parte de los llamados cristianos. ¿Grave falla educativa –familiar y catequética–? Junto con otras causas que no enfrentamos bien, creo que sí. Los cristianos tenemos una Palabra de Vida que ofrecer, pero primero debemos alimentarnos con ella, si no, jamás podremos ser misioneros ni en nuestra tierra ni fuera de ella.

Dios nos bendice: abrámonos cada día más a su bendición, a su Amor en Cristo Jesús, nuestro Maestro.

María nos ayude a madurar en un Amor real-concreto, como cristianos, ante las dificultades de nuestra época.

Unidos en oración con María, la Madre Misionera, nuestra Maestra:

P. José Mª Domènech SDB

«El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes»


Amar es la voluntad actual –permanente– de dar vida al que la necesita con más urgencia, sin intereses egoístas, escondidos o expresos. Sin amor no hay poder sano. Jesús es el Señor porque dio su vida como su Padre y mostrando el Amor universal, compasivo y misericordioso de Dios, el Padre de todos.

Seguir a Jesús, es decir, vivir como Él, pensar como Él, sentir como Él, nos llevará a reaccionar-decidir con sus criterios ante los diversas situaciones de la vida, con todas sus ‘sorpresas’ y exigencias.

Matrimonio, uso de las riquezas y poder: temas difíciles de enfrentar en la vida cotidiana y más en el tiempo actual, tan desorientado, también a nivel de dirigentes, pensadores y guías religiosos. Nunca fue fácil enfrentarlos porque entran a tallar la sensualidad, la codicia y el afán de dominio y grandeza.

También Jesús vivió en este mundo desconcertado, pero Él tenía un horizonte-criterio –que no siempre nosotros aceptamos–: el Padre-su Vida, con la que Él vivía conectado siempre –con la oración constante– y la Voluntad de su Padre, que Él la había hecho su propia voluntad personal y terea básica.

El sufrimiento y las dificultades no lo desviaron. Su fidelidad y entrega nos salvó: ¡Ejemplo vivo!

El Siervo de Dios, fiel al Padre, por Amor, está dispuesto a dar su vida para rescatar a sus hermanos.

Nuestras limitaciones y desvíos, pecados y degradaciones nos llenan de tristeza, desconcierto –pues no quisiéramos hundirnos así– y pobreza. No sabemos cómo liberarnos de tales cadenas. ¡Sufrimos!

Dios nos ama y, como tampoco desea nuestra desgracia, envía a su propio Hijo, quien, con Amor infinito, da su propia vida, en inmenso dolor, para rescatarnos del mal y de la muerte que nos amenazan.

Nuestro salvador es el sumo sacerdote que se ha ofrecido en rescate por nosotros: podemos fiarnos de Él

Cristo nos conoce bien y sabe muy bien qué es sufrir desde lo más profundo de la carne y del espíritu. Él es el Maestro de la libertad y del don de la propia vida para que sus hermanos sean libres y felices.

Podemos fiarnos de Él con seguridad. Sabe muy bien lo que nos conviene y cuál es el camino del éxito final y supremo, pues Él mismo lo ha recorrido y derrotó al mal y la muerte con su Resurrección.

Seguir a Jesús no supone privilegios, sino entregar la propia vida para llenar de vida a toda persona

Jesús acaba de anunciar, por tercera vez, su pasión; pero los discípulos no comprenden que lo que el Maestro les quiere decir es que sus discípulos deben aprender a vivir sirviendo y dando la vida.

Somos parte del Cuerpo de Cristo; su Misión es la nuestra: dar la vida –servir– para la Vida de todos.

A nadie le gusta sufrir, pero el sufrimiento es, para los creyentes en Cristo, un factor de purificación personal y de maduración de la propia libertad y grandeza, si se vive en Cristo y ofreciéndolo al Padre, en Él y como Él, para el bien de los otros. No hay dignidad más grande que beber el cáliz de Cristo y aceptar ser bautizado en su bautismo. Para que lo alimentemos y vivamos bien se nos da su Espíritu.

Pidamos a María vivir en Cristo todo servicio y ocasión de dolor para que sea camino de salvación.
Padre José María Domènech Corominas, sdb.


CICLO B – TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO XXIX
La clave de todo verdadero y positivo poder es el servicio para el Bien Común, el bien de la persona más humilde, dar la vida, servir como Jesús

Is. 53, 10-11:
"El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de Él. A causa de tantas fatigas, Él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi servidor justo, justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos".

Salmo 324-5.18-20.22: "Señor, que descienda tu Amor sobre nosotros".

Hb. 4, 14-16:
"Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra Fe... Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno".

Mc. 10, 35-45: "Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro...» Él les respondió: «¿Qué quieren...?» Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Jesús les dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?» «Podemos», le respondieron... Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz... y recibirán el mismo bautismo... En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo...» Los otros diez,... se indignaron... Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los que se consideran gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud»."


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